lunes, 25 de septiembre de 2023

EL VERDADERO ESTADO DE LA NACIÓN: ESPAÑA [in]DEFENSA

No hay defensa nacional posible sin una evaluación objetiva de riesgos y un señalamiento concreto de su procedencia. Cuando se intenta elaborar un plan de defensa contemplando especialmente las orientaciones adoptadas por otros países, o por organizaciones internacionales en las que se participa, ese plan estará viciado de partida. Un defensa nacional, en tanto que “nacional”, deberá contemplar la protección de los propios intereses. Porque las relaciones entre Estados se miden en términos de “intereses”. Desde principios de los años 70, la defensa nacional del Estado Español ha estado cada vez más hipotecada a intereses que nada tenían que ver con la nación española.

De hecho, el punto de inflexión lo marcó la renuncia del gobierno español a dotarse de armas nucleares. Un país con armamento nuclear, por el mismo hecho de disponer de tecnología suficiente para elaborar ese tipo de armas, es respetado. De no disponer de armas nucleares, Corea del Norte hace tiempo que habría sufrido el mismo destino que Afganistán o Iraq. Si Rusia no dispusiera de armamento nuclear en estos momentos, hace tiempo que su gobierno habría sido derribado por intervenciones extranjeras o, simplemente, invadido con cualquier pretexto.

Vale la pena recordar que el proyecto de dotar a España de un pequeño arsenal nuclear disuasivo partió de Agustín Muñoz Grandes en los años 60. Para su mentalidad estratégica -y estaba en lo cierto- la posesión de un arsenal nuclear garantizaría la soberanía española ante la OTAN y ante los EEUU y la defensa de por vida del eje estratégico Baleares – Gibraltar – Canarias. La guerra de Ifni había demostrado que el material militar enviado por los EEUU no podía utilizarse contra Marruecos, que, en realidad, era el único país que, en esos momentos, estaba matando soldados españoles y cuya voracidad ambicionaba Ceuta, Melilla, las Islas Adyacentes, Canarias, además de Ifni, el Sahara y la región de Cabo Juby que, efectivamente obtuvo.

Así pues, o España se resignaba a una situación neocolonial o bien se convertía en una pieza activa del tablero político mundial. En 1969, ya se habían obtenido algunos gramos de plutonio y el 15 de diciembre de 1973 los investigadores comunicaron al Estado Mayor que España ya tenía capacidad para construir tres bombas nucleares de plutonio al año. El 19 de diciembre, los EEUU fueron informados del plan, en el curso de la entrevista Carrero-Kissinger: el secretario de Estado de EEUU se negó explícitamente a apoyar a España en caso de “agresión exterior” (que sólo podía partir de Marruecos por la cuestión del Sáhara, entonces candente), en respuesta a lo cual, Carrero le informó del estado del plan nuclear español. Kissinger, visiblemente, contrariado, abandonó inmediatamente España. Al día siguiente, Carrero Blanco fue asesinado por ETA. A partir de ese momento, España detuvo el plan, se produjo el abandono del Sáhara después de cinco años de atentados terroristas por parte del Frente Polisario. Y se pidió la adhesión a la OTAN. A partir de entonces ya no hubo posibilidades de una “defensa nacional” eficiente y realista. De hecho, desde entonces el ejército se ha ido convirtiendo en un cuerpo funcionarial más, que ha actuado -sufriendo varios cientos de bajas- en el curso de misiones militares en países completamente desconectados de la defensa de España e, incluso, de la defensa europea y en donde nada se nos había perdido.

En España, desde la transición, las fuerzas armadas, consideradas como el orgullo de otros países, fueron presentadas ante la opinión pública como “golpistas”, “franquistas” y “reaccionarias”. En realidad, lo que ocurría es que los “valores democráticos” (libertad – igualdad – fraternidad) eran completamente inversos a los que se enseñan en las academias militares (orden – autoridad – jerarquía). Esta contradicción se superaba relegando a las fuerzas armadas a una especie de cuerpo funcionarial cuyas misiones, cada vez más, se presentaban como “pacifistas” (“repartir bocadillos” y “apagar incendios”).

De poco ha servido que la industria española estuviera en condiciones de diseñar aviones, vehículos, navíos, y armamento en general que pudieran ser competitivos, porque los distintos gobiernos han preferido comprar armamento en EEUU; y, en cuanto a los “proyectos europeos”, han sido muy limitados en lo que a sistemas militares se refiere.

Para colmo, el tránsito del servicio militar obligatorio al ejército voluntario, se realizó cometiendo infinidad de errores. Durante más de un siglo, el Ejército de había convertido en la “escuela de la nación”, millones de jóvenes que habían llegado a su servicio militar completamente analfabetos, no solamente habían aprendido a leer y escribir, incluso a andar con dignidad, sino que, en muchos casos, aprendieron una profesión. Además, se lograba la intercomunicación y el conocimiento entre las clases sociales. Se endurecía a la juventud, se le enseñaba que, en la vida, además de tener iniciativa, siempre, antes o después, hay que cumplir órdenes. Y valores. Para muchos, su servicio militar fue la gran aventura de su vida, la primera verdadera aventura. Es cierto que no todos tenían el temple necesario para vestir el uniforme y, por tanto, el tránsito del servicio militar obligatorio al ejército profesional tenía cierta justificación. Pero, el gran problema fue, que mientras se producía esta transformación, la enseñanza había quebrado: ya no era capaz de formar jóvenes y de proveerlos de valores instrumentales. Los únicos valores que se enseñan, al ser finalistas, tendieron a “ablandar” a la juventud y sumirla en un universo de pacifismo, universalismo, buenismo, igualitarismo y eclecticismo que, finalmente, terminó “ablandando” a la juventud.

En 1975, el tronco central de las fuerzas armadas formado los tercios de la Legión, la Brigada Paracaidista, la infantería de marina y la división acorazada, garantizaban la defensa del territorio contra enemigos internos y externos. Hoy, la situación es completamente diferente. El ejército de África estaba considerado como el más preparado del mundo en materia de guerra del desierto. Hoy, cuando se exige a los gobiernos que “contengan el gasto público”, la primera partida que se contrae, acaso la única junto con “investigación”, es la de “defensa”.

A esto hay que unir que un “ejército profesional” debería ser un ejército voluntario motivado por valores y por el propio carácter guerrero de sus integrantes. El hecho de que existan caracteres reflexivos, proclives al estudio y a empleos tranquilos, pero también otros jóvenes cuya sangre del pide aventura, entrega, esfuerzos, acción, en una palabra, era un buen argumento contra el servicio militar obligatorio. Pero, el problema fue que las motivaciones para ingresar en el ejército, incluso para esos jóvenes, eran pocas: sueldo bajo, tiempo de permanencia corto, ningún tipo de privilegio a la hora de entrar en cuerpos policiales o de seguridad, nada absolutamente. No es raro que se retrajeran las incorporaciones, mientras que, como estímulo se ofrecía a inmigrantes ingresar en filas para adquirir la nacionalidad española. El resultado ha sido que, en determinadas unidades, que en otro tiempo eran de élite, existe tropa de todos los orígenes y hay que dudar de que todos tengan la misma motivación y, por lo tanto, idéntica eficiencia en combate.

Queda el punto del armamento. La industria armamentística es una industria que arrastra a otros sectores industriales. Siempre, la investigación en materia militar ha generado aplicaciones civiles y esto hace posible progreso económico. Tener una fuerte y competitiva industria militar supone invertir en un sector de altísimo valor añadido. Pero, para eso hace falta que el gobierno la apoye (y no solo en defensa, sino en exteriores, en enseñanza, en cultura). España ha demostrado que podía hacerlo, especialmente en materia de aviación (aviones CASA 295, de los que se han vendido a otros países 192 unidades, CASA 212, de los que se han vendido 477, entrenadores Aviojet de los que se han construido 143 unidades, etc), en materia de construcción naval, en vehículos todo terreno o en armamento ligero). En el tardofranquismo, los proyectos, especialmente en el terreno de la aviación de combate, que se habilitaron, eran particularmente ambiciosos (especialmente el HA-500 Alacrán, o helicópteros de combate). Se abandonaron en los primeros años de la transición.

En el momento actual la industria militar española sigue existiendo… pero está en su mayor parte en manos de empresas extranjeras (CASA que había englobado a Hispano Aviación, es hoy propiedad de la holandesa Airbus). 

A esto habría que añadir, finalmente, que no siempre los altos cargos militares son elegidos por su capacidad de mando, su visión estratégica o su ascendiente sobre la oficialidad y la tropa, sino por criterios exclusivamente políticos. Durante estos últimos 40 años hemos visto como los distintos gobiernos de derechas o de izquierdas, situaban a ministros de defensa que nunca jamás habían tenido la más mínima noción de lo que es “defensa” o eran incapaces de entender la diferencia entre “estrategia” y “táctica” o la necesidad de elaborar planes de defensa. Recordamos, por ejemplo, a la malograda ministra Chacón colocada en el cargo por Zapatero simplemente por el hecho de que una mujer embarazada pasando revista a las tropas era la garantía de una imagen distribuida a nivel mundial…

Así pues, cabe preguntarse si, en las actuales circunstancias, existen posibilidades de “defender la nación”. La realidad es que Marruecos se está armando a mayor velocidad que España, que está cultivando mucho mejor sus relaciones con los EEUU y que, en caso de conflicto, hoy, el Pentágono cuenta más con las bases en Marruecos (el Africom, mando del Pentágono para África, está allí instalado) que con España que, a fin de cuentas, es miembro de la OTAN y hará lo que la OTAN le ordene que haga. Y, desde luego, la OTAN no va a participar en ninguna acción de defensa conjunto frente a Marruecos en caso de crisis.

En la actualidad, el peligro soviético no existe. Por lo tanto, nuestra presencia en la OTAN es ociosa; lo que sí existe es un riesgo de conflicto con Marruecos (que existirá mientras en el Salón del Trono del Palacio de Rabat siga mostrándose un tapiz con los límites del “Gran Marruecos” que incluyen los territorios de Ceuta Melilla, Canarias y las Islas Adyacentes) y el peligro generado por el “enemigo interior” (fundamentalmente, el islamismo radical, pero también bandas étnicas que irán evolucionando como lo han hecho en otros países europeos -Francia y Suecia, especialmente- accediendo a armamento automático ligero, granadas de mano, financiadas por los beneficios obtenidos por la delincuencia). Y ese “enemigo interior” ya ha desbordado la capacidad de las fuerzas de orden público en Francia, controla más de dos mil zonas en todo el país en los que la República Francesa ha desaparecido y en donde ya no existe “estado de derecho” ni posibilidades de reimplantarlo. Están en manos de bandas étnicas. Pues bien, este es el camino que estamos recorriendo también en España, con el agravante de que aquí, incluso, estas “bandas” están mucho más diversificadas que en otros países europeos, al existir una notabilísima presencia andina proclive a la formación de estas “bandas”.

Así pues, la pregunta a realizar, no es si podemos hablar con propiedad de una “defensa” que asegure nuestra integridad territorial (cuestión a la que ya hemos contestado con un “no”), sino hasta qué punto, en caso de crisis, las fuerzas armadas podrían garantizar la integridad del Estado. Y la respuesta no está en absoluto clara. Para que las FFAA puedan cumplir su misión, hace falta que exista una “voluntad política” de que la cumplan. Y ni el bloque de izquierdas, ni siquiera el bloque derechas parece tener muy clara tal voluntad y lo que implica.


El verdadero Estado de la Nación (0): Abandonar la Unión Europea, una urgencia nacional

El verdadero Estado de la Nación (1): España [in]Defensa

El verdadero Estado de la Nación (2): Un sistema político elogiable en su insignificancia

El verdadero Estado de la Nación (3): Ni matrimonio, ni natalidad: animalismo

El verdadero Estado de la Nación (4): Una nación sin identidad y que ha renunciado a la suya propia

El verdadero Estado de la Nación (5): Sin modelo económico desde hace 15 años

El verdadero Estado de la Nación (6): La catástrofe lingüística de un pueblo

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El verdadero Estado de la Nación (8): El problema irresoluble de la deuda

El verdadero Estado de la Nación (9): El trabajo, un bien que se extingue

El verdadero Estado de la Nación (10): Las pretensiones del colectivo LGTBIQ+

El verdadero Estado de la Nación (11): Instituciones internacionales olvidables y responsables

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