Un país con 17
autonomías, en algunas con “consejos comarcales”, 40 diputaciones provinciales,
50 provincias, y además un Estado incluido en la Unión Europea constituye un
entramado burocrático demasiado grande para un país demasiado pequeño como
España. Todos lo reconocen pero ningún partido político se decide a
eliminar ninguno de estos escalones. Ni siquiera a reducir su número. Claro que
me quejo de esto y me quejo de que en el
programa de ningún partido por posibilidades de gobernar esté presente una
reducción RADICAL de todo este monstruo que recuerda más al mandarinato que a
un Estado moderno.
Joaquín Sabina ha contado en muchas ocasiones que al
fallecer su padre, la última cosa que le dijo, como intentando conocer una
respuesta misteriosa y cabalística, fue: “¿Para
qué sirven las diputaciones provinciales?”. Sirven para hacer lo que no
puede hacerse en el marco de una provincia… Bien. Y entonces ¿para qué sirven
las autonomías? Recordemos: las autonomías son “gobiernos de proximidad” a los
que el Estado delega sus funciones. Nada más. Lo que ocurre es que su
nacimiento fue equívoco: inicialmente, en 1977-80 se aludía solamente a las “autonomías
históricas” y era raro porque, históricamente, quienes podían reivindicar una
autonomía “histórica”, serían el Reino de Navarra, el Reino de Aragón, el Reino
de Castilla, el Reino de León… y así sucesivamente. Pero se referían a las
autonomías que se alumbraron durante la Segunda República:
- Cataluña: Macià quería la independencia y la proclamó el 14
de abril de 1931. Unos días después costó el envío de diputados catalanes a
Barcelona para que le hicieran entrar en razón: Nadie había votado la
independencia en Cataluña, ni el Estado Catalán, ni era lo que se había
establecido en el Pacto de San Sebastián. Cambió independencia por Generalitat
pensando que ésta era el primer paso para la independencia. Cuando las cortes
republicanas recortaron el Estatuto de Nuria se quedó in albis, paralizado .
Companys, su sucesor, al inicio de la guerra civil se echó en manos de la
CNT-FAI. Resultados: descontrol, asesinatos masivos (entre 9.000 y 15.000,
muchos de los cuales eran simples venganzas personales) y una incapacidad
absoluta para gestionar, no ya la guerra, sino la sociedad.
- País Vasco: el Estatuto fue aprobado el 5 de noviembre de
1933 en Guipúzcoa y Vizcaya, pero rechazado en Álava. Veinte días después, las
derechas vencían en las elecciones y el Estatuto quedó, más o menos paralizado.
Lerroux lo apoyaba a cambio de que el PNV le apoyara y la CEDA se opuso
siempre. Los carlistas propusieron que Álava quedara excluida del estatuto. En
febrero del 36 se reanudó la aplicación. En aquellas elecciones el PNV se había
presentado con el eslogan: “¡Por la
civilización cristiana, por la patria vasca y por la justicia social!”.
Claro, el PNV formaba parte de la extrema-derecha de la época, lo que no
impidió que tras la entrada de Franco en San Sebastián, el PNV entrara en el
gobierno del Frente Popular para, en un alarde de coherencia, negociar luego la
paz por separado con los italianos y rendir a sus “gudaris” en Santoña…
- Galicia: se aprobó el Estatuto el 15 de julio de 1936, tres días
después estalló la guerra civil. Por cierto, el referéndum que lo aprobó fue
calificado, incluso por los partidarios del estatuto, como “santo pucherazo”: en efecto, en una región en la que la
reivindicación estaturaria había sido minúscula, las cifras del referéndum
fueron de 993.351 votos a favor y 6.161 en contra, votando el 75% del censo electoral.
En 1945, el estatuto se aprobó… en México y por parte de una escuálida minoría
de diputados, más que nada para justificar la comilona que se regalaron luego.
¿Autonomías
históricas? Pfff… esta es la historia. Como para estar orgulloso de ella. Y
como en la España de 1977 cualquier descomposición mental que oliera a “libertad”
era jaleada entusiásticamente, todos quisieron autonomías, incluso los que
nunca las habían pedido, tenido, ni interesado. Suárez las promovió masivamente
y nadie con entidad dijo que no.
Sostengo:
1) que la forma de
organización Estado-Nación pertenece al pasado y carece de futuro,
2) que si a esta
fórmula se le une la de “Estado de las Autonomías” lo que se consigue es
introducir el caos en una estructura que ya de por sí hoy es ineficiente.
3) que hay
alternativas: las 17 autonomías deberían reducirse a 3 (Cornisa Cantábrica,
Antiguo Reino de Aragón, Antiguo Reino de Castilla) con poderes delegados del
Estado y sin coñas de que si tal territorio es una “nacionalidad” o no lo es
(si la nación-Estado ya no responde a las necesidades del siglo XXI, ¿qué puede
pensarse de las “naciones de calderilla”?),
4) Liquidación radical
de las diputaciones provinciales.
¿Objetivo? Reducir a
la mitad el gasto público en burocracia, lo que supondría liberar a los
españoles de cargas fiscales necesarias para mantener todo esto, mayor capacidad
para la inversión pública, disminución del endeudamiento, aumento de pensiones
y ayudas sociales… Me quejo de que ningún partido “con posibilidades” proponga
nada de todo esto.