info-Krisis.- Es fácil divisar las dos vertientes de estas notas sobre la Logia Anael y el papel de López Rega. Una de ellas afecta al General Juan Domingo Perón, dirigente y fundador del justicialismo argentino y seguramente el político mejor valorado y que despertó más entusiasmos en aquel país durante el siglo XX. La otra tiene que ver con López Rega. Ambas se refieren a su vinculación con el ocultismo. Las preguntas a formular son, pues, dos: ¿hasta qué punto el general Perón, Eva Perón e Isabel Martínez de Perón creían en el espiritismo? Y ¿Cuáles eran las fuentes doctrinales de López Rega?
La primera pregunta es relativamente fácil de responder: Perón y Eva creían en el espiritismo. En los años 40 y 50, el espiritismo estaba sólidamente arraigado en Argentina. En el estadio nacional tenían lugar frecuentes encuentros espiritistas, con médiums locales o figuras de ese ambiente, traídas de Estados Unidos o de Brasil. Hoy sabemos que buena parte de los problemas que tuvo Perón con la jerarquía católica se debían a su excesiva proximidad hacia el movimiento espirita. Por otra parte, Eva Perón, en su libro La razón de mi vida, pero también en otros escritos aludía frecuentemente a la “religión popular” que se oponía a la religión de los obispos que ella identificaba con la oligarquía; existen sospechas fundadas de que, para Eva Perón la “religión popular” era el espiritismo. En lo que se refiere a Isabelita, había nacido en el seno de una familia espiritista, así que no le extrañaba en absoluto las historias que López Rega le podía contar sobre las posibilidades de transferirle el alma de Eva Perón a ella, prolongar la vida a su marido gravemente enfermo desde principios de los años 70 y sobre las vidas y las reencarnaciones pasadas de ambos.
¿Y Perón? Perón, en este terreno, es bastante misterioso. Es difícil saber si “creía” en el espiritismo y mucho menos de saber si esa presunta creencia era sincera, o bien, como todo caudillo populista, necesariamente tenía tendencia a asumir como propias las creencias de la población. Insistimos en recordar que el espiritismo estuvo de moda durante el primer mandato de Perón. Si esto es así, Perón tenía algo de oportunista en el terreno seudo-espiritual. Ya hemos visto que el “doctor Anael” decía que Perón formaba parte de la Logia Anael. Lo secreto, le iba. De hecho había accedido al poder a través de una “logia militar” secreta: el Grupo de Oficiales Unidos. Y también sería injusto recordar a la hora de valorar al personaje que poco antes de su retorno a la República Argentina había viajado a Italia e –incuestionablemente- había ingresado en la Logia Propaganda 2 y se había hecho iniciar en la masonería por Licio Gelli, su Venerable Gran Maestre. ¿Lo hizo por convicción o por puro oportunismo? Tales son las cuestiones esenciales en lo que se refiere a Perón.
Luego está la figura de López Rega. La lectura de sus obras no contribuye a pintarlo con unos rasgos particularmente satánicos, ni siquiera excesivamente fanáticos. Para aquellos que estamos familiarizados con la literatura ocultista del siglo XIX o XX, aún sin compartirla, lo que encontramos en sus obras no es nada nuevo que no existiera antes. Puede parecer excesivo, desmadrado, enrevesada, irracional y sobre todo opaco… pero así es la literatura ocultista. En cuanto al libro de Astrología Esotérica, es simplemente un tratado más sobre este tema que no nos dice gran cosa de nuevo. El intento de sistematizar horas, colores, olores, con lo que conviene realizar en cada momento es una vieja aspiración de la magia que ya estaba presente en el Renacimiento con el redescubrimiento del Corpus Hermeticum y que luego tuvo decenas de versiones que, más o menos, eran refritos del original o intentos personales de sistematización de conocimiento sobre “magia natural”.
Ahora bien, ¿es posible atribuir alguna filiación concreta a López Rega? ¿tuvo algún “maestro espiritual”, esto es, algún “maestro en ocultismo”? Si lo tuvo, no lo dice, ni tampoco nadie, a pesar de la fama que alcanzó el personaje en su momento, ha logrado aportar pruebas de su militancia en algún grupo ocultista concreto. Es probable que durante la mayor parte de su vida fuera un “observador” que participó de las actividades de grupos espiritistas y quizás de algún grupo propiamente ocultista. En concreto, cuando la figura de López Rega empezaba a ser ascendente a principios de los años 70, una fuente habitualmente bien informada en materia de ocultismo, nos comunicó que había pertenecido a la Sociedad de los Caballeros del Fuego. En realidad, no estábamos hablando de López Rega, sino de Nueva Acrópolis que en aquellos momentos acababa de dar el salto a Europa y estaba constituyendo sus primeros grupos en Francia y en España. A la pregunta sobre los contenidos de Nueva Acrópolis se nos respondió con varias consideraciones y con el detalle “negro” de que había compartido inicialmente sede con una organización de la que formaba parte López Rega: los Caballeros del Fuego.
Nueva Acrópolis surgió como una disidencia de la Juventud Teosófica Argentina en 1957… justo en el período de mayor efervescencia ocultista y espiritista en aquel país, un período que corresponde a la madurez de Rega. y poco después de l derrocamiento de Perón por parte de la Revolución Libertadora de Leonardi y Aramburu. Por otra parte, en 1971 existían grupos ocultistas mucho más siniestros a los que se podía atribuir la militancia de “Lopecito”, si de lo que se trataba era de desprestigiarlo. La propia Nueva Acrópolis no renegaba de cierto carácter neofascista, por ejemplo, y los Gnósticos de Samael Aum Weor sostenían tesis absolutamente excéntricas haciendo de América LAtina su teatro preferencial de operaciones. De ahí que siempre hayamos estado tentados de atribuir veracidad a esta relación entre López Rega y los Caballeros del Fuego. Como veremos no hemos sido los únicos en establecer este vínculo. De todas formas, si Perón tenía algo de oportunista en lo político, Rega, indudablemente, lo era en el terreno ocultista. Como en todo estafador había en Rega un doble aspecto: de un lado creía firmemente en el “producto” que vendía (el espiritismo y sus poderes paranormales), pero al mismo tiempo utilizaba esa creencia conscientemente para manipular: había entendido algo que mucho otros entendieron antes que él, que los “poderosos” (y el matrimonio Perón lo era) no son en absoluto racionales en sus creencias, sino frecuentemente supersticiosos y primitivos, y es posible explotar todo esto en beneficio propio. “Lopecito” lo hizo sin duda. Y por eso no tuvo escrúpulos en dejar en la estacada a los miembros de la Logia Anael, en liquidar a algunos de ellos, y en poner en marcha un siniestro aparato de represión desde el Ministerio de Bienestar Social con el que responder a la violencia desencadenada de manera inconsciente, aventurera e irresponsable por la izquierda peronista (montoneros, FAR, FAP) por y la extrema izquierda (ERP).
Si para algo nos ha servido estas páginas, en definitiva, es para advertir hasta qué punto las “altas esferas” tienen creencias excéntricas. De todas las corrientes del ocultismo, el espiritismo es, sin duda, la más primitiva, supersticiosa y atrabiliaria; no es raro, por tanto, que sea también la más extendida. Por tanto no puede extrañarnos excesivamente que en un país y en un momento en el que el espiritismo era una moda, dirigentes políticos lo hubieran asumido como una forma de “aproximarse al pueblo”, pero también de “beneficiarse de la religión popular”.
Vamos a ver la naturaleza de todos estos “flecos”.
Ahora bien, ¿es posible atribuir alguna filiación concreta a López Rega? ¿tuvo algún “maestro espiritual”, esto es, algún “maestro en ocultismo”? Si lo tuvo, no lo dice, ni tampoco nadie, a pesar de la fama que alcanzó el personaje en su momento, ha logrado aportar pruebas de su militancia en algún grupo ocultista concreto. Es probable que durante la mayor parte de su vida fuera un “observador” que participó de las actividades de grupos espiritistas y quizás de algún grupo propiamente ocultista. En concreto, cuando la figura de López Rega empezaba a ser ascendente a principios de los años 70, una fuente habitualmente bien informada en materia de ocultismo, nos comunicó que había pertenecido a la Sociedad de los Caballeros del Fuego. En realidad, no estábamos hablando de López Rega, sino de Nueva Acrópolis que en aquellos momentos acababa de dar el salto a Europa y estaba constituyendo sus primeros grupos en Francia y en España. A la pregunta sobre los contenidos de Nueva Acrópolis se nos respondió con varias consideraciones y con el detalle “negro” de que había compartido inicialmente sede con una organización de la que formaba parte López Rega: los Caballeros del Fuego.
Nueva Acrópolis surgió como una disidencia de la Juventud Teosófica Argentina en 1957… justo en el período de mayor efervescencia ocultista y espiritista en aquel país, un período que corresponde a la madurez de Rega. y poco después de l derrocamiento de Perón por parte de la Revolución Libertadora de Leonardi y Aramburu. Por otra parte, en 1971 existían grupos ocultistas mucho más siniestros a los que se podía atribuir la militancia de “Lopecito”, si de lo que se trataba era de desprestigiarlo. La propia Nueva Acrópolis no renegaba de cierto carácter neofascista, por ejemplo, y los Gnósticos de Samael Aum Weor sostenían tesis absolutamente excéntricas haciendo de América LAtina su teatro preferencial de operaciones. De ahí que siempre hayamos estado tentados de atribuir veracidad a esta relación entre López Rega y los Caballeros del Fuego. Como veremos no hemos sido los únicos en establecer este vínculo. De todas formas, si Perón tenía algo de oportunista en lo político, Rega, indudablemente, lo era en el terreno ocultista. Como en todo estafador había en Rega un doble aspecto: de un lado creía firmemente en el “producto” que vendía (el espiritismo y sus poderes paranormales), pero al mismo tiempo utilizaba esa creencia conscientemente para manipular: había entendido algo que mucho otros entendieron antes que él, que los “poderosos” (y el matrimonio Perón lo era) no son en absoluto racionales en sus creencias, sino frecuentemente supersticiosos y primitivos, y es posible explotar todo esto en beneficio propio. “Lopecito” lo hizo sin duda. Y por eso no tuvo escrúpulos en dejar en la estacada a los miembros de la Logia Anael, en liquidar a algunos de ellos, y en poner en marcha un siniestro aparato de represión desde el Ministerio de Bienestar Social con el que responder a la violencia desencadenada de manera inconsciente, aventurera e irresponsable por la izquierda peronista (montoneros, FAR, FAP) por y la extrema izquierda (ERP).
Si para algo nos ha servido estas páginas, en definitiva, es para advertir hasta qué punto las “altas esferas” tienen creencias excéntricas. De todas las corrientes del ocultismo, el espiritismo es, sin duda, la más primitiva, supersticiosa y atrabiliaria; no es raro, por tanto, que sea también la más extendida. Por tanto no puede extrañarnos excesivamente que en un país y en un momento en el que el espiritismo era una moda, dirigentes políticos lo hubieran asumido como una forma de “aproximarse al pueblo”, pero también de “beneficiarse de la religión popular”.
Vamos a ver la naturaleza de todos estos “flecos”.
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La Orden de los Caballeros del Fuego
Si López Rega no perteneció a la Orden de los Caballeros del Fuego, sí al menos tuvo conocimiento de su existencia a través de algunos estrechos colaboradores suyos en el gobierno de Isabel Martínez de Perón. En efecto, el 2 de junio de 1975 se hizo cargo del ministerio de economía de la República Argentina Celestino Rodrigo. Hasta ese momento, Rodrigo había sustituido a Rega al frente de Bienestar Social. Se conocían desde hacía tiempo y Rega le había puesto al frente de la llamada “Operación Libia” que debía de unir la economía argentina a la de algunos países productores y exportadores de petróleo. La idea no era mala, pero fracaso. Rodrigo y su adjunto Ricardo Zinn, no pertenecían al partido peronista, sino que formaban parte solamente del “grupo de amigos personales” de Rega, amigos personales y de correrías ocultistas.
Dos días después de ser nombrado ministro, Rodrigo tomó medidas económicas que supusieron el primer intento de ajuste neoliberal de la economía con una devaluación el 160% para el cambio comercial y de un 100% para el cambio financiero. La tasa de inflación llegó a tres dígitos y estaba en un 183 a finales de 1975. La inseguridad produjo un desabastecimiento de los mercado. El valor de la electricidad subió entre un 50 y un 75%, la gasolina entre el 172 y el 181% y el precio promedio de los servicios públicos se duplicó. A esta debacle siguió una segunda devaluación del peso y un descenso de reservas internacionales que cayeron un 50% entre diciembre de 1974 y junio de 1975. Ricardo Zinn, banquero y viceministro de economía, acuñó la frase "Achicar el Estado es agrandar la Nación" utilizada luego por los neoliberales de todas las latitudes como leit-motiv. En la historia reciente de Argentina a estas medidas se les conoce con el nombre de “el Rodrigazo” que generó una huelga general de los sindicatos peronistas contra el gobierno peronista y tuvo consecuencias inmediatas: el cese del ministro de Bienestar Social, López Rega y el de su valido en economía, Celestino Rodrigo que apenas estuvo 46 días en el cargo, lo suficiente para que la economía resintiera las consecuencia negativas de ese ajuste durante los siguientes 20 años. La dimisión de Celestino Rodrigo no consiguió evitar que pasara 4 años en prisión por irregularidades en su gestión. Zinn pasó al gobierno de Menem años después.
Celestino Rodrigo era uno de los miembros de la Orden de los Caballeros del Fuego y ostentaba el cargo de Maestre. De otros responsables recientes de la economía argentina se ha dicho lo mismo. El doctor Pedro Pou, por ejemplo, durante un tiempo presidente del Banco Central de la República Argentina, sería igualmente miembro de los Caballeros del Fuego. La presencia de Rodrigo y de Pou al frente de parcelas importantes de la economía argentina hizo que algún periodista avisado llamara a la Orden, la “secta de los economistas”… La orden había sido constituida por un ocultista italiano afincado en Argentina y fallecido en accidente de tráfico en 1962, Santiago Bovisio. Al morir le sustituyó Jorge Isaac Waxemberg que completó la configuración del grupo como “orden ocultista”. Se ha dicho que en 1970 Waxemberg tomó contacto con López Rega y que el nombramiento de Rodrigo sería un tributo a esa relación. La nieta de Rodrigo ha negado que su abuelo hubiera compartido militancia en un grupo ocultista, pero no ha negado su pertenencia a los Caballeros del Fuego. De hecho, esta militancia se reconoce en obras muy serias sobre aquellos momentos y el propio Rodrigo aporta alguna prueba decisiva para confirmarla.
En efecto, a principios de los años 60, Celestino Rodrigo había escrito una pequeña obra de apenas 60 páginas titulada Espíritu y revolución interior en la actual sociedad de masas, publicada por la Asociación de Cultura Espiritual Argentina. Se trataba de una asociación pública vinculada a los Caballeros del Fuego fundada por el propio Bovisio, así pues no hay ninguna duda sobre la militancia ocultista del fugaz ministro. La obra, en sí misma, es apenas intrascendente, una mera crítica a la sociedad del consumo en la cual “el hombre pierde su identidad”. Es así como “el hombre esclavizado, que pierde su destino como ser consciente e individual, alienado por el ruido, privado de paisaje y de intimidad, ignora el sentido de la vida. Se deshumaniza por la constante entrega de sus valores a las artificiales exigencias externas. Se comporta como un ente de consumo voraz, que satisface a esa cohorte de fieles y devotos promotores del lucro”. ¿Cómo salir de estas dinámica? Rodrigo responde que “oponiéndose al crecimiento acelerado del consumo per cápita” y “utilizando de manera inteligente los bienes que requiere el desarrollo de su conciencia individual de ser”. Todos estos razonamientos parecen algo extraños en un economista y mucho más cuando evidencia cierta nostalgia del pasado: “En el pasado, el hombre se sentía más seguro y ‘completo’, porque era, de algún modo, el creador y dueño de sus conocimientos. Hoy, el artesano es reemplazado por la cinta de montajes, el erudito por la computadora, y el maestro transmisor de una enseñanza viva, por la instrucción programada”. La idea de Rodrigo es que el ser humano es víctima de un “vaciamiento espiritual", provocado tanto por la presión económica y el desarrollo científico-técnico, a los que la religión –esto es, el catolicismo- no ha estado en condiciones de articular una respuesta. Hasta aquí el análisis es bastante rutinario y era muy habitual en los años 60, cuando Rodrigo escribió el opúsculo, pero cuando se pregunta “¿Qué hacer?”, entonces aflora la veta ocultista: recomienda enderezar la “vida interior”, “armonizando los valores humanos” con los “divinos” que “revelan la dimensión trascendente del ser humano”. Eso en la dimensión individual; en la colectiva recomienda la reunión de almas “a través de las aspiraciones trascendentes”), la ofrenda de los valores personales, la “desenergetización del pasado” (o acto de desprenderse de la carga emocional del pasado) y, la “capacidad de renunciar”. Todo esto facilitará “la transformación del hombre” y la irrupción de un nuevo período en la historia. A pesar de esta crítica al sistema de producción y consumo, los 46 días de estancia de Rodrigo en el ministerio tuvieron otra orientación completamente diferente. A decir verdad, las enseñanzas de Bovisio, el fundador de los Caballeros del Fuego, iban por otros derroteros.
Ocultista de origen italiano, educado en el catolicismo, Santiago Bovisio afirmó haberse afiliado muy joven a la Orden de los Caballeros del Fuego, de la que dijo que había sido fundada por Giovanni Veniviene, del que las fuentes de la orden asegura que se trató del mejor herborista de Europa. Se ignora todo sobre la existencia de este grupo y sobre su presunto fundador. Es fácil deducir que, de existir, esta orden debió ser uno de los innumerables grupos que se reclamaban de una herencia neo-rosacruciana, de ahí el énfasis en la “mecidina natural” y el herborismo propio de esta corriente. En aquel tiempo, otras muchas órdenes neo-rosacrucianas inevitablemente tenían como “gran maestre” a alguien interesado por las terapias naturales (recordamos por ejemplo el ejemplo de Arnoldo Krum Heller (a) “Maestro Huiracocha”, fundador de la Fraternidad Rosacruz Antigua e iniciado en el Rito de Menphis-Misraïm en el que alcanzó el grado máximo, también él era médico homeópata y herborista). Sea como fuere, la Orden en la que Bovisio dice haber ingresado e investigo caballero el 10 de enero de 1926 en Italia, desapareció sin dejar rastros y no hemos encontrado absolutamente ninguna referencia ni a ella ni a su fundador Veniviene, ni en textos sobre órdenes ocultistas de principios del siglo XIX, ni en libros especializados en herborismo de esa misma época. Ya en Argentina, Bovisio contó que la Orden era extremadamente restringida y que a ella solamente accedían miembros de la “nobleza europea”, o bien –él no lo era- quienes poseían "poderes parapsicológicos muy desarrollados".
En algunos de sus libros alude que en este período posterior a la I Guerra Mundial mantuvo contactos con seguidores de la Blavatsky y de Rudolf Steiner, sin haber ingresado ni en la Sociedad Teosófica ni en la Antroposófica. Cuando llega a la Argentina con apenas 22 años, empieza a tener cierta formación en materia ocultista, pero su espíritu está turbado por visiones apocalípticas que le llevan a interesarse por la figura de Girolamo Savonarola, el dominico italiano que predicó apasionadamente el fin de los tiempos y al que Bovisio consideraba su “guía astral” y al que aureolaba con el título de “el celador”. Bovisio funda la Unión Savonaroliana en Buenos Aires y poco después, la Universidad Espiritualista Argentina cuando se ha establecido en Rosario, una de las muchas asociaciones que intentaban aprovechar la moda del espiritismo.
Sus partidarios explican que desde muy pequeño manifestó “extraordinarias facultades de clarividencia y profecía, que con el tiempo, la disciplina y el consejo de instructores físicos y astrales alcanzó niveles excepcionales” y que “tenía acceso voluntario a todas las dimensiones suprafísicas, poderes que sólo un puñado de hombres vivientes poseían”, lo que confirma las influencias teosofistas sobre Bovisio. Pero sería el 3 de marzo de 1937 cuando “junto con otros tres compañeros”, funda la Sagrada Orden de los Caballeros Americanos del Fuego (siglada en latín IHES) de la que siempre se dice que es “independiente” de la orden homóloga europea. Bovisio dota a esta nueva organización de un “reglamento único e inmodificable”, y se erige como Caballero Gran Maestre de IHES.
La orden tuvo en los años siguientes una moderada expansión que la infatigable actividad de Bovisio consiguió implantar en casi todas las provincias argentinas e incluso en Chile y Uruguay. Consideraba que Iberoamérica debería de jugar un papel fundamental en “la Nueva Era de Acuario”, a la que llama “Hidrochosa” en varios de sus textos. Por una extraña coincidencia con las teorías del “Doctor Anael”, Bovisio opinaba que la parte peruana de la cordillera de los Andes estaba llamado a jugar un papel central en la “nueva era”. Cuando se preparaba para desplazarse a la zona, sufrió un accidente cuando su vehículo resbaló sobre la nieve. Murió a los 57 años, el 3 de julio de 1962. Jorge Waxemberg le sucedió hasta 2005 y actualmente la Orden tiene como Gran Maestre a José Luis Kutscherauer. La Orden, por expreso deseo de Bivisio, pone particular énfasis en la protección de la infancia y en la creación de aldeas infantiles. Sin embargo, algunos discípulos directos de Bovisio sostienen que tras su muerte, la Orden se desvirtuó y sus sucesores aprovecharon para “acumular riquezas” y distanciarse de la vía del ascetismo y de la renuncia proclamada por el italiano. Nada que no haya estado presente en cualquier otra secta similar.
Es curioso constatar que Bovisio afirmaba recordar sus vidas pasadas. Tampoco es nada excepcional entre los ocultistas, sin embargo, es más interesante recordar que sus recuerdos se remontaban al antiguo egipcio, llegando incluso a describir detalles de la vida del Faraón Iknaton, la corte y los nombres de sus hijas o incluso aspecto de las liturgias egipcias de los que sus partidarios afirman que solamente “puede relatar sólo quien lo ha visto”. Uno de los títulos con los que aureolaba era el de “Sumo Sacerdote del Templo de Amón”. La “obsesión egipcia” no es rara en medios ocultistas, pero sí es cierto que también en este terreno existe un nexo de unión con los planteamientos de López Rega y de la Logia Anael.
La totalidad de las obras de Bovisio puede ser consultada en Internet, en la Biblioteca Upasika (nombre iniciático de la Blavatksy). Los 45 títulos evidencian los lugares comunes de su teoría con las de cualquier otra rama derivada del teosofismo. Sin embargo, la “obsesión egipcia” está presente en un número excepcionalmente alto de textos de Bovisio y sus consideraciones contradicen frontalmente a la egiptología convencional. Es indudable que algunas de estas obras fueron escritas mediante “escritura automática” y en estado de trance. En algunos casos sigue al pie de la letra las enseñanzas teosofistas (como por ejemplo sobre las “razas matrices” que deberían sustituirse en las distintas “rondas cósmicas”) limitándose a ampliar las fantasías de la Blavatsky con otras no menos fantasiosas sugestiones sobre la “raza aria”. Las similitudes son tales que parece que Bovisio se ha limitado simplemente a retomar la obra de la Blavatsky e intentar lo imposible: hacerla más comprensible parcelándola en temas y ordenándola en la medida de lo posible.
La falta de datos sobre la “rama originaria” de la Orden, en la que Bovisio afirma haber ingresado durante su juventud en su Italia natal, confirma casi inequívocamente que se trata de una invención a efectos “educativos”, o bien, simplemente, para atribuir alguna legitimidad iniciática a la Orden fundada por él en Bueno Aires. Los poderes paranormales de Bovisio parecen también problemáticos: son reconocidos solamente por sus discípulos más abnegados entre los que abundan fenómenos de credulidad y la confusión entre los “pensamientos” aparecidos expontáneamente en la mente con “realidades objetivas” de vidas pasadas o influencias paranormales. No es algo que no hayamos visto antes en los medios ocultistas.
Sin embargo, la presencia de destacados economistas y el que compartieran ideas simples que nada tenían de originales, la hace radicalmente diferente a otras decenas de grupos similares. Así mismo, la “obsesión egipcia” enlaza directamente con López Rega quien había conseguido imbuir en Perón la idea de que era la reencarnación de un faraón egipcio y del pasado egipcio de “Isabelita”. Y enlaza también con la Logia Anael cuyo símbolo era una pirámide.
¿Perteneció Rega a la Orden de los Caballeros del Fuego? No parece probable a despecho de las confidencias que un experto en sectas nos realizó en 1972. Si en aquellos años, el nombre de Rega podía inspirar algún temor, actualmente ya está fallecido y pasó sus últimos años en prisión a la espera de juicio desprovisto de todo su poder político, económico y cohercitivo. El fiscal que lo interrogó declara que vio en él a un hombre apagado, vencido, derrotado. En una situación así, sería normal que alguno de los que habían compartido militancia con Rega en la Orden de los Caballeros del Fuego, hubiera hablado y aportado detalles significativos. No ocurrió nada parecido. Sin embargo, Rega debió conocer a miembros de la Orden, es probable que asistiera a algunas de los cientos de conferencias dadas por Bovisio cuando él, Rega, era sargento de la policía o simplemente astrólogo. Eso debió allanar el camino para que él y Waxemberg se conocieran luego y para que éste pudiera recomendar a un no peronista, pero sí “iniciado”, como Celestino Rodrigo… cuyo “rodrigazo” a la postre debería estar en el origen de su declive (mucho más que la tragedia de Ezeiza en la que él y sus hombres de confianza fueron los grandes responsables).
En la Orden de los Caballeros del Fuego encontramos un amasijo de buenas intenciones (“servir a la humanidad”), unos cuantos consejos para el comportamiento personal (“austeridad y repliegue sobre uno mismo”), visiones delirantes (sobre la evolución y el destino del Cosmos, sobre la historia de las “razas matrices”) y, finalmente, supersticiones y superchería (como la improbable existencia de la “rama europea y aristocrática” de la orden). El resultado no puede sorprender, ni llamaría particularmente la atención de no ser por porque el nombre de la Orden se ha entrecruzado en demasiadas ocasiones con la de López Rega.
Algunos discípulos de René Guénon no han comentado los aspectos “contrainiciáticos” y “anti-tradicionales” presentes en la obra de Bovisio. Esto, unido al nefasto papel jugado en la historia reciente argentina por algunos miembros de la Orden de los Caballeros del Fuego, bastarían por sí mismos para considerar a esta organización y a su fundador como partícipes de lo que Guénon llama “contrainiciación”. No estamos de acuerdo con esta apreciación. La Orden de los Caballeros del Fuego es una sigla más en un magma de cientos de grupos ocultistas y espiritistas que, más que contra-iniciáticos son un reflejo de un tiempo en el que las religión tradicional ha caído y nada es capaz de reemplazarla. Ni siquiera, como algunos esperaban, a la hegemonía de la religión tradicional ha seguido la de un período racionalista. Ha ocurrido todo lo contrario, como ya expusiera Oswald Spengler hace más de 80 años : el espacio dejado por el repliegue de la religión tradicional ha sido ocupado por las sectas, el ocultismo, el espiritismo y las supersticiones puras y simples. El ocultismo es una parte de este fenómeno: la emergencia de lo irracional. No puede extrañar, por tanto, que si el ocultismo está presente en la sociedad, de tanto en tanto, aparezcan en lugares de responsabilidad individuos vinculados a esas corrientes. No es contra-iniciático, es simplemente, calculo estadístico. La “religión popular” de la que hablaba Evita Perón, al margen de si es el espiritismo o las creencias de base cristianas, es el clímax de lo irracional. La presencia de “Lopecito” e incluso de la propia “Isabelita” y, hasta cierto punto, del mismo Perón, al frente de la Nación Argentina, tenía algo de “victoria de lo irracional”…
© Ernesto Milà – infokrisis – infokrisis@yahoo.es – http://infokrisis.blogia.com – Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen.
Si López Rega no perteneció a la Orden de los Caballeros del Fuego, sí al menos tuvo conocimiento de su existencia a través de algunos estrechos colaboradores suyos en el gobierno de Isabel Martínez de Perón. En efecto, el 2 de junio de 1975 se hizo cargo del ministerio de economía de la República Argentina Celestino Rodrigo. Hasta ese momento, Rodrigo había sustituido a Rega al frente de Bienestar Social. Se conocían desde hacía tiempo y Rega le había puesto al frente de la llamada “Operación Libia” que debía de unir la economía argentina a la de algunos países productores y exportadores de petróleo. La idea no era mala, pero fracaso. Rodrigo y su adjunto Ricardo Zinn, no pertenecían al partido peronista, sino que formaban parte solamente del “grupo de amigos personales” de Rega, amigos personales y de correrías ocultistas.
Dos días después de ser nombrado ministro, Rodrigo tomó medidas económicas que supusieron el primer intento de ajuste neoliberal de la economía con una devaluación el 160% para el cambio comercial y de un 100% para el cambio financiero. La tasa de inflación llegó a tres dígitos y estaba en un 183 a finales de 1975. La inseguridad produjo un desabastecimiento de los mercado. El valor de la electricidad subió entre un 50 y un 75%, la gasolina entre el 172 y el 181% y el precio promedio de los servicios públicos se duplicó. A esta debacle siguió una segunda devaluación del peso y un descenso de reservas internacionales que cayeron un 50% entre diciembre de 1974 y junio de 1975. Ricardo Zinn, banquero y viceministro de economía, acuñó la frase "Achicar el Estado es agrandar la Nación" utilizada luego por los neoliberales de todas las latitudes como leit-motiv. En la historia reciente de Argentina a estas medidas se les conoce con el nombre de “el Rodrigazo” que generó una huelga general de los sindicatos peronistas contra el gobierno peronista y tuvo consecuencias inmediatas: el cese del ministro de Bienestar Social, López Rega y el de su valido en economía, Celestino Rodrigo que apenas estuvo 46 días en el cargo, lo suficiente para que la economía resintiera las consecuencia negativas de ese ajuste durante los siguientes 20 años. La dimisión de Celestino Rodrigo no consiguió evitar que pasara 4 años en prisión por irregularidades en su gestión. Zinn pasó al gobierno de Menem años después.
Celestino Rodrigo era uno de los miembros de la Orden de los Caballeros del Fuego y ostentaba el cargo de Maestre. De otros responsables recientes de la economía argentina se ha dicho lo mismo. El doctor Pedro Pou, por ejemplo, durante un tiempo presidente del Banco Central de la República Argentina, sería igualmente miembro de los Caballeros del Fuego. La presencia de Rodrigo y de Pou al frente de parcelas importantes de la economía argentina hizo que algún periodista avisado llamara a la Orden, la “secta de los economistas”… La orden había sido constituida por un ocultista italiano afincado en Argentina y fallecido en accidente de tráfico en 1962, Santiago Bovisio. Al morir le sustituyó Jorge Isaac Waxemberg que completó la configuración del grupo como “orden ocultista”. Se ha dicho que en 1970 Waxemberg tomó contacto con López Rega y que el nombramiento de Rodrigo sería un tributo a esa relación. La nieta de Rodrigo ha negado que su abuelo hubiera compartido militancia en un grupo ocultista, pero no ha negado su pertenencia a los Caballeros del Fuego. De hecho, esta militancia se reconoce en obras muy serias sobre aquellos momentos y el propio Rodrigo aporta alguna prueba decisiva para confirmarla.
En efecto, a principios de los años 60, Celestino Rodrigo había escrito una pequeña obra de apenas 60 páginas titulada Espíritu y revolución interior en la actual sociedad de masas, publicada por la Asociación de Cultura Espiritual Argentina. Se trataba de una asociación pública vinculada a los Caballeros del Fuego fundada por el propio Bovisio, así pues no hay ninguna duda sobre la militancia ocultista del fugaz ministro. La obra, en sí misma, es apenas intrascendente, una mera crítica a la sociedad del consumo en la cual “el hombre pierde su identidad”. Es así como “el hombre esclavizado, que pierde su destino como ser consciente e individual, alienado por el ruido, privado de paisaje y de intimidad, ignora el sentido de la vida. Se deshumaniza por la constante entrega de sus valores a las artificiales exigencias externas. Se comporta como un ente de consumo voraz, que satisface a esa cohorte de fieles y devotos promotores del lucro”. ¿Cómo salir de estas dinámica? Rodrigo responde que “oponiéndose al crecimiento acelerado del consumo per cápita” y “utilizando de manera inteligente los bienes que requiere el desarrollo de su conciencia individual de ser”. Todos estos razonamientos parecen algo extraños en un economista y mucho más cuando evidencia cierta nostalgia del pasado: “En el pasado, el hombre se sentía más seguro y ‘completo’, porque era, de algún modo, el creador y dueño de sus conocimientos. Hoy, el artesano es reemplazado por la cinta de montajes, el erudito por la computadora, y el maestro transmisor de una enseñanza viva, por la instrucción programada”. La idea de Rodrigo es que el ser humano es víctima de un “vaciamiento espiritual", provocado tanto por la presión económica y el desarrollo científico-técnico, a los que la religión –esto es, el catolicismo- no ha estado en condiciones de articular una respuesta. Hasta aquí el análisis es bastante rutinario y era muy habitual en los años 60, cuando Rodrigo escribió el opúsculo, pero cuando se pregunta “¿Qué hacer?”, entonces aflora la veta ocultista: recomienda enderezar la “vida interior”, “armonizando los valores humanos” con los “divinos” que “revelan la dimensión trascendente del ser humano”. Eso en la dimensión individual; en la colectiva recomienda la reunión de almas “a través de las aspiraciones trascendentes”), la ofrenda de los valores personales, la “desenergetización del pasado” (o acto de desprenderse de la carga emocional del pasado) y, la “capacidad de renunciar”. Todo esto facilitará “la transformación del hombre” y la irrupción de un nuevo período en la historia. A pesar de esta crítica al sistema de producción y consumo, los 46 días de estancia de Rodrigo en el ministerio tuvieron otra orientación completamente diferente. A decir verdad, las enseñanzas de Bovisio, el fundador de los Caballeros del Fuego, iban por otros derroteros.
Ocultista de origen italiano, educado en el catolicismo, Santiago Bovisio afirmó haberse afiliado muy joven a la Orden de los Caballeros del Fuego, de la que dijo que había sido fundada por Giovanni Veniviene, del que las fuentes de la orden asegura que se trató del mejor herborista de Europa. Se ignora todo sobre la existencia de este grupo y sobre su presunto fundador. Es fácil deducir que, de existir, esta orden debió ser uno de los innumerables grupos que se reclamaban de una herencia neo-rosacruciana, de ahí el énfasis en la “mecidina natural” y el herborismo propio de esta corriente. En aquel tiempo, otras muchas órdenes neo-rosacrucianas inevitablemente tenían como “gran maestre” a alguien interesado por las terapias naturales (recordamos por ejemplo el ejemplo de Arnoldo Krum Heller (a) “Maestro Huiracocha”, fundador de la Fraternidad Rosacruz Antigua e iniciado en el Rito de Menphis-Misraïm en el que alcanzó el grado máximo, también él era médico homeópata y herborista). Sea como fuere, la Orden en la que Bovisio dice haber ingresado e investigo caballero el 10 de enero de 1926 en Italia, desapareció sin dejar rastros y no hemos encontrado absolutamente ninguna referencia ni a ella ni a su fundador Veniviene, ni en textos sobre órdenes ocultistas de principios del siglo XIX, ni en libros especializados en herborismo de esa misma época. Ya en Argentina, Bovisio contó que la Orden era extremadamente restringida y que a ella solamente accedían miembros de la “nobleza europea”, o bien –él no lo era- quienes poseían "poderes parapsicológicos muy desarrollados".
En algunos de sus libros alude que en este período posterior a la I Guerra Mundial mantuvo contactos con seguidores de la Blavatsky y de Rudolf Steiner, sin haber ingresado ni en la Sociedad Teosófica ni en la Antroposófica. Cuando llega a la Argentina con apenas 22 años, empieza a tener cierta formación en materia ocultista, pero su espíritu está turbado por visiones apocalípticas que le llevan a interesarse por la figura de Girolamo Savonarola, el dominico italiano que predicó apasionadamente el fin de los tiempos y al que Bovisio consideraba su “guía astral” y al que aureolaba con el título de “el celador”. Bovisio funda la Unión Savonaroliana en Buenos Aires y poco después, la Universidad Espiritualista Argentina cuando se ha establecido en Rosario, una de las muchas asociaciones que intentaban aprovechar la moda del espiritismo.
Sus partidarios explican que desde muy pequeño manifestó “extraordinarias facultades de clarividencia y profecía, que con el tiempo, la disciplina y el consejo de instructores físicos y astrales alcanzó niveles excepcionales” y que “tenía acceso voluntario a todas las dimensiones suprafísicas, poderes que sólo un puñado de hombres vivientes poseían”, lo que confirma las influencias teosofistas sobre Bovisio. Pero sería el 3 de marzo de 1937 cuando “junto con otros tres compañeros”, funda la Sagrada Orden de los Caballeros Americanos del Fuego (siglada en latín IHES) de la que siempre se dice que es “independiente” de la orden homóloga europea. Bovisio dota a esta nueva organización de un “reglamento único e inmodificable”, y se erige como Caballero Gran Maestre de IHES.
La orden tuvo en los años siguientes una moderada expansión que la infatigable actividad de Bovisio consiguió implantar en casi todas las provincias argentinas e incluso en Chile y Uruguay. Consideraba que Iberoamérica debería de jugar un papel fundamental en “la Nueva Era de Acuario”, a la que llama “Hidrochosa” en varios de sus textos. Por una extraña coincidencia con las teorías del “Doctor Anael”, Bovisio opinaba que la parte peruana de la cordillera de los Andes estaba llamado a jugar un papel central en la “nueva era”. Cuando se preparaba para desplazarse a la zona, sufrió un accidente cuando su vehículo resbaló sobre la nieve. Murió a los 57 años, el 3 de julio de 1962. Jorge Waxemberg le sucedió hasta 2005 y actualmente la Orden tiene como Gran Maestre a José Luis Kutscherauer. La Orden, por expreso deseo de Bivisio, pone particular énfasis en la protección de la infancia y en la creación de aldeas infantiles. Sin embargo, algunos discípulos directos de Bovisio sostienen que tras su muerte, la Orden se desvirtuó y sus sucesores aprovecharon para “acumular riquezas” y distanciarse de la vía del ascetismo y de la renuncia proclamada por el italiano. Nada que no haya estado presente en cualquier otra secta similar.
Es curioso constatar que Bovisio afirmaba recordar sus vidas pasadas. Tampoco es nada excepcional entre los ocultistas, sin embargo, es más interesante recordar que sus recuerdos se remontaban al antiguo egipcio, llegando incluso a describir detalles de la vida del Faraón Iknaton, la corte y los nombres de sus hijas o incluso aspecto de las liturgias egipcias de los que sus partidarios afirman que solamente “puede relatar sólo quien lo ha visto”. Uno de los títulos con los que aureolaba era el de “Sumo Sacerdote del Templo de Amón”. La “obsesión egipcia” no es rara en medios ocultistas, pero sí es cierto que también en este terreno existe un nexo de unión con los planteamientos de López Rega y de la Logia Anael.
La totalidad de las obras de Bovisio puede ser consultada en Internet, en la Biblioteca Upasika (nombre iniciático de la Blavatksy). Los 45 títulos evidencian los lugares comunes de su teoría con las de cualquier otra rama derivada del teosofismo. Sin embargo, la “obsesión egipcia” está presente en un número excepcionalmente alto de textos de Bovisio y sus consideraciones contradicen frontalmente a la egiptología convencional. Es indudable que algunas de estas obras fueron escritas mediante “escritura automática” y en estado de trance. En algunos casos sigue al pie de la letra las enseñanzas teosofistas (como por ejemplo sobre las “razas matrices” que deberían sustituirse en las distintas “rondas cósmicas”) limitándose a ampliar las fantasías de la Blavatsky con otras no menos fantasiosas sugestiones sobre la “raza aria”. Las similitudes son tales que parece que Bovisio se ha limitado simplemente a retomar la obra de la Blavatsky e intentar lo imposible: hacerla más comprensible parcelándola en temas y ordenándola en la medida de lo posible.
La falta de datos sobre la “rama originaria” de la Orden, en la que Bovisio afirma haber ingresado durante su juventud en su Italia natal, confirma casi inequívocamente que se trata de una invención a efectos “educativos”, o bien, simplemente, para atribuir alguna legitimidad iniciática a la Orden fundada por él en Bueno Aires. Los poderes paranormales de Bovisio parecen también problemáticos: son reconocidos solamente por sus discípulos más abnegados entre los que abundan fenómenos de credulidad y la confusión entre los “pensamientos” aparecidos expontáneamente en la mente con “realidades objetivas” de vidas pasadas o influencias paranormales. No es algo que no hayamos visto antes en los medios ocultistas.
Sin embargo, la presencia de destacados economistas y el que compartieran ideas simples que nada tenían de originales, la hace radicalmente diferente a otras decenas de grupos similares. Así mismo, la “obsesión egipcia” enlaza directamente con López Rega quien había conseguido imbuir en Perón la idea de que era la reencarnación de un faraón egipcio y del pasado egipcio de “Isabelita”. Y enlaza también con la Logia Anael cuyo símbolo era una pirámide.
¿Perteneció Rega a la Orden de los Caballeros del Fuego? No parece probable a despecho de las confidencias que un experto en sectas nos realizó en 1972. Si en aquellos años, el nombre de Rega podía inspirar algún temor, actualmente ya está fallecido y pasó sus últimos años en prisión a la espera de juicio desprovisto de todo su poder político, económico y cohercitivo. El fiscal que lo interrogó declara que vio en él a un hombre apagado, vencido, derrotado. En una situación así, sería normal que alguno de los que habían compartido militancia con Rega en la Orden de los Caballeros del Fuego, hubiera hablado y aportado detalles significativos. No ocurrió nada parecido. Sin embargo, Rega debió conocer a miembros de la Orden, es probable que asistiera a algunas de los cientos de conferencias dadas por Bovisio cuando él, Rega, era sargento de la policía o simplemente astrólogo. Eso debió allanar el camino para que él y Waxemberg se conocieran luego y para que éste pudiera recomendar a un no peronista, pero sí “iniciado”, como Celestino Rodrigo… cuyo “rodrigazo” a la postre debería estar en el origen de su declive (mucho más que la tragedia de Ezeiza en la que él y sus hombres de confianza fueron los grandes responsables).
En la Orden de los Caballeros del Fuego encontramos un amasijo de buenas intenciones (“servir a la humanidad”), unos cuantos consejos para el comportamiento personal (“austeridad y repliegue sobre uno mismo”), visiones delirantes (sobre la evolución y el destino del Cosmos, sobre la historia de las “razas matrices”) y, finalmente, supersticiones y superchería (como la improbable existencia de la “rama europea y aristocrática” de la orden). El resultado no puede sorprender, ni llamaría particularmente la atención de no ser por porque el nombre de la Orden se ha entrecruzado en demasiadas ocasiones con la de López Rega.
Algunos discípulos de René Guénon no han comentado los aspectos “contrainiciáticos” y “anti-tradicionales” presentes en la obra de Bovisio. Esto, unido al nefasto papel jugado en la historia reciente argentina por algunos miembros de la Orden de los Caballeros del Fuego, bastarían por sí mismos para considerar a esta organización y a su fundador como partícipes de lo que Guénon llama “contrainiciación”. No estamos de acuerdo con esta apreciación. La Orden de los Caballeros del Fuego es una sigla más en un magma de cientos de grupos ocultistas y espiritistas que, más que contra-iniciáticos son un reflejo de un tiempo en el que las religión tradicional ha caído y nada es capaz de reemplazarla. Ni siquiera, como algunos esperaban, a la hegemonía de la religión tradicional ha seguido la de un período racionalista. Ha ocurrido todo lo contrario, como ya expusiera Oswald Spengler hace más de 80 años : el espacio dejado por el repliegue de la religión tradicional ha sido ocupado por las sectas, el ocultismo, el espiritismo y las supersticiones puras y simples. El ocultismo es una parte de este fenómeno: la emergencia de lo irracional. No puede extrañar, por tanto, que si el ocultismo está presente en la sociedad, de tanto en tanto, aparezcan en lugares de responsabilidad individuos vinculados a esas corrientes. No es contra-iniciático, es simplemente, calculo estadístico. La “religión popular” de la que hablaba Evita Perón, al margen de si es el espiritismo o las creencias de base cristianas, es el clímax de lo irracional. La presencia de “Lopecito” e incluso de la propia “Isabelita” y, hasta cierto punto, del mismo Perón, al frente de la Nación Argentina, tenía algo de “victoria de lo irracional”…
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