miércoles, 13 de octubre de 2010

Locura y Milicia (II de V). Los "berserkir", guerreros enloquecidos

Infokrisis.- Si en la primera parte de este artículos hemos aludido sobre todo a la “teoría”, nos queda ahora ver en la práctica esta locura en que figuras aparece como más representativa y realizar un recorrido en parte mítico y en parte histórico para extraer, finalmente, algunas conclusiones.

Los “berserkir”, guerreros enloquecidos

Los relatos escandinavos mencionan a grupos de hombres llamados “berserkir” guerreros que actuaban como osos y de los “ulfhednar” que serían hombre-lobo, o mejor, "hombres con piel de lobo". En el canto VI del Yinglingansaga se les describe así: "(...) sus hombres (los de Odín) marchaban sin cotas de malla, enfurecidos como perros o lobos, mordían sus escudos, fuertes como osos o toros. Mataban a sus enemigos, pero ni el hierro ni el fuego los dañaba. Tal es lo que se llama el furor de los “berserkir”". Descripción completada por esta obra del skaldo Thorbjörn Hornklofi, quien en su composición “Hrafnsmal”, los describe así durante la batalla: "Allí los “berserkir” gritaban -la batalla se desencadenaba -pieles de lobo ululaban salvajemente, las lanzas silvaban (…) Pieles de lobo se llamaban, se les ve actuar, ensangrentados los escudos. Rugieron las espadas cuando llegaron al combate; el rey sabio en el combate se hace proteger por rudos héroes que alzan sus escudos" .

Christophe Levalois en su libro Le symbolisme du Loup (está incluido en Infokrisis como “Simbolismo del Lobo”) recuerda que estos ritos estuvo presente en la mayoría de civilizaciones indo-arias. Dice Levalois:

“En el combate algunos galos llevaban cascos ornados con cabezas de lobo. Georges Dumézil señala, en “Heur et malheur du guerrier”, la transformación en lobo de un héroe del “Mabinogi de Math”. Los Fianna, élite guerrera de la Irlanda mítica, obedecían al héroe “Finn” (o “Find”), dios-ciervo, esposo de la bicha “Sadv”. Incluso si el animal de referencia, el ciervo, difiere, poseen, sin embargo, la mayor parte de las características de las demás órdenes guerreras indo-europeas. Hemos evocado, anteriormente, en la Italia antigua, a los lucanios, los hirpinios y los “Hirpi Sorani”, literalmente, "hombres lobo". Los lupercas, sacerdotes encargados de ejecutar los ritos de las lupercales, eran elegidos entre familias que detentaban hereditariamente esta función. La mitología griega ha conservado huellas de dos órdenes guerreras, quizás igualmente sacerdotales, cretenses: los curetes, protectores míticos de Zeus “couros”, "niño" y los Dactylos, de los cuales, según la leyenda, Hércules formaba parte. También hemos visto a los “doai” de Rumanía. Según Eliade: "(...), parece bastante probable que su nombre étnico deriva, en última instancia, del epíteto ritual de una fraternidad guerrera". Sociedades similares estaban presentes en Irán. Widengren observa:"Los orígenes de la sociedad de hombres irania (al igual que la comunidad india correspondiente, que ha encontrado su traducción mítica en la hueste divina de los Maruts) se remonta a los tiempos arios. Está compuesta por jóvenes guerreros; sus miembros son los “mairya”- (en sánscrito marya-), literalmente: hombre joven (...).

Los guerreros son llamados igualmente (...) "lobos". Sus adversarios hablan de ellos como de "lobos bípedos", más peligrosos que los lobos cuadrúpedos. En su culto, estos hombres veneran a un héroe matador de dragones (...). En Irán, es Mithra quien patronea estas hermandades (...)"
La India védica no tenía, que sepamos, sociedades guerreras con el lobo por símbolo. Sin embargo, debieron existir hermandades similares, a la imagen de los Maruts, temibles divinidades que acompañaban a Indra. Estos tienen por padre a Rudra, "Aquel que grita", dios a la vez destructor y fecundador que se convertirá en Shiva en los textos post-védicos. Bajo el nombre de Sharva, vaga por los bosques adoptando la forma del lobo. En el Mahabhárata, uno de los héroes se llama Vridokara, "vientre de lobo", nombre asociado a la valentía, el honor y la victoria heroica”.

Todas estas sociedades de hombres tenían rasgos extraordinariamente similares

Los berserkir, hombres-oso y hombres-lobo

Se revestían con las pieles de los animales totémicos: cambiar la piel equivalía a una transformación. El guerrero deja de ser él mismo para convertirse en un loco. Determinados ritos totémicos terminaban de reforzar esa unión entre el animal-tótem y el guerrero iniciado en esa cofradía. En el momento en que se cubren con esas pieles, empiezan a comportarse como lobos o como osos, imitan sus movimientos, incluso entre sí dejan de hablar y solamente aúllan: han mutado su personalidad.  A partir de ese momento, realizarán sus correrías en la noche, amparados por la luna, huyendo del sol. Tácito, en su Germania, alude a los guerreros harii: "En cuanto a los Harii, además de un poder mediante el cual superaban a los pueblos que acabo de enumerar, su alma feroz iba más lejos aún que su salvaje naturaleza valiéndose de los recursos del arte y del momento: escudos negros, cuerpos pintados; para combatir, elegían noches oscuras; el horror solo y la sombra que acompañaban a este ejército de lemures bastaban para llevar el terror, ningún enemigo podía soportar esta visión estremecedora e infernal, pues en toda batalla los primeros vencidos son los ojos". Tácito confundía a un pueblo –los harii- con lo que solamente era una “männerbund”, una hermandad iniciática.

Por si el ritual de transformación del guerrero en oso o  en lobo no era suficiente, estas hermandades excitaban su fuerza ya agresividad mediante bebidas enervantes que ingerían hasta más allá de la intoxicación. Odín mismo no se alimentaba más que de vino y otros guerreros legendarios de los horizontes indoeuropeos para acometer una tarea de excepcional riesgo (matar a un Dragón, realizar una conquista, luchar contra un dios) ingieren una “bebida sagrada” (será el soma, la ambrosía, el licor de la inmortalidad, el haoma. Dice la vieja saga: "aquellos que se transforman en lobos, en el éxtasis provocado por el haoma"  y Virgilio en “Las bucólicas” alude al mismo brebaje: "Estas hierbas y venenos cogidos en el Puente, Maris mismo me los ha dado: el Puente es fértil en veneno. Yo he visto, por su virtud, a Meris trocarse en lobo y esconderse en los bosques (...)".

La sexualidad descontrolada es también otro signo de estas hermandades totémicas: Odín, el dios que se encuentra en el centro de las concepciones guerreras de los pueblos del norte es llamado también Gauti, "aquel que engendra, procrea" y, simplemente, Gondlir, "miembro viril" e incluso es significativo que en Roma las prostitutas fueran llamadas “lobas” y este nombre siempre se vinculara a un desenfreno sexual en la mujer. El guerrero loco que se tiene por lobo busca en la loba su compañía.

El guerrero loco no solamente mata al enemigo o a quien considera como tal, sino que incluso no tiene el más mínimo reparo en devorarlo en el curso de sus éxtasis furiosos. Esto era lo que más causa espanto en la antigüedad. Las ménades son mujeres descritas en la mitología clásica como poseídas por una locura mistica, su nombre mismo significa “las que desvarían”, se trataba de mujeres en estado salvaje, equivalente a los guerreros locos, se las representa cubiertas con piel de cabrito y bailando en la espesura de los bosques, ingerían la carne cruda de sus víctimas, una de ellas es el propio Orfeo quien rechazó a Dionisos a favor de los cultos apolíneos. También los guerreros locos devoraban a sus víctimas en un rito que alterado y reconducido ha pasado al cristianismo. Guillaume de Saint-Thierry afirma igualmente: "El hombre puede comer el cuerpo de Cristo, es decir convertirse en cuerpo de Cristo". Otro tanto hacía el guerrero loco: devorar a la víctima propiciatoria para asumir su potencia. Y en este detalle primigenio, sin duda, está la importancia que luego las männerbund acordaron al “ágape”, a la comida comunitaria ritual.

Sin embargo, la rapiña y los saqueos son las acciones más frecuentes que, por sí mismas califican al guerrero loco. Algunos antropólogos han intentado explicar el sentido de estas acciones recurriendo a las luchas entre nómadas cazadores y agricultores sedentarios, de las que serían un último eco. La diferencia estriba en el que el guerrero loco realiza estas tareas de pillaje y destrucción sin importarle sí el mismo va a resultar destrozado y sin que le importe lo más mínimo. Las descripciones que nos hacen las antiguas sagas de tales acciones son estremecedoras. Lo que más llamaba la atención a los testigos es que el guerrero parecía estar poseído de un “furor heroico” cuya energía y fuerza escavan a las posibilidades humanas.

Se llamaba a estos raptos “el furor de los berserkir” y equivalía a un estado no humano, pero con dos características que dan que pensar: una cólera descontrolada y el desprendimiento de calor.  En la saga de Cuchulainn, el héroe irlandés "Para calmar su cólera se le aportan tres barriles de agua fría. Se le coloca en el primer barril, da al agua un calor tan fuerte que el agua rompe las planchas y los flejes del barril como se rompe una cáscara de nuez. En el segundo barril el agua produjo burbujas grandes como un puño. En el tercer barril el calor produjo un hervor en el agua que algunos hombres pudieron soportar y otros no". Se decía también que podía fundir la nieve a 30 metros de distancia.

No se trata de una ficción o exageración. En la actualidad todavía existen en la tradición tibetana que ha llegado hasta nosotros viva y activa a través de la diáspora de la jerarquía religiosa de ese país, la técnica del tumo consistente en generar calor corporal, una técnica basada en visualizaciones. Para los antiguos, esta acción no solamente era una posibilidad simbólica sino que se podía llevar a la práctica (y, como decíamos, los lamas enseñan todavía hoy la técnica del tumo) y tenía como consecuencia algo que todavía ha llegado hasta nosotros a la través de la expresión que alude a “hervir la sangre” como muestra de una situación de incomodidad creciente que deja presagiar el estallido de una tormenta de cólera. “Calentar la sangre” equivalía a dejarse transportar por una fuerza humana e irresistible, una especie de frenesí de destrucción tras la cual, cuando la sangre recuperaba su temperatura normal, el guerrero loco caía víctima de un agotamiento profundo, jadeando y sin fuerzas. La luz que brilla con el doble de intensidad dura la mitad de tiempo…

Cuando nos llegan informaciones sobre cómo se ingresaba en estas männerbund percibimos claramente que el guerrero era sometido a una situación de tensión extrema que con mucha frecuencia terminaba derivando en estados de locura. Los fianna irlandeses, por ejemplo, obligaban al neófito a "Enterrarse en un agujero hasta la cintura y con la ayuda de un escudo y de una vara de avellano, defenderse contra las lanzas de nueve guerreros; correr desnudo en el bosque, perseguido por tres guerreros, sin que su cabellera se desarreglara siquiera, sin que una brizna se rompa bajo sus pies; saltar corriendo sobre una barra situada a la altura de la frente y pasar por debajo de otra a la altura de la rodilla; arrancar, sin detener su carrera, una espina clavada en el talón" .

El caso de los guerreros locos nos introduce en el doble aspecto de la tradición guerrera: si el un lado, el adiestramiento militar tiende a transformar al guerrero en una máquina para dar y recibir la muerte en defensa de su comunidad, en algunos casos en los que ese entrenamiento ha sido excepcionalmente cruel, y en donde las carencias del sujeto le llevan a desplazarse hasta el “lado oscuro”, el consumo de alcohol y drogas facilitan la irrupción de estados generativos y degenerados en la experiencia guerrera.

El Zend Avesta, texto sagrado de la tradición mazdea explica: "La menor ofrenda de Haoma, la menor libación de Haoma, el menor sorbo de Haoma basta para matar a mil Devas. Todo el mal hecho por los demonios desaparece al instante de la casa en la que el hombre se sirve Haoma, donde loa al Haoma sanador (...). Cualquier otra embriaguez es un arma mortal: la embriaguez de Haoma marcha con alegría, salta del corazón: la embriaguez de Haoma es ligera". Así pues, la exaltación que provoca el “haoma” (y por extensión cualquier bebida enervante) tiene un doble rostro al igual que en el dios guerrero mazdeo Vayu, dios de la atmósfera, del espacio intermedio, con su doble aspecto "la parte de Vayu que pertenece al Espíritu del bien y la parte que pertenece al Espíritu del mal". Las sagas nórdicas abundan en descripciones de guerreros que matan a sus propios compañeros presos de éxtasis furiosos.

La droga, el alcohol, son vías, para trascender la condición humana, a través suyo es posible vivir una ruptura de la realidad cotidiana y conocer otras realidades… sin embargo eso no implica que se trate de realidades superiores. Cualquier punto puede ser rebasado “por arriba” o “por abajo” y de la misma forma que la experiencia guerrera supone una superación en un sentido superior en la medida en que exalta en sí mismos superiores, cuando esa experiencia es tributaria de la droga o del alcohol, inmediatamente supone caer en la dirección inferior, no hacia estado suprahumanos sino infrahumanos. Las descripciones del guerrero enloquecido parecen tener mucha relación con el papel de los titanes de la mitología clásica, esos seres que han fracasado en su aventura iniciática y que no han podido tener acceso a la raza de los héroes, cayendo en las peores degeneraciones
Hesíodo explica en Los trabajos y los días que apareció en la historia de la humanidad una raza, que sitúa en tercer lugar, a la que llama la “raza de bronce” compuesta por guerreros enloquecidos por su poder y su fuerza y que ha usurpado el poder a la realeza y al sacerdocio. Zeus, finalmente terminó con esta raza que pretendía “tomar el cielo por asalto” y creó una nueva raza, la cuarta, la “raza de los héroes”: "(...) Zeus, hijo de Kronos, creó aun una cuarta raza (...) más justa y brava, raza divina de los héroes que fueron semi-dioses y cuya generación nos ha precedido sobre la Tierra sin límites". Así pues, somos hijos de héroes. Sin embargo, el aspecto del guerrero loco, con el que se cerró el ciclo de la tercera raza de Hesiodo, no desapareció del todo: siguió presente en los berserkir y en todos aquellos individuos e instituciones en los que el entrenamiento guerrero, en lugar de abrir una puerta hacia la trascendencia, la abría hacia los mundos inferiores e infernales.

El guerrero loco no corresponde en absoluto a la figura del héroe (que a través de los trabajos que le son encomendados y de la prueba del combate y de la victoria aspira a adquirir la inmortalidad y elevarse a la condición de un dios) sino a la figura del titán (aquel que ha fracasado en su aventura y que se vuelve contra él).

Un estado de exaltación

Según las antiguas sagas, los estados de exaltación de los berserkir se manifestaban a través de signos físicos (ojos en blanco inyectados en sangre, aprietan los pomos de sus espadas hasta el enrojecimiento de las manos y tendencia a morder el borde de los escudos) y desafío a las leyes físicas (resistencia al fuego, se dice que eran capaces de atravesar las llamas y salir indemnes, e invulnerabilidad ante el adversario, lo que hay que entender como una mayor resistencia a las heridas). En el Ynglingansaga se dice: “[los hombres de Odín] iban sin coraza, salvajes como perros y lobos. Mordían sus escudos y eran fuertes como osos y jabalíes. Mataban a los hombres con un único golpe, y ni el hierro ni el fuego podían nada contra ellos. A esto lo llamaban "furor del berserkr".

Esas mismas sagas, consideraban que el derrotar a un berserkir en combate singular era una proeza digna de un gran guerrero. En la historia de las sagas nórdicas el personaje del berserkir va progresivamente degradándose. De ser una cofradía de guerreros iniciados dedicados a la defensa de la comunidad, pasó a ser concebida como una sociedad de bandidos codiciosos empeñados solo en acaparar bienes mediante el robo y el secuestro. En las sagas islandesas aparecen como bestias sedientas de sangre ante cuya muerte a manos de un joven héroe la comunidad se une en celebración y una liberación. En realidad, cuando estas sagas tardía aparecen el berserkir ya ha adquirido un carácter demoníaco y maléfico.

En realidad, las recientes historias de hombres-lobo tienen su origen en estas cofradías de berserkir empeñados en sus cultos totémicos que les llevaban a asumir los rasgos de este animal. Las leyendas de toda Europa aluden a guerreros que incluso cambian su aspecto físico y se transforman efectivamente en osos y en lobos. El lobo, sin duda, ha sido el animal que mejor ha inspirado a cazadores y guerreros: su paciencia y su insistencia a la hora de acosar a una presa, su resistencia a las heridas, su valor en situaciones adversas en las que no renuncia a una presa, su austeridad y capacidad para resistir cualquier clima, han hecho de este animal el favorito en las männerbunde del mundo indo-europeo.

Las sagas atribuían una desgracia prenatal a los berserkir que estaría en el origen de su comportamiento salvaje y agresivo. Se decía que tenían las almas de los osos habían entrado en el cuerpo de sus antepasados y tomado posesión de la envoltura carnal. Bodvar Bjarki, por ejemplo, miembro de la guardia personal de Hrolfr Kraki, se ve obligado a compartir su espíritu con un oso. Si del lobo deriva la resistencia del oso el guerrero loco aspira a extraer su fuerza aunque eso suponga despojarse de su humanidad y permanecer en un estado completamente salvaje.

Algunas tradiciones nos hablan de guerreros que enloquecen solamente en determinados momentos del año o en coyunturas muy concretas, cuando aparece un peligro para la comunidad; son hombres que la mayor parte del tiempo se comportan como cualquier otro. Sin embargo, a medida que nos aproximamos en el tiempo, los berserkir adquieren otro rostro, su locura ya no es temporal y desencadenada a voluntad para exaltar las virtudes guerras, sino que es permanente, incontrolable e ingobernable.

© Ernest Milà – Infokrisis – Infokrisis@yahoo.eshttp://infokrisis.blogia.com – Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen