Info|krisis.- El resultado de las elecciones
del pasado 24–M ha sido, de todos los posibles, el más perverso y problemático
para el futuro de nuestra nación. Cuando aún ni siquiera se ha resuelto el
entuerto soberanista catalán; cuando Andalucía lleva dos meses sin gobierno y
cuatro desde que Susana Díaz disolvió el parlamento andaluz y convocó nuevas elecciones;
cuando ya las elecciones catalanas se anuncian en el horizonte y, pocas semanas
después, las generales; cuando la situación económica sigue sin resolverse,
España da muestras de cansancio en todos los sentidos, absentismo electoral
creciente, el gobierno cierra acuerdos que aumentan la colonización político–militar
por parte de los EEUU, prosigue acelerada nuestra pérdida de influencia en
Europa, sigue llegando más y más inmigración improductiva, inasimilable y
subsidiada, aumentan las bolas de población próxima al umbral de la pobreza
(una cuarta parte del país) y la presión fiscal solamente sirve para pagar, a
duras penas, los intereses de la deuda, pero en absoluto para disminuirla… es
ahora, con una coyuntura internacional extremadamente desfavorable, cuando las
urnas dan un resultado que convierte el país en una olla de grillos
extraordinariamente inestable, prácticamente imposible de gobernar y
decepcionante para todas las partes, incluso para aquellas nuevas que han
conseguido avanzar e implantarse.
Lo verdaderamente terrible no es
que durante casi cuarenta años nuestro país haya sido presa de bandas de
desaprensivos que, amparados en el voto, lo han saqueado y hayan hecho que,
desde la Corona hasta el último ayuntamiento, la corrupción se haya hecho el
rasgo principal del ciclo histórico iniciado en 1978. Lo terrible es que mucho
antes de que la unidad del Estado se declare oficial e irreversiblemente rota,
ya lo estaba virtualmente desde hace décadas. Lo terrible no es que se hayan
acumulado errores en política económica encadenados (el tratado de adhesión a
la UE firmado por el felipismo, el modelo económico de Aznar, el endeudamiento
como solución torpe del zapaterismo, o la presión fiscal sobre las clases
medias y los salarios de Rajoy), o que no existan luces que indiquen el final
del túnel, ni siquiera la sensación de que las que podrían verse son las que
percibe quien ha caído en el fondo de un pozo del que puede salir… sino que
precisamente, a medida que pasan los días, da la sensación de que ese pozo va
ganando en profundidad y de que cuantos más días pasan más difícil resulta
remontar todos los problemas.