sábado, 28 de julio de 2018

365 QUEJÍOS (90) – ESPAÑA SIN OPCIONES


Me quejo de que España ha llegado a una situación en la que nada de lo que se haga o se deje de hacer supondrá una mejora en la situación. Claro está que las cosas podrían mejorar, pero difícilmente con los candidatos y con las opciones que eventualmente se presentarían. Me quejo de que, tanto el PP como el PSOE se presentarán como las alternativas, aun cuando ambos los grandes responsables de habernos llevado al actual callejón sin salida. Y en cuanto a otras opciones, si es que las hay, unas, o son muy pequeñas como para pensar que podrían mejorar algo, otras son demasiado ambiguas y otras, simplemente, son basura y/o más de lo mismo. Esto si hay elecciones: no hay a quien votar sin reservas mentales. Y si no las hay  es peor porque el tipo que está gobernando, ni ha salido de las urnas, ni tiene capacidad, ni siquiera da la sensación de que sepa lo que está haciendo.

Claro está que Pedro Sánchez es el primero en reconocer que si convoca elecciones para mañana, las pierde. Pero tampoco puede seguir adelante en las actuales circunstancias parlamentarias, cuando solamente puede contar con la minoría de su grupo parlamentario y cualquier iniciativa legislativa que tome se la tumbará el resto. Una cosa es derribar al PP mediante una moción de censura a lo Frankenstein, y otra muy distinta hacer de los distintos cadáveres parlamentarios un nuevo monstruo para gobernar. Ni Sánchez  tiene talla para hacerlo, ni el resto de partidos le van a allanar la tarea (porque cualquier voto que pudiera recuperar el PSOE lo perderían ellos). Así se entiende que ayer perdiera su primera votación parlamentaria quedándose con los escuálidos 84 votos de su partido y poco más.

¿Qué pretende Sánchez yendo de don Tancredo hasta “agotar la legislatura”? Sólo mejorar su posición. Si hace algo, por pequeño que sea, la empeorará: no puede llegar a un acuerdo con los independentistas catalanes, porque estos a medida que huelen debilidad, se radicalizan aún más y si cede un poco se le rompe el propio gobierno (Borrell diría adiós y con él, quizás un par de millones de votos). Luego está el problema de la inmigración, porque, puestos a oler debilidad, los africanos son los primeros que la han detectado y toda la miseria y el salvajismo está mirando hacia España a la vista de que las puertas de Italia se le han cerrado, en Grecia no hay subsidios suficientes, Portugal anda descolgado mirando al Atlántico, el Reino Unido y Francia están saturados de inmigración y con fuertes opciones antiinmigración, Alemania es consciente de que ha llegado demasiado lejos en la materia y solamente un tonto sigue defendiendo tonterías sobre “los refugiados”, “el derecho a la libre circulación de personas” y la “multiculturalidad”. Mirad a La Moncloa y veréis quién es el tonto. Además, en un país en el que no existe reacción pública ante la inmigración e incluso los medios de comunicación conservadores tienen miedo de ser tachados de “fascistas” si dicen una sola palabra sobre el tema.

Dicho de otra manera:

1) Las cosas no pueden seguir como están porque los casi dos años que quedarían hasta “agotar la legislatura” es un período demasiado dilatada para que un gobierno permanezca inmovilizado preocupado solamente de mejorar su intención de voto.

2) Las elecciones no pueden cambiar absolutamente nada porque no hay alternativas claras, todas resultan, en un momento u otro, altamente incompletas, timoratas o decepcionantes e incluso contradictorias.

3) Los problemas enquistados (inmigración masiva, corrupción generalizada, burocracia autonómica, independentismo catalán, ni-nis, toxicomanías y malos hábitos sociales, salarios bajos, precariedad laboral, paro residual por encima de 4.000.000, desertización industrial, quiebra de la educación, degradación de la sanidad), no van a resolverse por sí mismos, sino que se agravarán cada vez más.

Me quejo, en definitiva, de que este país, en este momento, no tiene NINGUNA OPCIÓN PARA SALIR ADELANTE. Ni siquiera tiene un solo motivo para el optimismo: las sombras amenazadoras son cada vez mayores, las luces inexistentes. Que el independentismo catalán esté derrotado, no quiere decir que sus protagonistas se hayan enterado: seguirán, erre que erre, dando la vara en su combate contra la historia. Que haya pequeñas siglas que claman en el desierto tampoco ayuda en nada a recuperar la esperanza: todas son minúsculas e, incluso, aun cuando lograran algún  diputadillo –cosa, improbable- sería como una gota de agua en medio de una bañera. Que quejo de que no habrá reacción, mientras la sociedad española no se levanta y diga “¡Hasta aquí hemos llegado!”… y eso, creedme, nunca sucederá, porque este pueblo ya era apático, abúlico e individualista, antes de que el sistema educativo quebrara, la capacidad crítica se volatilizara y le quedaran algunas defensas. Hoy, España está así porque la sociedad española  está camino de la playa cuando, en realidad, necesitaría ser ingresada a toda velocidad en la UVI.