Infokrisis.- El voto de inmigrantes en las próximas elecciones municipales podrá provocar un vuelco electoral sin precedentes: el número de extranjeros que podrán votar en las elecciones municipales de 2011 se duplicará respecto a 2008. Y no será un voto gratuito: nos costará dinero a todos…
El diario ABC, fue el primer medio que advirtió en diciembre lo que nosotros estamos proclamando desde el número 1 de IdentidaD, a saber, que el voto de inmigrantes en la próximas elecciones municipales podrá provocar un vuelco electoral sin precedentes a la vista del incremento del número de extranjeros que podrán votar en las elecciones municipales del 2011.
En efecto, hasta 2008 eran 1.183.496 los inmigrantes que podían ejercer su derecho al voto. En 2012 (si es que la agonía del zapaterismo llega a completar la legislatura) esta cifra se duplicará. Un año antes, en 2011, tendrán lugar las elecciones municipales y 2.250.000 votos procedentes de la inmigración pueden alterar el panorama de muchos ayuntamientos y comunidades autónomas e incluso del mismo Estado.
En las próximas convocatorias electorales, así pues, estarán presentes 600.000 inmigrantes procedentes de países con los que España en los últimos años con los que España ha firmado un convenio de reciprocidad (Colombia, Perú, Islandia, Trinidad y Tobago, Ecuador, Cabo Verde, Chile, Paraguay y Nueva Zelanda). A eso se unen 800.000 rumanos y búlgaros, miembros de pleno derecho de la UE y… ¡oh, maravilla de maravillas! 500.000 hijos y nietos de exiliados que, según la Ley de Memoria Histórica, pueden pedir la nacionalidad española a pesar de no haber pisado jamás España.
Es evidente que el gobierno Zapatero tiene la creencia de que buena parte de todo este contingente les va a votar a ellos, algo evidente en lo que se refiere a los hijos y nietos de la “memoria histórica”, pero no tan claro en lo relativo a los rumanos y búlgaros. Por otra parte, en la actualidad hay más de 500.000 ciudadanos que se durmieron como inmigrantes y que se levantaron como ciudadanos españoles de pleno derecho. Resulta muy difícil saber exactamente si se trata de ciudadanos “integrados” en la sociedad española o simplemente “beneficiarios” de una decisión administrativo y que, siguen identificándose con su país y con sus tradiciones de origen.
PRUNE: la quimera del voto
Mucho más claro lo deben tener los miembros del Partido Renacimiento y Unión de España, PRUNE, salido a la luz pública el pasado mes de noviembre en la emblemática ciudad de Granda. Se trata de un partido islámico que busca el voto inmigrante irrumpirá en las municipales de 2011 para, al menos, plantar la semilla. «Algún día uno de nosotros será alcalde... o ministro», dijo uno de sus portavoces.
Los objetivos del partido son encomiables: afirman buscar sólo la "regeneración moral y ética" de la sociedad española (que falta hace, por cierto). En el futuro pintado por el PRUNE "no tendrán cabida las prácticas usureras en las transacciones comerciales y el interés bancario" y sí "todo aquello que contribuya a la consecución de alcanzar las más altas cotas de participación de la ciudadanía, especialmente los desfavorecidos, en todos los ámbitos de decisión política", con un "absoluto respeto" a la Constitución Española. Lo dicho, encomiables propuestas con las que nadie en sus cabales disentiría, salvo con el espinoso problema de la religión…
En declaraciones a la prensa, su presidente, Mostafa Bakkach El Aamrani, señaló que el PRUNE no es un partido musulmán o islámico, sino que está abierto a "todo el mundo" y especialmente pretende “dar voz a los marginados”, inmigrantes y no inmigrantes.
A pesar de haberse presentado en sociedad en Granada –última capital del reino nazarí- el núcleo originario del partido irradió desde Asturias y afirma estar en vías de constitución delegaciones en Madrid, Barcelona y Valencia, con vistas a presentar candidaturas en las próximas municipales.
Mostafa Bakkach declaró también que el PRUNE no está vinculado a ningún país extranjero a España ni a ningún movimiento religioso, puesto que ha sido constituido por todo tipo de personas con el objetivo de "contribuir democráticamente a la determinación de la política nacional y a la formación de la voluntad política de los ciudadanos". El símbolo del partido es un globo terráqueo que contiene las siglas del partido y del que emergen cinco figuras humanas, un símbolo casi zapateriano.
El viernes 23 de octubre el PRUNE publicó el primer número de su boletín La Ruta, domiciliado en Granada. En las primeras líneas del boletín podía leerse una proclama que empezaba así: “Somos ciudadanos españoles, nuestro país es España, y nuestra constitución es la constitución española, así somos ciudadanos de derecho y hecho, ni de la primera categoría ni de la segunda”. En el mismo boletín se reconocía al Islam “como fuente de principios”, afirmándose que “El PRUNE tendrá en cuenta al Islam en su actuación política, considerándolo como factor determinante para la regeneración moral y ética de la sociedad española”...
En dicho boletín el PRUNE se aferra a la ignorante declaración zapateriana de “España país de las tres culturales”, de ahí que consideren a “España como un estado multiétnico” y reconozcan que los fundadores son inmigrantes nacionalizados españoles. El siguiente artículo comenta los “Hoy os voy a hablar de nuestros problemas como comunidad musulmana en Asturias”: falta un cementerio islámico, ése es todo el problema…
¿Marroquíes en la vida política española?
La iniciativa del PRUNE no es única. La comunidad marroquí inmigrante se está moviendo en los últimos meses. El pasado 13 de noviembre, en Barcelona, distintas asociaciones marroquíes denunciaron las "dificultades" que encuentran cuando intentan participar en la vida política española y pidieron "imparcialidad" a las administraciones e instituciones españolas.
Los reunidos miembros de 55 asociaciones participaban en la primera jornada del II Congreso de Entidades Marroquíes de Cataluña, que impulsan 25 entidades de inmigrantes marroquíes, entre ellas La Llum del Nord, Adib Biladi, Atimca, Averroes y Alkantara. El objetivo del congreso era "superar el objetivo fundacional de las asociaciones de inmigrantes marroquíes, que se han dedicado a dar asistencia laboral, legal y social", e iniciar una nueva fase "en el que las entidades tienen que jugar un papel más activo dentro de la sociedad catalana", según comunicó a los medios el portavoz de La Llum del Nord, Ahmed Benallal quien añadió: "Los catalanes de origen marroquíes tienen que superar el victimismo y empezar a participar en la política activa".
Benallal denunció que las administraciones españolas "dificultan" el acceso de los inmigrantes a la política activa "porque no son imparciales"… Ellos tampoco deben serlo a la vista de que la otra gran asociación de inmigrantes marroquíes, Ibn Batuta, no estuvo presente en el congreso. Ibn Batuta boicoteó la primera edición creando una federación de asociaciones rival a la que convocaba estar jornadas y vinculada directamente al régimen de Marruecos y, concretamente a su ministerio del interior.
Todas estas declaraciones son excesivamente gratuitas como para no recordar que en España, todos los partidos políticos han colocado a candidatos de origen inmigrante en sus listas. Desde el PSC-PSOE hasta el PP y CiU, con la esperanza de atraer el voto marroquí. De todas formas, las declaraciones de todas estas asociaciones marroquíes contrastan con la realidad de la participación política magrebí en las distintas políticas de los países europeos en donde tienen fuertes contingentes de inmigrantes y que puede ser calificada con una sola palabra: nula.
Tanto en Alemania, como en Francia, como en el Reino Unido o en Holanda, la inmigración magrebí tradicionalmente se inhibe de la política de cada país, como si eso no fuera con ellos. En cuanto a las asociaciones magrebíes en Europa su única función consiste en reclamar más y más fondos para la “integración”, y por supuesto, para garantizar los sueldos de sus liberados y el mantenimiento de sus locales.
Desde el primer número de IdentidaD siempre hemos sostenido que los inmigrantes magrebíes no están en absoluto interesados en la política de los países europeos y se inhiben sistemáticamente. La realidad siempre nos ha dado la razón. Las declaraciones de los inmigrantes marroquíes presentes en el Congreso de Entidades Marroquíes en Catalunya pueden hacer creer que existe un “clamor” de participación política en la comunidad inmigrante… algo que no ha ocurrido en ningún país europeo y que tampoco ocurre en España. Detrás de estas proclamas lo único que existe es el afán de captar fondos y subsidios de la Generalitat. ¿Le extraña a alguien?
El problema de fondo de la inmigración en Europa
Inicialmente, diversos factores en los años 80 hicieron que las izquierdas europeas pensaran en la importación de inmigrantes para compensar las pérdidas electorales que estaban sufriendo e sus bases electorales. La inmigración sustituiría al proletariado europeo.
Por otra parte, desde el gobierno, izquierdas y derechas comprobaron que la llegada masiva de inmigrantes hacía aumentar el PIB, no tanto porque creaba riqueza –que no la creaba- como porque su mera presencia generaba mayor movimiento económico. Además, la inmigración, una vez instalada en Europa, parecía interesarse poco por la política (una bendición para la clase política). Mientras los europeos solían participar y opinar con criterio, los recién llegados se contentaban solamente con pedir “subsidios para la integración”. Y era presumible que sus hijos serían tan sumisos como sus padres y, de paso, resolverían la crepuscular demografía europea con generaciones de sumisos que jamás se interesarían por la universidad ni, por tanto, aspirarían a puestos dirigentes…
Diez años después, todo esto se empezaba a torcer: parte de la población europea empezaba a estar alarmada. La inmigración no se integraba, creaba guetos a partir de barrios en los que su presencia masiva hizo imposible la convivencia y se produjeron fenómenos de limpieza étnica que literalmente vaciaron zonas enteras de las grandes ciudades. Pronto, los inmigrantes, especialmente magrebíes y andinos, empezaron a entender que la progresía europea tenía un complejo de culpabilidad (motivado por la colonización) que podían explotar en su beneficio. Así la inmigración pasó a estar subsidiada. Bastaba que un inmigrante pusiera delante de un progre la zanahoria de la integración para que éste entrara al trapo y ofreciera más y más subsidios. Esta fiebre terminó afectando también a la derecha.
Bruscamente, la intifada de noviembre del 2005 en Francia, marcó la llegada al punto sin retorno: los inmigrantes, ni se integraban, ni se adaptaban a Europa… era Europa la que debía de adaptarse a ellos, ¿cómo? Con mayores subsidios. Francia, en este terreno ha llegado a subsidiar a familias enteras de polígamos subsaharianos con ¡24 hijos! Todo para evitar el estallido étnico-social… El resultado de esta política de concesiones sin contrapartidas ha sido justamente el contrario: estamos en puertas del estallido étnico-social.
El suculento e improbable caladero islámico: 1.300.000 en España
España llegó tarde al festín. Pero en apenas 10 años recuperó años de retraso. Es a partir del “aznarato” cuando empiezan a llegar inmigrantes. El siguiente presidente de gobierno, Zapatero, estaba obsesionado desde el 2000 con el tema de la inmigración, influido por las ideas multiculturalidad y mestizaje, así como por el deletéreo mensajes implícito en los círculos humanistas-universalistas: “debemos caminar hacia un gobierno mundial, con una sola raza, una sola religión mundial, y sin fronteras”, utopía (mejor, distopía) extremadamente difundida por los progresistas que mamaron parte de su formación intelectual en escritos de la New Age.
El resultado de estas políticas ha sido nefasto. Hoy en España hay, como mínimo, 7.000.000 de inmigrantes de los que, aproximadamente, 1.300.000 son musulmanes. A ellos va dirigido principalmente el mensaje del PRUNE y de todos los partidos mayoritarios que cultivan el voto inmigrante. España será una parte importante en… Eurabia.
Los socialistas fueron los primeros en lanzar la idea de conceder el voto al inmigrante. La excentricidad fue sugerida por Jesús Caldera, vicepresidente ejecutivo de la Fundación Ideas (sic!), a principios de la pasada legislatura y, a partir de julio pasado se está debatiendo con una seriedad pasmosa en los foros socialistas. La idea del “imaginativo” Caldera es que los inmigrantes que residan legalmente y de forma estable en España puedan participar en las elecciones municipales. Caldera cree que “el que da primero da dos veces” y que la “derechona” no se atreverá a votar en contra (lo que es probable). Cuenta además con que el Ministerio de Exteriores improvise aprisa y corriendo convenios de reciprocidad con los países implicados
El Artículo 13.2 de la Constitución prevé que «solamente los españoles serán titulares de los derechos reconocidos en el artículo 23 [votar], salvo lo que, atendiendo a criterios de reciprocidad, pueda establecerse por tratado o ley para el derecho de sufragio activo y pasivo en las elecciones municipales». Sin embargo, éste artículo es el único modificado en 1992 a causa de la firma del Tratado de Maastrich, previéndose que los ciudadanos de la Unión Europea residentes en un Estado miembro del que no sean nacionales tendrán derecho a ser electores y elegibles en las elecciones municipales. Para Caldera bastaría modificar ligeramente esta nueva redacción para que el derecho se hiciera extensible a los no comunitarios.
Con la izquierda entusiasmada por esta posibilidad e incluso con una parte del PP (el inefable Gallardón) en la misma sintonía, pocas resistencias deberían producirse si esta nueva reforma se trasladara al parlamento. Pero aún en ese supuesto los problemas no dejan de estar presentes.
El primero de todos es el desequilibrio entre la comunidad marroquí presente en España (un millón de personas) y la comunidad española presente en Marruecos (5.000 personas). Mientras que el voto de un millón si es decisivo, 5.000 votos poco pueden varias. De ahí que la “reciprocidad” no haría sino trasladar ese desequilibrio a la política real.
En segundo lugar, es difícil que la reciprocidad fuera aprobada por el gobierno marroquí. La Asociación de Trabajadores e Inmigrantes Marroquíes en España (Atime) al ser consultados señalaron que lo complicado de esta propuesta: “A los problemas burocráticos hay que añadir un detalle importante: ni siquiera los que residimos aquí podemos votar en las elecciones de Marruecos”.
Hay un último factor que juega en contra de la propuesta lanzada por la Fundación [malas] Ideas. El comportamiento político de los marroquíes en el exilio económico es excepcionalmente crítico con Mohamed VI al que culpan –con razón- de ser el causante de que hayan tenido que abandonar el país. Los 50 imanes formados en Rabat por los expertos de Mohamed VI en operaciones psicológicas, destinados a predicar en España y el mantenimiento de una red de pequeñas asociaciones de inmigrantes sin apenas seguimiento, no auguran nada bueno para el régimen marroquí que sabe perfectamente que los inmigrantes marroquíes pueden llevar la voz de la oposición al interior de los partidos políticos españoles y, por tanto, debilitar su posición. No, Rabat no está mínimamente interesado en “reciprocidades” de ningún tipo.
¿Entonces? Entonces, las posibilidades de que los ciudadanos marroquíes voten en España, siguen siendo muy remotas. Pero el PSOE se contenta con mendigar el voto de los naturalizados españoles: unas cuantas decenas de miles, las suficientes como para desequilibrar el empate técnico entre PP-PSOE o entre CiU-PSC en Barcelona.
Por el momento, en 2011 y 2012 el voto inmigrante no será crucial, pero en las elecciones generales de 2020 y en las municipales de 2019, sí lo serán pues, no en vano, millones de inmigrantes hoy habrán pasado a disfrutar de la nacionalidad española. Ése es el futuro y ésa es la gran tragedia: que las próximas elecciones de 2012 y 2016 serán las últimas en las que el voto de españoles de origen será decisivo para gobernar en España.
¿Qué implica participar en la vida política española?
En la actualidad –hay que recordarlo- las constituciones de España y Marruecos hacen casi inviable que, al menos a corto plazo, vaya a salir adelante un acuerdo para que la comunidad marroquí residente en España vote en las elecciones municipales. Quienes sí tienen derecho a voto son los marroquíes nacionalizados españoles, no los que siguen teniendo la condición de inmigrantes. No parece viable, pues, que en 2011, los inmigrantes marroquíes puedan votar en las elecciones municipales. Ahora bien, los esfuerzos de los distintos partidos políticos españoles –de derechas, de izquierdas y nacionalistas- para integrar en sus listas a exponentes de la comunidad marroquí tienen como objetivo precisamente captar el voto de los nacionalizados.
En este terreno el gobierno tiene una opacidad de datos absoluta. El gobierno no aporta datos sobre “los nuevos españoles” que en los últimos años han obtenido la nacionalidad. En realidad, no es difícil adquirirla: Todo extranjero que resida legalmente en España puede solicitarla. Los asilados políticos con 5 años de residencia en España, los naturales de países iberoamericanos, Andorra, Filipinas, Guinea Ecuatorial, Portugal y sefardíes con 2 años de residencia en España; los nacidos en territorio español o casados con un nacional, al 1 año de residencia en España; los nacidos fuera de España, de padre o madre que originalmente hubieran sido españoles, un año de residencia en España; quienes hayan estado sujetos legalmente a la tutela, guarda o acogimiento de un ciudadano o institución españoles, durante dos año consecutivos, incluso si continuaran en esta situación en el momento de la solicitud, les basta con un año de residencia en España, además, por supuesto, y éste es el caso al que se acogen las mayoría de inmigrantes “obtener la nacionalidad por consolidación” que consiste en “adquirirla por la posesión y utilización continuada durante diez años, con buena fe y basada en un título inscrito en el Registro Civil”.
Si tenemos en cuenta que el fenómeno migratorio se inició en 1996-7, a medida que pasa el tiempo cada vez mayor número de inmigrantes tienen la posibilidad de dejar de serlo y adquirir la nacionalidad española. Por ejemplo, si en la actualidad existen 7.000.000 de inmigrantes, en 2019, esa cifra, en su totalidad, ya habrá pasado a ser legalmente españoles. Dicho de otra manera: el problema de la inmigración no es tanto un problema presente como de futuro. Por que en 2019, por alta que sea la tasa de abstención de la inmigración, y aunque se mantengan los mismos criterios para conceder el derecho al voto, dentro de 10 años el potencial de voto de la inmigración equivaldrá en cifras absolutas al porcentaje de votos que hoy tienen el PP o el PSOE. Dicho de otra manera: a partir de ahora, progresivamente, se gobernará por la inmigración y si algún partido quiere ocupar la Moncloa y no tiene mayoría absoluta, ya no deberá de contar con un tercer partido como bisagra, sino con el voto inmigrante que decidirá mayorí
as y minorías.
Hoy por hoy, la Constitución de 1978 deja la puerta abierta a que los extranjeros de determinados países ejerzan su derecho a voto, siempre que haya reciprocidad por parte de ese otro país, que debe abrir sus urnas a los españoles allí residentes. No es el caso de Marruecos, país que debería llevar a cabo una complicada reforma constitucional ya que en la actualidad impide participar en los comicios a los ciudadanos extranjeros, ya sea como candidatos o como electores. No hay, pues, posibilidades de reciprocidad. Para que este obstáculo se modificara sería precisa una reforma constitucional en Marruecos.
El voto en unas elecciones estaba hasta ahora vinculado a la nacionalidad: votaban solamente los que ostentaban la nacionalidad española, suponiéndose que los ciudadanos de otras nacionalidades estarían vinculados a la suya propia para ejercer un derecho al voto. Esto, que parecía lógico, ha sido reiteradamente torpedeado por las izquierdas europeas a las que, posteriormente se han sumado los partidos de centro y de centro-derecha, más que nada para evitar no perder esos posibles caladeros de votos.
Para colmo de males, el Parlamento Europeo “recomendó” que se concediera el voto a los inmigrantes que ya hoy pueden hacerlo en Irlanda, Bélgica, Holanda o Dinamarca, aun cuando, Marruecos no tiene tratados de reciprocidad suscritos con esos países. Es interesante recalcar que la constitución marroquí no considera la posibilidad de pérdida de la nacionalidad: es decir, un nacido marroquí siempre seguirá siéndolo a pesar de que lleve pasaporta español, francés o belga…
(c) Ernesto Milá - infokrisis - http://infokrisis.blogia.com - infokrisis@yahoo.es - Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen
El diario ABC, fue el primer medio que advirtió en diciembre lo que nosotros estamos proclamando desde el número 1 de IdentidaD, a saber, que el voto de inmigrantes en la próximas elecciones municipales podrá provocar un vuelco electoral sin precedentes a la vista del incremento del número de extranjeros que podrán votar en las elecciones municipales del 2011.
En efecto, hasta 2008 eran 1.183.496 los inmigrantes que podían ejercer su derecho al voto. En 2012 (si es que la agonía del zapaterismo llega a completar la legislatura) esta cifra se duplicará. Un año antes, en 2011, tendrán lugar las elecciones municipales y 2.250.000 votos procedentes de la inmigración pueden alterar el panorama de muchos ayuntamientos y comunidades autónomas e incluso del mismo Estado.
En las próximas convocatorias electorales, así pues, estarán presentes 600.000 inmigrantes procedentes de países con los que España en los últimos años con los que España ha firmado un convenio de reciprocidad (Colombia, Perú, Islandia, Trinidad y Tobago, Ecuador, Cabo Verde, Chile, Paraguay y Nueva Zelanda). A eso se unen 800.000 rumanos y búlgaros, miembros de pleno derecho de la UE y… ¡oh, maravilla de maravillas! 500.000 hijos y nietos de exiliados que, según la Ley de Memoria Histórica, pueden pedir la nacionalidad española a pesar de no haber pisado jamás España.
Es evidente que el gobierno Zapatero tiene la creencia de que buena parte de todo este contingente les va a votar a ellos, algo evidente en lo que se refiere a los hijos y nietos de la “memoria histórica”, pero no tan claro en lo relativo a los rumanos y búlgaros. Por otra parte, en la actualidad hay más de 500.000 ciudadanos que se durmieron como inmigrantes y que se levantaron como ciudadanos españoles de pleno derecho. Resulta muy difícil saber exactamente si se trata de ciudadanos “integrados” en la sociedad española o simplemente “beneficiarios” de una decisión administrativo y que, siguen identificándose con su país y con sus tradiciones de origen.
PRUNE: la quimera del voto
Mucho más claro lo deben tener los miembros del Partido Renacimiento y Unión de España, PRUNE, salido a la luz pública el pasado mes de noviembre en la emblemática ciudad de Granda. Se trata de un partido islámico que busca el voto inmigrante irrumpirá en las municipales de 2011 para, al menos, plantar la semilla. «Algún día uno de nosotros será alcalde... o ministro», dijo uno de sus portavoces.
Los objetivos del partido son encomiables: afirman buscar sólo la "regeneración moral y ética" de la sociedad española (que falta hace, por cierto). En el futuro pintado por el PRUNE "no tendrán cabida las prácticas usureras en las transacciones comerciales y el interés bancario" y sí "todo aquello que contribuya a la consecución de alcanzar las más altas cotas de participación de la ciudadanía, especialmente los desfavorecidos, en todos los ámbitos de decisión política", con un "absoluto respeto" a la Constitución Española. Lo dicho, encomiables propuestas con las que nadie en sus cabales disentiría, salvo con el espinoso problema de la religión…
En declaraciones a la prensa, su presidente, Mostafa Bakkach El Aamrani, señaló que el PRUNE no es un partido musulmán o islámico, sino que está abierto a "todo el mundo" y especialmente pretende “dar voz a los marginados”, inmigrantes y no inmigrantes.
A pesar de haberse presentado en sociedad en Granada –última capital del reino nazarí- el núcleo originario del partido irradió desde Asturias y afirma estar en vías de constitución delegaciones en Madrid, Barcelona y Valencia, con vistas a presentar candidaturas en las próximas municipales.
Mostafa Bakkach declaró también que el PRUNE no está vinculado a ningún país extranjero a España ni a ningún movimiento religioso, puesto que ha sido constituido por todo tipo de personas con el objetivo de "contribuir democráticamente a la determinación de la política nacional y a la formación de la voluntad política de los ciudadanos". El símbolo del partido es un globo terráqueo que contiene las siglas del partido y del que emergen cinco figuras humanas, un símbolo casi zapateriano.
El viernes 23 de octubre el PRUNE publicó el primer número de su boletín La Ruta, domiciliado en Granada. En las primeras líneas del boletín podía leerse una proclama que empezaba así: “Somos ciudadanos españoles, nuestro país es España, y nuestra constitución es la constitución española, así somos ciudadanos de derecho y hecho, ni de la primera categoría ni de la segunda”. En el mismo boletín se reconocía al Islam “como fuente de principios”, afirmándose que “El PRUNE tendrá en cuenta al Islam en su actuación política, considerándolo como factor determinante para la regeneración moral y ética de la sociedad española”...
En dicho boletín el PRUNE se aferra a la ignorante declaración zapateriana de “España país de las tres culturales”, de ahí que consideren a “España como un estado multiétnico” y reconozcan que los fundadores son inmigrantes nacionalizados españoles. El siguiente artículo comenta los “Hoy os voy a hablar de nuestros problemas como comunidad musulmana en Asturias”: falta un cementerio islámico, ése es todo el problema…
¿Marroquíes en la vida política española?
La iniciativa del PRUNE no es única. La comunidad marroquí inmigrante se está moviendo en los últimos meses. El pasado 13 de noviembre, en Barcelona, distintas asociaciones marroquíes denunciaron las "dificultades" que encuentran cuando intentan participar en la vida política española y pidieron "imparcialidad" a las administraciones e instituciones españolas.
Los reunidos miembros de 55 asociaciones participaban en la primera jornada del II Congreso de Entidades Marroquíes de Cataluña, que impulsan 25 entidades de inmigrantes marroquíes, entre ellas La Llum del Nord, Adib Biladi, Atimca, Averroes y Alkantara. El objetivo del congreso era "superar el objetivo fundacional de las asociaciones de inmigrantes marroquíes, que se han dedicado a dar asistencia laboral, legal y social", e iniciar una nueva fase "en el que las entidades tienen que jugar un papel más activo dentro de la sociedad catalana", según comunicó a los medios el portavoz de La Llum del Nord, Ahmed Benallal quien añadió: "Los catalanes de origen marroquíes tienen que superar el victimismo y empezar a participar en la política activa".
Benallal denunció que las administraciones españolas "dificultan" el acceso de los inmigrantes a la política activa "porque no son imparciales"… Ellos tampoco deben serlo a la vista de que la otra gran asociación de inmigrantes marroquíes, Ibn Batuta, no estuvo presente en el congreso. Ibn Batuta boicoteó la primera edición creando una federación de asociaciones rival a la que convocaba estar jornadas y vinculada directamente al régimen de Marruecos y, concretamente a su ministerio del interior.
Todas estas declaraciones son excesivamente gratuitas como para no recordar que en España, todos los partidos políticos han colocado a candidatos de origen inmigrante en sus listas. Desde el PSC-PSOE hasta el PP y CiU, con la esperanza de atraer el voto marroquí. De todas formas, las declaraciones de todas estas asociaciones marroquíes contrastan con la realidad de la participación política magrebí en las distintas políticas de los países europeos en donde tienen fuertes contingentes de inmigrantes y que puede ser calificada con una sola palabra: nula.
Tanto en Alemania, como en Francia, como en el Reino Unido o en Holanda, la inmigración magrebí tradicionalmente se inhibe de la política de cada país, como si eso no fuera con ellos. En cuanto a las asociaciones magrebíes en Europa su única función consiste en reclamar más y más fondos para la “integración”, y por supuesto, para garantizar los sueldos de sus liberados y el mantenimiento de sus locales.
Desde el primer número de IdentidaD siempre hemos sostenido que los inmigrantes magrebíes no están en absoluto interesados en la política de los países europeos y se inhiben sistemáticamente. La realidad siempre nos ha dado la razón. Las declaraciones de los inmigrantes marroquíes presentes en el Congreso de Entidades Marroquíes en Catalunya pueden hacer creer que existe un “clamor” de participación política en la comunidad inmigrante… algo que no ha ocurrido en ningún país europeo y que tampoco ocurre en España. Detrás de estas proclamas lo único que existe es el afán de captar fondos y subsidios de la Generalitat. ¿Le extraña a alguien?
El problema de fondo de la inmigración en Europa
Inicialmente, diversos factores en los años 80 hicieron que las izquierdas europeas pensaran en la importación de inmigrantes para compensar las pérdidas electorales que estaban sufriendo e sus bases electorales. La inmigración sustituiría al proletariado europeo.
Por otra parte, desde el gobierno, izquierdas y derechas comprobaron que la llegada masiva de inmigrantes hacía aumentar el PIB, no tanto porque creaba riqueza –que no la creaba- como porque su mera presencia generaba mayor movimiento económico. Además, la inmigración, una vez instalada en Europa, parecía interesarse poco por la política (una bendición para la clase política). Mientras los europeos solían participar y opinar con criterio, los recién llegados se contentaban solamente con pedir “subsidios para la integración”. Y era presumible que sus hijos serían tan sumisos como sus padres y, de paso, resolverían la crepuscular demografía europea con generaciones de sumisos que jamás se interesarían por la universidad ni, por tanto, aspirarían a puestos dirigentes…
Diez años después, todo esto se empezaba a torcer: parte de la población europea empezaba a estar alarmada. La inmigración no se integraba, creaba guetos a partir de barrios en los que su presencia masiva hizo imposible la convivencia y se produjeron fenómenos de limpieza étnica que literalmente vaciaron zonas enteras de las grandes ciudades. Pronto, los inmigrantes, especialmente magrebíes y andinos, empezaron a entender que la progresía europea tenía un complejo de culpabilidad (motivado por la colonización) que podían explotar en su beneficio. Así la inmigración pasó a estar subsidiada. Bastaba que un inmigrante pusiera delante de un progre la zanahoria de la integración para que éste entrara al trapo y ofreciera más y más subsidios. Esta fiebre terminó afectando también a la derecha.
Bruscamente, la intifada de noviembre del 2005 en Francia, marcó la llegada al punto sin retorno: los inmigrantes, ni se integraban, ni se adaptaban a Europa… era Europa la que debía de adaptarse a ellos, ¿cómo? Con mayores subsidios. Francia, en este terreno ha llegado a subsidiar a familias enteras de polígamos subsaharianos con ¡24 hijos! Todo para evitar el estallido étnico-social… El resultado de esta política de concesiones sin contrapartidas ha sido justamente el contrario: estamos en puertas del estallido étnico-social.
El suculento e improbable caladero islámico: 1.300.000 en España
España llegó tarde al festín. Pero en apenas 10 años recuperó años de retraso. Es a partir del “aznarato” cuando empiezan a llegar inmigrantes. El siguiente presidente de gobierno, Zapatero, estaba obsesionado desde el 2000 con el tema de la inmigración, influido por las ideas multiculturalidad y mestizaje, así como por el deletéreo mensajes implícito en los círculos humanistas-universalistas: “debemos caminar hacia un gobierno mundial, con una sola raza, una sola religión mundial, y sin fronteras”, utopía (mejor, distopía) extremadamente difundida por los progresistas que mamaron parte de su formación intelectual en escritos de la New Age.
El resultado de estas políticas ha sido nefasto. Hoy en España hay, como mínimo, 7.000.000 de inmigrantes de los que, aproximadamente, 1.300.000 son musulmanes. A ellos va dirigido principalmente el mensaje del PRUNE y de todos los partidos mayoritarios que cultivan el voto inmigrante. España será una parte importante en… Eurabia.
Los socialistas fueron los primeros en lanzar la idea de conceder el voto al inmigrante. La excentricidad fue sugerida por Jesús Caldera, vicepresidente ejecutivo de la Fundación Ideas (sic!), a principios de la pasada legislatura y, a partir de julio pasado se está debatiendo con una seriedad pasmosa en los foros socialistas. La idea del “imaginativo” Caldera es que los inmigrantes que residan legalmente y de forma estable en España puedan participar en las elecciones municipales. Caldera cree que “el que da primero da dos veces” y que la “derechona” no se atreverá a votar en contra (lo que es probable). Cuenta además con que el Ministerio de Exteriores improvise aprisa y corriendo convenios de reciprocidad con los países implicados
El Artículo 13.2 de la Constitución prevé que «solamente los españoles serán titulares de los derechos reconocidos en el artículo 23 [votar], salvo lo que, atendiendo a criterios de reciprocidad, pueda establecerse por tratado o ley para el derecho de sufragio activo y pasivo en las elecciones municipales». Sin embargo, éste artículo es el único modificado en 1992 a causa de la firma del Tratado de Maastrich, previéndose que los ciudadanos de la Unión Europea residentes en un Estado miembro del que no sean nacionales tendrán derecho a ser electores y elegibles en las elecciones municipales. Para Caldera bastaría modificar ligeramente esta nueva redacción para que el derecho se hiciera extensible a los no comunitarios.
Con la izquierda entusiasmada por esta posibilidad e incluso con una parte del PP (el inefable Gallardón) en la misma sintonía, pocas resistencias deberían producirse si esta nueva reforma se trasladara al parlamento. Pero aún en ese supuesto los problemas no dejan de estar presentes.
El primero de todos es el desequilibrio entre la comunidad marroquí presente en España (un millón de personas) y la comunidad española presente en Marruecos (5.000 personas). Mientras que el voto de un millón si es decisivo, 5.000 votos poco pueden varias. De ahí que la “reciprocidad” no haría sino trasladar ese desequilibrio a la política real.
En segundo lugar, es difícil que la reciprocidad fuera aprobada por el gobierno marroquí. La Asociación de Trabajadores e Inmigrantes Marroquíes en España (Atime) al ser consultados señalaron que lo complicado de esta propuesta: “A los problemas burocráticos hay que añadir un detalle importante: ni siquiera los que residimos aquí podemos votar en las elecciones de Marruecos”.
Hay un último factor que juega en contra de la propuesta lanzada por la Fundación [malas] Ideas. El comportamiento político de los marroquíes en el exilio económico es excepcionalmente crítico con Mohamed VI al que culpan –con razón- de ser el causante de que hayan tenido que abandonar el país. Los 50 imanes formados en Rabat por los expertos de Mohamed VI en operaciones psicológicas, destinados a predicar en España y el mantenimiento de una red de pequeñas asociaciones de inmigrantes sin apenas seguimiento, no auguran nada bueno para el régimen marroquí que sabe perfectamente que los inmigrantes marroquíes pueden llevar la voz de la oposición al interior de los partidos políticos españoles y, por tanto, debilitar su posición. No, Rabat no está mínimamente interesado en “reciprocidades” de ningún tipo.
¿Entonces? Entonces, las posibilidades de que los ciudadanos marroquíes voten en España, siguen siendo muy remotas. Pero el PSOE se contenta con mendigar el voto de los naturalizados españoles: unas cuantas decenas de miles, las suficientes como para desequilibrar el empate técnico entre PP-PSOE o entre CiU-PSC en Barcelona.
Por el momento, en 2011 y 2012 el voto inmigrante no será crucial, pero en las elecciones generales de 2020 y en las municipales de 2019, sí lo serán pues, no en vano, millones de inmigrantes hoy habrán pasado a disfrutar de la nacionalidad española. Ése es el futuro y ésa es la gran tragedia: que las próximas elecciones de 2012 y 2016 serán las últimas en las que el voto de españoles de origen será decisivo para gobernar en España.
¿Qué implica participar en la vida política española?
En la actualidad –hay que recordarlo- las constituciones de España y Marruecos hacen casi inviable que, al menos a corto plazo, vaya a salir adelante un acuerdo para que la comunidad marroquí residente en España vote en las elecciones municipales. Quienes sí tienen derecho a voto son los marroquíes nacionalizados españoles, no los que siguen teniendo la condición de inmigrantes. No parece viable, pues, que en 2011, los inmigrantes marroquíes puedan votar en las elecciones municipales. Ahora bien, los esfuerzos de los distintos partidos políticos españoles –de derechas, de izquierdas y nacionalistas- para integrar en sus listas a exponentes de la comunidad marroquí tienen como objetivo precisamente captar el voto de los nacionalizados.
En este terreno el gobierno tiene una opacidad de datos absoluta. El gobierno no aporta datos sobre “los nuevos españoles” que en los últimos años han obtenido la nacionalidad. En realidad, no es difícil adquirirla: Todo extranjero que resida legalmente en España puede solicitarla. Los asilados políticos con 5 años de residencia en España, los naturales de países iberoamericanos, Andorra, Filipinas, Guinea Ecuatorial, Portugal y sefardíes con 2 años de residencia en España; los nacidos en territorio español o casados con un nacional, al 1 año de residencia en España; los nacidos fuera de España, de padre o madre que originalmente hubieran sido españoles, un año de residencia en España; quienes hayan estado sujetos legalmente a la tutela, guarda o acogimiento de un ciudadano o institución españoles, durante dos año consecutivos, incluso si continuaran en esta situación en el momento de la solicitud, les basta con un año de residencia en España, además, por supuesto, y éste es el caso al que se acogen las mayoría de inmigrantes “obtener la nacionalidad por consolidación” que consiste en “adquirirla por la posesión y utilización continuada durante diez años, con buena fe y basada en un título inscrito en el Registro Civil”.
Si tenemos en cuenta que el fenómeno migratorio se inició en 1996-7, a medida que pasa el tiempo cada vez mayor número de inmigrantes tienen la posibilidad de dejar de serlo y adquirir la nacionalidad española. Por ejemplo, si en la actualidad existen 7.000.000 de inmigrantes, en 2019, esa cifra, en su totalidad, ya habrá pasado a ser legalmente españoles. Dicho de otra manera: el problema de la inmigración no es tanto un problema presente como de futuro. Por que en 2019, por alta que sea la tasa de abstención de la inmigración, y aunque se mantengan los mismos criterios para conceder el derecho al voto, dentro de 10 años el potencial de voto de la inmigración equivaldrá en cifras absolutas al porcentaje de votos que hoy tienen el PP o el PSOE. Dicho de otra manera: a partir de ahora, progresivamente, se gobernará por la inmigración y si algún partido quiere ocupar la Moncloa y no tiene mayoría absoluta, ya no deberá de contar con un tercer partido como bisagra, sino con el voto inmigrante que decidirá mayorí
as y minorías.
Hoy por hoy, la Constitución de 1978 deja la puerta abierta a que los extranjeros de determinados países ejerzan su derecho a voto, siempre que haya reciprocidad por parte de ese otro país, que debe abrir sus urnas a los españoles allí residentes. No es el caso de Marruecos, país que debería llevar a cabo una complicada reforma constitucional ya que en la actualidad impide participar en los comicios a los ciudadanos extranjeros, ya sea como candidatos o como electores. No hay, pues, posibilidades de reciprocidad. Para que este obstáculo se modificara sería precisa una reforma constitucional en Marruecos.
El voto en unas elecciones estaba hasta ahora vinculado a la nacionalidad: votaban solamente los que ostentaban la nacionalidad española, suponiéndose que los ciudadanos de otras nacionalidades estarían vinculados a la suya propia para ejercer un derecho al voto. Esto, que parecía lógico, ha sido reiteradamente torpedeado por las izquierdas europeas a las que, posteriormente se han sumado los partidos de centro y de centro-derecha, más que nada para evitar no perder esos posibles caladeros de votos.
Para colmo de males, el Parlamento Europeo “recomendó” que se concediera el voto a los inmigrantes que ya hoy pueden hacerlo en Irlanda, Bélgica, Holanda o Dinamarca, aun cuando, Marruecos no tiene tratados de reciprocidad suscritos con esos países. Es interesante recalcar que la constitución marroquí no considera la posibilidad de pérdida de la nacionalidad: es decir, un nacido marroquí siempre seguirá siéndolo a pesar de que lleve pasaporta español, francés o belga…
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