El término “Cuarta Revolución industrial” se debe a Klaus Schwab, presidente del Foro Económico Mundial, aunque otros muchos antes que él, han advertido que la idea de que la humanidad -en realidad, los países desarrollados- se encuentran ante una nueva mutación que viene de la mano de la técnica y que repercutirá más rápidamente que cualquier otra anterior (y de manera más profunda) en nuestra sociedad, ha había sido realizada mucho antes. Schwab se limitó a aprovechar su posición como miembro del comité de dirección del Club Bildelberg y presidente del Foro Económico Mundial, para popularizar el término. Es, por tanto, uno de los rostros públicos de la “élite”, de los “que mueven los hilos”… Vale la pena conocer sus criterios.
Cuando se lee un libro, el lector parte de la base de que el autor
es “sincero”. No oculta nada, analiza un tema de manera, más o menos, objetiva
y expresa su opinión. En realidad, no es así. Todo autor tiende a ocultar
aquellos aspectos que no favorecen a su tesis o que podrían causar
animadversión entre los lectores, generando incluso reacciones indeseables por
parte del autor. Así pues, hay que ir con mucho cuidado a la hora de leer La
Cuarta Revolución Industrial escrito por Klaus Schwab y prologado en su
edición española por Ana Botín (que aprovecha para hacer una apología del Banco
de Santander, resaltando lo mucho que se preocupa por los ciudadanos…).
EL GRAN RESETEO, O LA PANACEA UNIVERSAL
Schwab es también uno de los doctrinarios del “gran reset”, la
idea de que la pandemia era una oportunidad para dar forma “a la recuperación
económica y a las relaciones globales”. Cuando
lanzó esta idea en 2020, tenía a su lado al príncipe Carlos de Inglaterra, heredero
del trono británico y miembro de otra de las familias miembros de la “élite”
mundial. Carlos, después de oír las propuestas de Schwab y las medidas que
proponía a nivel mundial, solamente aceptó a decir que todo esto se implementaría
“si la población lo acepta”.
Schwab debió sonreír ante tamaña ingenuidad (o muestra de cinismo):
si hemos llegado hasta aquí, a aceptar la globalización a pesar de sus evidentes
carencias y de la inestabilidad creciente de la economía mundial, si hemos
llegado a votar a “líderes globales”, estilo Biden, Sánchez, Macron o Trudeau, si
hemos aceptado estar dos años enterrados en nuestros hogares a causa de una
gripe de baja tasa de mortandad, ¿cómo no vamos a aceptar el “gran reseteo”, y
mucho más si se nos presenta como un camino de rosas.
Schwab, en aquel momento, definió el “gran reset” afirmando que
“La pandemia representa una oportunidad inusual para reimaginar, reflexionar,
renegociar y reiniciar nuestro mundo y forjar un futuro más sano, más equitativo
y más próspero”.
LA CONSIGNA DEL MILENIO ES “SOSTENIBILIDAD”
Durante dos años, los laboratorios técnico-científicos no han
estado detenidos. La sociedad sí, pero no la investigación ni la aplicación de
nuevas técnicas. Es más, mientras la población estaba preocupada por si debía
vacunarse una tercera o una vigésima vez, sobre si hacía dos días que utilizaba
la misma mascarilla, sobre si tal variante del virus era más letal o todo era
una exageración, sobre si a fin de mes se percibía el ERTE y hasta cuándo
duraría… los laboratorios estaban generando, en esos mismos momentos, técnicos
para -como decía Schwab- emprender el “camino de la sostenibilidad”.
“Sostenibilidad” es la palabra clave de toda esta orgía de
consignas: si no somos “sostenibles”, el planeta muere. Y, claro está, si se
deshielan los polos, si nuestra “huella de carbono” es tangible, si no creamos
centrales de energía “limpia”… nos vamos al tacho. Todos, la nave planetaria,
perece. Y nosotros con ella. Así pues ¿quién podría renunciar a la “sostenibilidad”
del planeta?
Y, sin embargo, hay que analizar los términos para ver que se
trata de una gran mentira: algo es “sostenible” cuando se perpetúa en el
tiempo. Y el tiempo es una línea infinita, mucho más desde la perspectiva
humana. Esta idea se completa con otra: “desarrollo”, es un sinónimo de “progreso”.
Si hay desarrollo, hay progreso. Así pues, uniendo los dos términos, se
considera un sintagma optimista: mejor “desarrollo sostenible” que “pobreza
insostenible”, por supuesto. Sin embargo, esto se aplica al planeta
Tierra: esto es, a un planeta de posibilidades limitadas. Es importante no
olvidarlo: no hay más petróleo en la tierra que el que existe actualmente y
que, cada día, va disminuyendo. Y eso mismo ocurre con cualquier otro mineral.
Podríamos prolongar la “era del silicio”, gracias que es uno de los elementos más
habituales en el planeta… pero no podemos prolongar eternamente, porque el silicio,
como el petróleo, están presentes en la Tierra en un volumen determinado y
finito. La idea de “desarrollo sostenible”, implica en sí misma, necesidad
de un planeta de recursos infinitos. Y este, desde luego, no lo es.
MILES DE MILLONES DE PARADOS: PRIMER EFECTO DE LA “REVOLUCIÓN
TECNOLÓGICA”
Este tipo de ideas que carecen de base objetiva y son fácilmente
rebatibles, constituyen lo esencial de la teorización de Schwab sobre el futuro
tecnológico que nos aguarda. Por ejemplo, en un alarde de sinceridad, Schwab
reconoce que la “revolución tecnológica” tendrá algunos efectos negativos en el
empleo. Y dice: de la misma forma que la revolución del vapor, la primera, generó
movimientos de protesta en contra, ahora se corre el mismo riesgo, pero no hay
problema, porque se crearán nuevos puestos de trabajo y nuevas posibilidades de
negocio. Y así volvemos al “futuro más sano, más equitativo y más próspero”,
sobre el que insiste una y otra vez. ¿Es cierta esta idea?
Claro que toda revolución tecnológica genera nuevas expectativas y
puestos de trabajo. La revolución neolítica convirtió, supuso un aumento de la
población dedicada a tareas agrícolas, la revolución de Gutenberg, hizo que
aumentara el número de cajistas, impresores, encuadernadores, y, por tanto,
curtidores, fabricantes de papel, etc. Toda revolución tecnológica ha
generado empleos nuevos inexistentes antes, pero hay una diferencia en la
actualidad: la imprenta tanto más de tres siglos y en generar empleos
significativos en relación al numero total de habitantes, lo hizo
progresivamente. Los efectos de la revolución del vapor iniciada en 1760, no
empezó a cuajar en la sociedad industrial hasta un siglo después cuando se
multiplicaron en todo el mundo desarrollado las industrias textiles movidas por
calderas, incluso cuando Henri Ford puso en marcha las cadenas de producción y apareció
en taylorismo, sus efectos sobre el empleo no fueron inmediatos, hubo que
esperar a la Segunda Guerra Mundial para que se generalizaran. Es decir, entre
la irrupción de una nueva tecnología y su repercusión social, pasan unas
cuantas décadas.
Pero este no fue el caso de la “tercera revolución industrial”. La
humanidad, desde finales de los años 60, asumió pronto, primero el transistor y
luego el microchip. Desde la aparición de Internet hasta su generalización
apenas pasaron ocho años. Menos aún en lo que se refiere a la aparición y
extensión de la generación Smart de telefonía. El
propio Schwab nos da algunas previsiones: antes de 2025, se habrá generalizado
el coche autónomo y los drones de transporte, la robotización de las empresas habrá
llegado, más o menos, por esa misma época. Y todo así. La novedad de la “cuarta
revolución industrial” es la velocidad con la que se propaga. Entonces
entenderemos el “terror” que le produce a Schwab la situación que puede
crearse.
Veamos, por ejemplo: en el mundo hay 300.000.000 de taxistas. Una
parte están al servicio de lo que Schwab llama “empresas disruptivas” (Uber,
por ejemplo) es, en efecto, una “nueva posibilidad de empleo” en la “cuarta
revolución industrial”, pero ¿qué quedará de ese empleo después de la irrupción
de los “coches autónomos” que no precisarán conductor. Respuesta: 300.000.000
de taxistas en paro en todo el mundo.
Otra posibilidad: reponedores de supermercados. Otros tantos
cientos de millones en todo el mundo que están abocados al paro en el momento
en el que la robótica irrumpa en estos establecimientos.
Más aún: repartidores. En efecto, otras empresas “disruptivas”
(Amazon, Bangoog, Alibaba) han liquidado a millones de pequeños comercios, pero,
también es cierto, que han creado puestos de trabajo como repartidores, sin
olvidar que, en el interior de los grandes centros logísticos de Amazon, están
ya completamente robotizados y, en el de Barcelona, por ejemplo, con el
volumen de nueve manzanas del Ensanche (300x300 metros de superficie) apenas
dan empleo a 50 personas en sus distintos turnos. De aquí a pocos años, los
drones por aire, los minivehículos autónomos por tierra, sustituirán
absolutamente a todos los que hoy viven del reparto. Sin olvidar que, salvo
grandes cadenas en zonas de prestigio, el resto de dependientes de comercio,
están, igualmente abocados a la desaparición de sus puestos de trabajo…
Y no se trata de un solo sector que vaya a sufrir la mutación,
sino de que esta se va a notar en la mayoría de sectores laborales. Algo sobre
lo que los sindicatos ni saben ni opinan (a fin de cuentas, con residuos de la
segunda revolución industrial y allí se han quedado). Se trata de que, en poco
tiempo, los niveles se paro pueden superar a los peores momentos de las grandes
crisis económicas y no serán generados por la recesión generada por estas
mismas crisis, sino por el cambio tecnológico.
Y el problema que ocultan Schwab y todos los que, como él, creen
en el “futuro más sano, más equitativo y más próspero”, es que los “nuevos
empleos” que, indudablemente, surgirán no podrán ser atendidos por personal
poco cualificado, sino que los pocos que se generen en relación a los que se
pierdan, requerirán grandes cualificaciones tecnológicas, mientras que los que
se pierden no requieren grandes conocimientos. Subirán, por supuesto, los
empleos relacionados con el mantenimiento y desarrollo de estas nuevas
tecnologías… pero nada más. Y nunca se crearán tantos puestos de trabajo,
como quedarán destruidos por esta cuarta revolución industrial. La acumulación de
parados generará, inevitablemente, situaciones explosivas de protesta social.
ESTO ES LO QUE EXPLICA MUCHAS ACTITUDES DE LOS ACTUALES GOBIERNOS
A partir de aquí se entienden muchas cosas:
- se entiende por qué los gobiernos tantean la posibilidad de una “renta básica de subsistencia”.
- se entiende el porqué todas las medidas aprobadas por los gobiernos tienden a reducir la población (empezando por el aborto y terminando por la eutanasia, ignorando las advertencias sobre determinados aditivos considerados como responsables de la infertilidad masculina y femenina)
- se entiende el porqué se anima a la población a que tenga mascotas en lugar de hijos.
- se entiende el porqué cada vez haya más permisividad en relación a las drogas y se oculten los efectos negativos causados por las drogas sociales aparentemente más inofensivas y las campañas de lucha contra la drogadicción hayan desaparecido.
- se entiende el porqué se insiste en la temática LGTBIQ+ que, si sirve para algo, es para justificar el descenso de la natalidad y como cobertura a los grandes problemas que, desde luego no pasan por si fulanito o menganito se miran en el espejo y se ven con un sexo diferente al que les ha sido asignado por el ADN.
- se entiende el interés en el desarrollo de sistemas que generan mundos virtuales (el Metaverso y otras iniciativas similares) que facilitarán el que el ciudadano cree una realidad virtual en la que sumergirse, hecha a su capricho, sin ningún contacto con la realidad objetiva, y en la que permanecer en una situación de letargo físico.
- se entiende que el gran terror de las élites económicas y de las sectas mundialistas, sea la reacción de la población ante un futuro en el cual la inmensa mayoría deberá vivir de la caridad pública en una situación muy bien descrita por la literatura cyberpunk.
- se entiende también porqué los gobiernos occidentales permiten sin ningún tipo de restricciones la inmigración masiva que contribuirá a la pérdida de identidad y a la conversión de las sociedades occidentales, en un tablero en el que actúan pequeños grupos étnico-religiosos-sociales sin ninguna relación entre sí, impidiendo cualquier protesta global.
- se entiende, en definitiva, por qué los gobiernos y los grandes centros de decisión mundialistas (la ONU, la UNESCO) y globalizadores (el Club de Bildelberg, el Foro Económico Mundial) tienen tanta prisa en que se modifiquen leyes, constituciones, y conceptos, antes de que se produzca una oleada de protestas mundiales que impida la realización de sus proyectos hacia “un futuro más sano, más equitativo y más próspero”. Si estas modificaciones legales y constitucionales llegan después de que la revolución tecnológica haya sembrado todos los países con cientos de millones de parados, puede ocurrir que se produzca una reacción -incluso violenta- contra los promotores y augures de ese futuro. Por eso tienen prisa en apretar las tuercas a la sociedad, generando falsos problemas, estableciendo leyes draconianas, reformando la educación hasta extremos ridículos, tratando de borrar cualquier rasgo de identidad en la población.
Vale la pena que nos demos cuenta de que la “cuarta revolución industrial”, desde todos los puntos de vista, es imposible e incompatible con los destinos humanos. Ha sido diseñada por “élites” económicas, beneficiarias de la globalización, provistas con concepciones culturales mundialistas. Ha sido diseñada para beneficio propia y arropada con sus delirios ideológicos. No ha sido diseñada, ni para ti, ni para mí, ni para nuestros vecinos, ni para nuestros hijos.
Su “cuarta revolución industrial” no es la que requiere el ser
humano.