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jueves, 8 de octubre de 2015

Diario de la Desesperanza (XXVIII)


Querido Diario:

Habitualmente ni el mundo es cómo nos gustaría que fuera, ni nuestras vidas salen como hubiéramos deseado. Y sin, embargo, la vida es bella y en el mundo hay lugares maravillosos para reinventarse a sí mismo y reconstruir el propio mundo. Sólo hay que tener voluntad para ello. Pues bien, entre el mundo y la persona, hay otras muchas cosas, algunas de ellas casi imposibles de reformar: una constitución por ejemplo. La española, sin ir más lejos. Que no funciona está claro desde mediados de los años 80 cuando ya era evidente que la corrupción se la estaba comiendo, la partidocracia la había devorado a poco de nacer, víctima de sus propias ambigüedades y de los consensos que existieron sólo diez años antes y seguían manteniéndose no como acuerdos, sino como cadenas que unían a un cuerpo muerto. Hacia finales de los 80, cuando el felipismo ya se había revelado como una lacra inoperante, era el tiempo de reformar la constitución. El PSOE lo no propuso porque en apenas una década sació su hambre de poder y sus ambiciones atrasadas desde 1939. La derecha aspiraba a gestionar aquel negocio en breve y a beneficiarse tanto como lo había hecho el PSOE. En 2004, cuando Aznar deja el poder, la reforma constitucional sigue siendo necesaria, pero ya es imposible. El “caso catalán”, con el Nou Estatut demostró que si se tocaba algún elemento, el conjunto se derrumbaba. Hoy, la gran contradicción, genuinamente española, es que no existe posibilidad de alcanzar ningún consenso para la más mínima reforma constitucional, pero esta constitución es  completamente inoperante y sus tres poderes son más bien tres espectros sutiles incapaces de cumplir sus funciones con un mínimo de eficacia. Lo peor es que algunos partidos “emergentes”, Ciudadanos por ejemplo, centran su proyecto en la defensa de la constitución… El problema que tiene España es que, en las actuales circunstancias, ni puede reinventarse, ni permanecer como está. Y va para largo, no se crean.