No está muy claro cuál va a ser la repercusión de las elecciones
catalanas, ni siquiera los resultados. Se ignora, por el momento, el efecto que
pueden tener medidas como la amnistía, los casos de corrupción y cómo
reaccionará el electorado nacionalista. Ni siquiera en la derecha están claros
los resultados. Todo empezará a verse más claro cuando se sepa el resultado de
las elecciones vascas (que albergan menos incertidumbres) y cuando se
deshinchen los globos mediáticos sobre el “Caso PSOE” y la respuesta socialista
activando el ventilador de la corrupción (esto es, cuando se vayan conociendo
los alcances jurídicos y penales de ambos casos). Al mismo tiempo, ni siquiera
están claros algunos candidatos que se presentarán (empezando por Puigdemont),
ni mucho menos son creíbles los sondeos publicados. Así pues, vamos a intentar
contemplar distintas hipótesis.
ILLA: ¿SUBIRÁ O BAJARÁ? YA NADA DEPENDE DE ÉL NI DE SU CAMPAÑA
En nuestra opinión Illa es un candidato “tocado” por sus propios
errores durante la pandemia (él mismo dijo que al ser nombrado “ministro de
sanidad”, no tenía ni idea de sanidad y nadie esperaba que se produjera la
llamada “pandemia”) que no afectan solamente al manejo alegre de fondos del
ministerio que se perdieron en mascarillas inservibles, tests igualmente falsos
y material caro, malo y que se destruyó sin exigir devoluciones. Lo peor no
es esto: esto sería, en el peor de los casos, incapacidad para gestionar un
ministerio (algo previsible en un tipo que carecía por completo de
experiencia en gestión y cuyo modesto título de “licenciado en filosofía” no le
ayudaba en nada). Lo peor es que durante la gestión de Illa murió gente.
Entonces, cuando el miedo atenazaba a la sociedad española, estábamos poco
dispuestos a creer que la mayoría de las muertes se debían a la “mala praxis
médica” recomendada por la Organización Mundial de la Salud, pero, desde
entonces, las voces que ya lo advirtieron en aquel momento, se han convertido
en un clamor. Y no, no somos negacionistas: existió pandemia y existió el
virus… pero el mayor crimen fue recomendar unos protocolos que, en lugar de
erradicar el virus cuando aún se podía, tendían a “hundirlo” en los pulmones de
donde ya era imposible erradicarlo. Esa es la tesis que cada día gana más
fuerza y que, en su momento, pocos médicos se atrevieron a denunciar.
Aquella mala gestión, presentada por Sánchez como un “gran éxito”,
fue suficiente para desplazar a Illa al frente del PSC catalán en donde sigue. Ahora queda saber, si en los dos meses y medio que quedan hasta
las elecciones, surgirán nuevas informaciones, tanto sobre el descontrol que
existía en el ministerio de sanidad durante su gestión, como el error de
aplicar protocolos contraproducentes en el trato de la enfermedad. El futuro de
Illa dependerá, en gran medida, de esto, pero, además se le junta otro problema.
EL PRECIO DE LA AMNISTÍA QUE PAGARÁN LOS SOCIALISTAS
El electorado socialista que permanezca fiel al PSC deberá de
aceptar la versión oficial pedrosanchista sobre la oportunidad de conceder la
amnistía: que se trató de una medida para poner el contador a cero, limpiar los
errores del pasado, perdonar delitos de todo tipo a cambio de garantizar la
convivencia. Pero este razonamiento es débil por
dos motivos: el primero de todos, que el contador no está a cero. En realidad, los
independentistas, ahora, están más fuertes que antes: consideran que no
hicieron nada ilegal y, han repetido, por activo y por pasiva, que volverían a
hacerlo. Así pues, los propios independentistas se encargan de desmentir y
desmontar el razonamiento de quien les ha indultado. El segundo motivo es que resulta
demasiado evidente que Sánchez sigue en el poder gracias a los 7 votos de Junts
y que los ha obtenido para alcanzar una escuálida mayoría, obteniendo a
cambio, solamente, la seguridad de mantenerse unos meses más en el poder.
La maniobra ha sido urdida por Sánchez, pero su virrey en Cataluña
es el que tendrá que dar la cara ante su electorado. La duda es si una
cuarta parte de los votos que obtuvo el PSC en las elecciones generales, seguirá
pensando que el PSC era el muro más seguro contra el independentismo, seguirá
fiel a la sigla o se habrá convencido de que el PSC no solamente no es el “muro”,
sino que es el ariete: esto es, el muñeco que, manejado por el
independentismo, consigue abatir, mucho mejor que ellos mismos, las
resistencias de la unidad del Estado. Porque esto es lo que viene produciéndose
desde Pascual Maragall, el hombre, con el cerebro ya desbaratado por la
enfermedad, que se obstinó en la reforma del Estatuto (cuando no existía demanda
social alguna), pacto con ERC y dio origen al problema que actualmente sigue
vivo (y no lo estaba a principios del milenio, salvo en minorías juveniles muy
radicalizadas).
LO IMPORTANTE ES QUIEN SUPERARÁ A QUIEN: ERC A JUNTS O VICEVERSA
El espacio independentista es, literalmente, caótico: ni siquiera
dentro de las dos grandes formaciones (ERC y Junts) se está de acuerdo en lo
que se pretende y mucho menos en cómo conseguirlo. Una nebulosa se percibe en ambos
partidos en sus propuestas. Agitan todavía el tema de la independencia, pero
da la sensación de que lo único que les interesa es liquidar el asunto,
consiguiendo un “referéndum de autodeterminación” (“no vinculante” para unos y “vinculante”
para otros). A diferencia de en 2007, los más lúcidos, dan por sentado que ese
referéndum daría un resultado negativo… pero, al menos, podrán ´decir a su
electorado, “lo hemos intentado”. Pocos son -pocos de los que tienen
neuronas y las utilizan- los que piensan que la independencia de Cataluña es
posible en las actuales circunstancias. El fracaso del “procés”, les ha hecho
meditar… aunque no tengan el valor de afirmarlo públicamente, porque, como se
sabe, el fin de un partido nacionalista/independentista es la independencia y,
si esta no se puede conseguir, ¿para qué existe la sigla?
No vamos a presenciar un debate entre dos programas políticos
realistas, sino entre un programa “posibilista” (el de ERC) que quiere seguir
detentando las riendas de la gencat, y un programa “agresivo” (el de Junts) que
quiere restituir en la presidencia a Puigdemont.
Los dos se declaran “indepes” y quieren convencer a su electorado de que lo
siguen siendo, pero, en realidad, los dos, lo que quieren es tener las más
amplias parcelas de poder para alimentar a sus cuadros. Eso es todo. La duda de
si se producirá el sorpasso de Junts a ERC o si ERC mantendrá la
hegemonía en el jardín indepe, es lo único que está en juego. ¿Referéndum?
Ambos partidos han llegado a la conclusión de que lo mejor es… “jugar y perder”.
LAS FUERZAS NO INDEPENDENTISTAS
Teniendo en cuenta que el PSC juega la carta del equívoco desde la
misma fusión de las distintas ramas del socialismo catalán en la transición, y su
postura “federalista” es tan inviable como la “independentista”, el electorado que
todavía conserva cierto sentido de la realidad nacional e internacional, está
ubicado fuera de los márgenes del ambiguo socialismo catalán. En efecto, nos
estamos refiriendo al PP, a Vox y a los restos de Ciudadanos. El electorado
no independentista y “españolista” o “estatalista”, desearía que estas
formaciones se presentaran bajo una misma etiqueta. De hecho, la lógica
política implica que así debiera ser y que el poder de atracción de un polo así
concebido sería el tercer actor político en Cataluña (tras el bloque
independentista y tras el PSC). ¿O hay que recordar que Ciutadans, fue el
partido más votado en las elecciones regionales de 2017? Y su programa se
reducía a un solo punto: “no al nacionalismo – no al independentismo”.
Por otra parte, la derecha no ha extraído conclusiones de su
derrota en las elecciones generales de 2023 que se debió a presentarse dividida
en dos opciones, lo que permitió que se perdieran “restos” en beneficio del
PSOE y en aplicación de la Ley d’Hondt. Cada uno de los dos partidos cree
que podrá quedar “por delante” del otro en Cataluña. Pero, lo que está
demasiado claro, es que la división de las fuerzas “estatalistas” seguirá siendo
el factor que las suma en la irrelevancia en la política regional.
Si el PP queda por delante de Vox, su dirección podrá alardear de “éxito
electoral” (lo más probable es que aumente el
número de votos, lo que no está tan claro es de dónde procederán esos votos, si
de Vox o de sectores decepcionados con el PSC) y reforzar el previsible avance
que obtenga en las elecciones vascas, en donde las últimas encuestas dan una
pérdida notable de votos al PSOE (en beneficio, por una parte, de Bildu y, por
otra, del PP). Para Vox, quedar por delante del PP supondría mantenerse como
una opción tentadora para los votantes de este último partido que cada vez más quieren
posiciones más claras y menos contemporizadoras.
De todas formas, el gran error y lo que limitará las
posibilidades y los resultados “estatalistas” es su persistencia en desconocer
que solamente un “programa único” podría llevarlos a competir con los dos
otros bloques de la política catalana.
LO QUE SERÍA DESEABLE PARA EL ESTADO
Cataluña es la única reserva importante de votos que le queda a
Pedro Sánchez. Sean cuales sean sus resultados en
el País Vasco, aquella comunidad no puede aportar numéricamente gran cosa al
PSOE. Si Sánchez consigue detener la sangría de votos socialistas catalanes,
corre el riesgo de estabilizar su situación (hoy extremadamente precaria).
Pero, para eso, haría falta que Illa obtuviera un buen resultado y que esto
le permitiera entrar en el gobierno de la gencat, junto a ERC (en caso de
que este último, como es seguro, no obtuviera una mayoría suficiente para
gobernar en solitario).
Desde el punto de vista del “interés nacional” y de la “gobernabilidad
del Estado”, una derrota socialista en Cataluña o, al menos, un descenso
significativo de votos (al que se uniría en apenas un mes, una derrota
previsible y sin paliativos de toda la izquierda europea en las elecciones de
la Unión Europea), es deseable, necesaria y supondría otro golpe de piqueta para
la existencia de la sigla “PSOE”.
Desde que se inició el “procés”, siempre hemos sostenido que la
independencia de Cataluña era completamente imposible, además de inviable.
Cada vez estamos más convencidos de esta afirmación. La situación catalana
está tan degradada, especialmente en materia de orden público y seguridad
ciudadana que, aunque la temática no ocupa el primer plano en los programas de
los partidos, está ahí para quien verla: un tercio de la población catalana
ha nacido fuera de España o son hijos de extranjeros; ya existen zonas en
Cataluña en donde la policía ha sido expulsada y diariamente se repiten
incidentes cuando la policía entra en barrios de Salou, de Tarrasa o incluso en
zonas de la propia Ciudad Condal, las prisiones catalanas están descontroladas
(el asesinato de una cocinera y las protestas de los funcionarios han
exteriorizado la situación de control que ejercen los presos procedentes del
Magreb), Barcelona ya es considerada como una de las ciudades más peligrosas
del mundo… Y todo esto con la policía nacional y la Guardia Civil, literalmente
expulsadas del territorio catalán y con una policía autonómica desbordada y sin
posibilidades de combatir a la delincuencia. A esto se suman los problemas de desindustrialización,
gentrificación, la concentración de la mitad de la población catalana en torno
a la ciudad de Barcelona, con un campo abandonado a su suerte y un gobierno de la
gencat, consciente de todos estos problemas, pero ansioso de comprar la paz
étnico-social mediante subsidios y seguir creyendo que con un certificado de
catalán, los casi dos millones de inmigrantes e hijos de inmigrantes ya están
integrados.
Sin olvidar que Cataluña tiene la tasa de natalidad más baja de
todo el Estado (y el Estado Español una de las más bajas de todo el mundo)… ¿Quién
iba a decir que después de 45 años de “Generalitat de Catalunya” la propia identidad
catalana estaría en trance de desaparecer? Por que ese es el problema real
y de fondo al que se enfrenta la sociedad catalana. Por mucho que se empeñe la
gencat en llamar al engendro creado “Cataluña multicultural”, lo cierto es que,
si es “multicultural” no es “catalana”. Ni siquiera europea. Por eso, siempre
hemos sostenido que una Cataluña independiente tendría muchas más
posibilidades de integrarse en la Liga Árabe que en la UE… Lo dijimos y lo
mantenemos.