Info|krisis.- El
primer balance que puede realizarse y lo que vamos a intentar hacer en las
páginas que siguen es demostrar que la inmigración ha sido uno de los factores
que han contribuido a aumentar la crisis de la enseñanza, no el único pero sí
el factor exógeno que más impacto ha tenido. Nadie puede pensar que la
inyección de un porcentaje altísimo de nuevos alumnos, muchos de los cuales ni
siquiera dominan el castellano y
llegados de horizontes muy distintos que atribuyen distinto interés a la
educación, puede realizarse sin pagar un alto coste.
Nadie
había previsto en 1996 la llegada masiva de inmigrantes en el país y la forma
en la que repercutiría en todos los servicios (sanidad, consumo de energía,
accidentes laborales y de tránsito, prisiones, delincuencia y, por supuesto,
educación). Además de la irresponsabilidad que supuso el establecer un modelo
económico en el que la inmigración fuera uno de los cuatro pilares (siendo el
resto el ladrillo, los salarios bajos y el acceso fácil al crédito), hay que
añadir la absoluta imprevisión de cómo ese flujo podía alterar a la sociedad
española. Quienes orientaron el flujo de inmigrantes, ni siquiera se
preocuparon sobre cómo podía afectar a la marcha de la sociedad. Seguramente porque
ni siquiera les importaba nada que estuviera más allá de las “cifras
macroeconómicas”…
Esta
es la crónica de cómo se destruyó un poco más al sistema educativo.
Dificultades de rendimiento académico
Los
sociólogos han intentado establecer porqué los inmigrantes tienen un
rendimiento escolar más bajo que los autóctonos, pero las conclusiones a las
que han llegado no resuelven lo esencial del problema: si tienen un rendimiento
más bajo, ¿qué puede hacerse para que lo igualen al resto de alumnos?
En
2011, la American Sociological Association
realizó un estudio en más de 13 países occidentales sobre una muestra de 7.000
adolescentes inmigrantes, procedentes de 35 países distintos. Se trataba de
establecer si los jóvenes inmigrantes se ven afectados en sus estudios por las
influencias que sobre ellos ejercen los países de origen. La respuesta es que
sí, existen esas influencias y actúan negativamente en el rendimiento académico
de los escolares inmigrantes. Los hijos de
inmigrantes procedentes de países políticamente inestables tienen un
rendimiento académico más bajo que el de otros niños inmigrantes. Pero, en
general, tanto este informe como el de PISA, reconoce que el gran peligro es
que los colegios que tienen un alto porcentaje de inmigrantes cada vez ven como
este número aumenta hasta convertirse en pocos cursos en colegios a los que
solamente acuden inmigrantes.
El nivel de
abandono escolar es bastante más alto y su porcentaje de ingreso en la
universidad mucho más bajo. ¿Las soluciones? Estos estudios no aportan
soluciones viables que no impliquen medidas autoritarias contrarias al derecho
a la libre elección del centro de estudios, o bien inyección de fondos con
dudosos resultados o más bien con resultados voluntaristas como lo que
implica “integrar la creciente diversidad de lenguas maternas y perspectivas
culturales y desarrollar habilidades interculturales; cómo adaptar las
capacidades de enseñanza o cómo estrechar los lazos con las familias y las
comunidades inmigrantes”.
Pero hay algo
todavía más increíble y muy difícil de interpretar: los alumnos de origen
inmigrante de segunda generación obtienen peores resultados escolares que los
de primera generación, cuando en principio debería de ser todo lo contrario, a
medida que una comunidad inmigrante y todos sus miembros aumentan la
permanencia en el país debería de producirse un fenómeno de integración
progresivo.
Sin embargo,
ocurre todo lo contrario: los inmigrantes de primera generación vienen a
trabajar y se integran a través del trabajo, pero sus hijos, en cambio, quieren
vivir como sus compañeros de clase autóctonos. Lamentablemente para ellos el
trabajo realizado por inmigrantes es casi siempre por franjas salariales más
bajas que los autóctonos e incluso antes del estallido de la crisis económica
era un trabajo habitualmente precario y temporal por lo que la igualdad
salarial con los autóctonos era imposible.
Es evidente,
tal como señalaba el estudio, que “se
aprecian indicios claros de una intensificación de la tendencia a la
segregación en función de la situación socioeconómica, dado que los padres que
gozan de una buena situación social tienden a retirar a sus hijos de los
colegios con muchos alumnos inmigrantes”… claro que para ese viaje no
hacían falta alforjas. Dicho de otra manera: el problema no tiene remedio
porque la ventaja que aporta la inmigración y en la que reside su atractivo
para la economía es precisamente porque tira a la baja de los salarios y acepta
vender su fuerza de trabajo más barata que la autóctona. Ese es el único factor
por el que se han orientado riadas migratorias hacia Europa: para bajar el
valor de la fuerza de trabajo, para nada más.
Quienes
planificaron los procesos migratorios eran perfectamente conscientes de que a
la inmigración le esperaba ocupar el escalón socio-económico más bajo y si lo
hicieron fue conscientemente para que, aumentando el flujo económico (el PIB)
disminuyera la renta per cápita, aumentando paralelamente los beneficios de
determinadas patronales (construcción y hostelería, especialmente).
En España el
nivel de fracaso escolar entre la inmigración es alto. Mucho más alto que entre
los alumnos autóctonos cuyo fracaso es superior a la media de la Unión Europea.
En un informe publicado el 31 de enero de 2012 por la Comisaría Europea de
Educación sobre las estadísticas de fracaso escolar en la UE muestran que cada
año más de seis millones de jóvenes abandonan
los estudios en la UE sin concluir la ESO, lo que a su vez comporta un gran
obstáculo para el normal desarrollo económico y social. El informe
explicaba que la situación se agrava en el caso de los jóvenes de origen
extranjero, ya que hay una mayor concentración de fracaso escolar entre
los inmigrantes, con unas tasas que doblan las de los nativos.
El
26% de los inmigrantes de los países de la UE de entre 18 y 24 años abandonan
el sistema escolar sólo con el título de Primaria o habiendo cursado parte de
la Secundaria, mientras que ese porcentaje se reduce al 13% entre los
autóctonos, pero en España las cifras son muchísimo más altas: un 45% de los inmigrantes no concluyen sus estudios cuando el fracaso escolar es del 30% entre los alumnos autóctonos
(teniendo solamente por delante a Malta y Portugal). El mayor
porcentaje de abandono de los estudios a edades tempranas es en general mayor
entre los inmigrantes que entre los nativos en prácticamente toda la UE.
Todo esto se atribuye a las condiciones socioeconómicas familiares y las de
adaptación entre los jóvenes extranjeros de entre 10 y 15 años. A
nadie se le escapa el coste económico que supone para España el fracaso
escolar: alumnos que reciben servicios gratuitos pero que no los aprovechan. El
responsable de educación de la Unión Europea, Androulla Vassiliou definió este
coste como “inasumible”.
Las
explicaciones al fracaso escolar parecen no reconocer los factores culturales y
se centran solamente sobre los económicos. No reconocen que los magrebíes, por
ejemplo, apenas otorgan importancia a la educación, apenas ven rentable e
interesante cualquier otra cosa que no sea el que sus hijos empiecen a trabajar
inmediatamente y no atribuyen –dada su cultura fatalista- importancia a la
formación. Y ante este factor no hay absolutamente nada que hacer: es como un
muro ante el cual cualquier presupuesto, toda inyección de fondos, cualquier
medida de discriminación positiva, son completamente inútiles e ineficaces.
Véase por ejemplo la medida con que el Ayuntamiento de Barcelona intenta
beneficiar a la inmigración.
A partir
de 2012, Barcelona reserva en cada centro plazas escolares para hijos de
inmigrantes. Los padres de alumnos que
inscriban a sus hijos a partir del curso 2012-2013 podrán elegir entre doce
centros (el doble que desde 2007), seis públicos y seis concertados. Además, el
proceso de preinscripción es la reserva de plazas para alumnos inmigrantes tanto en escuelas públicas como concertadas. En
cada clase deberán hacer dos plazas para alumnos con “necesidades educativas
especiales”, es decir, para inmigrantes. Con ello se pretendía evitar las llamadas
“escuelas gueto”, mayoritariamente públicas, donde el porcentaje de inmigrantes
llega hasta el 95%. No se trata de un “regalo”, sino de una imposición. Si se
considera, por ejemplo, que un alumno tiene una “condición social desfavorable”
al desconocer el catalán y el castellano, podrá obligarse a los padres a que lo
matriculen en otro centro donde existan plazas de reserva. Con ello se pretende
ir equilibrando la distribución de estudiantes inmigrantes… Lo que ocurrirá
previsiblemente, es que en aquellos centros en donde hasta ahora la enseñanza no se veía
ralentizada por la presencia de alumnos inmigrantes, a partir de ahora,
empiecen a tener problemas por la inclusión de este alumnado. Una vez más el “mal
de todos” se convertirá en el “consuelo de tontos”…
Pero como el
que no se conforma es por que no quiere, fuentes de la Generalitat de Catalunya
indicaron el 11 de octubre de 2011 que "El 75% de los niños inmigrantes de colegios públicos son
culés"… así que ¿para qué preocuparse?
El curso
2011-2012
Al iniciarse el curso (con unas elecciones a la
vuelta de la esquina y ante las que no era cuestión generar alarma social) se
publicó lo que aparentemente era una noticia tranquilizadora: “El alumnado de origen inmigrante desciende”,
un 6% en la Comunitat Valenciana (Levanta 02.11.11). Otros medios regionales
difundieron la noticia en primera página. No era verdad. El descenso era tan
leve que podía deberse no tanto a, como se sugería, que los inmigrantes estaban
retornando, como al hecho de que miles de ellos habían dejado de ser
inmigrantes para recibir la nacionalidad española. Por otra parte, la cuestión
era: ¿cuántos de los alumnos considerados como “españoles” desde el punto de
vista administrativo eran hijos de inmigrantes y por tanto, desde el punto de
vista cultural tenían poco o nada que ver con la cultura, el Estado y la Nación
españolas? De hecho, según el “ius solis” que en parte está vigente en la
legislación española, basta con que un hijo de inmigrantes nazca en nuestro
territorio para que al cabo de un año reciba la nacionalidad española… En
Valencia, con un Partido Popular en el poder y un área de inmigración hasta
hacía poco en manos del conseller Rafael Blasco, multiculturalista convencido y
mundialista ferviente, la noticia debía divulgarse en su aspecto “tranquilizador”,
a pesar que se tratara de una mentira estadística. En otras comunidades –como en
La Rioja- nuevamente se volvió a asistir a un aumento de la presencia de
alumnos inmigrantes en ese curso: un 3,5%. ¿Qué ocurría a nivel nacional? ¿cuál
era la tendencia a principios del curso 2011-2012 cuando se preveía una
inflexión de la situación política y el zapaterismo era evidente que iba a ser
sustituido por el neoliberalismo del PP?
En el curso 2000-2001 apenas estaban matriculados
141.916 niños hijos de inmigrantes en las escuelas españolas. La mayoría de
ellos habían llegado en la primera oleada de inmigración que se dio entre 1997
y 2000, durante la primera legislatura de José María Aznar. Parecían pocos,
pero eran muchos si tenemos en cuenta que en aquel momento el número de
inmigrantes presentes en el país estaba en torno al millón y que se tenía la
sensación de que los inmigrantes que iban llegando eran sobre todo varones jóvenes
en edad de trabajar. No era así: estaba llegando mano de obra poco cualificada
e inmediatamente, una vez asentados, traían a sus familias. Pero eso se
ocultada a la población porque, en la óptica de la época, generaba “alarma
social”.
Si bien el año 2005 fue el que registró más
llegadas de inmigrantes (fue el año de la “regularización masiva de
febrero-mayo que regularizó a 600.000 ilegales y generó la entrada de 800.000
nuevos ilegales más desde que se anunció la medida en agosto de 2004 hasta que concluyó
el año 2005) es significativo que el mayor aumento del número de inmigrantes en
las aulas se produjera en el año 2001-2002: exactamente, 100.039 alumnos más.
Esto da la razón a los que pensamos que el problema de la inmigración,
contrariamente a la opinión latente en la sociedad española, no se inició
durante el período de José Luis Rodríguez Zapatero, sino en el de José María
Aznar. La única diferencia entre ambos era que Aznar defendía el flujo masivo
de inmigrantes como forma para aumentar artificialmente el PIB y abaratar el
precio de la mano de obra en la construcción, mientras que Zapatero era un
partidario convencido de la multiculturalidad, el mestizaje y la ingeniería
social.
Pues bien, desde el curso 2000-2001 hasta el curso
2010-11 la presencia de alumnos inmigrantes no ha dejado de crecer de 141.916 hasta los 770.384, tal como puede
verse en el siguiente cuadro procedente del documento Datos y Cifras. Curso escolar 2011-2012, publicado por el
Ministerio de Educación:
En cuanto al aumento del número de inmigrantes por
niveles de enseñanza, el mismo documento aporta este cuadro:
En
este cuadro puede percibirse que el número de alumnos en Enseñanza Infantil
(pre-escolar) aumentaron casi seis veces, mientras que los alumnos inmigrantes
en Educación Primeria aumentaron casi cinco veces y los de bachillerado seis
veces. El mayor aumento, sin embargo, se dio entre los alumnos de Formación
Profesional: aumentó doce veces en apenas diez años…
Hasta
el momento no se han publicado las cifras totales correspondientes al curso
2011-2012, si bien se disponen de cifras parciales publicadas por el Gobierno
de la Comunidad Valenciana. Según este estudio, en la totalidad del Estado
existen un 12,4% de alumnos procedentes de la inmigración. La cifra, en
principio, no parece alarmante si tenemos en cuenta que existe un 15% de
inmigración en la totalidad del país. Ahora bien… esta cifra es manifiestamente
falta porque registra únicamente a niños y niñas matriculados en nuestras
escuelas, de nacionalidad extranjera… ¡pero no a los hijos de inmigrantes que
han nacido en España y que han recibido la nacionalidad en su primer cumpleaños
constando administrativamente como “españoles”! Una vez más, la mentira
estadística tiene como objeto minimizar el impacto de la inmigración.
Estadísticas
como esta son las que permiten explicar que la inmigración está reduciéndose y
que los inmigrantes están regresando a su país, algo completamente falso, torpe
y mendaz. El estudio sostiene que en la Comunitat Valenciana, en el curso
2011-2012 el número de inmigrantes en las aulas se ha reducido un 5,8%, pero
elude decir la nacionalidad de los padres (lo que permitiría ver el número real
de hijos aportados por las familias inmigrantes, dato mucho más claro e
interesante y definitivo). Sin embargo, ni siquiera manejando estos datos las
cifras de inmigración tienen a la baja. El caso de La Rioja, por ejemplo, es
paradigmático. Esta comunidad es la que cuenta con una mayor presencia
inmigrante en las aulas (el 16,5%), seguido por Baleares (un 15,6%), mientras
que Madrid (con el 13,4%) y Cataluña (con el 13%) están por detrás, hasta
llegar a Murcia (12%) y Valencia (11,1%). La estadística queda completamente
desvalorizada cuando insiste en que en el curso 2010-2011 la presencia
inmigrante se redujo un 0’75%: cuando la estadística oficial del Ministerio,
aun sin tener en cuenta los hijos de inmigrantes nacidos en España a los que se
les ha hecho el regalo de la nacionalidad española, indicaba que el número de
alumnos inmigrantes había aumentado en neto en 8.000 plazas…
Ahora
bien, ¿qué ocurre en La Rioja que sin ser la comunidad con mayor número de
inmigrantes residentes en su territorio, si en cambio, tiene al mayor número de
alumnos procedentes de la inmigración? Es simple: buena parte de esos alumnos
son de origen pakistaní, sin embargo sus padres ya no están en La Rioja, se han
ido a cualquier otro destino (incluido su propio país de origen) para trabajar
(a la vista de que aquí en España no hay trabajo), pero dejando a sus mujeres y
a sus hijos en España, viviendo de subvenciones y subsidios y beneficiándose de
un sistema asistencial (pagado por los ciudadanos autóctonos pero abierto a
cualquiera que pase incluso accidentalmente por nuestro territorio nacional)
desconocido en su país de origen. Dicho de otra manera, los pakistaníes han
entendido que si de lo que se trataba era de trabajar, España no era el país
más adecuado para ello, pero sí lo era para mantener aquí a sus mujeres e hijos
con un grado de comunidad ausente en su propio país. En síntesis: nos quedamos
con la inmigración pasiva y parasitaria, mientras que la inmigración activa se
va a su país de origen. Este retorno no se publica en las estadísticas, para
que conste que el padre está en paro en España, no se indica que haya retornado
y se así su estado laboral cuenta para hacerlo acreedor de subvenciones y
subsidios públicos… cuando en realidad están trabajando en su país de origen.
En
realidad, la inmigración ha sido un fenómeno que nunca, ni durante el período
Aznar cuando se originó el problema, ni durante el período Zapatero cuando estalló
con toda su brutalidad especialmente a partir de la “regularización masiva”, ni
durante el período Rajoy, cuando la inmigración constituye una de las
principales causas del déficit del Estado, en ninguno de estos períodos ha
estado bajo control, siempre ha estado desbocado y nunca ningún gobierno ha
manifestado la más mínima intención en regularlo y disciplinarlo, sino todo lo
contrario. Véase por ejemplo esta medida adoptada por Zapatero en su último
período, cuando ya el déficit público era insoportable…
En
el reglamento que desarrollaba la Ley de Extranjería, aprobado en 2010, se
contemplaba el dar papeles a los inmigrantes cuyos hijos han nacido en España. Este
requisito formaba parte de una nueva figura creada por el zapaterismo y
denominada “arraigo familiar” mediante la cual se regularizará la situación de
los padres de los menores con nacionalidad española, "siempre que el niño
esté a cargo del progenitor/a y conviva con quien solicite la
autorización". Así mismo, el mismo reglamento “regularizaba”
inmediatamente a las mujeres en situación de inmigración ilegal que hubieran
sido víctimas de malos tratos… A nadie se le escapaba que esto era un coladero
más urdido para regularizar al mayor número de inmigrantes (féminas) en el
menor tiempo posible y, a partir de ese momento, se abría la veda para que
cualquier mujer inmigrantes en situación de ilegalidad que quisiera ser
regularizada inmediatamente presentando simplemente una denuncia por malos
tratos… Luego, con no acudir al juicio, el supuesto maltratador sería absuelto
pero la regularización ya no daría marcha atrás.
La
cuestión más sorprendente es: ¿cómo es posible que un hijo “español” sirva para
regularizar la situación de padres inmigrantes en situación de ilegalidad?
Sencillo: porque al cabo de un año del nacimiento de ese hijo,
administrativamente ya es considerado como español. Es como una pescadilla que
se muerde la cola: inicialmente, la legislación zapateriana atribuye una
discutible nacionalidad española en función de un “ius solis” y a despecho del “ius
sanguinis”, y en una segunda etapa, dado que el hijo “es español” los
padres deben serlo también… y por eso se cesa en su situación de ilegalidad y
se les regulariza inmediatamente a pesar de que su perspectiva de futuro sea
simplemente vivir de la caridad pública y del trabajo negro ante la imposibilidad
de encontrar trabajo en un mercado laboral que permanecerá quebrado por tiempo
indefinido.
La
martingala para regularizar a ilegales dio con este reglamento una nueva vuelta
de tuerca tan increíble y jurídicamente discutible como la que el zapaterismo
había introducido en la reforma de la ley de inmigración con la figura de la “regularización
por arraigo” en el que la vulneración de la ley de inmigración (que prescribía
que la forma normal de acceder al permiso de trabajo y residencia en España era
solicitarlo en el consulado español más próximo al lugar de origen) y el fraude
(el entrar en España con visado turístico cuando en realidad se entraba con la
intención de quedarse en nuestro país), se recompensaban con la regularización
automática (por “arraigo”) al cabo de tres años (que fueron reducidos a dos en
el Reglamento de Extranjería)… O como la vulneración y el fraude de ley se
premiaban y estimulaban. La nueva figura de la “regularización familiar” iba en
la misma dirección.
Pues
bien, no existe ni una sola estadística del Ministerio de Educación en la que
se alude a “hijos de inmigrantes” (que incluiría a los que habiendo nacido en
España, una año después obtienen la nacionalidad española), en lugar de a “inmigrantes”.
De ahí que seamos extremadamente cautos a la hora de valorar el porcentaje de
niños de otras culturas presentes en nuestras aulas. Esto es lo que hace que se
produzcan situaciones increíbles como la que muestra el siguiente recuadro en
el que la Comunidad Autónoma en la que hay menos alumnado inmigrantes es… Ceuta
con apenas un 3%.
Cuando
Ceuta es una de las comunidades que, simplemente por su ubicación geográfica,
son más permeables a la inmigración y registran un mayor tránsito de
inmigrantes, muchos de los cuales, especialmente magrebíes, se quedan a residir
allí, pero eso sí, el número de inmigrantes en aquella comunidad es
oficialmente el 4,5%... a pesar de ser una de las ciudades con más población de
origen extranjero. No cuesta mucho, como vemos, engañar a las estadísticas.
De
hecho, para percibir la importancia y el alcance de la inmigración en España y
su impacto en las escuelas basta con aproximarse a cualquier colegio público,
al azar, en cualquier lugar de la geografía española y ver los rostros de los
padres que van a recoger a sus hijos. Se percibe con extrema facilidad que
están muy por encima de ese 15% tan
oficial como tranquilizador.
Por
otra parte, hay que tener presente que no todos los niños inmigrantes están
escolarizados. Casi el 40% de los magrebíes que vienen a España carecen
completamente de formación y tampoco entienden que sus hijos necesiten
formación académica para abrirse paso en el futuro. En cuanto a los hijos de
los gitanos rumanos caracterizados por una gran movilidad, tampoco puede
decirse qué porcentaje jamás ha acudido a una clase en territorio español. De
ahí que podamos establecer que 770.000 alumnos inmigrantes en las escuelas
españolas no sea en absoluto representativa del total de niños inmigrantes que
se encuentran sobre nuestro territorio; para obtenerla habría que sumar los
hijos de inmigrantes nacidos en España y nacionalizados españoles y los hijos
de inmigrantes residentes en España que no han considerado necesario
escolarizar a sus hijos. De ahí que, sin miedo a equivocarnos podemos decir que
la cifra total de menores hijos de inmigrantes residentes en España se sitúe
cómodamente por encima del 1.000.000.
Para
aproximarnos un poco más a esta cifra deberemos establecer cuántos hijos de inmigrantes
han nacido en España. Y tal es la próxima etapa de nuestro estudio.
©
Ernesto Milá – Ernesto.mila.rodri@gmail.com