domingo, 8 de julio de 2018

365 QUEJÍOS (70) - EL MONSTRUO AUTONÓMICO

Un país con 17 autonomías, en algunas con “consejos comarcales”, 40 diputaciones provinciales, 50 provincias, y además un Estado incluido en la Unión Europea constituye un entramado burocrático demasiado grande para un país demasiado pequeño como España. Todos lo reconocen pero ningún partido político se decide a eliminar ninguno de estos escalones. Ni siquiera a reducir su número. Claro que me quejo de esto y me quejo de que en el programa de ningún partido por posibilidades de gobernar esté presente una reducción RADICAL de todo este monstruo que recuerda más al mandarinato que a un Estado moderno.

Joaquín Sabina ha contado en muchas ocasiones que al fallecer su padre, la última cosa que le dijo, como intentando conocer una respuesta misteriosa y cabalística, fue: “¿Para qué sirven las diputaciones provinciales?”. Sirven para hacer lo que no puede hacerse en el marco de una provincia… Bien. Y entonces ¿para qué sirven las autonomías? Recordemos: las autonomías son “gobiernos de proximidad” a los que el Estado delega sus funciones. Nada más. Lo que ocurre es que su nacimiento fue equívoco: inicialmente, en 1977-80 se aludía solamente a las “autonomías históricas” y era raro porque, históricamente, quienes podían reivindicar una autonomía “histórica”, serían el Reino de Navarra, el Reino de Aragón, el Reino de Castilla, el Reino de León… y así sucesivamente. Pero se referían a las autonomías que se alumbraron durante la Segunda República:

- Cataluña: Macià quería la independencia y la proclamó el 14 de abril de 1931. Unos días después costó el envío de diputados catalanes a Barcelona para que le hicieran entrar en razón: Nadie había votado la independencia en Cataluña, ni el Estado Catalán, ni era lo que se había establecido en el Pacto de San Sebastián. Cambió independencia por Generalitat pensando que ésta era el primer paso para la independencia. Cuando las cortes republicanas recortaron el Estatuto de Nuria se quedó in albis, paralizado . Companys, su sucesor, al inicio de la guerra civil se echó en manos de la CNT-FAI. Resultados: descontrol, asesinatos masivos (entre 9.000 y 15.000, muchos de los cuales eran simples venganzas personales) y una incapacidad absoluta para gestionar, no ya la guerra, sino la sociedad.

- País Vasco: el Estatuto fue aprobado el 5 de noviembre de 1933 en Guipúzcoa y Vizcaya, pero rechazado en Álava. Veinte días después, las derechas vencían en las elecciones y el Estatuto quedó, más o menos paralizado. Lerroux lo apoyaba a cambio de que el PNV le apoyara y la CEDA se opuso siempre. Los carlistas propusieron que Álava quedara excluida del estatuto. En febrero del 36 se reanudó la aplicación. En aquellas elecciones el PNV se había presentado con el eslogan: “¡Por la civilización cristiana, por la patria vasca y por la justicia social!”. Claro, el PNV formaba parte de la extrema-derecha de la época, lo que no impidió que tras la entrada de Franco en San Sebastián, el PNV entrara en el gobierno del Frente Popular para, en un alarde de coherencia, negociar luego la paz por separado con los italianos y rendir a sus “gudaris” en Santoña…

- Galicia: se aprobó el Estatuto el 15 de julio de 1936, tres días después estalló la guerra civil. Por cierto, el referéndum que lo aprobó fue calificado, incluso por los partidarios del estatuto, como “santo pucherazo”: en efecto, en una región en la que la reivindicación estaturaria había sido minúscula, las cifras del referéndum fueron de 993.351 votos a favor y 6.161 en contra, votando el 75% del censo electoral. En 1945, el estatuto se aprobó… en México y por parte de una escuálida minoría de diputados, más que nada para justificar la comilona que se regalaron luego.

¿Autonomías históricas? Pfff… esta es la historia. Como para estar orgulloso de ella. Y como en la España de 1977 cualquier descomposición mental que oliera a “libertad” era jaleada entusiásticamente, todos quisieron autonomías, incluso los que nunca las habían pedido, tenido, ni interesado. Suárez las promovió masivamente y nadie con entidad dijo que no.

Sostengo:

1) que la forma de organización Estado-Nación pertenece al pasado y carece de futuro,

2) que si a esta fórmula se le une la de “Estado de las Autonomías” lo que se consigue es introducir el caos en una estructura que ya de por sí hoy es ineficiente.

3) que hay alternativas: las 17 autonomías deberían reducirse a 3 (Cornisa Cantábrica, Antiguo Reino de Aragón, Antiguo Reino de Castilla) con poderes delegados del Estado y sin coñas de que si tal territorio es una “nacionalidad” o no lo es (si la nación-Estado ya no responde a las necesidades del siglo XXI, ¿qué puede pensarse de las “naciones de calderilla”?),

4) Liquidación radical de las diputaciones provinciales.

¿Objetivo? Reducir a la mitad el gasto público en burocracia, lo que supondría liberar a los españoles de cargas fiscales necesarias para mantener todo esto, mayor capacidad para la inversión pública, disminución del endeudamiento, aumento de pensiones y ayudas sociales… Me quejo de que ningún partido “con posibilidades” proponga nada de todo esto.