De todas formas,
en esta primera fase de la Guerra Fría, la tensión no tuvo un perfil lineal.
Se sucedieron momentos de gran tensión seguidos de una fase de distensión
inaugurada con el fallecimiento de Stalin en 1953. Su sucesor, Nikita
Sergievich Kruschev, había sido uno de los más enérgicos defensores de
Stalingrado durante la Segunda Guerra Mundial. Había conocido de cerca los
destrozos que puede causar un conflicto y no estaba dispuesto a pasar otra vez
por ese trance y, mucho menos, si pendía sobre el globo la amenaza de
destrucción nuclear. Su mandato corresponde a una situación de relajación de
la tensión interior en el seno de una URSS sobrecalentada por las purgas de
Stalin que se prolongaron durante veinte años, y por la tensión con los EEUU.
El 25 de febrero de 1956, Kruschev había pronunciado el famoso “discurso
secreto” en el curso del XX Congreso del Partido Comunista de la Unión
Soviética.
A partir de ese
momento, Kruschev intentó mejorar sus relaciones con los EEUU, en
especial a causa de los problemas surgidos en Europa y mucho más concretamente
en Alemania (enclave occidental en Berlín). Desde el punto de vista
armamentístico, siguió aumentando el potencial atómico soviético, pero
impuso una moratoria en el programa naval y en 1960 propuso a los EEUU la
reducción de un tercio de los ejércitos mutuos. Otra muestra de los “nuevos
tiempos” y de la “distensión” de este período fueron los viajes recíprocos
realizados por Richard Nixon, vicepresidente de los EEUU con Eisenhower,
correspondido por una visita de trece días de Kruschev a los EEUU.
Desde entonces, da la sensación de que la mayor agresividad ya no está en el lado
soviético sino en el norteamericano. La primera prueba de ello fue el derribo
del avión U–2 pilotado por Gary Powers, sobre territorio soviético que
indicaba el reinicio de los vuelos de espionaje. En su segundo viaje a EEUU en
1960, se produjo el famoso incidente del zapato en la sede de la ONU como
respuesta a una invectiva del delegado filipino, acusando a la URSS de doble
moral en la descolonización.
El hecho de
que la URSS hubiera descendido el listón armamentista y el presupuesto de
defensa, permitió derivar ingentes cantidades de fondos a la conquista del
espacio. En 1961, la URSS se atribuyó un gran éxito al colocar en órbita al
primer ser humano, el astronauta Yuri Gagarin. Por entonces ya se había
hecho cargo de la presidencia la nueva administración norteamericana dirigida
por John Fitzgerald Kennedy con el que la URSS creía que era posible un mejor
nivel de entendimiento. De hecho, fue todo lo contrario. Cuando todavía no se
había disipado el éxito de la URSS en el espacio, se conoció la derrota
norteamericana en Bahía de Cochinos en la que los mercenarios cubanos de la CIA
fueron derrotados a poco de desembarcar en la isla, hecho que precipitó de
una vez y para siempre a Cuba en la órbita soviética.
A partir de
ese momento, ninguno de los dos bandos, por buenas que fueran las intenciones
de unos o de otros, o incluso de ambos, podían realizar más concesiones. La
situación internacional se fue volviendo cada vez más rígida. Berlín seguía
estando en el ojo del huracán, más como símbolo que como problema real.
Pero era rigurosamente cierto que los berlineses orientales abandonaban su
sector masivamente en dirección a los barrios occidentales El 13 de agosto
de 1961, se inició la construcción del Muro de Berlín que supuso un fracaso
propagandístico para la URSS, para los partidos comunistas y, en especial, para
el propio Kruschev que salió tocado de la experiencia y animó a la
oposición interior a preparar el relevo.
La colocación
de mísiles nucleares en Turquía hizo que la URSS trata de estabilizar la
balanza, colocando su equivalente a dos pasos de Florida. Así empezó la “crisis
de los misiles” que situó durante dos semanas, una vez más, a la humanidad ante
el riesgo del holocausto nuclear. En los últimos discursos pronunciados por
JFK antes de su asesinato se percibe un intento de recomponer las relaciones
normales con la URSS. Los planes para cumbres sucesivas hasta lograr el desarme
se frustraron por su asesinato de JFK en Dallas en noviembre de 1963.
2ª FASE DE LA
GUERRA FRÍA: LA DISTENSIÓN.
1962–1973
Los años 60
fueron como un período particularmente próspero en Europa: los efectos y las
destrucciones de la Segunda Guerra Mundial se han superado completamente, la
desmoralización por la pérdida de influencia de Francia e Inglaterra en el
mundo, se compensó mediante unos niveles de vida desconocidos hasta entonces.
El Plan Marshall estuvo en la base del “milagro económico” de aquellos años.
Incluso en España, había empezado el “desarrollismo” y los años de crecimiento
económico que proseguirán en toda la década. Mientras, la Europa del Este y la
URSS parecen estancadas económicamente. El régimen comunista generó pesadas
maquinarias burocráticas. Además, el esfuerzo armamentístico impuesto por
los EEUU hizo mella en las economías nacionales del Este que estancadas en los
problemas de desabastecimiento de los mercados. Europa se ha resignado
también a estar dividida y solamente aspira a que su territorio no se convierta
en un campo de combate entre las dos superpotencias no europeas.
Sin embargo,
este período no será un paseo triunfal, ni un baño de rosas. Las tensiones
existieron en Europa: el muro de Berlín se acababa de construir, las rebeliones
de los años 60 en los países comunistas habían sido sofocadas, pero no la
sensación de que se vivía en un régimen de ocupación. Francia terminó
liquidando su imperio en Argelia con los acuerdos de Evian que pusieron fin a
quince años de terrorismo independentista y de guerra civil que tuvieron como
resultado final la aparición de un terrorismo nacionalista con la OAS. En
Irlanda del Norte se gestó la resurrección del IRA que volvería a estar
presente a finales de la década, mientras que en otros países de Europa
Occidental aparecían movimientos de “nueva izquierda” que desembocarían en
oleadas revolucionarias en Francia (Mayo del 68) y en Italia (Otoño Cálido) y
en una segunda etapa en la aparición de movimientos terroristas con distintas
motivaciones, algunos al final de la década y otros en los años 70: Brigadas
Rojas, Banda Baader–Meinhof, Accción Directa, ETA, GRAPO, FRAP…
Las novedades en
la izquierda eran producto de tres fenómenos:
1) la pugna en el movimiento comunista internacional entre la URSS y China, producido tras la muerte de Stalin, cuando Mao, acusó a los nuevos dirigentes soviéticos de “revisionistas” (obviamente, en aquella disputa estaban también vivos reivindicaciones territoriales y ambiciones geopolíticas),
2) las cada vez peores condiciones de vida en los países del Este de Europa, que generó distintas disidencias, la más importa de las cuales fue, sin duda, la checoslovaca que terminó arrasada por los tanques soviéticos en el agosto de 1968 y
3) el trabajo de los servicios de inteligencia occidentales que consiguieron romper especialmente las bases juveniles de algunos partidos comunistas y orientarlos en la vía del maoísmo y en la disidencia trotskista, buena parte de la cual estuvo siempre teledirigida por servicios de inteligencia occidentales.
Todo esto dio
como resultado la aparición en Europa de la “nueva izquierda”, formada por
intelectuales y por una base casi exclusivamente juvenil excepcionalmente
radicalizada, que se unió a otros cambios sociales propios de la época, que van
desde las variaciones en la vida católica impuestas por el Concilio Vaticano II
(el concilio de la confusión que entrañó el inicio de una crisis en el seno de
la Iglesia todavía no superada en nuestros días), a los movimientos de
liberación de todo tipo, a los cambios de las costumbres, a la implantación de
nuevos modelos musicales y estéticos, a la rebelión de la juventud y al choque
generacional. El resultado de todo esto fue el abandono de los cánones de
la sociedad y de la familia burguesa que habían imperado desde principios del
siglo XIX y la apertura de nuevos frentes de crisis social que sustituían a la
cada vez más superada “lucha de clases”, incluso a la mucho más real “lucha
entre naciones”.
A pesar de
que la crisis terminal del marxismo se evidenció desde principios de los años
80, fue en esa época, los 60, cuando empezó a mostrar sus primeros efectos,
tanto en la Europa del Este como entre los comunistas occidentales. En el
Oeste, en cambio, los EEUU recuperaban la iniciativa en la carrera espacial y
colocaban a un hombre en la Luna el 20 de julio de 1969. A pesar de
haber sido los soviéticos quienes lanzaran el primer satélite artificial, a
pesar de haber sido los primeros en enviar sondas a Venus y Marte en 1960, y
luego el primer ser vivo (la perrita “Laika”), sus dificultades interiores en
el período posterior a Kruschev, cuando reemprendieron la carrera
armamentística convencional (especialmente en el desarrollo de una poderosa
marina de guerra), les obligaron a renunciar a los éxitos mediáticos en el
espacio.
Los 60 fueron
la época dorada del terrorismo o, si se prefiere, de la guerrilla urbana y de
la guerrilla rural, por mucho que estas estrategias alcanzaran sus máximos
desarrollos y niveles de violencia en los años 70. A ello contribuyó la
experiencia cubana y la creación de la OSPAAAL, a la que ya hemos aludido, que
exportó guerrillas a distintos países iberoamericanos. De todas ellos,
obviamente, la más famosa fue la guerrilla del Ché en Bolivia. Famosa
pero no efectiva: de hecho, desde su llegada al país andino, el Ché fue
vigilado constantemente por la CIA, seguido y, finalmente, masacrado por un
combinado de fuerzas bolivianas asesoradas por militares argentinos. A falta de
algo mejor, se transformó en mito, mientras que en Argentina, Brasil y Uruguay
aparecía un fenómeno nuevo: la “guerrilla urbana”, teorizada por Abraham
Guillén, un antiguo comunista español, en el que se basaron los núcleos que
dieron vida al Movimiento Montonero, al Movimiento Tupamaros y a la Acción
Libertadora Nacional de Carlos Margihela en Brasil. Aquella efusión guerrillera
concluyó pronto y de nada sirvió toda la ayuda prestada por la OSPAAAL, los
asesores cubanos, los campos de entrenamiento en la isla y los armamentos
enviados. La desproporción entre los guerrilleros urbanos y las fuerzas
policiales era tal que, poco a poco, sin obtener ningún éxito definitivo (donde
más se aproximaron fue en Uruguay), fueron desarticulados entre efusiones de
sangre, ejecuciones sumarias e interrogatorios drásticos.
La “distensión” o “coexistencia pacífica” fue la fórmula utilizada en esos años, especialmente en la segunda mitad de los sesenta y hasta 1972 para describir este período. Se trata de conceptos relativos, porque, sin duda estas fueron épocas en la que se produjeron “guerras calientes” en escenarios secundarios y periféricos de la Guerra Fría: en Vietnam especialmente y en todo el sudeste asiático, pero también en Oriente Medio en donde los actores se mostraban absolutamente incapaces de llegar a un entendimiento, permanentemente abocados a hacer estallar periódicamente guerras breves, pero de extraordinario poder aniquilador. Así mismo, y también como resultado de las experiencias guerrilleras urbanas y rurales, apareció en la segunda mitad de los años 60, como respuesta a la incapacidad árabe para derrotar a Israel, acciones guerrilleras por parte de Al Fatah, y de Al Saika, grupos armados palestinos que nunca consiguieron poner verdaderamente en peligro a Israel y que sirvieron solamente para aumentar los enfrentamientos en el interior del mundo árabe sobre las distintas posibilidades a adoptar ante el Estado judío. La organización Septiembre Negro, por ejemplo, surgió tras la expulsión de la resistencia palestina de Jordania en 1970 y tras una pequeña guerra de aniquilación a la que los supervivientes respondieron entre 1971 y 1973 realizando distintas acciones terroristas en Europa y África.
Las
posibilidades de progreso del castrismo en Iberoamérica fueron yuguladas
radicalmente por una serie de golpes de Estado militares que se fueron
sucediendo en la mayoría de países de la zona y que desarticularon
completamente cualquier posibilidad de acercamiento de alguno de estos Estados
a la órbita comunista. Cuando Salvador Allende llegó al poder como
candidato de la Unidad Popular en Chile, la CIA hizo esfuerzos por neutralizarlo
en beneficio de un gobierno centrista, sin embargo, en septiembre de 1973, con
una izquierda radicalizada, un gobierno incapaz de mantener el orden y una
protesta creciente por parte de la derecha, el ejército se alzó y puso final a
la experiencia socialista chilena. Cuba se sintió entonces mucho más sola:
ninguno de sus intentonas de establecer “gobiernos amigos”, había progresado en
país alguno.
Desde el punto de vista geopolítico el elemento crucial de esa época es el conflicto chino–soviético que estalló, inicialmente, a nivel ideológico, entre “marxismo–leninismo” y “revisionismo”, para pasar a ser luego un conflicto geopolítico cuando unos y otros reivindicaron territorios fronterizos en disputa. En la zona del Usuri se produjeron enfrentamientos directos entre los ejércitos de ambos países, cuando ya en Moscú se había producido un relevo en el Kremlim, siendo sustituido Kruschev por Leónid Breznev, considerado como neo–stalinista. En realidad, lo era, pero solo relativamente. A diferencia de Stalin, consideraba que era posible alcanzar una “coexistencia pacífica” con Occidente, a condición de medir mucho los pasos y mantener tranquilo en “frente interior” (de ahí que aumentara la represión contra la disidencia que había actuado con una holgura mucho mayor durante el período precedente y desde el final del stalinismo).
Breznev
reconoció la necesidad de alcanzar mejores niveles de desarrollo económico para
la población y para ello firmó entre 1972 y 1974 acuerdos económicos con los
EEUU. Incluso España, con Carrero Blanco al frente del gobierno, pudo aumentar
sus exportaciones a la URSS y admitió mercancías procedentes de aquel país.
Con Nixon en la Casa Blanca y con Kissinger en el Departamento de Estado, la política
exterior norteamericana adquirió un nuevo impulso. Aprovechando las disputas
entre China y la URSS, los EEUU sondearon a ambas partes para ver con cuál
podían entenderse mejor (lo que implicaba marginar a la tercera y debilitar su
posición).