No creo que
los chinos hayan creado un virus de laboratorio (hace falta entrar en la
trastienda de un restaurante chino para comprobar que cualquier cosa puede
salir de allí). Lo que si creo es que todos intentan beneficiarse del virus:
los EEUU para echar la culpa a China y, de paso, dar un paso más en el “decoupling”
comercial con este país (varios de los vídeos que han circulado en las últimas
semanas -algunos de los cuales han sido reproducidos por Cuarto Milenio-
tienen el aroma inequívoco de haber sido construidos desde los laboratorios
de “operaciones psicológicas” del Pentágono y filtrados a la opinión pública
occidental a través de distintos medios que ignoraban su origen (aunque no
tanto su intencionalidad.
Tampoco creo que
el gobierno de la izquierda marciana de nuestro país considere el virus como un
medio para encerrar a la gente en sus casas y desmovilizar a la sociedad.
Habitualmente, la gente está ya encerrada en sus casas y replegada a lo
individual desde el primer tercio de los años 80, separada de la realidad y desinteresada
por los grandes problemas del país. Y más todavía en esta época de autopistas
digitales, Skype, redes sociales, streamings y multiplataformas mediáticas. No
hace falta salir a la calle para estar en contacto con el mundo. Ahora bien, lo
que si creo es que el gobierno español no ha estado a la altura y ha demostrado
su ineficiencia absoluta.
Hoy sabemos que el
gobierno español preguntó a la UE sobre la gravedad del virus, 30 días antes de
que irrumpiera en España. La UE contestó que, efectivamente, se trataba de una
pandemia grave. Ante lo que el gobierno marciano no hizo absolutamente nada,
salvo permitir la manifestación feminista del 8 de marzo y que la televisión
pública, a través del programa de Maxim Huerta del mediodía, unos tertulianos
poco informados, estuvieran sembrando el miedo en la sociedad durante un mes,
hasta que se decretó el confinamiento obligatorio. ¿Hay que recordar que el
miedo es un reflejo psicológico que al somatizarse genera una bajada de
defensas?
¿Cómo iba a
hacer algo Sánchez, dotado de todo el poder que le otorga la constitución,
pero huérfano de la Autoridad necesaria para que se respeten sus orientaciones
por sí mismas y sin apelar a las multas o a la represión? La sanidad estaba
en manos de Illa, un individuo carente por completo de formación en materia de
sanidad, desconocedor de la diferencia entre un virus, una bacteria, un ácaro y
una boina. Con unos ministros de Podemos más preocupados por el pendiente y la
coleta, acompañados por neuróticas feminitudas, catetas en su mayor parte, y preocupados
de que Sánchez cortejara a la otra parte del arco político… y les dejara en la
calle con las hipotecas y los cuñaos en paro. Y luego estaba Simón, con aspecto
permanente de haber pasado una mala noche, pero provisto de la capacidad de
hablar sin decir nada. Sin olvidar a la inefable Celá, ministra de educación,
incapaz de explicar cómo iba a actuar el gobierno en materia de enseñanza durante
la pandemia y que todavía sigue sin responder esperando que las comunidades autónomas
lo hagan.
Pero, eso sí,
aplausos, oímos y muchos. Se aplaudía por cualquier cosa: ¿Qué han muerto
20? Aplausos en el geriátrico. ¿Qué faltan mascarillas? Aplausos porque de
China llegarán unas que no sirven para nada. ¿Qué las urgencias están saturadas?
Aplausos y muérase de otra cosa… Aplausos, siempre aplausos, aplausos por nada,
aplausos para nada. Aplausos para ahogar los gritos en el Ifema, oídos por
todos los ingresados, de aquellos a los que se les había empotrado un tubo en
los pulmones para que respiraran mejor y seguían ahogándose…
Establezcamos el
orden de importancia:
1) Hay
muertos (29.000 oficiales y 54.000 reales) porque hay virus. Virus producto
de la dejadez oriental (como antes la gripe aviar que vino de África pero se
aceleró en China), cuya característica es la rapidez en su expansión, pero que
no deja de ser una gripe grave.
2) El número
de muertos ha aumentado al aplicarse un mal protocolo clínico para su
tratamiento. Y ahí las responsabilidades se distribuyen entre la OMS, el
gobierno español y su falta de especialistas (ni siquiera se creó la famosa non
nato gabinete de expertos).
3) España
ostenta el dudoso honor de ser el país del mundo con más muertos por cada
100.000 habitantes, gracias a la ineficiencia y falta de autoridad de los
distintos escalones de gobierno (estatal, autonómico y municipal).
Sigamos lo
ocurrido en estos últimos meses. El gobierno actuó en cinco fases:
- Fase previa:
tenía información suficiente para reaccionar un mes antes. No hizo nada. Ni
siquiera encargó mascarillas a alguna empresa, ni prohibió manifas feminitudas
- Fase de
confinamiento: cuando el virus estaba presente y difundiéndose, el gobierno
central asumió el papel de “salvaguarda de la nación y escudo sanitario”.
- Fase de
normalización: ante la pérdida de prestigio del gobierno y para cortarla,
el gobierno trasladó la responsabilidad de la desescalada a las Comunidades
Autónomas.
- Fase de
reavivamiento: como era de esperar, cada comunidad reprodujo los errores que
antes había cometido el gobierno central y se sacó de la manda “ideas geniales”
(no fumar).
- Fase providencialista:
el gobierno y las comunidades, a estas alturas, ya solamente confían en que la
vacuna esté difundida antes del final de la primavera y así poder recuperar
económicamente al país en la campaña turística de 2021.
Vana
esperanza esta última porque en la temporada siguiente el turismo todavía no
estará suficientemente recuperado. Es más, es probable que casi dos años de
interrupción de los flujos turísticos hayan sido aprovechados por otros países en
los que el impacto del Covid-19 ha sido mucho menor (Europa del Este, Costa
Dálmata, Portugal) para restar clientela a su principal competidor: la maltrecha
España del Covid y de la izquierda marciana.
No,
decididamente, no podemos hablar de conspiración en el caso del Covid-19,
ni para el mundo (la epidemia apenas ha mermado la población mundial en un
millón, algo imperceptible que es absorbido en menos de un mes por el
crecimiento demográfico mundial), ni en España (en donde, de haber estado otro
partido en el gobierno, probablemente hubiera ocurrido lo mismo y por las
mismas causas: una clase política que está en el poder para saquear las arcas
públicas y lo que menos le interesa es resolver los problemas que van
apareciendo; y lo que es peor: que ni siquiera tiene criterio, sentido común y
capacidad técnica, por no hablar de Autoridad, para resolverlo).
Lo que ha
existido es la “conspiración de los ineptos”. Sería punible judicialmente
si la policía tuviera una “Brigada para reprimir la Ineptitud”, existieran
leyes que penaran la estupidez y la ineptitud de los funcionarios públicos y
existiera una población que exigiera eficiencia en el ejercicio de los cargos
políticos. Pero nada de todo ello existe y, en su lugar, tenemos una fiscalía
general del Estado, cuyo titular es nombrado por el gobierno y que, por tanto,
está poco predispuesto a actuar contra él.
La “judicialización”
de la vida pública -tal como enseña el caso del independentismo catalán y la
vía que ensayó Rajoy para combatirlo y que ahora sostiene Vox- es una vía
muerta. La “movilización popular” resulta impensable en un país que
solamente se moviliza cuando gana su selección nacional de fútbol, porque desde
el felipismo, la sociedad civil está agónica. La “indignación” de 2009 que
dio lugar a Podemos se ha convertido hoy en frustración y desengaño para otra generación.
Si la vía judicial está muerta y la vía de las movilización es ilusoria, habrá
que deducir que este país no tiene remedio.
De todo ello
puede concluirse -y esto es importante- que la única conspiración posible en
España es la de los ineptos. Ha, existido y existirán muchas más “conspiraciones”
como ésta (ya nos hemos olvidado del síndrome tóxico de 1981 que afectó a
20.000 personas, y que se “resolvió” con una sentencia judicial sin fundamento
científico ni epidemiológico). No es extraño que el gobierno se niegue a una auditoria científica de su gestión...
Y luego a
alguien le extraña que ahora estemos por los 2,3 BILLONES de euros de déficit y
en la primavera de 2021 lleguemos a los 3 BILLONES. La idiotez tiene un precio
a pagar por los que todavía tienen nómina.