Hasta aquí hemos examinado los textos incluidos en las Obras Completas en los que se alude a la
monarquía. No hay más, al menos ninguna referencia más que sea significativa y
que aporte algo más que comentarios a la actualidad de aquel momento. Nada
importante para nuestro estudio. Así pues, con esto ya tendríamos suficiente
para establecer las relaciones de José Antonio con la monarquía: no hay ninguna
crítica a la institución sino a sus formas degradadas (teoría del “derecho
divino” y teoría de la monarquía parlamentaria, pero nunca a la concepción de
la monarquía tradicional), incredulidad ante la posibilidad de que pudiera
restaurar la monarquía en aquellos momentos, una negativa pertinaz a responder
de manera clara y rotunda a la pregunta de “¿monarquía o república?” y, desde
el primer momento, hasta unos días antes de su fusilamiento, un constante
respeto a la institución.
Ahora bien, ¿era esto mismo lo que percibieron quienes conocieron de
cerca a José Antonio Primo de Rivera? Para responder a esta cuestión hay
que entrar en la Biografía Apasionada,
en donde su autor dedica un amplio parágrafo a este tema (1)[.
Por lo dicho hasta aquí no sorprenderá ya a algunos el hecho de que
en la Falange fundacional estuvieran presentes varios militantes y dirigentes
monárquicos. A pesar de eso, en los medios monárquicos parece que el
hecho de que José Antonio no hiciera ninguna alusión a la monarquía en el Discurso del Teatro de la Comedia creó
cierto malestar. Ximénez de Sandoval escribe a este respecto:
El
olvido absoluto que el Fundador de la Falange dedicara en su discurso del 29 de
octubre a la Monarquía disgustó a muchos, aunque algunos otros creían que se
debió a razones de «táctica». Dentro de la naciente Organización había muchos
muchachos fervorosamente monárquicos y cabía aguardar de un momento a otro la
ansiada declaración de la Falange para ayudarla económicamente y aprovechar su
brío en servicio de la Causa de la Restauración” (2)
El “biógrafo apasionado” explica que no era este el pensamiento de
José Antonio, sino que “creía todavía prematuro el momento para hablar del
problema de la Restauración”:
“Restauración,
sí, de España, que había quedado mucho más deshecha que la Dinastía con los
últimos vaivenes revolucionarios. Restauración plena de todos los valores
nacionales; reincorporación de las esencias tradicionales; revisión rigurosa de
todo lo extraño, lo artificial, lo ajeno al meollo racial; revolución nacional,
sí. Pero Restauración a tontas y a locas de una Dinastía sin haber situado,
atacado y conquistado todas las bases corrompidas en que pudiera sostenerse;
restaurar la Monarquía sin haber construido el Estado Nuevo al que ella pudiera
dar solidez, recibiéndola también de él, le parecía necedad insigne” (3).
Sigue explicando Ximénez de Sandoval que tampoco veía clamor popular
para la restauración de la monarquía y le parecía mucho más vivo el “sentido
social” que debía de acompañar necesariamente a la cuestión nacional. Y añade: “Por nacimiento y tradición familiar, José Antonio era monárquico. Pero
antes que monárquico era español” (4) [4]. Y cita una de las frases que le comentó
en alguna ocasión: «Si volvieran
Fernando e Isabel, en este mismo momento me declaraba monárquico». La
frase encierra un matiz que no se le escapó al propio biógrafo: el “me declaraba monárquico” (lo que
equivalía a afirmar públicamente algo que se llevaba en privado) en lugar de “me hago monárquico” (lo que equivaldría
a una conversión, a un cambio de posición). Dice de su propia cosecha
Ximénez de Sandoval con razón: “Declararse
algo quiere decir confesar públicamente algo. Declararse supone «ser» algo,
«llevar» algo oculto que se pone a la luz. José Antonio no decía «me haría»
monárquico, sino me declararía. Luego, secretamente, lo era ya” (5).
Los que conocieron a José Antonio durante aquel período fundacional
de la Falange, le preguntaron en varias ocasiones sobre este asunto. Con
Francisco Bravo habló en varias ocasiones y también con Ximénez de Sandoval.
Las respuestas que debió dar a Bravo no constan en su libro (6) en donde no existe alusión alguna a
monárquico, monarquía, Alfonso XIII… Así pues, debemos de fiarnos de Ximénez de
Sandoval cuando Bravo le cuenta las confidencias que recibió de José Antonio:
«Recuerdo
que una tarde del verano de 1934, paseando en San Sebastián con él y con
Aizpurúa, la conversación derivó hacia sus relaciones con quien encarnó la
Monarquía. Aludimos a lo que se decía respecto a ingratitudes para con el
Dictador, gastado en una empresa condenada al fracaso de antemano. No era fácil
vencer la reserva de José Antonio en estas y otras muchas cuestiones. Más,
desde luego, nunca
asintió a los rumores aludidos. En cambio, nos dijo esto: –Después de la
caída de mi padre, el Secretario del Rey dejó de felicitarme en su nombre el
día de mi cumpleaños, como venía haciendo desde hacía varios años. Esto indicó
que mis relaciones con Don Alfonso quedaban canceladas. Y cuando dijo esto no
había el menor dejo de amargura ni de reproche. Jamás pudo inculpársele una
resolución motivada en el despecho. Aristócrata por su finura espiritual tanto
como por su casta, abominó de toda arma indelicada. Nunca sintió despecho. Era
en plena persecución sañuda contra la memoria de su padre y jamás cayó en la
tentación de usar el archivo del General, en el que indudablemente había
demandas y pruebas de adulación suscritas por muchos de sus acusadores” (7)
Y añade, a continuación, el biógrafo:
“…aquellos
quienes José Antonio tenía a raya con una sonrisa de conmiseración irónica le
zaherían lanzando ese rumor: José Antonio no se declaraba monárquico por
rencor personal a Don Alfonso XIII, a quien consideraba responsable de la caída
del Dictador” (8).
Había entre estos “un grupo de muchachos caballerescos y valientes
que deseaban –como la distinguida señora de Bilbao– que José Antonio se declarase
monárquico”, a lo que hubiera seguido la unión con Renovación Española. José
Antonio no creía en esa posibilidad estratégica: repitió en varias ocasiones
durante los meses posteriores al retorno de Calvo Sotelo de su exilio parisino,
que no arrastraría a la joven generación a una lucha para la restauración de la
monarquía. Sin embargo, los monárquicos estaban en el interior del
partido tal como ha reconocido Ximénez de Sandoval. En realidad, en ese
capítulo, el biógrafo, alude al núcleo de Ansaldo que sería expulsado del
partido en 1934, en lo que puede considerarse el canto del cisne de los
monárquicos alfonsinos dentro de Falange Española.
NOTAS
(1) Biografía Apasionada de
José Antonio, Felipe Ximénez de Sandoval, Editorial Fuerza Nueva. Madrid
2007. Edición digital, págs. 200 a 207. Capítulo La cuestión monárquica.
[(2) Idem., pág. 200
(3) Id., pág.
202.
(4) Id., pág.
204.
(5) Id., pág.
202.
(6) Francisco Bravo Martínez, Historia
de Falange Española de las JONS, Editora Nacional, Madrid 1940. Edición
digital.
(7) Idem., pág. 204.
(8) Idem., pág. 204.