jueves, 5 de julio de 2018

365 QUEJÍOS (67) – VIDENTES Y DEMAS FAUNA PARANORMAL


Durante muchos años participé en programas de radio que habitualmente se financiaban con publicidad procedente de videntes y demás fauna paranormal. No puedo decir que todos fueran unos farsantes, pero sí que la mayoría habían desarrollado un sexto sentido para saber qué quería la otra persona que le dijera. No percibí en la inmensa mayoría, ni siquiera, una intuición superior a la normal o el desarrollo de alguna cualidad de anticipación. De ahí que me sorprenda el que todavía, a estas alturas, sea frecuente encontrar en revistas e incluso en la calle, publicidad de videntes que le van a arreglar el futuro. Me quejo de que todavía haya ciegos que guíen a ciegos.

El problema es que, los videntes no son solamente una de las muchas coberturas que la sociedad moderna tiene para gentes que no son capaces de andar por sí mismas por la vida y precisan muletas, sino que van acompañados de todo tipo de elementos supersticiosos e irracionales. Una vez más, hay que dar la razón a Oswald Spengler cuando decía que en el momento en el que se produce la caída de una religión tradicional, lo que la sustituye, no es una época de racionalismo, cientifismo y objetividad, sino más bien un tiempo de supersticiones y creencias excéntricas. Es lo que está ocurriendo ahora mismo y ante nuestros ojos.

Se ha dejado de creer en el cura de la parroquia de la esquina. Y he de decir que, a pesar de que hoy permanezca alejado de cualquier religión, en mis primeros años encontré a sacerdotes que eran verdaderos “directores espirituales” y cuyos consejos jamás olvidaré. También tengo que agradecer al catolicismo el que fuera la religión de mis padres y de mis abuelos y que les diera a todos ellos ideales para vivir y esperanza en el momento de la muerte. Pero nada de todo esto tiene que ver con las “nuevas religiones” o con el mundo de la videncia. El término “nuevas religiones” es un simple artificio para evitar pronunciar el nombre maldito: “sectas destructivas” o, lo que es peor “gilipolleces seudoespiritualistas”. Toda la “new age” hay que clasificarla dentro de este amasijo y allí se encuentran: videntes, “terapeutas”, “psicólogos transpersonales”, magos, brujos, grandes maestres e incluso obispos de iglesias virtuales, chamanes, ufólogos, babalaos y un largo, larguísimo etcétera.

La irracionalidad nos ha invadido y los “videntes” son solamente la punta del iceberg. Las “ideologías de género”, por ejemplo, forman parte de esa misma irracionalidad, como muchas de las decisiones de los gobiernos o de las actitudes personales. Hay momentos en la historia en los que la irracionalidad que cada uno de nosotros lleva dentro (porque forma parte de nuestra herencia animal) es modulado, conjurado o contenido por impulsos superiores (hacia la ciencia o hacia la espiritualidad, esto es, hacia las posibilidades de trascender el “ego”). Hay otros momentos en los que los diques se han roto y la marejada de lo irracional lo invade todo. Hoy hemos llegado a esos tiempos.

Conozco videntes que son incapaces de predecir si en un día nublado con relámpagos en el horizonte, va a llover. Conozco gente que me ha intentado vender “castañas mágicas”. He visto como otros han hecho publicidad de “colchones magnéticos”. Gentes que practicaban imposición de manos cuando te dolía un poco la garganta y cinco minutos después, en lugar de estar sanado, tenías 39º de fiebre. He visto “sanadores filipinos” diciendo que curaban el cáncer mediante “operaciones psíquicas”. Chamanes que decían administrar ayahuasca y lo único que hacían era dar LSD con colacao. He conocido estafadores de la peor especie y mariquitas saltarines haciéndose pasar por babalaos bendiciendo barcos o mirando orines y determinando que la culpa de una afección renal era el haber ofendido a Amaterasu diosa del mar. 

He visto tipos que me han tirado los buzios (las caracolas) y que no acertaban ni una. He visto “fisiognomistas” que no eran sino frenólogos con otros nombre y la misma carga de autosuficiencia. He visto echadoras de cartas que han respondido lo primero que les venía a la mente pensando que eso salía de “alguna intuición espiritual profunda”. Y luego les he visto sistemáticamente decir que si algo iba mal en la vida era por un mal de ojo que podía curarse gratis y solamente había que pagar la harina de mandioca, los velones y el polvo de ángel utilizados en la operación. Un fortunón, vaya. 

Y he visto pobres gentes, en el fondo buenas gentes, minusválidos sociales, que picaban y creían en todo esto, así como radios de gran audiencia que permitían estas publicidades. ¿Qué si me quejo? Si, me quejo y también me río de que la superstición ocupe un lugar axial en nuestro mundo. Que quejo de este fraude a la esperanza.