Me quejo de que
España ha llegado a una situación en la que nada de lo que se haga o se deje de
hacer supondrá una mejora en la situación. Claro está que las cosas podrían
mejorar, pero difícilmente con los candidatos y con las opciones que
eventualmente se presentarían. Me quejo de que, tanto el PP como el PSOE se
presentarán como las alternativas, aun cuando ambos los grandes responsables de
habernos llevado al actual callejón sin salida. Y en cuanto a otras opciones,
si es que las hay, unas, o son muy pequeñas como para pensar que podrían
mejorar algo, otras son demasiado ambiguas y otras, simplemente, son basura y/o
más de lo mismo. Esto si hay elecciones:
no hay a quien votar sin reservas mentales. Y si no las hay es peor porque el tipo que está gobernando,
ni ha salido de las urnas, ni tiene capacidad, ni siquiera da la sensación de
que sepa lo que está haciendo.
Claro está que Pedro Sánchez es el primero en reconocer que
si convoca elecciones para mañana, las pierde. Pero tampoco puede seguir adelante
en las actuales circunstancias parlamentarias, cuando solamente puede contar
con la minoría de su grupo parlamentario y cualquier iniciativa legislativa que
tome se la tumbará el resto. Una cosa es
derribar al PP mediante una moción de censura a lo Frankenstein, y otra muy
distinta hacer de los distintos cadáveres parlamentarios un nuevo monstruo para
gobernar. Ni Sánchez tiene talla
para hacerlo, ni el resto de partidos le van a allanar la tarea (porque
cualquier voto que pudiera recuperar el PSOE lo perderían ellos). Así se
entiende que ayer perdiera su primera votación parlamentaria quedándose con los
escuálidos 84 votos de su partido y poco más.
¿Qué pretende Sánchez
yendo de don Tancredo hasta “agotar la legislatura”? Sólo mejorar su posición.
Si hace algo, por pequeño que sea, la empeorará: no puede llegar a un
acuerdo con los independentistas catalanes, porque estos a medida que huelen
debilidad, se radicalizan aún más y si cede un poco se le rompe el propio
gobierno (Borrell diría adiós y con él, quizás un par de millones de votos).
Luego está el problema de la inmigración, porque, puestos a oler debilidad, los
africanos son los primeros que la han detectado y toda la miseria y el
salvajismo está mirando hacia España a la vista de que las puertas de Italia se
le han cerrado, en Grecia no hay subsidios suficientes, Portugal anda
descolgado mirando al Atlántico, el Reino Unido y Francia están saturados de
inmigración y con fuertes opciones antiinmigración, Alemania es consciente de
que ha llegado demasiado lejos en la materia y solamente un tonto sigue
defendiendo tonterías sobre “los refugiados”, “el derecho a la libre
circulación de personas” y la “multiculturalidad”. Mirad a La Moncloa y veréis
quién es el tonto. Además, en un país en el que no existe reacción pública ante
la inmigración e incluso los medios de comunicación conservadores tienen miedo
de ser tachados de “fascistas” si dicen una sola palabra sobre el tema.
Dicho de otra manera:
1) Las cosas no
pueden seguir como están porque los casi dos años que quedarían hasta “agotar
la legislatura” es un período demasiado dilatada para que un gobierno
permanezca inmovilizado preocupado solamente de mejorar su intención de voto.
2) Las elecciones no
pueden cambiar absolutamente nada porque no hay alternativas claras, todas
resultan, en un momento u otro, altamente incompletas, timoratas o
decepcionantes e incluso contradictorias.
3) Los problemas
enquistados (inmigración masiva, corrupción generalizada, burocracia
autonómica, independentismo catalán, ni-nis, toxicomanías y malos hábitos
sociales, salarios bajos, precariedad laboral, paro residual por encima de
4.000.000, desertización industrial, quiebra de la educación, degradación de la
sanidad), no van a resolverse por sí mismos, sino que se agravarán cada vez
más.
Me quejo, en
definitiva, de que este país, en este momento, no tiene NINGUNA OPCIÓN PARA
SALIR ADELANTE. Ni siquiera tiene un solo motivo para el optimismo: las sombras
amenazadoras son cada vez mayores, las luces inexistentes. Que el
independentismo catalán esté derrotado, no quiere decir que sus protagonistas
se hayan enterado: seguirán, erre que erre, dando la vara en su combate contra
la historia. Que haya pequeñas siglas que claman en el desierto tampoco ayuda
en nada a recuperar la esperanza: todas son minúsculas e, incluso, aun cuando
lograran algún diputadillo –cosa,
improbable- sería como una gota de agua en medio de una bañera. Que quejo de
que no habrá reacción, mientras la sociedad española no se levanta y diga “¡Hasta
aquí hemos llegado!”… y eso, creedme, nunca sucederá, porque este pueblo ya era
apático, abúlico e individualista, antes de que el sistema educativo quebrara,
la capacidad crítica se volatilizara y le quedaran algunas defensas. Hoy,
España está así porque la sociedad española está camino de la playa cuando, en realidad,
necesitaría ser ingresada a toda velocidad en la UVI.