Info|krisis.- Ciudadanos, “partido de la ciudadanía”, es la muestra de cómo una
única idea –el antiindependentismo catalán- puede “cuajar” y convertirse en un
movimiento político de alcance nacional por una serie de casualidades
inesperadas. En el momento de escribir estas líneas, según algunas encuestas
(poco creíbles por lo demás), PP, PSOE, Podemos
y Ciudadanos están “igualados” en intención de voto… En realidad, técnicamente,
la Ley d’Hondt está ahí para hacer imposible un resultado de este tipo. Pero
es, en cualquier caso, significativo que un partido con un perfil “débil” (soft) como Ciudadanos sea una de las formaciones llamadas a sustituir a la
“vieja banda de los cuatro” (PP, PSOE, PNV, CiU). No está, pues, de más
componer unas notas sobre esta formación, a modo de “aviso a los navegantes”.
Los errores de otros, aciertos de Ciudadanos
Hasta hace unas semanas, Ciudadanos no era más que un partido
implantado relativamente en Cataluña y que no suscitaba excesivos entusiasmos
en el resto de España salvo por el hecho de que en aquella comunidad autónoma
era el que se había enfrentado más decididamente contra el soberanismo, en un
momento en el que el PP chaqueteaba, según su tradición, con CiU.
Hay que recordar que en las
elecciones autonómicas catalanas del 2010, Ciudadanos
obtuvo tres diputados gracias a esa actitud antiseparatista. Vale la pena
recordar que, en aquella ocasión, la ambigüedad de la que hizo gala Plataforma x Cataluña, partido que en
aquel momento, estaba en pleno auge, hubiera podido liquidar para siempre a Ciudadanos si, además del
anti-inmigracionismo hubiera añadido también a su programa, un decidido
antisoberanismo. Pero, en aquella ocasión, PxC, mal dirigida y peor orientada
políticamente, cometió el error de dejar el espacio libre para que Ciudadanos pudiera crecer en esa
dirección. Hoy, podemos decir con seguridad que si Ciudadanos ha llegado a donde está es porque los errores de PxC en
2010 le dejaron un hueco que aprovechó. El dogmatismo que en aquella ocasión se
impuso a PxC en imitación del modelo flamenco del Vlaams Belang costó caro a esta formación.
Sin embargo, en el interior de Ciudadanos aparecieron distintas
tensiones que contribuyeron a que, cuando se convocaron las siguientes
elecciones autonómicas, el partido distara mucho de estar consolidado en
aquella región. Solamente la intensificación del soberanismo hizo que en 2012, Ciudadanos triplicara sus escaños y se
convirtiera en el sexto partido en Cataluña. PxC en esa ocasión volvió a equivocarse
y siguió cediendo terreno a Ciudadanos:
cuando ya distintos sectores dentro de PxC alertaban sobre lo peligroso de no
tomar partido ante el soberanismo, justo cuando toda la política catalana
basculaba en torno a este tema, los promotores del error de 2010 seguían
anclados en las mismas posiciones, cerrándose a una posición favorable a la
unidad del Estado. Ciudadanos, ya en
ese momento, se estaba nutriendo de sectores decepcionados del PP y del PSC
que, sin estar incorporados al partido y, por tanto, ignorar sus problemas
internos, estaban concienciados de que enfrentarse al soberanismo era la tarea
más urgente del momento. El hecho de que el partido de Rosa Díez no tuviera
nunca una presencia excesiva en Cataluña contribuyó a que el voto
antisoberanista, mayoritariamente, se decantara hacia Ciudadanos.
Fue después de las autonómicas de
2012 cuando Albert Rivera inició su expansión más allá del Ebro. El éxito le
acompañaría en las elecciones europeas cuando obtuvo 500.000 votos y dos
escaños. A partir de ahí, y como había ocurrido en Cataluña, no fueron los
aciertos de Ciudadanos los que
propiciaron su éxito sino los errores de sus competidores más directos.
En efecto, aquellas elecciones
UPD había obtenido unos resultados justo el doble que Ciudadanos. Era evidente que ambos partidos se disputaban un mismo
espacio político. Era también evidente que daban de sí mismos una definición
similar (“de centro-izquierda”). Y era evidente, por fin, que estaban
condenados a entenderse. Ciudadanos
dio el primer paso, pero se encontró con una Rosa Díaz dotada de una concepción
“patrimonialista” de su partido (el partido era ella y ella era el partido) a
la que no quería renunciar. La falta de talla política de Rosa Díez –presentida
tanto en el momento en el que fue consejera del gobierno vasco con la coalición
PSOE-PNV como cuando optó a la secretaría general del PSOE siendo derrotada por
un líder de perfil bajo-bajísimo, Rodríguez Zapatero- se evidenció entonces:
cortedad de miras, incapacidad para ver más allá de un pequeño partido que
acaparara un número suficiente de votos como hacerle jugar un papel como
bisagra y, sobre todo, terror ante la posibilidad de que alguien lograra
descabalgarla de su creación personal, fueron los elementos que jugaron en
contra de Rosa Díaz y de su apuesta por no aproximarse a Ciudadanos. Era evidente que aquel que primero evidenciara
debilidad desaparecería tragado por el otro.
Así pues, cuando Sosa Wagner, un
profesor universitario y en absoluto un hombre de partido, criticó la actitud
de Rosa Díez en relación a Ciudadanos,
la suerte de UPyD quedó sellada para siempre. El “partido magenta” era el
cántaro de barro que se rompería por la mera proximidad ante el cántaro de
bronce que era Ciudadanos. No hubo
nada más que esperar a las elecciones autonómicas andaluzas para que Ciudadanos, con una candidatura
mediocre, hecha a partes iguales por oportunistas y desconocidos, sin programa,
sin propuestas que fueran más allá de los tópicos, obtuvo 370.000 votos y 9
diputados, mientras UPyD se quedaba con 75.000 votos y muy lejos de obtener
escaños. A partir de ese momento, Rivera sustituyó a Pablo Iglesias como
“estrella ascendente” de la política española.
Tal es la historia de Ciudadanos: corta, irrelevante salvo en
Cataluña y que ha podido crecer, no tanto por méritos propios, como por los
garrafales errores de terceros.
¿Cuál es el papel de Ciudadanos
en los tiempos que se aproximan?
Los éxitos de Ciudadanos contrastan con la pobreza de
sus propuestas. A poco que nos fijemos, veremos que no hay nada en este partido
que sea verdaderamente ilusionante. Sus propuestas de luchar contra la
corrupción se podrán mantener mientras el partido siga “virgen”, pero dentro de
poco, cuando sus diputados andaluces se hayan “mojado” o cuando las decenas de
concejales que obtendrán participen en gobiernos municipales o, simplemente, se
vean obligados a realizar propuestas, comprobarán lo poco que les une y lo vago
de los principios que inspiran al partido e incluso es posible que comprueben
la facilidad para realizar las mismas prácticas de las que hoy acusan a la
“vieja banda de los cuatro”.
Incluso en materia autonómica
existen distintas posiciones y, así como en Cataluña, lo fácil y lo lógico es
oponerse al soberanismo cleptomaníaco de CiU, en Andalucía la propuesta de que
solamente la presencia de Griñán y Chaves en el parlamento les impide pactar
con el PSOE, es extremadamente arriesgada: ¿es que la corrupción en Andalucía
está solamente representada por estos dos expresidentes atrincherados en su
inmunidad parlamentaria? ¿Es que no es todo el PSOE andaluz y la UGT –a la que
el propio Rivera está afiliado- un gigantesco sumidero de corruptelas y de
nepotismo?
En cuanto al “constitucionalismo”
del que hacen gala no es menos contradictorio. ¿Para qué hacerse ilusiones con
una constitución que es, por sí misma, la que ha generado los increíbles
niveles de corrupción que existen hoy? ¿Se puede defender una constitución en
la que está implícito desde el sistema autonómico en el que han colocado sus
cuñas los soberanismos catalán y vasco o en donde todavía se encuentran
estupideces y arcaísmos progres como la negativa a reconocer la cadena perpetua
y se antepone la reinserción del delincuente al resarcimiento de la víctima?
¿Dice algo Ciudadanos sobre la
globalización? ¿Algo sobre la inmigración, aparte de aspirar a captar
–criaturas- el voto inmigrante? En definitiva: ¿qué propone Ciudadanos? Poco, nada en realidad,
solamente una fe ciega en la “convivencia”…
Ciudadanos –y no la constitución o la “banda de los cuatro”- han
conseguido detener el ascenso de Podemos, al menos momentáneamente. A fin de
cuentas, Ciudadanos es Podemos sin coletas, con camisa y
corbata y con un líder de peluquería y manicura, con más “prestancia” que Pablo
Iglesias. Hay que reconocer sus valores… El voto de protesta que hasta ahora se
decantaba solamente hacia Podemos,
incluso el que derivaba del PP, ahora se orienta también hacia Ciudadanos. Pero “protesta”, ¿ante qué?
¿Por qué? ¿De qué? simplemente protesta ante los efectos más visibles y
deletéreos del “régimen”: corrupción, paro, crisis económica, despilfarro
autonómico… nada más. Podríamos estar incluso de acuerdo en parte con la
crítica, pero no con las soluciones, porque lo que propone, a fin de cuentas, Ciudadanos es… tener fe en la
constitución. Poco para un problema tan grande.
Pero es que Ciudadanos no puede ir más allá de la crítica a los aspectos más
problemáticos del régimen nacido en 1978. Sobre estos, existe casi unanimidad
en la sociedad española. Los únicos que siguen negando la realidad son los
dirigentes de la “banda de los cuatro” (de la “vieja banda de los cuatro”:
PP+PSOE+CiU+PNV) para los que estamos en el mejor de los mundos y salir
adelante consiste en votarles a ellos, nada más que a ellos y sólo a ellos. No
es raro que todos ellos, en conjunto, vayan de capa caída y prosigan
impertérritos su discurso de décadas anunciando el apocalipsis si no se les
entrega el voto. Pero cuando, Ciudadanos –o
incluso Podemos, y no digamos Sortu o ERC, los componentes de la “nueva banda de los cuatro”- piensa en
positivo e intenta aportar alguna solución la tierra se abre bajo sus pies: los
miembros de Ciudadanos están unidos
por el rechazo a los aspectos más preocupantes del sistema. Por nada más.
Ninguna propuesta en positivo les une. Los problemas que han tenido a la hora
de enunciar un rudimento de política fiscal, la incapacidad para decir qué
harían con las autonomías o, simplemente, la ignorancia en materia
internacional, de defensa o de modelo económico, son tan evidentes que hacen
sonreír de conmiseración incluso a muchos periodistas que han entrevistado a
Rivera y que comprueban que, más allá del discurso anti-soberanista y anti-corrupción,
no da para mucho más.
Ciudadanos está llamado, pues, a agrupar el voto de los
decepcionados por las políticas del PP. Nada más. Lo más probable es que tenga
un ascenso brusco en las próximas elecciones municipales y autonómicas y que se
traduzca en un avance en su presencia parlamentaria en las elecciones
generales. Pero, en el momento en el que sus diputados y cargos electos se vean
obligados a tomar partido, empezarán los problemas interiores y el partido,
cogido con alfileres como la formación de Rosa Díez, no tendrá otro destino más
que vivir etapas de conflictualidad interna sin fin.
Hay otro elemento a tener en
cuenta. En algunos municipios, los que han acudido a Ciudadanos son, literalmente, gentes que no han sabido o podido
acomodarse en las candidaturas de la derecha, habitualmente “independientes” en
busca de un escaño municipal o segundas filas del PP o del PSOE, muchos de
ellos verdaderos aventureros políticos. Cuando no existe ni un programa claro,
ni propuestas en positivo, el vínculo de unión no puede ser otro más que el
oportunismo: ese mismo oportunismo que está presente desde hace décadas en los
partidos mayoritarios y que reaparece en cualquier nueva formación. Ciudadanos, no solamente no es una
excepción, sino como demuestra el caso andaluz, es esa constante
quintaesenciada. Juan Marín Lozano, su hombre fuerte allí, es un antiguo del
Partido Andalucista, pasado a los Independientes por Sanlúcar, para apoyar al
PSOE en esta ciudad… Se ignora completamente lo que opina sobre política regional.
Estará allí en donde alguien le permita gobernar y en cuanto huela que los
vientos soplan en otra dirección, con la misma tranquilidad con la que llegó a Ciudadanos, lo abandonará para instalar
sus ambiciones en cualquier otra formación o retornar a la “independencia”… Hay
“líderes” que están hechos de esa pasta. La constitución de 1978, esa que con
tanto ahínco defiende Rivera, no da para mucho más.
Con este “material humano” –que
será mucho más evidente todavía cuando se constituyan los próximos
ayuntamientos- quedará evidenciado algo que Rivera y su círculo saben
perfectamente (como lo saben en el otro lado de la barrera, los dirigentes de Podemos) que su partido está formado por
el mismo “material humano” que ha estado presente en la “vieja banda de los
cuatro” y que el oportunismo es su ley, su única ley.
No es que la “vieja banda de los
cuatro” sea mejor que la “nueva banda de los cuatro” es que, da la sensación de
que desde 1978 se ha producido en la clase política española una “selección a la
inversa” y que las “nuevas élites” políticas se forman a partir de residuos de
las anteriores: de la misma forma que a Podemos
han ido a parar los “segundas filas” de IUA a Ciudadanos ha ido a parar todo el oportunismo del PP (y también
algunas escorias del PSOE) que no era suficientemente astuto para competir
dentro en el interior de su partido y que han optado por crear una
“alternativa” que lo es solo a sus antiguos compañeros de partido, no a la
sociedad, ni al Estado tal como ha sido concebido por la constitución de 1978.
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