François Duprat, con el seudónimo de “Philip Sollers”, escribió este texto apenas tres meses antes de ser asesinado. Hoy, todavía, se ignora quien fue la mano ejecutora. El texto fue publicado en el nº 4 Salut Public, la revista teórica de los Grupos Nacionalistas Revolucionarios de Base (que estaban integrados en el Front National del que el propio Duprat era su Secretario General). Por entonces, yo era “corresponsal en España” de Les Cahiers Européens, el semanario de información publicado por los GNRB y recuerdo bien este artículo: “Hoy Francia, mañana España…”. Y con un 25% de población española nacida fuera de España, aquella intuición parece justa.
Si hemos decidido traducir y reproducir el artículo es porque en ¡1978! algunos ya eran conscientes de la importancia que tenía la inmigración masiva en la alteración del sustrato étnico-social de Francia. Vale la pena leer cada una de las líneas que hoy resultan difícilmente cuestionables, para darse cuenta de la capacidad de análisis y anticipación de Duprat. El texto se escribió a raíz de las reacciones en contra que aquella “primera campaña anti-inmigración” desató en el interior de las “fuerzas nacionales”: los moderados decían que era una campaña que relegaba a segundo plano los temas del nacionalismo clásico, los “hiper-ultra-mega-revolucionarios” sostenían que era más importante luchar “por la revolución” que contra la inmigración masiva. Duprat-Sollers ataca ambas posiciones.
Sobre la
campaña contra la inmigración
Los
nacionalistas-revolucionarios son partidarios de la campaña contra la
inmigración por dos razones esenciales:
- porque esta campaña era políticamente correcta y proporcionaba un enfoque positivo a la lucha, sustituyendo a las perpetuas tensiones defensivas en las que se revolcaba obstinadamente la oposición nacional;
- porque era la única manera de llegar a las clases trabajadoras, olvidando un poco a los viejos restos conservadores y reaccionarios, cada vez más atraídos por el "glorioso" RPR de Jacques Chirac y decididos a votarle en solitario en la primera vuelta de la operación de limpieza de la vieja casa gaullista.
Debemos hacer
todo lo posible para convencer a la oposición nacional de que es completamente
inútil, y políticamente estéril para ellos, buscar sin cesar estos votos
conservadores que, además, tienen la detestable costumbre de fallarles siempre
cuando se trata de asuntos serios.
La única manera
de hacerlo es, por supuesto, descubrir nuevas capas simpatizantes en distintos
sectores de la población, y ahora está claro que la campaña antiinmigración era
el único método que podía utilizarse para conseguirlo.
Creemos que
existe una relación muy estrecha entre el electorado (y a fortiori los
afiliados) y el partido.
Mientras la
oposición nacional ganaba los votos de los peores reaccionarios, su línea
política más habitual sólo podía basarse sobre los apriorismos "ideológicos"
de los supervivientes de la noche de los tiempos que desdeñaban votar
esporádicamente por ella.
Si este
electorado cambia significativamente, los elementos "nacional-conservadores"
del bando nacional se encontrarán en una posición en falso, ya que sus votantes
no compartirán en absoluto su forma de ver las cosas.
A partir de
entonces, o se adopta una línea más dura, o los nuevos votantes volverán a las
orillas izquierdistas de las que habían salido brevemente.
Ya empiezan a
producirse cambios en el vocabulario, y conviene recordar que el lenguaje nunca
es políticamente neutro.
El lenguaje
conducirá automáticamente a un cambio de actitud o a la aparición de contradicciones
internas tan graves que nadie sabe si no desembocarán en una reestructuración
total del campo nacional.
La campaña
contra la inmigración está, pues, llena de significado, y no es descartable que
dentro de unos años veamos que esta campaña marcó un verdadero viraje histórico
en la vida de la oposición nacional.
Llevamos mucho
tiempo diciendo que la oposición nacional sólo puede desarrollarse haciéndose
nacionalista, y todos nuestros esfuerzos se dirigen a ese fin.
Un día u otro,
los militantes tendrán que reflexionar lúcidamente sobre las causas de sus
fracasos y parece que ese momento decisivo ha llegado.
Los
nacionalistas-revolucionarios tienen un papel importante que desempeñar en este
esfuerzo por despertar a la oposición nacional, porque están en contacto
directo con las aspiraciones de las capas más humildes de nuestro pueblo.
Son los
trabajadores más ardientes por la transformación ideológica y política del
campo nacionalista y creen que esta transformación es la clave de la victoria.
Permanecer en
las viejas posiciones, caducas y condenadas por los hechos, es condenar a
nuestro campo a una derrota eterna. Esa no es nuestra posición, y no se debe
contar con nosotros para asistir pacíficamente a la muerte del nacionalismo
francés y, en consecuencia, de nuestra nación.
Al contrario,
estamos decididos a intensificar nuestra presión para dejar claro que la
ofensiva global es la única solución a los problemas de la oposición nacional.
Además, la
campaña contra la inmigración se ha concebido por fin como una campaña
socioeconómica, como una campaña en defensa de los trabajadores franceses, lo
que reviste una importancia considerable. Nuestra acción política debe. por fin.
adoptar un enfoque concreto de las preocupaciones reales de nuestros
compatriotas más desfavorecidos.
Basta ya de
fórmulas turbias y de declaraciones políticas generales. Si bien “no sólo de
pan vive el hombre”, quien lo dice suele tener la despensa bien surtida...
Defendamos a
nuestros compatriotas en el plano del pan de cada día, y comprenderán mucho
mejor el valor de nuestras posiciones puramente políticas.
La lucha
política de los nacionalistas-revolucionarios se justifica cada vez más en la
medida en que se retoma su lema "Francia primero", y su campaña
contra la inmigración a nivel socioeconómico se extiende ahora a toda la
oposición nacional. Ahora se trata de influir en la ideología de todo el campo
nacionalista demostrándoles que nuestros temas son a la vez precisos y
eficaces.
Esta es una de
nuestras tareas más urgentes e importantes.
"Philippe
Sollers" (François Duprat).
Le Salut Public, nº 4 - febrero de 1978