Varias preguntas en cadena:
¿Cambia el clima? Sí, el que el clima está cambiando; es algo innegable.
¿Cambia por culpa de la industria y de la acción humana? Respuesta: no está demostrado.
¿Cuál es, pues, la razón del cambio climático? Respuesta: hay varias hipótesis, pero la más aceptable es que el clima ha cambiado siempre en períodos de tiempo anteriores variables.
¿Y eso cómo puede demostrarse? Por el examen de las capas de hielo que demuestran que, como mínimo, en períodos históricos, ha habido tres épocas con mayor temperatura global que en nuestros días… y cuando no existía industria, esto es, intervención humana.
¿Y por qué ese interés en demostrar que existe un cambio climático generado por el ser humano? Respuesta: para justificar la necesidad de un descenso de la población.
¿Y por qué ese interés en el descenso de la población? Respuesta: porque las nuevas tecnologías van a eliminar millones y millones de puestos de trabajo y no habrá puestos de trabajo alternativos, lo que situará a la humanidad ante una situación explosiva.
¿Es el descenso de población la única justificación para que la ONU y la UNESCO hayan lanzado la mística del “cambio climático”? No, esta idea se desarrolla en paralelo con otras que tienden a constituir medidas “estupefacientes” para mantener neutralizada y calma a la población ante el “shock” tecnológico que tenemos encima.
¿Cuáles son esos “estupefacientes”? Aparición de temáticas irrelevantes (ideologías de género), permisividad ante las drogas (banalización del porro), ampliación de las posibilidades “entertainment” de bajo coste (streaming que, además, sirven como canales de adoctrinamiento, porno gratuito en Internet), difusión de valores finalistas (paz, amor, fraternidad universal, tolerancia), digitalización todas de las relaciones sociales (a través de las redes sociales y de las plataformas de comunicación), inmersión en mundos virtuales (metaverso y sus competidores futuros), educación pública de baja calidad, ofertas de consumo para jóvenes poco exigentes, propagación de falsos problemas presentados como “vitales”, etc.
Todo esto ¿para qué? Respuesta final: para que, además de reducirse la población, además de convertirse la sociedad en un mosaico de “grupos” diferenciados sin ninguna posibilidad de unir sus intereses (papel de la inmigración masiva en Occidente), el individuo permanezca replegado en sí mismo, e imposibilitado de realizar cualquier protesta social que impida que el camino a la Cuarta Revolución Industrial descarrile.
Entender y asimilar este planteamiento es fundamental. Esto nos
llevará a dos cuestiones esenciales:
1) Negar la responsabilidad del ser humano en el “cambio climático”, para restar valor a las medidas tendentes, en teoría, a paliarlo, medidas que, en la práctica, son de “control social”.
2) Estudiar el impacto y la viabilidad de las nuevas tecnologías y conocer el “discurso” (lo que otros llamarán “el relato”) globalizados y mundialista, para entender la batería de medidas promovidas por la ONU-UNESCO (la Agenda 2030), los planteamientos del Foro Económico Mundial y la ideología matriz, el transhumanismo.
Vayamos a lo primero.
A pesar de los avances de la astrofísica, lo cierto es que, algunos
parecen pensar que la Tierra es el centro del Cosmos y que todo lo que ocurre
fuera del planeta azul carece de importancia y no tiene repercusión. Y no es
así. Hoy, por ejemplo, se intuye que las manchas solares influyen en la
climatología del planeta. Estas manchas apenas afectan al nivel de energía que
produce el sol, pero controlan los rayos cósmicos que llegan a la tierra y hoy
se tiene la presunción de que afectan al magnetismo terrestre y esto influye en
que se forman nubes con mayor o menor abundancia. Las manchas solares
parecen seguir ciertos ciclos y este sería uno de los elementos que influirían
en la climatología.
Un segundo elemento sería que el eje de la tierra no es vertical,
sino que está inclinado 23º27’ grados y no gira solamente sobre sí mismo, sino
que su movimiento es similar al de una peonza, tardando en completar un ciclo
de precesión 25.767 años (el fenómeno se llama “precesión de los equinoccios”
y ya fue observado en el mundo antiguo). Esa inclinación hace que los rayos del
sol no lleguen siempre con el mismo ángulo al planeta, lo que genera un cambio
climático, lento, pero constante. Este fenómeno es lo que hace que la
prolongación del eje terrestre no siempre “apunte” hacia la misma estrella, unas
veces hacia Vega (a la mitad del ciclo) y otras hacia Thuban (al final del
mismo). Pero, además, el eje terrestre sufre otro movimiento de “bamboleo”,
llamado “nutación” que se prolonga en períodos cortos de 18,6 años. A esto
se suma, los movimientos de rotación y traslación.
Todos estos “movimientos” están aceptados y demostrados desde hace
mucho y resulta imposible pensar que, en el curso de todos ellos, la
climatología se mantiene estable. Además de esto, los niveles de CO2,
nunca han sido constantes en el planeta. Siempre han variado y esto se sabe
gracias a que hoy es posible reconstruir la historia climática del planeta en
los últimos 150.000 años. Se saben, por ejemplo, que los niveles de CO2
están vinculados a la temperatura del planeta; pero lo sorprendente es que
el cambio de temperatura y los picos de temperatura se alcanzan antes de que se
produzcan los picos de CO2. En otras palabras: primero aumenta la
temperatura y luego aumenta el CO2. No al revés. Este fenómeno
se explica porque al aumentar la temperatura se produce mayor evaporación en
los océanos, en donde la concentración de CO2 es 500 veces superior
a la que existe en la atmósfera. Al calentarse los océanos se libera CO2.
¿Dónde empieza y termina la responsabilidad humana? El climatólogo argentino González Corripio demostró que la
temperatura global es hoy de 32º, pero hace 100 años era de 30º. Así pues,
existe un aumento de temperatura… Sí, pero el problema es que no está claro si
ese aumento se debe a la actividad industrial. Hace milenios, la temperatura
llegó a 50º. Sin olvidar las “grandes eras glaciares” (la última de las
cuales en el cuaternario, la última se prolongó hasta el 8.000 a.JC) y las “pequeñas
eras glaciares” (la última de las cuales abarcó desde comienzos del siglo XIV
hasta mediados del XIX, que, a su vez, había puesto fin a una “era calurosa”
que se había prolongado desde el siglo X hasta el XIV. Y ni siquiera se trató
de un período homogéneo: la NASA distinguió tres períodos en esta “pequeña edad
del hielo”, mucho más fríos: uno, iniciado en 1650, otro en 1770 y el último
entre 1850, entre los que aparecieron períodos con ligeros calentamientos… Las causas
identificadas han sido la disminución de la actividad solar y el aumento de la
actividad volcánica. Claro está que, ante las pruebas innegables, los
defensores del cambio climático actual, sostiene que aquel “enfriamiento”
planetario se debió ¡a los efectos de las epidemias y a la disminución de los
cultivos…! Algo completamente insostenible, si tenemos en cuenta que la
población global en 1750 no pasaba de 800.000.000 en todo el globo y no existía
actividad industrial.
Hoy se sabe que la temperatura media del planeta ha aumentado
desde 1898 1/6 de grado (con un error de +/- el 2/3%). Pero el aumento
se ha concentrado especialmente entre 1900 y 1940, cuando el parque de
vehículos era todavía pequeño en relación al actual. Hace cincuenta años,
se creía que nos encaminábamos a una “nueva era glacial”. Parecía que el
planeta se enfriase (véase el libro de Leveret G. Richards, Hacia una nueva
era glacial, Buenos Aires, 1964). Pero, luego, en 1977 se volvió a
producir un aumento de temperatura de entre 2 a 3/10 de grado. Esto duró hasta el
año 2000. Y, a partir de entonces, no se ha producido un aumento apreciable.
Los datos fueron ofrecidos por el padre jesuita, Manuel García Carreira,
fallecido en 2020 (y cuyo historial profesional se resume en este artículo).
Y, sobre todo, lo que hay que negar categóricamente, es que los
últimos años “hayan sido los más calientes del planeta”. Como ya hemos
apuntado, desde el 800 hasta el 1300 la temperatura en Europa y en EEUU era entre 3 y 5º superior a la actual.
En Europa Central existía un clima similar al que actualmente se da en la zona
Mediterránea.
Contrariamente a lo que se tiene tendencia a
pensar, la “revolución verde” ha aumentado la fertilidad y producción de las
cosechas y ha disminuido la superficie de terreno cultivable. Desde 1920, ha
ido aumentando en EEUU la superficie de bosques. La función clorofílica hace
que los bosques de los Apalaches, consuman más CO2 que todo lo que
producen los EEUU. Está claro, por lo demás, que determinados resultados
negativos de la mala gestión ecológica en determinadas zonas del planeta,
generen catástrofes localizadas… pero éstas no afectan a la totalidad del
globo. Los destrozos ecológicos del Mar de Aral o del Caspio, no han afectado
en nada al clima global, incluso la explosión volcánica del Krakatoa en 1883,
afectó a Europa durante algunos años, pera luego desaparecer sus efectos por
completo en apenas unos meses.
Ni siquiera está claro que el aumento de CO2
en la atmósfera sea perjudicial. Por razones que no se conocen exactamente, entre
1858 y 2000, la presencia de CO2 en la atmósfera ha aumentado unas
50 partes por millón. ¿Es negativo este dato? No está claro: es muy posible que
la mayor parte del excedente de CO2 sea generado por causas
naturales (erupciones volcánicas, evaporación de los océanos), pero hay que
tener presente que cuanto mayor es el CO2, más crecen los vegetales.
Por lo demás, lo que no es admisible es
extrapolar el dato cierto sobre el aumento de la temperatura del planeta en una
fracción de grado entre 1850 y 2000, para concluir que ¡aumentará dos grados en
2050…! No hay datos científicos que avalen esta hipótesis y que se basan en
modelos que no disponen de una base de datos suficientemente amplia como para ser
fiable.
Un último comentario. La temática del “cambio
climático” fue lanzada en 2014 por la ONU y su filial la UNESCO. Antes, el “tema
estrella” era el “calentamiento global”. Sin embargo, a partir de ese momento,
un mecanismo extraño empezó a ponerse en marcha para convencernos de la
existencia del “cambio climático antropogénico” y se estableció un nuevo dogma:
“el 97% de los científicos de todo el mundo aceptan la realidad del cambio
climático”. Lo que sería como decir, “el 97% de los científicos aceptan
la ley de la gravitación universal”, o “el 97% de los científicos
aceptan las leyes de la termodinámica”… Una ley científica, para ser
considerada como tal debe ser tan evidente y demostrable como para el 100% de
la comunidad científica la acepte.
De hecho, la famosa cifra del 97% de aceptación
que fue repetida por Obama y el premier británico David Cameron, triunfalmente,
procedía del trabajo de John Cook, investigador del Centro
de Investigación de la Comunicación sobre el Cambio Climático de la Universidad
Monash de Australia. El grupo de Cook examinó 11.944 resúmenes de
artículos sobre el clima publicados en la literatura científica revisada por
pares entre 1991 y 2011. Menos del 1% de los artículos de investigación que
revisaron rechazaban la idea de la influencia humana en nuestro clima. Y mientras
el 66,4% de los resúmenes no expresaba ninguna posición sobre el factor
antropogénico, solamente el 32,6% lo respaldaba. El análisis posterior de
esta última cifra reveló un consenso del 97,1% sobre el cambio climático
provocado por el hombre. Otros científicos, sin
embargo, criticaron los resultados porque el consenso del 97,1% se obtuvo con ¡menos
de un tercio de todos los trabajos revisados! Un estudio más reciente realizado
por un grupo de autores internacionales confirmó que más del 90% de los
científicos del clima comparten el consenso de que el cambio climático es de
origen humano. Así pues, ya no son el 97, sino el 90, y lo que es
todavía peor para la tesis del cambio climático: los consensos científicos no
se alcanzan por votación, ni por mayorías, sino por evidencias demostrables y
abrumadoras. Por cierto, algunos de los científicos que, inicialmente, firmaron
la declaración sobre el cambio climático, luego declararon haberse sentido “presionados”.
En 2021, una red
mundial de más de 500 científicos y profesionales experimentados en el clima,
emitieron una carta certificada al Secretario General de las Naciones Unidas
sobre la «crisis» climática, cuya principal conclusión, en respuesta al alarmismo
del último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio
Climático (IPCC) es, que no hay una “crisis climática”: “La pequeña edad de
hielo terminó tan recientemente como 1850. Por lo tanto, no es de extrañar que
ahora estemos experimentando un período de calentamiento. Solo muy pocos
artículos llegan a hasta decir que el calentamiento reciente es principalmente
antropogénico”. Y más adelante: “El calentamiento es mucho más lento de
lo previsto. El mundo se ha calentado a menos de la mitad de la velocidad
prevista originalmente, y a menos de la mitad de la tasa esperada sobre la base
del forzamiento antropogénico neto y desequilibrio radiativo. Todo esto nos
dice que estamos lejos de comprender el cambio climático” (…) “La política
climática se basa en modelos inadecuados Los modelos climáticos tienen muchas
deficiencias y no son ni remotamente plausibles como herramientas de política.
Además, lo más probable es que exageren el efecto del invernadero. gases como
el CO2. Además, ignoran el hecho de que enriqueciendo la atmósfera
con CO2 es beneficioso”. Como puede verse, estamos muy, muy
lejos de que exista unanimidad científica sobre la responsabilidad antropogénica
del cambio climático. Pero las necesidades de la Agenda 2030, y de la élite,
exigen “consenso” en la materia…
La medida de la situación la ofrece Google: colocando en la caja de búsqueda “científicos presionados para aceptar el cambio climático”, lo que se encuentra es justamente lo contrario: “científicos que apoyan la doctrina del cambio climático”…