Querido Diario:
Me he dado una vuelta desde donde
resido en Sabana Sur hasta el centro de San José. En Costa Rica el sol sale a
las 5:30 y se pone a las 17:30. Es bueno levantarse con el sol. He desayunado
una papaya (llegan pocas a España y nunca saben como las de aquí). Estamos en
temporada de lluvias, así que, desde que llegué, cada día, con mayor o menor
intensidad llueve. Hoy ha diluviado por la mañana. Y eso que el cielo estaba
particularmente luminoso y despejado. Inevitable, el regresar a casa
encharcado. La vida no se detiene aquí por unos litros de más por metro
cuadrado. Me he habituado pronto a este
clima. En realidad, con los tiempos que corren hay que habituarse a todo. No
puede decirse que en ningún lugar del mundo, ni para nadie, sean tiempos
tranquilos.
Esta época exige de nosotros un
esfuerzo diario de adaptación. Mi padre, un enamorado de la aviación, nacido en
1898, aprendió a volar después de la Primera Guerra Mundial gracias a un piloto
militar francés. Volaba en aquellos destartalados biplanos cuyas alas y fuselaje
estaban cubiertos con tela barnizada. A lo largo de su vida siguió los progresos
de la aviación. En 1969 la cápsula Apolo 11 alcanzó la Luna. Mi padre viviría
todavía 11 años más. A lo largo de su vida vio el tránsito acelerado de la
aviación, la transformación de los biplanos en monoplanos, del motor de hélice
al reactor y del vuelo de los hermanos Wigth –apenas un salto de 20 metros- al
trasbordador espacial. Cambios
vertiginosos, sorprendentes, difíciles de asimilar.
Bien, pues estos cambios eran
pocos comparados con los que está experimentando nuestra generación: en 1970
empecé a trabajar como funcionario: mi herramienta de trabajo era una máquina
de escribir de “palancas”. Diez años después lo hacía con un IBM composer, electrónica “de bolas”.
Poco después con máquina de “margaritas” (¿quién se acuerda de ellas?). En 1984
apareció el primer ordenador IBM-PC y diez años después –tras el ensayo del Ibertexto (lo dicho: ¿quién se acuerda
de aquello?)– llegó Internet, cuando la telefonía móvil ya se había
generalizado. Hoy estoy en un lugar remoto de Centroamérica, envío archivos por
correo electrónico a una imprenta y a distintos medios.
Me acompañan siempre tres discos
duros externos: uno de trabajo con una biblioteca electrónica de casi 12.000 “volúmenes”
en PDF, otro de ocio con varios cientos de películas, documentales, teatro,
cómics y un tercero con programas y herramientas de trabajo. Iphone, tablet, portátil y ordenador
adaptable a monitor de TV con ratón y teclado inalámbrico, me acompañan: todo
cabe en una mochila. A mis
63 años he pasado de una oficina con máquina de palancas a llevar la oficina en
la mochila y disponer en ella de más capacidad de procesado y de almacenamiento
que el que estuvo al alcance de la NASA cuando Neil Amstrong llegó a la Luna. Díganme
si esto no es adaptación.
Pero hay algo que me preocupa: ¿cuánto tiempo podré seguir en
la cresta de la ola de las nuevas tecnologías? (por qué sé que llegará
un momento en el que ya no pueda “cabalgar” con la modernización tecnológica y
ésta me rebase y me deje atrás). Y en segundo lugar: ¿qué esfuerzos de adaptación tendrán que hacer mi
hijo y mi nieto en las próximas décadas? No albergo la menor duda de que
mi nieto verá un mundo muy diferente al actual cuando tenga uso de razón, y más
diferente aún cuando culmine su bachillerato. No logro hacerme una idea de cómo
será el mundo cuándo él tenga mi edad, es decir, en el 2077… Ni siquiera sé, si
el mundo de esa época será habitable. Ni si existirá capacidad humana de adaptación capaz de
seguir los cambios que se avecinan a tal velocidad. Por no estar, ni siquiera
estoy seguro de si el mundo del futuro será mejor. Albergo las más serias
dudas. Y me molesta pensar que esta generación, y las que la han precedido, no
han logrado mejorar nada más que las herramientas que utilizamos en nuestro
trabajo.
EL PAIS PUBLICA UNA ENCUESTA
ENVENENADA: EL 71% DE LOS CATALANES NO QUIEREN QUE ARTUR MÁS SIGA COMO
PRESIDENTE DE LA GENERALITAT
Hasta ahora Artur Mas se ha
escudado en que la candidatura que patrocinaba, Junts pel Sí, ha ganado las elecciones y que lo pactado era que él
siguiera siendo presidente de la Generalitat. Ganó, sí, pero ya dijimos en
nuestra primera crónica una vez se supieron los resultados electorales del 27-S
que se trataba de una “victoria Pírrica”, es decir, de un triunfo en el que el
vencedor resulta tan debilitado que, no sólo no puede explotar su victoria, sin
que lo sitúa ante el abismo. Y, en efecto, la “digestión” de los resultados
electorales está resultando cada vez más difícil para Artur Mas. El 71% de catalanes considera
que no debería repetir como President. Y lo que es peor para toda su
área política: el 51% de
catalanes rechaza el pacto de Junts pel Sí y CUP, mientras que apenas el 42% lo
aprueba. Cuando faltan 10 días para el debate de investidura, no está
claro ni remotamente que Mas sea el próximo “Onorable”…
Incluso entre los votantes
de la CUP, el rechazo que genera Artur Mas tiene la misma intensidad que el que
genera entre los del PP.
Hay otro dato de esta encuesta
que todavía es más preocupante y que abunda en la dirección que hemos apuntado
en los últimos cuatro días: el
apoyo social al independentismo va disminuyendo progresivamente. Si el
27-S la distancia entre soberanistas y no-soberanistas era de apenas un punto
de ventaja para los no soberanistas, ahora, apenas un mes después, es de ¡ocho
puntos! Y alcanza los 18 puntos cuando se recuerda al entrevistado la
posibilidad –certidumbre, en realidad- de que Cataluña quedara fuera de la UE
en caso de independencia.
La conclusión es clara: tras cuatro años se lavado de
cerebro intensivo, la opción soberanista ha ido perdiendo fuelle en el último
año y especialmente a partir del 27-S. El 11-S ya pudo percibirse una
disminución de los asistentes a la manifestación convocada por las entidades
soberanistas. Oficialmente, los asistentes no disminuyeron… pero tampoco
aumentaron. Y ese mismo día 11 empezó la campaña electoral. Desde entonces, y a
la vista de cómo el soberanismo está llevando las cosas y, sin duda, a causa de
la operación de la UDEF contra las cúpulas históricas de CDC, se están viendo
mermados sus apoyos sociales. Es importante destacar que no es que se realice un trasvase de votos o
de voluntades de una CDC tocada y hundida hacia ERC o a CUP, sino que es el
soberanismo, en su conjunto, el que retrocede.
JUAN CARLOS I FUE EL MAYOR COMISIONISTA DE LA HISTORIA DE ESPAÑA, DICE
GREGORIO MORAL. SIN DUDA ES EXACTO Y ESA ES LA CUESTIÓN: “DEL REY ABAJO, TODOS…”
Nunca he sintonizado con Gregorio
Morán como periodista. Aunque él no lo confiese, en la transición escribió al dictado de quienes la
promovían y las cloacas del Estado le facilitaron informes, en especial sobre
la extrema-derecha que entonces se trataba de aislar (dio, como Xavier
Vinader, crédito a informantes que eran mentirosos patológicos o simplemente
colaboradores de los servicios de seguridad del Estado, y lo hizo a sabiendas
de que los informes que le vendían eran pura basura; a Vinader se lo dije
personalmente a él no he tenido ocasión).
De hecho, la transición hubiera
sido imposible sin el concurso de los grupos mediáticos de la época: Cadena16,
Cadena Zeta y PRISA. Él trabajaba para Cadena16. Su libro sobre Adolfo Suárez
fue mucho más interesante. Su aportación a la película Siete Días de Enero, como la cinta en sí, era estúpida y malintencionada:
dio, desde el principio
una versión errónea y artificial de la transición (y no creemos que fuera ni
inocente ni involuntaria, sino que deliberadamente contribuyó a presentar la
transición justo como lo que no fue). La cosa tiene todavía más gracia
porque hasta 1976 fue miembro del Partido Comunista de España. Hace tiempo que
no leo sus artículos en La Vanguardia
y dudo que tengan mucha audiencia.
Pero, de tanto en tanto, Morán se
descuelga –ahora que ya no debe tener las servidumbres que tuvo en la
transición- con alguna verdad como un templo. Por ejemplo, ésta de que el mayor
comisionista del Reino ha sido Juan Carlos I. Nunca lo habíamos dudado, pero
está bien que alguien lo recuerde. En realidad, si la corrupción se ha filtrado
con tanta facilidad en el tejido del Estado ha sido como reflejo de las
prácticas de la cúpula. Pocos
dudan hoy de que Pujol y su tribu sean “presuntos culpables”, pero sería
injusto no recordar que no hicieron nada más que seguir el ejemplo del monarca
que “pilotó” la transición.
Dice Morán a El Confidencial a propósito de Juan Carlos I: “Lo suyo
con la corrupción fue un descaro. Los barcos… Todo, todo. Juan Carlos I
fue, sin ninguna duda, el mayor comisionista que hubo en este país. Donde olía
dinero, ahí estaba. Una obsesión
que venía de Fernando VII, pura tradición borbónica. Lo gracioso es que lo justificaban
diciendo que Juan Carlos I había tenido muchas dificultades económicas de
joven. ¡Eso es una sucia mentira! Los Borbones no tuvieron dificultades
económicas nunca”.
Eso es rigurosamente cierto… pero Morán elude llegar a la
conclusión lógica: lo que surgió de la transición llevaba la corrupción en sus
entrañas (como la Restauración llevaba el caciquismo). Aquellas aguas, trajeron
estos lodos. El gran argumento de Morán para bendecir la transición y
todo lo que trajo es que entonces se trataba de “ganar libertades”. Para “ganar
libertades” se mintió. Muchos periodistas empezaron a mentir y a publicar
informaciones cuya falsedad les constaba (él uno de ellos). Para “ganar
libertades” se permitió que un pobre espabilado como era Juan Carlos I amasara
en pocos años una inmensa fortuna a base de comisiones obtenidas en el
ejercicio de su cargo. Durante
décadas esto se ocultó y se le presentó como el “motor del cambio”. Ese ejemplo
ha terminado generando el que presidentes autonómicos, ministros del gobierno
del Estado, concejalillos de ciudades de tercera o cuarta división, por pura
imitación siguieran por la senda trazada por Juan Carlos I. Seguramente
para “seguir ganando libertades”.
Va siendo hora de que Morán y gentes como
él reconozcan el fracaso de aquella época y de la construcción urdida entonces.
JUNIOR TAOFIKI O UN ASPIRANTE A CAMELLO
EXPULSADO Y PROTEGIDO POR XIMO PUIG, PRESIDENTE DE LA COMUNITAT VALENCIANA…
La
Vanguardia publica un caso de “interés humano”… Se llama Junior Taofiki y dice haber nacido en
España… pero, por dejadez, añade, no pidió la nacionalidad española. Después de
cometer un delito, fue expulsado a la tierra natal de sus padres: Nigeria. Se
queja de que no conoce a nadie allí y que su lugar es España. La
periodista que firma el artículo termina diciendo que su esperanza es… pedir asilo político.
Evidentemente, en la historia de Taofiki no hay absolutamente ningún elemento
sobre el que se pueda sostener tal pretensión.
Es más, fue expulsado de España, no por motivos políticos, sino
por haber sido detenido con cocaína y éxtasis y huir de la policía. El
artículo es lacrimógeno. Nos dice que pertenece a una “familia desestructurada”
(la mayoría de familias africanas son así hasta el punto de que la célula
básica de la sociedad africana no es la familia, sino la tribu, es la tribu la
que educa a los hijos). Nos dice que apenas lo cogieron con “nueve pastillas de éxtasis y un gramo de
cocaína” y que, por esas nimiedades, fue condenado a dos años y nueve
meses de cárcel…
El
artículo no nos dice nada, por ejemplo, ni de lo que estudió, ni de qué vivía,
ni en qué trabajaba. No hace falta: si lo detuvieron con nueve pastillas de
éxtasis y un gramo de cocaína, sabemos en qué trabajaba y de qué vivía. Y me
pregunto: ¿no está mejor este país con un camellín menos? Tan claro debía estar
el tema que la policía no admitió la fotocopia de la partida de nacimiento que
les presentó Taofiki para justificar que él… que él “era español”. Para la policía el documento era
una burda falsificación. No así para Ximo Puig, actual presidente de la
Generalitat Valenciana, que creyó la veracidad en la historia de Taofiki y ni
siquiera le interesaron los motivos por los que fue a dar con sus huesos a la
cárcel. Era un africano subsahariano y, por tanto, había que creerle.
Taofiki
está, como se dice en medios carcelarios, “currándose la página de la pena”. Sabe que la
policía no le va a hacer caso. Es raro que lo expulsaran sin más antecedentes.
Más raro aún es que no pidiera la nacionalidad si tenía derecho a ello. Sabe que solamente lo puede creer
un político de izquierdas, de esos para los que un inmigrante, por el mero
hecho de serlo, es puro y virginal. No es tonto el muchacho. Algo que no
puede decirse de Ximo Puig (que le ha creído a pie juntillas) y de la
periodista que ha publicado la historia en La
Vanguardia (una historia que apesta).
En Lagos cometer un delito puede suponer
recibir una paliza en plena calle, volverla a recibir en la comisaría, nuevamente
en los calabozos del juzgado y pasar un período de prisión en una cárcel insalubre
y masificada en donde incluso se pueden olvidar de ti. En España, en cambio, delinques una y otra vez y
no pasa nada. Es más, te alimentan bien en prisión, te tratan como en tu país
no te tratarían, te visten con ropa de marca y te alimentan, tienes cama
confortable y sabes que cuando salgas puedes seguir delinquiendo y cobrando los
426 euros, recibiendo vales de comida del ayuntamiento, ayudas de las ONGs por
tiempo indefinido. ¿Qué elijes? ¿Lagos o Valencia? Sólo un tonto elegiría
Lagos. Taofiki no lo es. Quienes han creído su historia, en cambio, sí
lo son.