lunes, 16 de octubre de 2023

EL VERDADERO ESTADO DE LA NACIÓN (9): EL TRABAJO, ES UN BIEN QUE SE EXTINGUE

Nos aproximamos -estamos ya embarcados- en una época sin precedentes en la que la destrucción de empleo operada por las nuevas tecnologías, va a ser mucho mayor a la creación de empleo propia de cualquier revolución industrial anterior. Los empleos que se van a crear durante esta cuarta revolución industrial (revolución protagonizada por la robótica, la ingeniería genética, la nanotecnología, la inteligencia artificial y las nuevas tecnologías de la comunicación) van a ser muchos miles, desde luego, pero todos ellos vinculados a determinadas profesiones relacionadas con carreras de carácter técnico y científico, pero los que se perderán serán cientos de miles. Los empleos para cuyo desempeño no haga falta disponer de una alta cualificación laboral (en el sector de la construcción, en el sector hostelero, en el campo, en el sector transportes, etc.) van a ser destruidos por robots, drones, automoción guiada por GPS, etc. Hoy ya estamos en esa deriva.


Solamente entre reponedores y cajeros de supers, entre transportistas que trabajan en logística y en el sector del comercio electrónico, entre taxistas y conductores, se calcula que se van a destruir en pocos años, en todo el mundo y en cada uno de estos sectores, 300 millones de puestos de trabajo. Más de mil millones de trabajos dejarán de existir en todo el mundo y serán sustituidos por máquinas “inteligentes”, que tan solo requerirán unos miles de técnicos para su reparación, diseño y fabricación. 


Si alguien cree que esta es una visión "futurista", mejor que no se engañe: el futuro está aquí, lo tenemos encima y podía preverse desde hace 10 años. Los gobiernos prefirieron no hacer los deberes y practicar el "optimismo antropológico" en cuestión de empleo... 

La debilidad de España en el terreno económico y la ausencia de una planificación a nivel nacional de los estudios universitarios y de la formación profesional, harán que ni siquiera graduados con un buen nivel de conocimientos y preparación en terrenos como el derecho, la economía, las carreras artísticas, por no hablar de las carreras vinculadas a las humanidades, no tengan ni siquiera la posibilidad de emplearse como reponedores de supers: robots que no coticen a la Seguridad Social y que no cobren salarios, serán sus sustitutos. Los centros de formación profesional seguirán formando albañiles y electricistas, en base a la demanda que han tenido estos sectores en un pasado, pero que ya no volverán a tener en el futuro (cuando el grueso del sector se base en prefabricados). Incluso la Inteligencia Artificial podrá sustituir determinados trabajos técnicos.


Estamos al filo de una “revolución laboral” que promete ser radical y rotunda, ante la cual nuestro país no ha preparado nada, pensando que bastará con subvencionar sine die a los parados y establecer un salario social para parchear la situación. Ni siquiera la seguridad social ha previsto lo que ya hemos comentado sobre el aumento de enfermedades psicológicas y patología sociales que se avecinan, como producto, precisamente, de la inactividad laboral. La necesidad que se hará ineludible de extender un “salario social” a toda la población en paro (se dará, por primera vez en la historia de la humanidad, el caso de personas que nunca hayan trabajado ni un solo día en su vida) aumentará la deuda pública de los Estados hasta situarle ante la quiebra. De ahí que las medidas “malthusianas” tomadas por la ONU y la UNESCO y trasladadas a los Estados Nacionales en las normas de la Agenda 2030, tiendan a una reducción de la población para lograr que vaya disminuyendo el número de subsidiados y, por tanto, el volumen total del “salario social” a pagar.

Hay que tener en cuenta que ese “salario social” no va a permitir vivir dignamente a nadie: solamente se podrá vivir con esa percepción a condición de vivir con los padres o heredar casa paterna, a condición de aceptar vivir varias personas en una misma vivienda, aceptando una serie de gastos mínimos (conexión a Internet, comida basura, y poco más). El tiempo se dedicará a la inmersión en los “mundos virtuales” (mucho más satisfactorios que los reales), al entertaintment, al consumo de pornografía en Internet o a la utilización de drogas sedantes (aunque tiendan a abrir la llave de distintas patologías mentales). Ese es el futuro que espera a la mayor parte de nuestra juventud y que ya había sido descrito desde mediados de los 80 en la literatura cyberpunk: “máxima tecnología, mínimo nivel de vida”. 


La web más querida por el ministerio de "trabajo, migraciones y seguridad social": un simulador de "ingreso mínimo vital"... o cómo dar algo a cambio de nada. Genera natural alegría entre los receptores y sensación de que el gobierno "hace su trabajo" cuando, en realidad, lo que está haciendo es eludir el problema de cómo resolver la pérdida de puestos de trabajo y ampliar las bolsas de pobreza.

Resulta significativo que en las recientes elecciones generales que tuvieron lugar en junio de 2023, ningún partido, en ningún lugar de su programa, abordase esta materia a pesar de ser -junto con la deuda pública, la inflación y la inseguridad ciudadana- el problema más agudo que vamos a tener que afrontar en los próximos años. El porqué de esta omisión es muy simple: ningún partido mayoritario tiene la menor idea -más allá del “salario social” y de la miseria que implica- sobre cómo afrontar la cuestión. Pero la cuestión está ahí, a la vuelta de la esquina y va a caer sobre nuestras cabezas a lo largo de esta década. Vale la pena no olvidarlo.

El problema que tiene la actual clase política de los partidos mayoritarios es que no puede afrontar tantas crisis al mismo tiempo. Resulta imposible afrontar el problema de la deuda y, al mismo tiempo, pensar en pagar un “salario social universal”. Resulta imposible planificar salidas educativas y repensar el futuro económico de España, cuando la soberanía económica ya no está en manos de los poderes públicos. No es posible adoptar medidas a causa de las cortapisas que presentan la globalización por un lado y nuestra adhesión a la Unión Europea (en la que, desde el principio, España ha sido el “gran mudo”, permitiendo que, nuestro papel en la Unión que debía ser convertirnos en el “granero de Europa” (ya que el eje franco-alemán nos había arrojado a la periferia a través de la “reconversión industrial” que nos amputó de casi toda la industria estratégica), se dilapidara en favor de países del Magreb, Estado de Israel, Sudáfrica o, incluso, China, ante el silencio de los distintos gobiernos españoles que podían haber vetado tales acuerdos, pero que no lo hicieron (claro está que, por miedo a que la UE dejara de comprar deuda española o cortara el suministro de fondos que, una vez aquí, dilapidaba alegremente la clase política).


Mas "ingreso mínimo vital" no quiere decir que se resuelva algo más que algunos gastos para los perceptores: lo que implica es un crecimiento de la pobreza. Y España, en este terreno, lo demuestra sin discusión posible.

Por otra parte, este cambio tecnológico era previsible desde, al menos una década: era el tiempo necesario para acometer reformas en la educación y en la enseñanza universitaria, en la estructura industrial y económica del país. Eran los años en los que debía planificarse el futuro, en lugar de sufrirlo. En España hay inteligencia, creatividad y proyectos suficientes para afrontar esa nueva vía: pero era preciso que el Estado fuera consciente, al menos, de su existencia y se preocupara por aportarle créditos y facilidades, que reformara los planes de estudio y, sobre todo, que fuera sincero, que redujera las plazas en determinadas carreras que no iban a poder absorber a más de un 10% de graduados, cerrara facultades enteras, reconvirtiera la enseñanza desde la preescolar, diera un fuerte impulso a una formación profesional de nuevo cuño mediante algo parecido a lo que, en su momento, fueron las “universidades laborales” -en lugar de los pequeños chiringuitos subsidiados- y sobre todo, planificara el futuro y adaptara el país -por encima de las luchas partidarias y por encima del cortoplacismo- a una época de cambios bruscos y continuos, pero previsibles y ante los que eran precisas nuevas fórmulas.

Pero la partidocracia permaneció ajena a todo esto. Se limitó a glosar lo que la Agenda 2030 le instaba a glosar: las “energías renovables”, la “transición energética” y demás eslóganes que sólo desembocaban en aplicaciones prácticas discutibles. La privatización de la formación profesional, su entrega a sindicatos y a centros privados de dimensiones minúsculas interesados solamente por el nivel de ingresos que generan cursos, en su mayoría inservibles para obtener tanto cualificación profesional como un empleo, ha ido consumiendo tiempo y fondos. Hoy, da la sensación de que ya es demasiado tarde para adoptar medidas formativas ante los nuevos rasgos que va a tener el mercado laboral. El Estado parece querer que sigan llegando inmigrantes para cubrir puestos de trabajo que ni siquiera existirán de aquí a unos años, meses incluso, formar a jóvenes en carreras y oficios en desuso, sin salidas laborables, o que se extinguirán en breve; alardear de nuestra “población universitaria”, licenciada en carreras y titulaciones que nadie demanda o que están sobresaturadas o que, dentro de poco, serán ejercidas por IA.

Lo cierto, a día de hoy, es que ningún partido mayoritario es capaz de proponer medidas realistas para adecuar el mercado laboral al mundo de dentro de un lustro.

No es un problema de "ciclos laborales". Cada vez más las fases de pérdida de empleo tienen más intensidad y profundidad que las fases de bonanza laboral. En los próximos cinco años, las pérdidas eclipsarán por completo las fases de contratación ascendente.

Tal como está configurada la economía española en estos momentos (con tres sectores clave: turismo, construcción y servicios), la supervivencia económica del país está en entredicho. Hacen falta reformas en profundidad y, por supuesto, el PSOE no va a reconocer que sus reformas educativas emprendidas desde los años 80, han constituido un fracaso lamentable e, incluso, estremecedor, mientras que le timidez del PP para afrontar reformas en este terreno, unido a las orientaciones llegadas de la Unión Europea y de las instancias internacionales (ONU, UNESCO), han terminado por empantanar la situación y hacer imposible cualquier movimiento en no importa que dirección, salvo la que lleva directamente al abismo.


La absoluta imposibilidad para resolver este problema por las vías democráticas ensayadas hasta hoy, permite preguntar: ¿Qué preferís? ¿seguir esperando eternamente a que los partidos políticos adopten medidas cuando el problema sea absolutamente irresoluble? ¿os conformáis con un “salario social” y a recibir algo a cambio de nada? ¿O creéis que la planificación centralizada, el apoyo a la creatividad y al genio -no a la originalidad y al look- la reforma radical de la enseñanza en una dirección absolutamente opuesta a las últimas reformas educativas y es una necesidad ineludible? Necesidad que, por cierto, no han demostrado poder satisfacer los distintos gobiernos y que, ni siquiera en las últimas elecciones han reconocido en sus programas como realmente existente.


El verdadero Estado de la Nación (0): Abandonar la Unión Europea, una urgencia nacional

El verdadero Estado de la Nación (1): España [in]Defensa

El verdadero Estado de la Nación (2): Un sistema político elogiable en su insignificancia

El verdadero Estado de la Nación (3): Ni matrimonio, ni natalidad: animalismo

El verdadero Estado de la Nación (4): Una nación sin identidad y que ha renunciado a la suya propia

El verdadero Estado de la Nación (5): Sin modelo económico desde hace 15 años

El verdadero Estado de la Nación (6): La catástrofe lingüística de un pueblo

El verdadero Estado de la Nación (7): La inseguridad se ha convertido en el pan nuestro de cada día

El verdadero Estado de la Nación (8): El problema irresoluble de la deuda

El verdadero Estado de la Nación (9): El trabajo, un bien que se extingue

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