INTRODUCCIÓN
La construcción de una versión alternativa a la “oficial” y a los
silencios de PP y PSOE
Como amante de las series, me resulta imposible olvidar aquella
histórica protagonizada por Jeremy Bret, Las aventuras de Sherlock Holmes.
Fue una incitación a leer la obra original de Conan Doyle, publicada en
aquellos mismos años por RBA. En el relato titulado La aventura de la
diadema de berilo, el protagonista, Holmes, pronunciaba su famosa frase: “Una
vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca debe ser
la verdad”. Y esta es la frase que queremos aprovechar para justificar
estas líneas y que no se vea en nosotros una voluntad conspiranoica, tan de
moda como desprestigiada.
Pedimos a los lectores que, sin prejuicios, atiendan nuestros
razonamientos encadenados. Son el producto de alguien que lleva 21 años dando
vueltas sobre el atentado que costó la vida a 192 personas. Cuando escribí 11-M
los perros del infierno, publicado y distribuido apenas tres meses después
de los atentados, era consciente de que, mientras estuviera José Luis Rodríguez
Zapatero en el poder, nada podría aclararse: él fue el gran beneficiario -involuntariamente-
del crimen. Luego, cuando fue apeado del poder a causa de los errores
encadenados desde el primer día en que se sentó en La Moncloa, no entendí, por
qué durante el gobierno de Mariano Rajoy, no se reabría el caso y se trataba de
llegar al fondo de la cuestión. Solamente existía una explicación lógica. Y
voy a tratar de exponerla.
Ni soy juez, ni policía, ni siquiera detective privado… pero sé lo
suficiente de la vida, de las operaciones de inteligencia y del terrorismo como
para poder armar una tesis lo suficientemente sólida como para ser defendida
especialmente si descartamos lo imposible. Y lo más triste del caso, es que, al
final, en el fondo del vaso, queda solamente una verdad banal, casi una broma,
si no fuera porque costó la vida a 192 personal y supuso un inesperado cambio
de ciclo político.
A las familias de los muertos, solidaridad, nuestro dolor y
nuestro deseo de que, antes o después, se haga justicia para que no vuelva a
repetirse un crimen así.
A la administración zapateriana que llegó al poder solo y nada más
que gracias a las bombas del 11-M, vergüenza y execración universal por haber
engañado, escamoteado y ocultado por todos los medios lo que sucedió en
aquellos momentos.
Y otro tanto a la administración de Rajoy que, cuando tuvo el poder,
olvidó el asunto y se negó a levantar las alfombras. Valdría la pena
preguntarse el porqué. Aquí abordaremos también estos silencios.
Estos son nuestros razonamientos:
A) Inclusión del 11-M en su contexto internacional
Siempre que se analiza el 11-M se hace alusión a España y se
prescinde de las circunstancias internacionales que se daban en aquellos años.
Vale la pena recordar que los atentados del 11-S facilitaron el casus belli
para que el Pentágono invadiera Afganistán (con pocos argumentos avalando una
invasión que se realizó bajo el impacto emotivo de 2.977 muertes en el WTC) y
posteriormente la invasión de Irak (que se realizó tras una campaña sistemática
de lo que hoy sabemos eran simples mentiras sobre la peligrosidad del régimen
de Saddam Hussein).
Los únicos países occidentales de relevancia que habían apoyado la
segunda iniciativa eran el Reino Unido de Anthony Blair y la España de José
María Aznar. En ambos casos, este apoyo se había hecho de espaldas al sentir de
la opinión pública. Para los EEUU, por tanto, era
necesario reforzar a ambos gobiernos o, de lo contrario, corrían el riesgo de
encontrarse solos en Irak.
Por otra parte, el apoyo de España era fundamental por tres
motivos:
- por la importancia creciente del voto hispano en los EEUU,
- por el peso que en aquellos momentos tenía España entre las naciones iberoamericanas
- y, finalmente, porque en aquellos momentos, Aznar trataba de crear un “eje” de países de tamaño medio de la Unión Europea (coaligado con el gobierno polaco) que indujera un cambio de orientación, especialmente de Francia, que se había opuesto frontalmente a la invasión de Irak.
Bush no podía permitirse el quedar aislado de Europa especialmente
si quería demostrar que la “comunidad internacional” avalaba su intervención
contra Saddam Hussein (y la alianza con el Reino Unido, que, siempre había
tenido un pie en la UE y otro en EEUU y que se encontraba aislada dentro de la
Europa comunitaria).
1. El 11-M fue un atentado con las mismas características que los
ataques del 11-S
El 11-M fue una “operación de inteligencia”, una operación de
“bandera falsa”, destinada únicamente a generar un impacto emocional entre la
población norteamericana, tendente a que aceptara fácilmente algo que, en
condiciones normales, jamás hubiera aceptado: la intervención armada en
Afganistán y los recortes a sus propias libertades públicas con el Acta
Patriótica que siguió a los atentados. Para ello,
se organizó una operación en la que el elemento central era el derribo de las
Torres Gemelas y que se reforzó en las semanas siguientes con episodios
dramáticos continuos que acentuaron la sensación de que “América (esto
es, los EEUU.,.) estaba bajo ataque”: las continuas alarmas
antiterroristas, la “ofensiva del ántrax”, los anuncios de nuevos intentos
frustrados de atentados. Todo lo cual transmitió una sensación de pánico al
ciudadano de a pie, capaz de aceptar cualquier decisión de su gobierno con tal
de conservar la vida.
2. Todos los atentados con la rúbrica Al-Qaeda son atípicos y
sospechosos
A pesar de todos los estudios que se realizaron en su momento
sobre Al-Qaeda, de todas las informaciones que se difundieron y de todos los
libros, informes y noticias que se publicaron que destilan documentos
aparentemente exhaustivos que se expresan con frases de seguridad
incuestionable, lo cierto es que, tanto el nacimiento de Al-Qaeda, como su
final, como la personalidad de Bin-Laden, y, por supuesto, sus actividades,
todas, absolutamente todas, están envueltas en el misterio, en las brumas y en
las sombras más misteriosas.
Todos los atentados que firmó “la franquicia” Al Qaeda tienen un
sello característico: lejos de combatir a los que parecían ser sus enemigos,
siempre se obstinó por realizar atentados que reforzaran y justificaran el
papel internacional de los EEUU en el mundo. Los atentados firmados por
Al-Qaeda, fueron completamente diferentes en su forma, en su intencionalidad,
en sus resultados y en su ejecución, a las formas de terrorismo islámico que
nacerían en la década siguiente y que, ciertamente, imitaban los procedimientos
del ISIL (o Estado Islámico). Mientras que en estos si era posible
encontrar a fanáticos islamistas en los que era posible reconstruir su proceso
de radicalización y estaba muy clara su voluntad de golpear a las sociedades
occidentales y lo motivos por los que lo hacían, en el caso de Al-Qaeda todo ha
quedado entre brumas, por mucho que se hayan redactado cientos de informes de
inteligencia que, lejos de responder a las cuestiones esenciales y aclarar los
misterios de la organización, se centran en aspectos muy secundarios, eludiendo
las cuestiones centrales y se centren en algunos casos de militancia individual
que se han vinculado a forma de islamismo radical.
3. La “era Bush” fue la era del “terrorismo de Al-Qaeda
Si nos fijamos en la cronología de los hechos, Al-Qaeda nace
prácticamente en la época de gobierno de George W. Bush. Vale la pena recordar que,
en los primeros meses de su mandato, todavía pesaba sobre su cabeza la sospecha
de fraude electoral en el Estado de Florida y que, Al Gore, su rival, se negó
durante un mes a aceptar su derrota. Fue solamente a partir de los ataques del
11-S cuando pasó a ser considerado como verdadero presidente de los EEUU. Antes
de su toma de posesión, el nombre había aparecido en algunos atentados aislados
cometidos en Oriente Medio contra intereses norteamericanos. Pero lo
sorprendente no es solo eso, sino que, Al Qaeda deja de actuar justo cuando
termina el segundo mandato de Bush. Queda, por supuesto, el “recuerdo” de
Al-Qaeda y de Bin Laden… pero, éste último se “canceló” durante el período
Obama, de una forma tan extraña como extraña había sido toda la acción de
Al-Qaeda. Obama llega a la Casa Blanca en enero de 2008. Dos años después, los
SEALS realizan una acción de comando en Paquistán y dicen haber matado a Bin
Laden, cuyo cadáver nadie vio y en el curso de una operación de la que no se
conocen los vídeos grabados habitualmente en este tipo de misiones. Solamente
se difundió la foto de un rostro deformado y con una bala en un ojo que se
presentó como el “verdadero Bin Laden”. Y, en cuando al cadáver, se arrojó a un
lugar marino desconocido… La extinción de la “era Bush”, con el misterioso
terrorismo, hacía necesario un cierre de la “era Al-Qaeda” con un borrón y cuenta
nueva: la muerte de su fundador, inspirador y patrón…
4. Los rasgos del 11-M similares a los del 11-S son seis
El 11-M se planificó como “operación de bandera falsa” en la misma
línea que el 11-S. Son cinco los elementos que nos inducen a ver en ambas
operaciones una misma inteligencia rectora:
a) Los presentados como culpables en los dos atentados o no tenían un historial previo como radicales islámicos, o éste historial era tan improvisado y caricaturesco que no podía ser tomado en serio
b) En ambos casos se pretendía obtener efectos políticos que no hubiera podido conseguirse de otra manera.
c) Tanto en el 11-M como en el 11-S son perceptibles las formas de actuación de “servicios especiales”, están presentes innumerables confidentes y colaboradores policiales.
d) La muerte de los presentados como culpables en la propia acción terrorista o en suicidios era garantía de que ahí terminarían las investigaciones.
e) Las “versiones oficiales” de ambos crímenes dejan tanto agujeros negros sin explicar que no pueden ser consideradas como válidas. Sin embargo, negarlas, implica ser “conspiranoico”. No se ofrece espacio para el debate: la “verdad oficial” es una, incuestionable e inamovible.
f) Las víctimas en ambos casos eran gentes sencillas: las Torres Gemelas en las horas en las que fueron atacadas solamente tenían mayoritariamente a empleados de limpieza trabajando en su interior; en los trenes de Madrid eran trabajadores que acudían a sus quehaceres. Lo normal en un atentado terrorista es que trate de golpear a élites con responsabilidades políticas o económicas: por ejemplo, en las Torres Gemelas a la hora punta de trabajo cuando estarían presentes directivos y CEOs de las empresas allí domiciliadas; en el caso de los atentados de Madrid, en Trenes de Alta Velocidad (que ya existían en la época) o, incluso en la sala de espera del Puente Aéreo Barcelona-Madrid, no en trenes de cercanías repletos de trabajadores y, probablemente, trasportando también a musulmanes…
Estos atentados pueden compararse a los que tuvieron lugar en
otras grandes capitales europeas y que muestran los mismos rasgos problemáticos
a los que se unen lo que podemos definir como “grandes misterios”.
5. Cómo se organiza un macroatentado de “bandera falsa”
Este tipo de atentados, propios de la franquicia Al-Qaeda,
encierran cierta complejidad, pero pueden intuirse algunos puntos
incuestionables:
- Estos atentados se producen cuando se da una “coincidencia de intereses” políticos y económicos. Los “autores intelectuales” tienen por cierto que la comisión de estos atentados favorecerá a sus intereses político y económicos. Es este grupo de intereses el que marca los objetivos de la operación.
- La planificación de estos atentados queda en manos de grupos profesionales especializados, individuos procedentes de agencias públicas y privadas de seguridad e inteligencia, gentes, en cualquier caso, bien relacionados con otros miembros en activo de servicios de seguridad nacionales o extranjeros. Constituyen la “dirección estratégica” de la operación.
- Finalmente, se cuenta con grupos de mercenarios de probada eficiencia capaces de cometer los atentados de “bandera falsa”. Así mismo, el señalamiento de “falsos culpables”, el sembrado de pistas falsas, se realiza a través de colaboradores extraídos de distintos ámbitos profesionales vinculados a la seguridad o a la inteligencia. Todo este conglomerado está presente en los aspectos “tácticos” del atentado: cada uno, conoce solamente la parte que va a ejecutar, no tiene acceso al plan de conjunto, e ignora el objetivo real de la operación y para qué servirá la acción concreta que se le ha encomendado. Todos los que participan son conscientes de que serán fuertemente recompensados no sólo con dinero, sino con promociones y destinos suculentos. Saben, así mismo, que cualquier desliz, todo incumplimiento de lo pactado, cualquier fuga de información, supone para ellos el fin. Es así como se garantiza el secreto y la imposibilidad de elucidar la maraña completamente opaca de intereses, complicidades, pistas falsas y manipulaciones.
B) Sobre los grandes misterios del 11-M
Quien diga que la sentencia contra los acusados de haber preparado
el 11-M resuelve todos los misterios del caso, se engaña o quiere engañar. Los policías que participaron en la primera fase de la
investigación, eran conscientes de que apenas existían pruebas para considerar
a los detenidos como culpables del crimen. A fin de cuentas, los “ejecutores
materiales” habían muerto en la casa de Leganés y el único superviviente, Jamal
Zougan, negó su participación, siendo reconocido solamente por dos testigos de
origen extranjero a los que se dio inmediatamente el permiso de residencia. La
sensación que da en estos momentos lo que se sabe del 11-M es de alta improbabilidad.
Ninguno de los ejecutores materiales tenía la más mínima talla
para planificar una acción terrorista, ni servían para nada más que para vender
pequeñas posturas de resina de haschisch en discotecas de barrio. Solamente uno de ellos, “el Chino”, era conocido como
fundamentalista islámico y, sin duda, él y su mujer eran los fundamentalistas
más conocidos de Madrid, meras caricaturas del fanático y de su esposa cubierta
de pies a cabeza con velo negro… Absolutamente ninguno de los detenidos
tenía la más mínima capacidad para planificar o desear un atentado con fines
políticos y/o religiosos. La triste realidad, es que todos los implicados eran
pequeños delincuentes sobre los que hay que preguntarse por qué diablos no habían
sido expulsados de España desde hacía tiempo. Todos ellos absolutamente
limitados en cultura, formación, inteligencia y experiencia en el mundo del integrismo,
de la clandestinidad y del terrorismo, incluso incapaces de defenderse con
argumentos sólidos en el momento de la detención: gentes que tenían muchos
pequeños delitos que ocultar y ningún medio suficiente para asegurar una
defensa sólida. A partir de este gran misterio, que es, a fin de cuentas, el
central, gravitan otros “pequeños misterios” que tienden a aumentar las dudas
sobre la verosimilitud del conjunto. He aquí unos pocos, de entre los más
significativos:
1. Un atentado muy diferente a otros atentados islamistas en
España.- Tanto el primer atentado islamista que
se produjo en España (el que causó 18 muertos en el restaurante El Descanso
en la carretera Madrid-Barcelona el 12 de abril de 1985 y que sigue impune),
como el que tuvo lugar en las Ramblas de Barcelona el 17 de agosto de 2017
(completamente aclarado) no tienen ningún punto en común con los atentados del
11-M. Lo normal es que una organización terrorista nazca con un proyecto
concreto, inicie una escalada de atentados que culminen con alguna acción
espectacular, protagonizada por individuos altamente politizados y fanatizados
o, simplemente, llegados del extranjero. Pero en el caso del 11-M, un grupo de
pequeños delincuentes, de repente, se convierten en una peligrosa organización terrorista,
de la noche a la mañana, capaz de actuar a espaldas de los servicios de seguridad
(a pesar de contar entre sus miembros a varios confidentes), idear, planificar
y ejecutar el atentado más grande que haya tenido lugar jamás en España. No
es de recibo y no puede cerrarse una investigación con un presupuesto tan
absolutamente endeble.
2. Un atentado sin “autor intelectual”.- Creemos saber quiénes fueron los autores materiales de los
atentados, simplemente porque se suicidaron en el piso de Leganés. Aun en el
supuesto de que hubieran sido ellos, la investigación no debería de haberse dado
por concluida, a la vista de que ninguno de ellos tenía el rodaje necesario
para articular una operación tan compleja como la colocación de bombas simultáneamente
en cuatro trenes con toda la logística que ello implica. De la misma forma que
Lenin estableció que “no hay revolución sin doctrina revolucionaria”,
puede decirse otro tanto del terrorismo: “no hay atentado posible sin una
voluntad y un cerebro planificador y organizador”. Incluso dando por
supuesto que todos los autores materiales del crimen murieron en Leganés y que
Jamal Zougan fue el único superviviente, hay que aceptar que ninguno de ellos
tenía inteligencia, preparación, experiencia y capacidad para hacer algo más
que vender tarjetas clonadas de móviles o menudeo de haschís (con permiso de la
policía a cambio de delaciones).
3. Un juicio que no aclaró gran cosa.-
El juicio confirmó lo que los medios ya habían dado por bueno en los años
anteriores. No aportó nueva luz en ningún aspecto. La excusa perfecta era que
los presuntos autores materiales no podían responder a ninguna cuestión porque
estaban muertos. La sentencia, lejos de satisfacer, dejó clara las debilidades
de la investigación, lo ambiguo de las pruebas y excesivas dudas sobre la
actuación de determinados policías o por la ineficacia de los servicios de
seguridad del Estado, muy eficientes a la hora de detectar “células durmientes”
que jamás habían actuado, y absolutamente negligentes a la hora de prever un
atentado entre cuyos responsables oficiales se encontraban varios informadores
de la policía y de la Guardia Civil. Lo normal, después de la sentencia,
hubiera sido que la investigación prosiguiese, a la vista de que el caso no
podía darse por cerrado, ni por los “agujeros negros” que reconocía la
sentencia, ni por la importancia del crimen en sí mismo. Lo peor, además,
es que veinte años después, iba a prescribir cualquier responsabilidad en el
crimen, cuando, en realidad, las responsabilidades por actos de terrorismo con
víctimas, jamás deberían prescribir.
4. La destrucción sistemática de pruebas.- Probablemente el aspecto más evidente de “conspiración” haya
sido, desde el minuto uno del crimen, la destrucción sistemática de pruebas de
forma injustificable. Especialmente de pruebas fundamentales: por ejemplo, una
de las mochilas que no estalló y que podía haber servido para comprobar el
mecanismo de ignición, fue detonada poco después de haberse encontrado. Así
mismo, mientras que en otros sucesos que tuvieron como protagonistas a vagones
de tren, estos se han conservado durante años y hasta la celebración del
juicio, en el caso de los vagones de trenes en los que habían estallado las
bombas, se procedió a su destrucción poco después de los atentados: parece
muy evidente que quienes dieron la orden de destrucción de pruebas y de
ignición de la mochila con explosivos, tenían en mente impedir que análisis
posteriores y serenos desmintieran las tesis elaboradas en un primer momento:
que los mecanismos de ignición estaban accionados por teléfonos móviles (sin
duda el sistema más inseguro y complejo para un atentado de estas características,
pero que permitía relacionar al propietario del locutorio de Madrid, Jamal
Zougan, directamente con los atentados y al locutorio mismo con Al Qaeda a
través de Abu Dahdah considerado como “representante” de esta organización en
España). Y en cuando a la destrucción de los vagones solamente puede
interpretarse como un intento de impedir que un análisis posterior demostrase
que el explosivo utilizado no era el mismo que el robado en la mina de Asturias,
en cuyo caso, todo el edificio construido se hubiera venido abajo.
C. Una hipótesis sobre lo que ocurrió
A falta de una explicación basada en una voluntad de aclarar todos
los misterios y llegar al fondo de la cuestión (investigación que debía estar
avalada por las autoridades del ministerio del interior y del ministerio de
justicia, tanto en el período de gobierno de Zapatero, como en el de Rajoy), el
ciudadano media debe de fiarse de su propia lógica y elaborar una hipótesis
que, en cualquier caso, será mucho más próxima a la verdad que la “versión
oficial”, a todas luces construida como “hipótesis tranquilizadora” que
permitiera dar, judicialmente el caso por resuelto. Lo que sigue es nuestra
hipótesis personal, conscientes de que no podemos demostrarla, pero también
consciente de que está elaborada teniendo en cuenta los factores de política
exterior e interior, así como de los personajes que ocupaban en la época puestos
clave en la administración del Estado.
1. Un atentado similar al 11-S para reforzar al “aznarismo”
El aznarismo había salido muy tocado de la insistencia del
presidente del gobierno por alinearse con Bush en la cuestión de la guerra de
Irak. La invasión y, posteriormente, la convicción de que los argumentos que
deberían justificarla -la cuestión de las “armas de destrucción masiva”- era
una falacia, aumento la erosión que sufría el PP en aquel momento. Las
mismas instancias del “Deep state” que habían propulsado el 11-S
creyeron que en España se produciría el mismo fenómeno: un atentado islamista
generaría reacciones y odio antiislamista. Por otra parte, la opinión pública
norteamericana ya no reaccionaba ante nuevas alarmas de atentados y empezaban a
aparecer medios independientes que dudaban sobre la “versión oficial” que se
había dado sobre el 11-S. Se trataba pues de elaborar un nuevo atentado que
aumentara en los EEUU la tensión bélica antiislamista para seguir justificando
la presencia de tropas americanas -cada vez más hostigadas- en Afganistán e Irak.
Y si ese atentado podía contribuir a aumentar el clima antiislamista en España,
así se ayudaba a aquel gran aliado que era José María Aznar. Tal debió ser el
planteamiento de base.
2. Un ministro del interior inepto e incapaz
En aquel momento, el ministerio del interior estaba en manos de
uno de los hombres de confianza de Aznar, Ángel Acebes, sin ninguna experiencia
en el cargo, sin apenas relaciones ni con la jerarquía policial, ni con el CNI. Había sido nombrado ministro dos años antes y su principal
objetivo era acabar orgánicamente con ETA (organización que, para entonces, estaba
completamente infiltrada y con colaboracionistas en la misma cúpula: lo que
permite explicar las continuas detenciones de comandos de base (antes de que
empezaran a actuar) y de miembros de la cúpula (todos desde 2003, salvo Josu
Ternera…) que se producían en la banda y que hacían que, en aquel momento,
ETA estuviera prácticamente desmantelada. En el momento en el que se produjeron
las explosiones, un atentado terrorista solamente podía venir de los rescoldos
de ETA o del terrorismo islámico (del que se habían desarticulado varias
células, la mayoría con informes procedente de los EEUU).
Así pues, a falta de una reivindicación precisa, los atentados del
11-M, inmediatamente después de conocerse, solamente podían obedecer a dos
interpretaciones:
- o era ETA (lo que daba la razón al gobierno de Aznar que había priorizado acabar con el terrorismo independentista)
- o bien eran medios islamistas (lo que daba la razón a la oposición y a los que se habían opuesto a la guerra, al indicar que la toma de posición de Aznar ante el conflicto de Irak, atraería terrorismo islámico en España).
Ante esta disyuntiva, Acebes, en su ignorancia del fenómeno
terrorista, en lugar de mantener la objetividad y pedir un retraso en las
elecciones, optó por cargar contra ETA más allá de toda lógica y de la
aparición de las primeras (aunque vagas) pistas que apuntaban a otra parte.
3. Un poder mediático y cultural que hizo lo que el PSOE ya no
podía hacer
Desde el mismo momento en que se produjeron las explosiones, la
izquierda quiso considerar el atentado como obra del “terrorismo islámico”. A
medida que transcurría la jornada del día 11 de marzo y, especialmente, el 12
de marzo, los especialistas ni veían clara la implicación de ETA y cada vez más
se acumulaban pistas que abonaban la “vía islámica”, pero el ministro Acebes seguía
enrocado en la culpabilidad de ETA. Por primera vez en la historia política
moderna española, los twits y los mensajes MSN, inundaron los espacios
virtuales: se acusaba al gobierno de haber generado, por su posición ante la
guerra de Irak, el atentado; y, lo que era peor, se decía que se querían encubrir
responsabilidades y generar un retraso electoral que se asimilaba a un “golpe
de Estado”. Tertulianos, cadenas, medios y “trabajadores de la cultura”,
lanzaron mensajes alarmistas. Ya no se trataba de expresar el dolor por los
atentados, sino de responsabilizar al PP del crimen y sugerir que se estaba
produciendo un intento velado de mantenerlo en el poder retrasando las
elecciones. Fue el inicio de la consideración de dos formas de terrorismo:
un “terrorismo bueno” (ETA) y un “terrorismo malo” (el islamista). Hoy todavía,
esa división se sigue aplicando al medio siglo de acción de ETA.
4. Tres millones de votos que cambiaron de orientación en tres
días
El resultado final fue que, en los tres días siguientes, tres
millones de votos que, hasta ese momento estaban dispuestos a apoyar la
candidatura de Mariano Rajoy, pasaron a apoyar la candidatura de José Luis
Rodríguez Zapatero.
Hasta ese momento, todas las encuestas daban por vencedor al PP
y la única duda estribaba en si tendría o no mayoría absoluta. De ahí que
nadie puede dudar de que la victoria de Zapatero se debió, única y
exclusivamente a las bombas del 11-M.
El período zapateriano, que empezó con sangre, se convirtió
en los primeros meses en un vodevil en el que medidas excéntricas (el “diálogo
de civilizaciones”), declaraciones irresponsables (el apoyo a “lo que
salga del Parlament de Catalunya” en relación con el debate sobre el “nou
estatut”), se unieron a la “ingeniería social” (prioridad a las energías
renovables, ley de violencia doméstica, nueva ley del aborto, ley sobre
adopciones gays, etc.), unido a medidas simplemente estúpidas (“regularización
masiva” de inmigración, con tres millones de nuevos inmigrantes llegados en el
primer año de zapaterismo), para terminar en medidas completamente desacertadas
de lucha contra la crisis económica desatada en 2008 (Planes E y E2010 que
iniciarían la carrera desenfrenada hacia el aumento continuo de la deuda del
Estado que se terminó disparando durante el gobierno de Sánchez). De no haberse
producido los atentados, la victoria de Rajoy estaba cantada y solamente
hubiera tenido que negociar -como había hecho antes Aznar- en el peor de los
casos, con nacionalistas moderados para garantizar el gobierno de la nación.
5. La “versión oficial” y los relatos paralelos “por si acaso”…
En una operación de “bandera falsa” es necesario planificar
previamente el relato que se va dar sobre el atentado. Puede ocurrir que ese
relato “caiga”; por lo que fuere, a causa de una investigación por
profesionales honestos, a causa del análisis objetivo de las pruebas, a causa
de una comisión parlamentaria de investigación digna de tal nombre, el “relato
oficial” puede quedar desmentido; también puede ocurrir que, por circunstancias
políticas, convenga cambiar el relato para adaptarlo mejor a las circunstancias
políticas que pueden mutar en cualquier momento. Eso explica algunos detalles
poco conocidos. Sostenemos que los instigadores del 11-M prepararon dos
relatos “de reserva” para el caso de que el primero no pudiera mantenerse:
- El relato del 11-M = crimen de ETA.- ETA, contrariamente a lo que sostenían sus partidarios, sí
había cometido masacres indiscriminadas en Madrid (la primera de todas, el atentado
de la Calle del Correo en 1974) o en Barcelona (el atentado de Hipercor).
Por tanto, bien podía haber cometido, en la locura de sus últimos coletazos, una nueva
masacre indiscriminada. Ese relato podía cobrar cuerpo con dos elementos: la
convivencia entre presos islamistas y etarras en las cárceles españolas
(desde 2001 la policía y la Audiencia Nacional, manejando informaciones siempre
llegadas de EEUU, habían desarticulado varías células islamistas, reales,
puestas o en embrión, pero que nunca había logrado atentar), había dado lugar a
una convivencia peligrosa. Por otra parte, la llamada “caravana de la muerte”
que había conducido a una furgoneta llena de explosivos de ETA hasta Madrid, se
realizó paralelamente a la conducción de explosivos realizada por los
terroristas considerados responsables del 11-M e, incluso, una de las
pistas llevaba al mismísimo callejón en el que vivía Trashorras, el pequeño
traficante asturiano que consiguió los explosivos. A partir de todo esto era
posible dar forma a un relato en el que ETA aparecía como autora del crimen,
con o sin presencia islamista. Esto era todavía más posible si tenemos en
cuenta que, como hemos dicho, ETA estaba, en esos momentos postreros de su
historia, contra las cuerdas e infiltrada por colaboradores policiales desde su
propia cúpula.
- El relato de 11-M = crimen de la extrema-derecha.- una serie de pequeños detalles que han pasado casi
desapercibidos y que nosotros mismos hemos denunciado, sugieren la posibilidad
de otro relato que atribuiría a la extrema-derecha la culpabilidad en el
crimen. Este relato partía de la Renault Kangoo y de Alcalá de Henares.
En efecto, en el interior de la Kangoo, de todas las imprentas que
existían en la época en Madrid, la policía encontró la tarjeta de una imprenta
perteneciente a un miembro de la dirección de Democracia Nacional, un pequeño
partido de extrema-derecha. Nadie explicó de dónde había aparecido esa tarjeta
y, en sí mismo, el detalle no sería significativa si todo terminara aquí: sin
embargo, la única delegación importante de DN se encontraba en Alcalá de
Henares, con un local, relativamente próximo a la estación en la que se
encontró la Renault Kangoo. A ese local, pocos días antes de los
atentados, había aparecido un personaje que decía ser “sirio”, proponiendo a
los miembros de este partido cometer “atentados antisionistas”. Obviamente,
el sujeto en cuestión fue puesto inmediatamente en la calle, pero la oferta es
significativa. A esto se une el que, entre los miembros de la dirección de DN
en aquel momento, se encontraba un personaje al que la policía había intentado
implicar anteriormente en atentados supuestamente vinculados a la “internacional
negra” (acusaciones que se demostraron falsas) y que, había estado en contacto
con medios iraníes e irakíes a principios de los años 80 durante su militancia
en el Frente de la Juventud…
Si, por algún motivo, caía en el descrédito la primera “versión
oficial”, siempre estaban a disposición otras dos versiones a las que echar
mano: la alianza ETA-islamistas, en primer lugar;
y, si esta también caía, quedaba la hipótesis antifascista, la de una alianza
entre la extrema-derecha y los medios islamistas. La mera existencia de estas
dos “pistas”, refuerza todavía más la hipótesis de una operación de “bandera
falsa”.
Conclusiones
La pregunta que subyace de todo lo expuesto hasta aquí es: ¿cómo
es posible que un atentado que, en nuestra hipótesis, fue concebido con el
mismo diseño que el 11-S y con objeto de reforzar la posición del gobierno
español de derechas, terminara convirtiéndose justamente en lo que liquidó a
ese mismo gobierno de derechas?
La respuesta es relativamente simple:
- El atentado fue urdido unilateralmente por las mismas inteligencias que compusieron el escenario del 11-S y otros atentados similares firmados por la franquicia Al-Qaeda. Una operación más de “bandera falsa” cuyo objetivo no era otro que el reforzar la posición del gobierno español, especialmente en materia internacional y en concreto en la cuestión de Irak.
- A partir de este objetivo, la estrategia empleada consistió en movilizar peones propios (mercenarios procedentes de fuerzas especiales que habían cometido acciones similares) y contar con el apoyo de miembros de las fuerzas de seguridad del Estado españoles, que debían “elegir” a los chivos expiatorios: un grupo inconexos de pequeños traficantes marroquíes, el propietario de un locutorio marroquí, elegido solamente por el único hecho de que el considerado como “responsable de Al-Qaeda en España” había sido cliente suyo, y un pequeño grupo de pequeños traficantes asturianos que facilitarían explosivos. Es de destacar, como se puso de relieve en el juicio que, tanto en el grupo marroquí, como en el asturiano, los personajes más representativos eran confidentes de la policía o de la Guardia Civil y que, ninguno de los dos, había mostrado jamás, el más mínimo interés en la “yihad” o en el fundamentalismo islámico.
- El gobierno español no estaba al tanto de la operación “bandera falsa” (no podía estarlo, al tratarse de una operación “secreta”), mientras que quienes diseñaron la operación creían que las mismas causas producirían los mismos efectos y que, en España, un atentado islamista generaría una adhesión unánime al gobierno español (como había reforzado en EEUU al gobierno Bush: siempre que hay terrorismo, el Estado queda fortalecido, al situarse la población bajo su paraguas protector) y un rechazo a los sectores que, hasta ese momento, se había mostrado pacifistas y contrario a la intervención de España en Irak.
- Sin embargo, en el momento en el que se produjeron las bombas, ya sea por inexperiencia del ministro Acebes, ya sea por que algunos próximos colabores lo intoxicaron con informaciones ambiguas, o, incluso por su obstinación anti-ETA, en lugar de acusar desde el primer momento al fundamentalismo islámico, asumir el reto y sostener -como hubiera hecho cualquier político provisto de una visión global de la situación- que la participación en la guerra de Irak había sido justa, precisamente para evitar atentados como éste, inesperadamente, contra todo criterio racional, en su obsesión anti-ETA y en su desconocimiento del fenómeno terrorista, señaló a ETA como responsable, incluso cuando ya habían surgido pruebas que apuntaban a la “pista islámica”…
- Esa obstinación de Acebes fue lo que permitió que la izquierda política y mediática, reaccionara (es incluso posible que algo de lo que se estaba preparando se filtrara en determinados medios progresistas) y se organizara en apenas tres días un vuelto de la opinión pública, un aislamiento del PP y de quienes veían a ETA como responsable y el encumbramiento de quienes acusaban al aznarismo y a su política exterior de tener la última responsabilidad en el crimen y pretender un “golpe de Estado” aplazando las elecciones.
- Fue así como la operación “false flag”, realizada con criterios de la inteligencia estadounidense, se convirtió en la puntilla para el gobierno que debía haber salido reforzado del crimen.
Esta hipótesis de trabajo está avalada por una serie de elementos
fácilmente constatables:
1. Liquidado el “período Bush”, Al-Qaeda dejó de existir. - Ni en EEUU, ni en España, ni en país alguno se produjeron más atentados firmados por Al-Qaeda. Uno por país y no más. Los atentados islamistas que tuvieron lugar a partir de 2015 en Europa Occidental eran de otro fuste: estaban protagonizados por inmigrantes musulmanes residentes en Europa que trataban de solidarizarse con el ISIL (Estado Islámico), uno de los “efectos secundarios” surgidos de la aventura norteamericana en Irak. Se trataba de un terrorismo, igualmente criminal y asesino, pero de una orientación muy diferentes al protagonizado por Al-Qaeda.
2. El “zapaterismo” se negó a reconocer que el crimen diera un vuelco en las urnas. - Nadie dentro del zapaterismo pretendió investigar el 11-M más allá de donde llegaban la policía y los juzgados. Para el PSOE, el 11-M se convirtió en un sinónimo de “responsabilidad de Aznar” y para el PP, los atentados fueron obra de la “perversión fundamentalista”: los 192 muertos fueron arrojados por ambos partidos, unos contra otros. Pero ninguno de los dos mostró un excesivo interés en llegar hasta el fondo de la cuestión: en el PP porque había quedado paralizado por la sorpresa y por las dudas sobre lo que había ocurrido, y en el PSOE por miedo a que la victoria de ZP no fuera nada más que el efecto de acaloramiento del electorado ante un crimen sin precedentes.
3. El extraño silencio del gobierno de Rajoy cuando tuvo el poder en sus manos.- Cabría esperar, especialmente tras la llegada de Mariano Rajoy a la presidencia del gobierno en 2011 (apenas siete años después del crimen), que el PP se hubiera propuesto esclarecer los atentados y limpiar su nombre. Pero, en aquellos momentos, España estaba al borde de la intervención por parte de la UE, en el momento más negro de la crisis económica. Rajoy consideró que volver a insistir en este tema (que judicial y policialmente estaba cerrado, a pesar de los evidentes “agujeros negros” de la “versión oficial”) era ocioso: un mero problema añadido a la situación endiabladamente difícil en la que ZP había dejado el Estado. Juzgó, así mismo, que hubiera supuesto un descrédito (y seguramente un enfrentamiento con Ángel Acebes, quien hubiera tenido que reconocer públicamente su error y aceptar sus responsabilidades, al tiempo que le hubiera obligado a señalar a los colaboradores que le indujeron a cometer su gran error). Así pues, todos juzgaron que era mejor dejar las cosas como estaban…
4. 192 muertos gritan justicia y una nación no quiere que vuelva a suceder nada igual.- Tras el atentado y en los años siguientes, se sucedieron distintas hipótesis, unas más verosímiles que otras. La sociedad española, más que nunca, quedó polarizada: a un lado, los que aceptaban la versión oficial, y al otro, quienes seguían sosteniendo que había sido ETA, en colaboración con Al-Qaeda… Nosotros hemos sostenido otra versión (la de un 11-M que no fue más que una operación de “bandera falsa” urdida por el mismo centro de poder que planificó el 11-S, pero con un resultado político contrario al esperado a causa de la ignorancia de los planificadores estratégicos sobre la política española, el carácter español e, incluso, sobre las reacciones del gobierno español), pero, ante todo y sobre todo, hoy, veinte años después no podemos dejar de recordar a los 192 muertos y a los 2.000 heridos que nunca podrán olvidar aquel día (algunos de los cuales están sufriendo secuelas de por vida), gritando que, hasta que no se aclaren todos los aspectos de aquel crimen, corremos el riesgo de que vuelva a repetirse y consiga alterar nuevamente la “voluntad popular”.
Y esto es lo que debemos retener finalmente de este intento de
elaborar una hipótesis alternativa. En ciencia se dice que más vale tener una “mala
teoría” a no tener teoría: una “mala teoría” permite criticarla, es siempre susceptible
de rectificación y, seguramente, en cada rectificación se estará más cerca de
la verdad. En España se ha dado como ”teorema final” sobre el 11-M,
unánimemente aceptado, lo que no era nada más que una mala teoría. De hecho,
las líneas que preceden son, para nosotros, otra teoría que reconocemos incompleta, pero nos
ha parecido un deber moral formularla, por el recuerdo de 192 muertos y para que
no olvidemos que la investigación se cerró en falso: tanto el PP como el PSOE,
como hemos visto, tenían motivos suficientes para pasar página y olvidar cuanto
antes un asunto.
El asesinato de 192 personas jamás puede prescribir.
Ernesto Milá (11 de marzo de 2024)