jueves, 14 de octubre de 2010

El drama, la conmoción generada en Castelldefels y la inmigración andina

Infokrisis.- Vaya por delante que la muerte de cualquier ser humano es un drama para él (que pierde todo lo que tiene) y para la comunidad (que se enfrente al destino de lo humano, la muerte) pero nos equivocaríamos si pensáramos que producida una muerte no es bueno reflexionar sobre ella para extraer algunas conclusiones. El impacto que ha provocado la muerte de 12 personas en la estación de tren de Castelldefels es un drama sin precedentes en Catalunya pero que vale la pena tener presente. [Tras concluir este artículo se ha anunciado que las 14 víctimas del terrible accidente son inmigrantes de origen andino, lo que trágicamente, refuerza todavía más la tesis de este artículo]

Aquí no se ha producido ni error técnico, ni falta de señalización, ni error humano del conductor del ferrocarril que se los llevó por delante. Se ha producido simplemente un desprecio por parte de los fallecidos de la más mínima norma de comportamiento en una estación: ¿a quién se le ocurre cruzar una vía de tren en una estación, sin mirar a derecha e izquierda? Todos, absolutamente, tenemos tendencia cuando cruzamos una vía a mirar a derecha e izquierda. La posibilidad de ser triturados por un convoy ha generado en el imaginario colectivo de todos los españoles la prevención de mirar… haya o no haya señal de alerta.

¿Qué ha hecho posible que 12 personas murieran convertidas en picadillo (la consellera de sanidad ha aludido a que los restos habían quedado completamente descuartizados)? La misma consellera lo ha dejado intuir: “la noche de Sant Joan”… eufemismo piadoso para aludir a la “alegría” alcohólica que recorre esa noche. Así pues, el problema era el alcohol… a fin de cuentas el alcohol. Pero había más problemas.

Sobre 12 muertos, 8 eran ecuatorianos. Incluso entre la comunidad inmigrante residente en Barcelona, los ecuatorianos son una minoría. ¿Cómo es posible que el 66% de los muertos hayan sido ecuatorianos? Es simple: porque los andinos tienen unas tasas de alcoholismo superiores a cualquier otra comunidad. No es xenofobia ni racismo… es la realidad que conocen todos los que han trabajado con andinos en alguna ocasión.

Además, llueve sobre mojado: el 4 de enero de 2001 los titulares de la prensa nacional registraron un trágico accidente donde habían muerto 12 personas…. En realidad se trataba de 12 inmigrantes ecuatorianos ilegales que viajaban en una furgoneta y que, por algún motivo se atascaron en una vía de tren: el convoy que pasaba en ese momento los trituró. Eran los primeros tiempos de la inmigración, aquellos tiempos en los que la inmigración era intocable y, por el hecho de serlo, los inmigrantes siempre eran víctimas y siempre tenían razón.

Aquel luctuoso accidente sirvió para que “los inmigrantes ecuatorianos se hicieran visibles”. La “visibilidad” costó 12 muertos… No existe ni un solo dato que indujera a pensar que el conductor o los pasajeros iban alcoholizados, sin embargo, a nadie se le escapa que lo normal al cruzar una vía de tren es mirar a derecha e izquierda, si no lo hicieron fue por algo. Por nuestra parte hacía ya algunos años que habíamos trabajado y contratado a ecuatorianos y sabíamos que su “tradición antropológica” les hacía propensos a beber en grupo. Mejor dicho: a beber hasta que se agota el alcohol.



Debió pasar un año para que el 4 de noviembre de 2002 seis ecuatorianos –repetimos, seis- murieran en Barcelona (concretamente en Santa Coloma de Gramanet) en el curso de una fiesta. Se acabó el alcohol y siguieron bebiendo… anticongelante que confundieron con moscatel.

La noticia era tan increíble que inicialmente los medios de comunicación prefirieron hablar de “bebidas alcohólicas adulteradas”, causando la consiguiente alarma en la población. Solamente tras realizar las autopsias y después de la declaración de uno de los intoxicados que sobrevivió, se supo que simplemente habían bebido líquido anticongelante al confundirlo con vino dulce un viernes por la tarde.

Los ecuatorianos implicados acudieron a unas casas abandonadas y a punto de ser derruidas situadas en los número 71-75 de la calle Verdi de Santa Coloma de Gramenet para intentar rescatar algún mueble viejo. Una vez allí, vieron una botella abandonada con una etiqueta de vino moscatel que contenía un líquido transparente de color azul-verdoso. Se la bebieron –añadieron los medios- “para celebrar la tradicional «castanyada», confiados que, en realidad, contenía moscatel”… Seis muertos y dos intoxicados más.

Sería absurdo no recordar que los andinos tienen un problema con el alcohol. Así como los islamistas no beben alcohol por imperativo religioso (si bien la poesía andalusí sería incomprensible sin las intoxicaciones por vino de dátil, pues no en vano Mahoma prohibió solamente el vino de viña…), los andinos –siguiendo los pasos de los indios norteamericanos- suelen consumir ingentes cantidades de alcohol y eso ha hecho que en los últimos 14 años alteraran algunas de las constantes antropológicas y culturales de nuestro país.

¿Por qué han aumentado los accidentes laborales en los últimos catorce años? ¿Por qué han aumentado la inseguridad vial y aumentaron los muertos en carretera en este período hasta el punto de hacer necesarias sucesivas reformas de la legislación sobre circulación? ¿Por qué han aumentado los incidentes en discotecas que han ocasionado en Barcelona la muerte de algún ecuatoriano en el Port Vell? ¿Por qué ha aumentado la violencia doméstica?

Cuando ocurren todo este tipo de fenómenos es evidente que no se debe a la casualidad sino que ha aparecido algún factor nuevo en la sociedad española que ha generado este tipo de incidentes. El único elemento nuevo que ha aparecido en la sociología de España en estos últimos 14 años ha sido la llegada masiva de inmigrantes a nuestro país. Esta consideración no puede ser tachada de “xenófoba o racista” sino de “científica”: los fenómenos en sociología se producen como en física, cuando se alteran las condiciones normales en un sistema dado.

Andinos y alcoholismo: mala combinación. Totana como precedente y casi diez años después Castelldefels. Y entre ambos incidentes la sensación de que los andinos consumen demasiado alcohol, que no se controlan cuando consumen alcohol y que se convierten en una fuente de problemas a partir del momento en que prueban el alcohol.

Lo luctuoso del incidente de Castelldefels no puede desvincularse del hecho cierto de que la mayoría de los muertos eran ecuatorianos. El dolor y la conmoción no pueden impedir reconocer la verdad. Los “progres” sacarán como conclusión que hay que colocar vallas, que hay que señalizar mejor las prohibiciones de cruzar las vías en las estaciones y que hay que repatriar con cargo a los presupuesto generales del Estado los restos de las víctimas o nacionalizar a sus deudos después de indemnizarlos por algo que ni a sus deudos ni a los míos indemnizarían en el caso de que nos ocurriera. Ya se ha hecho antes, así que es previsible que el muy progresista tripartito catalán vuelva a seguir esos mismos pasos…


Pero hay que ser positivos y extraer de cualquier tragedia alguna consecuencia para que no vuelva a repetirse y en este caso es fácil hacerlo: campañas contra el alcoholismo orientados a los ciudadanos de origen andino (“no es más macho quien bebe más, sino quien se entera de por donde anda”, por ejemplo). Negarse a mirar de frente el problema es garantía de que se vuelva a reproducir en cualquier próxima festividad. Y, por supuesto, no renovar el permiso de residencia ni de trabajo a todo aquel inmigrante que haya dado muestras en alguna ocasión de alcoholismo. Otra cosa sería negar dos evidencias: que tenemos un problema porque ha llegado una inmigración que estadísticamente altera las constantes de nuestra sociedad y que si hay una inmigración que quiere celebrar Sant Joan cruzando una vía de manera suicida que lo hagan en su país y traumaticen a su sociedad. No a la nuestra.

Espero que los progres bienpensantes no tachen este escrito de “xenófobo y racista” sino que aporten cifras y datos explicando que la tesis aquí presentada –a saber, que la inmigración ha alterado negativamente todas nuestras constantes antropológicas y culturales en los últimos 14 años- es falso. Y creo que lo tienen crudo.

Que el dolor y la conmoción no impidan reconocer la realidad porque estamos hartos de portavoces gilipollescos del gobierno que, ante cualquier drama, insisten en que “no puede legislarse en caliente”, y que son, a la vez, incapaces de legislar en frío.

© Ernest Milà – infoKrisis – infoKrisis@yahoo.es – http://infokrisis.blogia.com – Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen y autor.