Después de dos años de Covid, la aparición de dos nuevas enfermedades en el último mes puede parecer como si lloviera sobre mojado. El problema es que, una de estas enfermedades, la hepatitis infantil, afecta a los niños y condicionará de por vida a un 10% de los contagiados y el otro la "viruela del mono", está afectando, de momento, a hombres que realizan prácticas homosexuales. El tiempo dirá cómo evolucionan estas enfermedades que, en cualquier caso, parecen, como mínimo tan graves, sino más, que el Covid-19. Esta es la situación global en este momento.
Hemos estados dos años bloqueados con el asunto del virus por
excelencia entre 2020 y 2022. No era para tomárselo a broma, pero tampoco era
para que buena parte de los gobiernos occidentales, confinaran durante tanto
tiempo a la población (a menos que no se quisiera ensayar nuevas fórmulas
contra la inflación) y mantuvieran medidas restrictivas o que, simplemente,
servían para poco o nada (como las mascarillas, vigentes hasta anteayer). Si hacemos
un alto y recordamos todas las medidas que se nos han recomendado durante dos
años, veremos que la mayoría carecían efectividad (¿a quién se le ocurrió
aquella prohibición de ir a la playa? ¿o la de que los locales bares debían
tener abiertas las ventanas mientras hubiera clientes?). Incluso la más
racional de ponerse guantes de plástico en los supers, se respetó solamente en
los dos primeros meses...
ASÍ SE SOBREACTÚA ANTE VIRUS REALMENTE EXISTENTES
El virus existía, pero lo que ha fallado ha sido la reacción de
los gobiernos nacionales y de las organizaciones supraestatales, con la OMS en
cabeza, que no han estado en condiciones de abordar la cuestión de manera
científica, desde una perspectiva exclusivamente clínica. Sin olvidar que desde el principio se nos habló de las vacunas
como panacea universal que iban a resolver el problema y, bruscamente, todo se
evaporó: la nueva noticia que ocupaba los titulares, las tertulias y mayores
espacios mediáticos era Ucrania. La letalidad del virus había pasado. Pero el
virus sigue ahí, “gripalizado”, cuando, desde el principio, era obvio que se
trataba de una gripe algo más agresiva y que afectaba a organismos
particularmente bajos en defensas.
Las reacciones ante la variante Ómicron fueron desmesuradas (la
propia descubridora de la variante, desde el principio, aludió a que su
letalidad era baja y no pasaba de ser una gripe) y pronto hubo que dar marcha
atrás: de los 10 días de “cuarentena”, se bajó a siete, luego a tres, aunque no
mediara ingreso hospitalario, y, finalmente, se optó por la “gripalización”. Siguió
habiendo muertos, pero, a estas alturas, la única cifra “segura” es la
diferencia entre muertes ocurridas entre 2019 y las que ocurrieron en 2020 y
2021. Hay diferencia. Mucha en realidad: lo que quiere decir que se produjo una
indudable letalidad, pero lo que no está tan claro es si se debió al virus en sí
o a la dejación que los servicios médicos realizaron ante otras enfermedades.
Por otra parte, la campaña de terror mediático, tuvo también una
componente criminal: se produjo un “efecto contagio”, el terror se extendió,
desde mes y medio antes de que se aplicaran las primeras medidas restrictivas,
en la sociedad. Hoy, se sabe con certeza, que el estado psicológico se somatiza
y se traduce en una mayor o menor eficacia del sistema inmunológico. Miedo y
eficiencia del sistema inmunitario, están en razón inversa.
Tampoco puede excluirse que parte de las muertes se debiera a la aplicación
de protocolos nefastos para tratar la enfermedad (como ya ocurrió en los primeros
años de aparición del VIH cuando los fármacos aplicados se convirtieron en sentencias
de muerte para los afectados; recordemos el caso del AZT). Sin olvidar, por supuesto,
la irresponsabilidad de directores y personal en algunos geriátricos que registraron
niveles inusitados de mortandad. O los CAP que se convirtieron en fortalezas inexpugnables
para enfermos que precisaban atención por otras dolencias.
Sabemos que, en 2018, murieron en España, en apenas dos meses, entre
15.000 y 18.000 personas a causa de la gripe. Pero no tenemos la certidumbre de
cuántos han muerto por Covid, de la misma forma que tampoco tenemos la
certidumbre de la marcha del conflicto ucraniano.
Se entiende que esto ocurra durante un conflicto armado; alguien dijo
aquello de que en las guerras la primera víctima es la verdad, pero se entiende
mucho menos que este axioma se aplique también ante una pandemia.
Entendemos que los gobiernos sobreactuaran (había que detener la
inflación en 2020 y a “alguien” no se le ocurrió nada mejor que encerrar a la
población en sus casas, detener bruscamente el consumo, lo que, por sí mismo,
había que la inflación quedara contenida. Pero han pasado dos años y el
fantasma de la estanflación (inflación + estancamiento económico) está ahí, no
solamente planeando sobre nosotros, sino lanzando sus proyectiles cada vez que
acudimos a un mercado. La noticia, no es esta,
sino el conflicto ucraniano.
Así están las cosas. La OTAN, echando leña al fuego, intentando
que países, tradicionalmente neutrales, ingresen en la alianza antirrusa con
calzador. El resultado va a ser -está siendo- un aumento de la dependencia
energética de Europa y, a nivel mundial, más inflación con el riesgo de que la
estanflación, se convierta en recesión.
Pero ahora, además de los problemas económicos que vamos a
encontrar, vienen problemas sanitarios que podemos calificar como “preocupantes”.
Hay informaciones, de momento limitadas y, precisamente por eso, aún más
preocupantes.
LA NUEVA HEPATITIS INFANTIL O EL MISTERIO DE LOS ORÍGENES
Desde hace tres semanas se viene hablando de un problema hepático
que afecta a niños. Se trata de una nueva hepatitis infantil. El 10% de los afectados
precisarán un trasplante de hígado. En España, de
momento y en las últimas semanas se han realizado 26 de estas operaciones, lo que,
según el porcentaje indica que, como mínimo se han dado 260 casos de esta
enfermedad.
Se trata de una inflamación del hígado. Para un niño de 10 años,
la actual técnica de los trasplantes garantiza que durante toda su vida seguirá
tomando medicamentes antirrechazo. Lo más terrible es que el hígado trasplantado
debe proceder de otro niño, no de un adulto. Ahora bien, ¿de dónde procede
el problema?
Se ha descartado que sea una variante de algún virus habitual en
la hepatitis (marcados con letras de la A a la E). También se ha descartado que
se trate de un adenovirus, frecuentes en bebés y niños pequeños, así como a
personas con sistemas inmunitarios debilitados. Luego se ha especulado sobre hipótesis
relacionadas con el Covid: al haber estado tanto tiempo sin contacto con otros
niños, al levantarse los confinamientos se han producido reacciones no
previstas por el sistema inmunológico relajado por el confinamiento. Pero los
niños que sufren la enfermedad son preadolescentes, han estado antes de la
pandemia en contacto con otros niños. Por tanto, esta explicación queda invalidada.
Algo más de cuerpo tiene la hipótesis de que la enfermedad ha sido generada por
mascotas, perros especialmente, cada vez más frecuentes en los hogares. Por
algún motivo, esta hipótesis ha quedado descartada sin muchas explicaciones. Así
que la tendencia es a explicar el virus hepático en relación al Covid. Habría
surgido de la “combinación de dos virus”.
Como la explicación resulta indemostrable, se ha levantado otra:
todos los niños afectados por la hepatitis infantil, han pasado el Covid (en
Israel, por ejemplo, 11 sobre 12 casos). Se ha dicho que, en el intestino de
los niños, permanecen rastros del Covid durante más tiempo que en los adultos,
a pesar de que, en los niños, el Covid siempre ha resultado mucho más leve que
en adultos o ancianos. Según esta tesis, esta permanencia de residuos de Covid
en el intestino de los niños sería lo que generaría “procesos inflamatorios
multiorgánicos”. Esto genera un deterioro de la barrera intestinal y que los
virus lleguen a la sangre causando una inflamación que terminaría afectando al
virus. La explicación oficial va en esa dirección.
Ahora bien, otra sugiere que los niños que sufren este problema,
si es cierto que han pasado por el Covid, pero también es cierto que han sido
vacunados. La Organización Mundial de la Salud, se ha apresurado a desmentir
esta correlación, pero lo cierto es que la presión para que se vacunasen los
niños con una tercera y una cuarta dosis, ha sido desaconsejada unánimemente
por los pediatras y, finalmente, se haya retirado la publicidad para impulsarla
en países como España.
NO SABER A QUÉ ATENERNOS CUANDO LA SALUD DE LOS NIÑOS ESTÁ EN
JUEGO
En esta situación, con falta de información y absoluta
desconfianza por la ineficiencia de la OMS demostrada ante la pandemia, no
puede evitarse que prosperen las tesis conspiranoicas.
La “comisión de verificación” de la agencia EFE, ha insistido en
que la relación entre hepatitis infantil y vacunación anti Covid, es FALSA:
pero sus argumentos suscitan todavía más dudas, porque el primer “argumento de
autoridad” es que “las autoridades sanitarias no ven relación alguna…” y
considera la opinión de la OMS como “infalible”, a pesar de su reciente y estridente
fracaso a la hora de afrontar el Covid. EFE denuncia que las informaciones
vertidas por “una web antivacunas” (se refiere a THE
EXPOSÉ) SON FALSAS… pero, a poco que se lee la totalidad del desmentido de
EFE, se percibe que se trata de una “cuestión de fe”: o se cree la información
que facilita EFE (cuyo origen es la OMS) o se cree en la web The Exposé
(que, por lo demás, parece bien documentada y el informe sobre este tema es muy
amplio).
En lo personal, tengo la convicción de que las cifras que se están
dando sobre esta enfermedad infantil no son exactos y que la incidencia es
mayor de lo que afirman las noticias y las fuentes. Hace algo más de un mes
-cuando todavía no se hablaba de la hepatitis infantil- tuve que ir a Urgencias
en el Hospital de Calella. En las cuatro horas de espera antes de que me
atendieran, me llamó la atención la presencia de varios niños de entre 8 y 12
años, con evidentes síntomas de un problema hepáticos: vómitos frecuentes,
malestar, aspecto de tener molestias abdominales… En principio, pensé que se
trataba de casos muy habituales a esas edades de apendicitis. Al cabo de unos
días, aparecieron las primeras noticias sobre la hepatitis infantil y, a pesar
de lo subjetivo de mi apreciación, la sensación era que aquellos niños,
probablemente, estaban aquejados de ese mismo problema. Algo más de un mes
después, estamos ante una “sequía informativa” sobre el tema: es difícil
encontrar, incluso en “noticias”, información fehaciente sobre la incidencia
actual de este virus.
En una palabra: no sabemos a qué atenernos. Estamos hablando de niños
y de problemas generados en niños. Es decir, en nuestro futuro. Y ni siquiera
hay fair play informativo. La unánime posición de rechazo de los pediatras
ante las “rondas periódicas” de vacunación anti-covid para niños, interfieren
con el interés de gobierno español en la “tercera” dosis para niños. El hecho
de que el gobierno haya tenido que recular en esta materia, justo cuando
aparecían los primeros casos de hepatitis infantil, resulta particularmente
sospechoso y significativo.
En cualquier caso, lo que se demuestra es algo terrible: para buena
parte de la población las informaciones vertidas desde los órganos de gobierno
y desde las instituciones que deberían estar preocupadas por nuestra salud, carecen
de credibilidad. Esto es, siempre, un signo de descomposición de un régimen.
Este caso demuestra que entre las opiniones institucionales y los criterios
-subjetivos si se quiere, pero no por ello menos reales- de una parte
sustancial de la población, se ha producido una brecha insalvable.
LA “VIRUELA DEL MONO”, NUEVO STAR-VIRUS
Y en este momento se anuncia la llegada de otra extraña
enfermedad. Ayer aparecieron en medios de prensa las primeras informaciones
sobre la “viruela del mono”. Al parecer, se han registrado los primeros casos
en Madrid (7 casos confirmados y otros 22 posibles a las 10:00 de la mañana de
hoy jueves 19 de mayo).
Se trata, nos cuentas los especialistas, de una “infección causada
por un virus que circula entre roedores y otros animales silvestres de África
central y occidental”. Genera, fiebre, dolores musculares, cansancio,
erupciones e inflamación de ganglios linfáticos. A pesar del nombre, no tiene
nada que ver con la enfermedad erradicada hace décadas. Al parecer, la
letalidad es baja, un 1% (pero en el Covid era todavía similar: sobre la cifra
oficial de 523 millones de infectados, habría fallecido también, oficialmente
6,27 millones, esto es, pocas décimas más del 1%), pero hay una característica
preocupante: al igual que el VIH en los primeros momentos, parece que el virus
está afrentando al mundo gay.
La Agencia de Seguridad Sanitaria de Gran Bretaña, reconoció que
los casos recientes se habían visto “predominantemente en homosexuales,
bisexuales u hombres que tienen sexo con hombres”. En Portugal también
ha resultado significativo que los siete casos confirmados y los quince
sospechosos detectados hasta ayer, sean hombres. En España, según informa hoy
ABC, confirma los primeros siete casos aparecidos en Madrid, todos en hombres y
otros 22 más que están en estudio como probables. El diario añade que “la
mayoría se han detectado en jóvenes varones que mantuvieron sexo con hombres”.
Los enfermos están aislados en sus domicilios y se busca al “paciente cero
español” que haya traído la enfermedad. Una medico del Servicio de Salud
Internacional del Hospital Clínico de Barcelona, ha coincidido en que no se
trata de un brote grave, “pero el colectivo gay debe estar más alerta y
si detectan unas lesiones en la piel similares a las de la viruela deben acudir
a su hospital”…
Y esto crea un problema añadido.
NUNCA DISCRIMINAR, NUNCA AFRONTAR LA REALIDAD
No albergamos ninguna duda de que esta información, incluso de
confirmarse, se pasará de puntillas en la medida en que es “discriminatoria”
para el colectivo gay. Ya vimos lo que ocurrió durante los primeros meses del VIH.
Por entonces, el colectivo gay era “intocable” y acometer alguna medida que
ellos mismos pudieran considerar discriminatoria, se descartaba por completo.
Lo normal, hubiera sido aislar a los afectados; medida que se excluyó por
completo como “homófoba”. El resultado fue que del mundo gays, el virus
saltó al mundo de la toxicomanía, de ahí al de la prostitución y, finalmente,
se extendió entre todos los grupos sociales por transmisión sexual.
Ahora se corre el riesgo de que vuelta a ocurrir un proceso
similar. Sería bueno recordar que determinadas enfermedades de transmisión
sexual, pero también cánceres de colon, de próstata, de testículos y otras,
están vinculadas a las prácticas sexuales habituales (aunque no exclusivas) en
el mundo gay. En la web del “Grupo
de Trabajo sobre tratamiento del VIH”, vemos una noticia muy preocupante
para el colectivo gay: “Más de la tercera parte de hombres gays están
infectados por las cepas del VPH (virus del papiloma humano) más relacionadas
con el cáncer anal”.
Así pues, no es mito el afirmar que determinadas prácticas
sexuales exponen a ciertos riesgos a los que no se suelen aludir. Y, una
cosa es desterrar la homosexualidad como “enfermedad mental” y otra muy
diferente, eludir el hecho objetivo de que determinadas prácticas sexuales
aumentan drásticamente los niveles de incidencia de ciertas enfermedades.
En lugar de enseñar el “seminarios sobre masturbación para niños”, lo que todos
niños aprender por sí mismos o el ilustrarles solamente en la “tolerancia” ante
las distintas variantes de la sexualidad, sería bueno que el ministerio de la
igualdad también recordara los RIESGOS de determinadas prácticas.
No albergamos la menor duda de que si la Agenda 2030 tiende a la “igualdad”
y a la normalización de determinadas prácticas y criterios sexuales, la
información sobre la peligrosidad de la “viruela del mono”, será escatimada y
distorsionada para la opinión pública. No olvidemos
que la Agenda 2030 es hija de la Organización de las Naciones Unidas y que, en
materia sanitaria, las indicaciones que contiene responsabilizar a su filiar,
la Organización Mundial de la Salud, de su aplicación. Y la ley de oro de
ambos organismos es: “no difundir nada que pueda ser considerado como discriminatorio
para algún colectivo minoritario”. Luego, claro está, como en el caso del
VIH, como en el caso del Covid, será el llanto, el crujir de dientes.
¿A alguien le extrañará? Sí, a los “tragacionistas” que van por la cuarta dosis y esperan la siguiente como agua de mayo. No a los que aun tienen entendimiento y entiende, ojos y ven. Lo cierto es que hay demasiadas crisis sanitarias en tan poco tiempo.