Infokrisis.- El estudio del movimiento de
remesas demuestra que en plena crisis económica, la inmigración cada vez
aumenta más el envío de fondos a sus países de origen, hasta el punto de que puede
decirse que existe en España un comportamiento contradictorio entre los niveles
de paro de la inmigración y su prosperidad económica demostrada con el envío de
remesas. El asunto de las remesas es una de las cuestiones menos estudiadas del
fenómeno migratorio. Vamos a intentar en las páginas que siguen resumir el
estado de la cuestión.
Concepto
e importancia de las “remesas”
Se
entiende por “remesa” los fondos que los inmigrantes envían a sus países de
origen y que pueden ingresar en cuentas propias o destinados a sus familiares.
Desde que existe constancia en la historia del inicio de los flujos migratorios
siempre se ha producido trasvase de fondos de unas zonas del planeta a otras,
desde las zonas de residencia de los inmigrantes a las zonas de origen, pero a
finales del siglo XX con la mejora de los sistemas informáticos y de los
servicios bancarios, estos tránsitos económicos se convirtieron en masivos y,
en su mayor parte, desregulados, lo que constituyó un poderoso incentivo para
estimular migraciones.
Según las estimaciones del Banco
Mundial, los países que más remesas recibieron en 2010 fueron por este orden
India (55.060 millones de $, dado su volumen de población y la capacidad
técnica de buena parte de sus inmigrantes), China (40.500 millones de $,
fundamentalmente a causa del volumen de su inmigración), y a mayores distancias
Pakistán (8.700 millones de $) y Marruecos (7.000 millones de $). Salvo India,
cuya inmigración en España apenas es significativa, los otros países,
especialmente los dos últimos tienen una abundante colonia inmigrante en
nuestro país. Dicho de otra manera: en 2010 se fugaron varios cientos de
millones de euros a esos países y, en la medida en que se trataba de dinero
procedente como veremos de la economía sumergida, se trató, simplemente de lo
que en rigor puede llamarse una “fuga de capital” que disminuyó el dinero
circulante en España y, desde luego, tiene algo que ver con la caída del PIB
(cuando desaparece dinero de un país y se trasvasa a otro, ese dinero ni se utiliza
como ahorro, ni como inversión en ese país, sino que cruza fronteras, disminuye
el dinero circulante, disminuye, por tanto, el consumo y, finalmente, disminuye
el PIB (que no mide nada más que el total de movimientos económicos que se
producen).
Todavía está por estudiar lo que
afecta este fenómeno a la inflación en la medida en que si dentro de un país
disminuye el volumen de dinero, los precios deberían de tender a bajar, y por
tanto, la inflación disminuiría, lo que explica el porqué ninguna autoridad
económica ni monetaria presta el más mínimo interés a estas cifras que, en sí
mismas, como veremos, son el síntoma de una enfermedad. Dada la obsesión
antiinflacionista difundida desde el Banco Central Europeo, parece como si la
única enfermedad de la economía fuera la inflación (la pérdida del valor del
dinero) y, por tanto, cualquier fenómeno que tienda a contenerla (y el envío de
remesas tiene cierta parte de responsabilidad en la contención del fenómeno)
fuera considerado como positivo. Sin embargo, si disminuye el circulante en un
país, disminuye también el consumo y si disminuye el consumo aumentan las
cifras del paro, los cierres de empresas y la pérdida de riqueza... Dado que el
único interés del Banco Central Europeo es el control de la inflación (y
defender los “ahorros” de los países con una economía más fuerte, concretamente
Alemania), cualquier otra consideración (fuga de capitales, pérdida de consumo,
descenso de PIB) pasan a segundo plano.
El aumento en el envío de remesas desde el inicio de la crisis
Resumimos la situación de la
inmigración: llegada en oleada a España a partir de 1997 alcanza hoy un volumen
de 7.250.000 inmigrantes según cifras oficiales. De estos apenas trabajan
1.800.000 en los meses altos y casi siempre por las franjas salariales más
bajas. El paro entre la inmigración es más alto que en cualquier otro colectivo
social. Su comportamiento económico debería de ser coherente con esta situación
de crisis y precariedad: a medida que han ido disminuyendo el número de
inmigrantes dados de alta en la Seguridad Social y han ido, paralelamente
aumentando las cifras de paro y la inmigración se ha ido transformando en un
fenómeno subsidiado que recibe muchos beneficios social y que cuesta al Estado
y a la sociedad española cada vez más dinero en materia de sanidad, educación,
prisiones, policía y asistencia social, parecería lógico que el dinero enviado
por los inmigrantes al exterior fuera disminuyendo sensiblemente. Sin embargo
el fenómeno que puede constatarse a poco que se examinen las cifras oficiales,
es que desde que comenzó la crisis económica, como veremos, los envíos de
remesas han ido aumentando.
La explicación al fenómeno es
simple y demuestra que la precariedad de la inmigración no es tal. Los
inmigrantes en paro, los que reciben el seguro de paro y las prestaciones
posteriores a su término, además, integran las bolsas de trabajo negro. Eso
implica que el Estado (esto es, la sociedad española de la queo se el Estado es su encarnación jurídica) sufre
un doble perjuicio: de un lado hoy en España un 23% de la economía está fuera
de control de la Hacienda pública (no toda es protagonizada por la inmigración,
pero sí la mayoría, a la vista de las cifras de envíos al exterior) y no existe
ningún tipo de recaudación fiscal, ni IVA, ni IRPF, a través del cual el Estado
obtenga algún ingreso y queden compensadas las partidas que se invierten en la
inmigración, sino que, de otro lado, esos inmigrantes que están fuera del marco
de la Hacienda Pública reciben prestaciones como si estuvieran al corriente de
sus tributaciones.
El gran año de la inmigración fue
2006. Se había producido la regularización masiva de 2005 y ese año entrarían
600.000 inmigrantes más en nuestro país. El fenómeno no era alarmante para el
Estado a pesar de que para mantenerse los inmigrantes que entraban ilegalmente
pasaran inmediatamente a integrar los circuitos de trabajo negro. Las proclamas
del ministro Caldera al cerrarse la regularización masiva indicando que a
partir de ese momento cualquier empresario que contratase a ilegales sería
duramente castigado y que aumentarían las inspecciones de trabajo en las
empresas, habían quedado en agua de borrajas. Por otra parte, la inmigración se
integraba en los circuitos de la construcción y de la hostelería y en esos momentos,
se alcanzaban los picos histórico de volumen de negocio en ambos frentes. Pero
luego, en 2007, antes incluso de que se produjera la crisis de las subprimes
en EEUU (julio de 2007, episodio con el que se inicia la crisis económica
actual), se había llegado al punto de inflexión en el desarrollo del sector de
la construcción. Como a los cadáveres, todavía le crecerían las uñas y el
cabello a este sector, pero prácticamente desde principios de 2007 las ventas
de la vivienda se habían estancado y se estaba lejos de los aumentos
espectaculares de los años anteriores. En realidad, la inflexión se preveía
desde antes. Ya en 2003 empezaron a disminuir las compras de chalés y
apartamentos en los lugares habituales de establecimiento de jubilados
ingleses. En efecto, el aumento del valor del euro con el consiguiente
encarecimiento del valor de los inmuebles comprados en libras, generó esta
ralentización de la actividad constructora en las provincias del Levante. Por
su parte, en Canarias y Baleares, las llegadas masivas de inmigración y el
aumento de la delincuencia, empezó a disuadir a los jubilados europeo de
establecerse allí, unido, por supuesto, a los precios desmesurados que se
pedían por un chalet o por un apartamento, así que empezaron a orientarse hacia
el Adriático y las islas croatas de ese mar.
En 2007 disminuía el número de
inmigrantes en activo en el sector de la construcción y, sin embargo, el
volumen de las remesas enviadas al extranjero habían aumentado en 1.390
millones de euros (7.059 en 2006 y 8.449 en 2007). Y si comparamos las cifras
de ese año con las de 2010 veremos que se produjo también aumento de 140
millones de euros a pesar de la ralentización general de la economía. En cuanto
a las cifras en relación solamente al primer y al segundo trimestre de 2011, se
produjo un aumento de 412 millones de euros más que en 2006, el mejor año de
nuestra economía y de la cifras de empleo de la inmigración. Las cifras son del Banco de España y, por
tanto, difícilmente cuestionables, y sin embargo están ahí como muestra de que
desde 2007 deberían de haberse tomado medidas y aumentado las inspecciones para
evitar que un sector de prácticamente 4.000.000 de inmigrantes quedaran fuera
de todo control económico y de cualquier forma de recaudación de impuestos. No
se hizo nada y el problema se fue enquistando: a medida que fue disminuyendo la
actividad económica, aumentó el volumen de la economía sumergida,
protagonizada, no lo olvidemos, por inmigrantes especialmente. Por que la
pregunta esencial es: ¿cómo es posible que habiendo aumentado la población
inmigrante en paro y pasado del 11,96% en el segundo trimestre de 2006 al
32,87% en el segundo trimestre del 2001, haya aumentado paralelamente en 412
millones de euros el envío de divisas a los países de origen? (las cifras del
paro son del Instituto Nacional de Estadística y las de las remesas del Banco
de España). La explicación a este fenómeno la da el mismo Banco de España en su
informe sobre las remesas emitido en el tercer trimestre del 2011: la inmigración,
nos dice, se ha adaptado muy bien a la crisis económica y supone el principal
contingente de la economía “informal”. Las cifras de esta, 23% del total de
movimiento económico, están por encima de las cifras totales de inmigración
presente en España en 2011, el 15% de la población. Se insinuaba, por ejemplo:
“Parece que los extranjeros que trabajan en esa economía
informal están aumentando su masa salarial lo que les permite enviar más
remesas”. Y lo que era peor: “Podría también ocurrir que inmigrantes que ya no
viven en España estén cobrando ayudas públicas y reenviándolas íntegramente
desde España a sus actuales domicilios”. Se trataría en este caso de
inmigrantes que tienen doble residencia una en España y otra en su país
de origen, al que se han vuelto dadas las dificultades que hay en España de
encontrar trabajo.
Desde que comenzó el fenómeno
migratorio, siempre han existido en España “pisos patera” donde han llegado a
estar empadronados más de 100 inmigrantes, la mayoría sino todos cobrando
rentas mínimas de inserción o subsidios de desempleo. ¿Cómo se realiza el
fraude? Basta con que un solo inmigrante provisto de varios pasaportes cruce el
Estrecho, venga a España, y cobre los subsidios en España en nombre de
bastantes que están en Marruecos. Después ese dinero se envía desde España en
forma de remesas. Dado que siempre las cantidades que se envían, son inferiores
a 3.000 euros, no están sujeto a retención fiscal y por tanto no se declaran ni
pagan impuestos. Se sabía que estas operaciones se realizaban desde el inicio
de la crisis y si no se hizo nada fue por las causa que apuntábamos en el
inicio.
Existen países como Marruecos o Ecuador cuya primer fuente de
ingresos son las remesas que envían sus inmigrantes residentes en el
extranjero. En Marruecos, por ejemplo, las remesas solamente están por detrás
de los ingresos generados por las exportaciones ilegales de haschisch (80.000
hectáreas en el valle del Rif) y muy por delante de los ingresos procedentes
del turismo (que están estancados). En Ecuador, estos ingresos están por
detrás... de los beneficios de la industria petrolera y, por supuesto, de los
generados por la exportación de bananos, el artículo “estrella” ecuatoriano
para la exportación. Buena parte de todo ese dinero es español. Tanto los EEUU,
como Francia o Bélgica mantienen sobre los envíos de remesas un mayor control
que el Estado Español que apenas se fija en la cantidad de 3.000 euros para dar
notificación a Hacienda. Si ante cualquier transacción de este tipo se exigiera
explicar el origen de los fondos, se hubiera evitado el descontrol total de la
economía sumergida que está alcanzando una cuarta parte del total del
movimiento económico en nuestro país.
El fenómeno inverso: remesas hacia España
Lo más dramático de toda la cuestión de la inmigración y de las
remesas es constatar que, mientras por una parte, nos ha ido llegando una masa
inerte de inmigración en absoluto cualificada y que, desde su llegada ha tenido
como ocupación esencial acarrear escombros en obras y servir cañas, nuestros
jóvenes, por el contrario, en la mayoría de los casos, con preparación
universitaria, perfectamente preparados para el ejercicio de su profesión, han
cruzado fronteras y se han instalado en el extranjero en proporción creciente
desde 2010. Y esto ha generado un curioso flujo de remesas en dirección
contraria: del extranjero a España. Vale la pena examinar también este fenómeno
y extraer de él algunas conclusiones.
En 2011 las remesas transmitidas por residentes españoles en el
extranjero alcanzaron los 5.702 millones de euros en el 2011. Hace falta decir
que el número total de emigrantes españoles en todo el mundo en aquel momento
era de 1.800.000 españoles, con lo que resulta posible establecer una
proporción. Si en 2010, algo más de 7.000.000 de inmigrantes enviaban al
extranjero 7.199 millones de euros y 1.800.000 españoles (cuatro veces menos)
remitían a su país 5,702 millones (solamente un tercio menos que el total de
las cifras remitidas por la inmigración extranjera en España), esto quería decir
ni más ni menos que los trabajadores españoles que cruzaban fronteras y se iban
eran extraordinariamente más productivos que los que venían de fuera y residían
entre nosotros hasta el punto de que cuando aludimos a ellos como “masa inerte”
o “losa”, estamos utilizando el término más preciso y más inevitable.
España se ha convertido, según lo que puede deducirse de las
cifras oficiales publicadas por el INE y el Banco de España: en un país emisor
de emigración productiva y regularizada en sus países de origen y, en cambio,
en un país receptor de masa inerte improductiva, subvencionada y de escasa o
nula cualificación profesional que gasta mucho más de lo que genera.
Por otra parte, la realidad es que del total de 1.800.000
emigrantes españoles en el extranjero solamente 654.000 han nacido en España y
los que se han ido en los últimos años desde que empezó la crisis, tratándose
de jóvenes con alta cualificación técnica. El resto se trata de inmigrantes de
segundo y tercera generación o bien de nacionalizados por la Ley de Memoria
Histórica, uno de los intentos dramáticos del zapaterismo
Y si de lo que se trataba era precisamente de defender que las
remesas enviadas por los inmigrantes tenían un efecto benéfico sobre el control
de la inflación... las llegadas de remesas procedentes de emigrantes españoles,
hacen que incluso ese fenómeno quede completamente compensado y anulado.
Así pues, el estudio sobre las remesas nos confirma nuevamente en
que la aportación de la inmigración a la economía nacional es, globalmente considerada,
un verdadero lastre y que solamente, durante unos años, entre 1998 y 2006
contribuyó a aumentar la riqueza, no del conjunto de la nación, sino de las
patronales de la construcción y de hostelería. Luego, la factura nos ha quedado
para pagarla toda la nación.