viernes, 6 de julio de 2018

365 QUEJÍOS (68) – FARMACOS QUE NO CURAN


Leo hoy en La Vanguardia digital que el ministerio de sanidad ha retirado un centenar de medicamentos para la tensión. En condiciones normales la noticia ni me hubiera llamado la atención, pero dado que tomo unas pastillas para regular la presión arterial, la cosa era de mi interés porque lo que decía el medio era que “se ha detectado una impureza que podría provocar cáncer”. Si os estáis medicando por hipertensión os sugeriría que miraseis la noticia no sea que os zampando cada mañana cáncer con forma de remedio salvífico. La Vanguardia. Noticia originaria de la AEMPS en éste link  ¿Qué si me quejo? Claro que me quejo: me quejo de que nos vendan productos farmacéuticos que en lugar de sanar generen otras enfermedades.

¡Ah, y lo más bueno! Que la N-Nitrosodimetilamina (NDMA) en casi una veintena de fármacos producidos por prestigiosos laboratorios farmacéuticos ¡ha sido fabricada en China! Claro, como la “marca China” es sinónimo de chapuza, vamos a entregar a China la fabricación de moléculas que deberían sanar…

Durante muchos años he procurado evitar fármacos porque soy consciente de este tipo de problemas: es rigurosamente cierto que una infusión de hojas de olivo remedia, sin más, los problemas de la tensión arterial. De hecho, siempre que he vivido en el campo he procurado recurrir a la medicina natural de la zona y no me ha ido mal. No olvidemos que todos los remedios que se venden en las farmacias tienen principios activos salidos del mundo vegetal. Pero hay dos problemas: el primer de todos que uno ya no vive en el campo y el segundo que en cada época del año, el principio activo varía en cantidad en la naturaleza: No produce el mismo efecto, una infusión de hojas de olivo en verano que en invierno. Es la naturaleza. Y para remediar el problema está la farmacopea que te ofrece productos que tienen siempre la misma composición química y estabilizan lo que no está estabilizado en la naturaleza.

No es la primera vez que los fármacos antihipertensión generan problemas. Hace veinte años, los que estaban en el mercado tenían tendencia en determinados organismo a curar la hipertensión, pero su uso prolongado generaba parkinson. A partir de ese momento, los pacientes eran medicados para remediar esa enfermedad… pero los fármacos de la época parecían afectarles al corazón. Fue así como perdí a un amigo que tenía todavía mucha vida por delante.

Pero en los últimos veinte años parte de la producción farmacéutica internacional se ha trasladado a China. Y luego pasa lo que pasa. China, vale la pena no olvidarlo, es una dictadura en la que cualquier problema que pueda aparecer y que redunde en la pérdida de prestigio de su industria de exportación, puede ser considerada como “traición”, por tanto, fallos de seguridad, introducción de impurezas (como lo que ha ocurrido en este caso), son ignorados deliberadamente por los operarios y los técnicos, no sea que acaben en la mazmorra fría por años acusados de “sabotaje a la producción”.
En alguna otra ocasión he alertado sobre los riesgos de “la marcha China” (de ahí que no frecuente ni bares chinos, ni restaurantes chinos, ni todo a 100 chinos, no es por racismo es porque no quiero comer y utilizar bienes producidos sin el más mínimo respeto ni interés por los usuarios). Y ahora viene esto. También en los fármacos, en lo que debería curarnos, China ha introducido sus productos con el consiguiente efecto: lo que debería servir para curar alguna dolencia no particularmente grave, simplemente, nos apuntilla.

Lo peor es que el producto “posiblemente cancerígeno” (y sabemos lo que implica el “posiblemente” en esta materia) es que había sido aprobada por la FDA (agencia responsable de alimentos, medicamentos, cosméticos, etc) norteamericana en 1996… ¿Y Europa? ¿No tiene nada que decir Europa sobre esta aprobación? ¿Es que Europa debe limitarse a dar vía libre a todo lo que se aprueba en EEUU aun a sabiendas de que los “lobbys” serían capaces de vender a su madre si con ello obtuvieran un beneficio?

Me quejo de no saber ni lo que como, ni siquiera de si los fármacos que deberían curarme pueden generarme nuevas enfermedades.