lunes, 23 de mayo de 2022

CRONICAS DESDE MI RETRETE: EL PARO EN LA CUARTA REVOLUCION INDUSTRIAL

 

El término “Cuarta Revolución industrial” se debe a Klaus Schwab, presidente del Foro Económico Mundial, aunque otros muchos antes que él, han advertido que la idea de que la humanidad -en realidad, los países desarrollados- se encuentran ante una nueva mutación que viene de la mano de la técnica y que repercutirá más rápidamente que cualquier otra anterior (y de manera más profunda) en nuestra sociedad, ha había sido realizada mucho antes. Schwab se limitó a aprovechar su posición como miembro del comité de dirección del Club Bildelberg y presidente del Foro Económico Mundial, para popularizar el término. Es, por tanto, uno de los rostros públicos de la “élite”, de los “que mueven los hilos”… Vale la pena conocer sus criterios.

Cuando se lee un libro, el lector parte de la base de que el autor es “sincero”. No oculta nada, analiza un tema de manera, más o menos, objetiva y expresa su opinión. En realidad, no es así. Todo autor tiende a ocultar aquellos aspectos que no favorecen a su tesis o que podrían causar animadversión entre los lectores, generando incluso reacciones indeseables por parte del autor. Así pues, hay que ir con mucho cuidado a la hora de leer La Cuarta Revolución Industrial escrito por Klaus Schwab y prologado en su edición española por Ana Botín (que aprovecha para hacer una apología del Banco de Santander, resaltando lo mucho que se preocupa por los ciudadanos…).

EL GRAN RESETEO, O LA PANACEA UNIVERSAL

Schwab es también uno de los doctrinarios del “gran reset”, la idea de que la pandemia era una oportunidad para dar forma “a la recuperación económica y a las relaciones globales”. Cuando lanzó esta idea en 2020, tenía a su lado al príncipe Carlos de Inglaterra, heredero del trono británico y miembro de otra de las familias miembros de la “élite” mundial. Carlos, después de oír las propuestas de Schwab y las medidas que proponía a nivel mundial, solamente aceptó a decir que todo esto se implementaría “si la población lo acepta”.

Schwab debió sonreír ante tamaña ingenuidad (o muestra de cinismo): si hemos llegado hasta aquí, a aceptar la globalización a pesar de sus evidentes carencias y de la inestabilidad creciente de la economía mundial, si hemos llegado a votar a “líderes globales”, estilo Biden, Sánchez, Macron o Trudeau, si hemos aceptado estar dos años enterrados en nuestros hogares a causa de una gripe de baja tasa de mortandad, ¿cómo no vamos a aceptar el “gran reseteo”, y mucho más si se nos presenta como un camino de rosas.

Schwab, en aquel momento, definió el “gran reset” afirmando que “La pandemia representa una oportunidad inusual para reimaginar, reflexionar, renegociar y reiniciar nuestro mundo y forjar un futuro más sano, más equitativo y más próspero”.

LA CONSIGNA DEL MILENIO ES “SOSTENIBILIDAD”

Durante dos años, los laboratorios técnico-científicos no han estado detenidos. La sociedad sí, pero no la investigación ni la aplicación de nuevas técnicas. Es más, mientras la población estaba preocupada por si debía vacunarse una tercera o una vigésima vez, sobre si hacía dos días que utilizaba la misma mascarilla, sobre si tal variante del virus era más letal o todo era una exageración, sobre si a fin de mes se percibía el ERTE y hasta cuándo duraría… los laboratorios estaban generando, en esos mismos momentos, técnicos para -como decía Schwab- emprender el “camino de la sostenibilidad”.

“Sostenibilidad” es la palabra clave de toda esta orgía de consignas: si no somos “sostenibles”, el planeta muere. Y, claro está, si se deshielan los polos, si nuestra “huella de carbono” es tangible, si no creamos centrales de energía “limpia”… nos vamos al tacho. Todos, la nave planetaria, perece. Y nosotros con ella. Así pues ¿quién podría renunciar a la “sostenibilidad” del planeta?

Y, sin embargo, hay que analizar los términos para ver que se trata de una gran mentira: algo es “sostenible” cuando se perpetúa en el tiempo. Y el tiempo es una línea infinita, mucho más desde la perspectiva humana. Esta idea se completa con otra: “desarrollo”, es un sinónimo de “progreso”. Si hay desarrollo, hay progreso. Así pues, uniendo los dos términos, se considera un sintagma optimista: mejor “desarrollo sostenible” que “pobreza insostenible”, por supuesto. Sin embargo, esto se aplica al planeta Tierra: esto es, a un planeta de posibilidades limitadas. Es importante no olvidarlo: no hay más petróleo en la tierra que el que existe actualmente y que, cada día, va disminuyendo. Y eso mismo ocurre con cualquier otro mineral. Podríamos prolongar la “era del silicio”, gracias que es uno de los elementos más habituales en el planeta… pero no podemos prolongar eternamente, porque el silicio, como el petróleo, están presentes en la Tierra en un volumen determinado y finito. La idea de “desarrollo sostenible”, implica en sí misma, necesidad de un planeta de recursos infinitos. Y este, desde luego, no lo es.

MILES DE MILLONES DE PARADOS: PRIMER EFECTO DE LA “REVOLUCIÓN TECNOLÓGICA”

Este tipo de ideas que carecen de base objetiva y son fácilmente rebatibles, constituyen lo esencial de la teorización de Schwab sobre el futuro tecnológico que nos aguarda. Por ejemplo, en un alarde de sinceridad, Schwab reconoce que la “revolución tecnológica” tendrá algunos efectos negativos en el empleo. Y dice: de la misma forma que la revolución del vapor, la primera, generó movimientos de protesta en contra, ahora se corre el mismo riesgo, pero no hay problema, porque se crearán nuevos puestos de trabajo y nuevas posibilidades de negocio. Y así volvemos al “futuro más sano, más equitativo y más próspero”, sobre el que insiste una y otra vez. ¿Es cierta esta idea?

Claro que toda revolución tecnológica genera nuevas expectativas y puestos de trabajo. La revolución neolítica convirtió, supuso un aumento de la población dedicada a tareas agrícolas, la revolución de Gutenberg, hizo que aumentara el número de cajistas, impresores, encuadernadores, y, por tanto, curtidores, fabricantes de papel, etc. Toda revolución tecnológica ha generado empleos nuevos inexistentes antes, pero hay una diferencia en la actualidad: la imprenta tanto más de tres siglos y en generar empleos significativos en relación al numero total de habitantes, lo hizo progresivamente. Los efectos de la revolución del vapor iniciada en 1760, no empezó a cuajar en la sociedad industrial hasta un siglo después cuando se multiplicaron en todo el mundo desarrollado las industrias textiles movidas por calderas, incluso cuando Henri Ford puso en marcha las cadenas de producción y apareció en taylorismo, sus efectos sobre el empleo no fueron inmediatos, hubo que esperar a la Segunda Guerra Mundial para que se generalizaran. Es decir, entre la irrupción de una nueva tecnología y su repercusión social, pasan unas cuantas décadas.

Pero este no fue el caso de la “tercera revolución industrial”. La humanidad, desde finales de los años 60, asumió pronto, primero el transistor y luego el microchip. Desde la aparición de Internet hasta su generalización apenas pasaron ocho años. Menos aún en lo que se refiere a la aparición y extensión de la generación Smart de telefonía. El propio Schwab nos da algunas previsiones: antes de 2025, se habrá generalizado el coche autónomo y los drones de transporte, la robotización de las empresas habrá llegado, más o menos, por esa misma época. Y todo así. La novedad de la “cuarta revolución industrial” es la velocidad con la que se propaga. Entonces entenderemos el “terror” que le produce a Schwab la situación que puede crearse.

Veamos, por ejemplo: en el mundo hay 300.000.000 de taxistas. Una parte están al servicio de lo que Schwab llama “empresas disruptivas” (Uber, por ejemplo) es, en efecto, una “nueva posibilidad de empleo” en la “cuarta revolución industrial”, pero ¿qué quedará de ese empleo después de la irrupción de los “coches autónomos” que no precisarán conductor. Respuesta: 300.000.000 de taxistas en paro en todo el mundo.

Otra posibilidad: reponedores de supermercados. Otros tantos cientos de millones en todo el mundo que están abocados al paro en el momento en el que la robótica irrumpa en estos establecimientos.

Más aún: repartidores. En efecto, otras empresas “disruptivas” (Amazon, Bangoog, Alibaba) han liquidado a millones de pequeños comercios, pero, también es cierto, que han creado puestos de trabajo como repartidores, sin olvidar que, en el interior de los grandes centros logísticos de Amazon, están ya completamente robotizados y, en el de Barcelona, por ejemplo, con el volumen de nueve manzanas del Ensanche (300x300 metros de superficie) apenas dan empleo a 50 personas en sus distintos turnos. De aquí a pocos años, los drones por aire, los minivehículos autónomos por tierra, sustituirán absolutamente a todos los que hoy viven del reparto. Sin olvidar que, salvo grandes cadenas en zonas de prestigio, el resto de dependientes de comercio, están, igualmente abocados a la desaparición de sus puestos de trabajo…

Y no se trata de un solo sector que vaya a sufrir la mutación, sino de que esta se va a notar en la mayoría de sectores laborales. Algo sobre lo que los sindicatos ni saben ni opinan (a fin de cuentas, con residuos de la segunda revolución industrial y allí se han quedado). Se trata de que, en poco tiempo, los niveles se paro pueden superar a los peores momentos de las grandes crisis económicas y no serán generados por la recesión generada por estas mismas crisis, sino por el cambio tecnológico.

Y el problema que ocultan Schwab y todos los que, como él, creen en el “futuro más sano, más equitativo y más próspero”, es que los “nuevos empleos” que, indudablemente, surgirán no podrán ser atendidos por personal poco cualificado, sino que los pocos que se generen en relación a los que se pierdan, requerirán grandes cualificaciones tecnológicas, mientras que los que se pierden no requieren grandes conocimientos. Subirán, por supuesto, los empleos relacionados con el mantenimiento y desarrollo de estas nuevas tecnologías… pero nada más. Y nunca se crearán tantos puestos de trabajo, como quedarán destruidos por esta cuarta revolución industrial. La acumulación de parados generará, inevitablemente, situaciones explosivas de protesta social.

ESTO ES LO QUE EXPLICA MUCHAS ACTITUDES DE LOS ACTUALES GOBIERNOS

A partir de aquí se entienden muchas cosas:

- se entiende por qué los gobiernos tantean la posibilidad de una “renta básica de subsistencia”.

- se entiende el porqué todas las medidas aprobadas por los gobiernos tienden a reducir la población (empezando por el aborto y terminando por la eutanasia, ignorando las advertencias sobre determinados aditivos considerados como responsables de la infertilidad masculina y femenina)

- se entiende el porqué se anima a la población a que tenga mascotas en lugar de hijos.

- se entiende el porqué cada vez haya más permisividad en relación a las drogas y se oculten los efectos negativos causados por las drogas sociales aparentemente más inofensivas y las campañas de lucha contra la drogadicción hayan desaparecido.

- se entiende el porqué se insiste en la temática LGTBIQ+ que, si sirve para algo, es para justificar el descenso de la natalidad y como cobertura a los grandes problemas que, desde luego no pasan por si fulanito o menganito se miran en el espejo y se ven con un sexo diferente al que les ha sido asignado por el ADN.

- se entiende el interés en el desarrollo de sistemas que generan mundos virtuales (el Metaverso y otras iniciativas similares) que facilitarán el que el ciudadano cree una realidad virtual en la que sumergirse, hecha a su capricho, sin ningún contacto con la realidad objetiva, y en la que permanecer en una situación de letargo físico.

- se entiende que el gran terror de las élites económicas y de las sectas mundialistas, sea la reacción de la población ante un futuro en el cual la inmensa mayoría deberá vivir de la caridad pública en una situación muy bien descrita por la literatura cyberpunk.

- se entiende también porqué los gobiernos occidentales permiten sin ningún tipo de restricciones la inmigración masiva que contribuirá a la pérdida de identidad y a la conversión de las sociedades occidentales, en un tablero en el que actúan pequeños grupos étnico-religiosos-sociales sin ninguna relación entre sí, impidiendo cualquier protesta global.

- se entiende, en definitiva, por qué los gobiernos y los grandes centros de decisión mundialistas (la ONU, la UNESCO) y globalizadores (el Club de Bildelberg, el Foro Económico Mundial) tienen tanta prisa en que se modifiquen leyes, constituciones, y conceptos, antes de que se produzca una oleada de protestas mundiales que impida la realización de sus proyectos hacia “un futuro más sano, más equitativo y más próspero”. Si estas modificaciones legales y constitucionales llegan después de que la revolución tecnológica haya sembrado todos los países con cientos de millones de parados, puede ocurrir que se produzca una reacción -incluso violenta- contra los promotores y augures de ese futuro. Por eso tienen prisa en apretar las tuercas a la sociedad, generando falsos problemas, estableciendo leyes draconianas, reformando la educación hasta extremos ridículos, tratando de borrar cualquier rasgo de identidad en la población.

Vale la pena que nos demos cuenta de que la “cuarta revolución industrial”, desde todos los puntos de vista, es imposible e incompatible con los destinos humanos. Ha sido diseñada por “élites” económicas, beneficiarias de la globalización, provistas con concepciones culturales mundialistas. Ha sido diseñada para beneficio propia y arropada con sus delirios ideológicos. No ha sido diseñada, ni para ti, ni para mí, ni para nuestros vecinos, ni para nuestros hijos. 

Su “cuarta revolución industrial” no es la que requiere el ser humano.