Hasta ahora tenía al Institut de Nova Història de Catalunya
como un reducto del más acrisolado freakysmo independentista. En todas las
regiones con acumulación de paletos hay instituciones parecidas, en todos los
casinos de pueblo, siempre hay algún enterado que hace de su villorrio el
centro del universo. Hará medio siglo conocí a uno de Badalona que interpretada
cualquier acontecimiento político internacional afirmando, con una seriedad
pasmosa, que antes, en su pueblo ya se había producido algo que anunciaba la
convulsión internacional. Ahora, por cierto, va de independentista. En cada
país hay una cuota de paletos y eso resulta normal e, incluso, divertido. Todos
los pueblos han tenido al cura, al boticario, al picoleto, el tonto del pueblo,
al cacique. Ahora, el freaky es un personaje casi obligado. El problema es
cuando los freakys están subvencionadas por una institución pública, con dinero
de todos y que, para colmo, se identifica con sus “estudios históricos”.
El Institut de Nova Història de Catalunya, compuesta por un
centenar de sesudos amantes de la historia regional. Sostiene peregrinas tesis
sobre la catalanidad de los más diversos personajes históricos. Esta
institución, por ejemplo, sostiene que La Gioconda, sería Isabel de Aragón y
Monserrat el paisaje que muestra Leonardo como fondo del cuadro. El Lazarillo
del Tormes se escribió -¿no se habían enterado?- en catalán, lengua que,
faltaría más, era más antigua que el latín (lo sabía hasta el Conde de Güell
que así lo proclamó en la apertura de los Juegos Florales de 1902 que, por
cierto, pagaba: y todos los intelectuales catalanes de la época le aplaudieron
a rabiar). La bandera de los EEUU estaría inspirada en la senyera catalana y
bastante tiene Trump en no pagar royalties.
La cultura española no existe. Todo lo que merece ser
llamado cultureta ha nacido en Cataluña. Sin ir más lejos, ustedes se acordarán
de aquel soldado valeroso que combatió en el esquife de una galera en Lepanto;
aquel chico joven que quedó mal-trecho de una mano, Cervantes… bueno, pues, en
realidad se llamaba Servent y era -¿cómo pueden dudarlo?- catalán nacido en
Xixona. Y en cuanto a su Quijote, por si alguien fuera tan insensato que lo
dudase, se trataría de un catalán de soca i arrels, Quixot. Su autor, habría
sido perseguido en España y, miren por dónde, cuando se estableció en el Reino
Unido, firmó sus escritos como “William Shakespeare”. No busquen a un
Shakespeare oriundo de Stanford upon Avon, ni lo confundan jamás con
Christopher Marlowe: él era Servent, y venía de la tierra del turrón.
Las enormidades sostenidas por el Institut de Nova Historia
(y que pueden disfru-tarse en su web abierta para todos los públicos) no se
detenían aquí: Garcilaso de la Vega sería, en realidad, “Galcerán de Cardona” y
las obras de Quevedo, simples pla-gios de los escritos del rector de
Vallfogona. Sobre Santa Teresa de Ávila, los hombres del INH sostenían, sin el
más mínimo pudor, que se trata de la abadesa de Pedralbes. Hernán Cortés, en
realidad, sería “Ferrán Cortés”, noble catalán. Más retorcida era la
interpretación sobre el origen de Francisco Pizarro, cuyo apellido, al decir de
estos iluminados, sería “Pinós De So i Carros”. Por no hablar de Américo
Vespuccio que, a despecho de sus indubitables raíces italianas, sería “Aymeric
Despuig”, íntimo colaborador de su paisano Joan Colom i Bertran, ese que
ustedes tienen, en su ignorancia, una irreprimible tendencia a conocer con el
alias de “Cristóbal Colón”…
Todo nacionalismo se sostiene sobre bases históricas
subjetivas siempre tuneadas. Lo que ocurre es que, en el caso del nacionalismo
catalán, se alcanzan proporciones difícilmente igualables... y subvencionadas.
Entre decir que Santa Teresa de Ávila era catalana y de las pirámides fueron
construidas por extraterrestres no hay tanta distancia, salvo por el hecho de
que los iluminados que ven arquitectos llegados de otras galaxias, lo hacen por
su cuenta y riesgo y en el caso del INH, es una de las patas del sainete
independentista, no por ser la más freaky, está menos subvencionada.
El presidente y la persona de contacto del INH es un tal
Alberto Codinas Poch. Hace falta tener rostro para ser la cara visible de una
organización con tal perfil freaky. En un país normal, alguien que sostuviera
tesis como las del INH, no pasaría de ser una curiosidad local, pero en esta
Cataluña enferma de independentismo y fuera de la realidad, Codinas Poch es un
tipo que merece todos los parabienes de una institución cada vez más excéntrica
-la gencat- pero que administra el dinero procedente de nuestros impuestos. Este individuo está al frente de varias
fundaciones (Tas-ca, Jan BCS, la Fundación Catalunya Estat, Via Fora!, la
Plataforma Sobinaria i Justicia) que, en su conjunto, en los dos últimos años
han recibido 6 millones de euros de la gencat en los dos últimos años…
El Confidencial de
hoy cita unos párrafos “supremacistas” del tal Codina Poch. Destilan
ignorancia, por una parte y odio por otra. No es nada nuevo; el nacionalismo
catalán (se llame independentismo, o se llame nacionalismo moderado) siempre ha
sido así. Pero si estos payasos de la historia son algo, vale la pena que se
recuerde, urbi et orbe, que es
gracias a los dineros de la gencat. Sin esos dineros, no pasarían de ser tristes
“enteraos” de casinos de pueblo.