El independentismo catalán era
hasta hace poco un espantajo tras el cual solamente existían tres tipos de
individuos: gente que no se había podido acomodar en CiU y canalizaba su
nacionalismo por vías más radicales (fundamentalmente ERC y sus disidentes), unos
grupos juveniles compuestos por inmaduros irremediables (los maulets y demás
excrecencias del lítico PSAN) y una serie de individuos emotivos y
sentimentales a los que la simple mención al “Estat Catalá” y al “Catalans
¡Catalunya!” hace llorar como margaritas… Entonces ¿De dónde ha salido el
actual impulso independentista? ¿Podrá ser Cataluña independiente algún día?
¿Qué supondría esta perspectiva?
La nueva situación creada por CiU
Lo realmente nuevo en 2012 es que
el independentismo que ha aflorado es un subproducto de CiU, el partido que,
hasta ahora, se limitaba a ser “nacionalista y democrático”. El gobierno de la
Generalitat (esto es, CiU) ha subvencionado en los últimos dos años con 200
millones de Euros a los grupos independentistas que hasta ese momento eran
económicamente indigentes y con una posibilidad de acción política muy limitada.
No es algo nuevo, desde los años 80, CiU viene utilizando esta práctica
(entonces ya financió discretamente la Convenció per l’Independencia) con el
fin de realizar un permanente chantaje al Estado e incluso antes, durante el
franquismo y a la vista del buen resultado que había dado ETA al PNV (ya se
sabe aquello de uno golpean al árbol y otros recogen las nueces…), en el
entorno de lo que luego fue CDC, de alguna manera, se auspició, impulsó y
cubrió aquel grupo terrorista que fue el Front d’Alliberament de Catalunya en
los primeros años 70. El discurso es, desde entonces, siempre el mismo: “dadme
lo máximo de lo que pido… porque si no vendrán los independentistas y os
generarán más problemas de los que tenéis conmigo”. La estrategia de la amenaza,
desde entonces, no ha cambiado. Lo que ha cambiado es la táctica utilizada.
En efecto, en las últimas décadas
CiU ha ido sistemáticamente chantajeando a los gobiernos de izquierdas y
derechas gracias a una constitución española generada para eternizar el poder
de la “banda de los cuatro” (PP+PSOE+CiU+PNV). El sistema político español se
basa en un bipartidismo imperfecto, es decir, dos opciones que se van
alternando en el poder con el apoyo de una “tercera fuerza” que entra en acción
cuando ninguna de las dos partes tiene mayoría absoluta. La arquitectura de
este sistema que cumple ahora 33 años ha sido desastrosa para el Estado pero
extremadamente beneficiosa para las autonomías más agresivas, especialmente
para CiU y el PNV. Y tanto los gobiernos de Aznar, como de Felipe y Zapatero
han ido cediendo a las exigencias de CiU mucho más allá de lo que el sentido
común y la razón de Estado aconsejaban. Por eso CiU ha podido llevar treinta
años de faraonismo catalanista.
Pero ahora se ha producido una
crisis económica sin precedentes que impide que el erario público siga con esta
política de concesiones sin límite a la autonomía catalana. Ésta, por lo demás,
se encuentra en situación ruinosa, con una primera petición de ayuda al Estado
(que no será la única) y con el “bono catalán” depreciado a la altura del bono
griego como simple “bono basura”. Esto, que ya es dramático de por sí, lo es
todavía más en Cataluña y especialmente para el catalanismo, en la medida en
que éste quiere presentarse permanentemente como “la parte seria del Estado
Español”, “los buenos administradores frente al despilfarro andalú”, “la
autonomía con más seny en contraposición a las ganas de fiesta del resto de
España”… cuando las cifras dicen que su negligencia a la hora de controlar las
cuentas públicas no tiene precedentes, sus niveles de corrupción son similares
a los de Andalucía, al igual que lo son los niveles de paro juvenil, paro
global, desertización industrial y, acaso, el único punto en el que Cataluña
supera a Andalucía es, precisamente, en número y porcentaje de inmigrantes…
No se trata de que el Estado no
tenga ya dinero para comprar los votos y ceder al chantaje de CiU… es que los
“hombres de negro” de la Unión Europea están al acecho y no permitirían nuevas
cesiones de fondos que sirven solamente para alimentar los bolsillos de los
dirigentes de CiU y generar nuevos impulsos catalanistas. Así que, a la vista
de la situación, CiU ha tenido que recurrir a otra táctica: la del chantaje
independentista. ¿Cómo lo ha hecho? Simplemente, en los dos últimos años se ha
limitado a canalizar fondos hacia ese sector y a ordenar a sus “almogávares
mediáticos” (especialmente a Zeta y al Grupo Godó) a que toquen arrebato por la
independencia de Cataluña. De esas aguas nacieron los lodos que se manifestaron
el pasado día 11 de septiembre después de 32 años de que esas manifestaciones
movilizaran únicamente a los “maulets” y a las JERC (apenas unos pocos cientos
de personas en las tardes del 11, habitualmente menores de 20 años con mas
ganas de litrona que conciencia política…).
La opinión pública española no
termina de entender cómo se ha producido el fenómeno independentista. Y no lo
entenderán nunca porque ni PP ni PSOE van a reconocer que llevan tres décadas
cediendo al chantaje de la Generalitat. Mientras el gobierno Rajoy (que sabe
perfectamente lo qué hay y sabe cómo se ha generado el neo-independentismo de
hoy) calla, la opinión pública española teme la secesión de Cataluña.
¿Es posible que Cataluña se independice?
Hay una serie de factores (seis
en concreto) que juegan contra la independencia catalán. Por este orden:
1.- A pesar de las cifras
triunfalistas el independentismo es todavía minoritario en Cataluña y ha sido
sobredimensionado por los “almogávares mediáticos” que cobran de la
Generalitat. Son ellos los que han hecho circular la cifra de 1.500.000 de
asistentes a la manifestación y que dista mucho de ser real, pero no es
discutir sobre la contabilidad miserable lo que nos interesa.
No hay que perder de vista que la
“catalanización” de la sociedad, a pesar de haber llegado a su techo hace 15
años, es baja: si bien es cierto que el 95% “conocen” el catalán y lo
entienden, no es menos cierto que solamente el 35% lo hablan con cierta
tendencia descendente. El nacionalismo, el catalanismo y el regionalismo están íntimamente unidos a la lengua a falta
de cualquier otro “factor diferencial”.
No existe “fuerza social”
suficiente como para afirmar que la independencia catalana sea apoyada
unánimemente por la sociedad. Es más, hay zonas enteras (el cinturón industrial
de Barcelona) en donde el uso del catalán está bajo mínimos e incluso
sospechamos empíricamente que en determinadas zonas se habla más árabe que catalán).
Sin “fuerza social” unánime no es posible la independencia.
2.- La Unión Europea es la póliza
de seguros de la “unidad nacional”. Francia y Alemania (los motores de la UE)
tienen problemas regionalistas, como mínimo tan graves como España, pero a
diferencia de Cataluña (que nunca ha sido independiente), Baviera, por ejemplo,
si lo ha sido e incluso hasta 1919 tuvo rey (de la dinastía de los Bitelsbach).
Bretaña tiene muchos más elementos diferenciales en relación a Francia que
Cataluña en relación a España… La independencia catalana generaría una próxima
balcanización de Francia y Alemania que se presenta como indeseable para estos
países. Sin olvidar que Francia se resiente del “problema regionalista” nacido
a este lado de la frontera tanto en el País Vasco como en Cataluña. Esto era
sabido, el elemento nuevo es que tras la manifestación del 11-S, la UE ya
declaró explícita y taxativamente que el día en que Cataluña se independizara
quedaba, por ese mismo hecho, fuera de la UE. Y las condiciones económicas, así
como la situación en la que quedaría Cataluña en esas circunstancias, hacen
imposible pensar en una inmediata incorporación a la UE con todo lo que ello
implica (corte en seco de las exportaciones de productos catalanes a la UE).
3.- Aunque no lo parezca, España
tiene una Constitución extremadamente clara en lo relativo a la secesión de las
partes y a la centrifugación, así como a los mecanismos para mantener la unidad
del Estado. El hecho de que Rajoy no lo haya mencionado antes (incluida la
posibilidad menos dramática de suspensión del Estatuto de Cataluña o la más
dramática de entregar a las fuerzas armadas el mandato de evitar la secesión)
no quiere decir que algún presidente del gobierno español quiera pasar a la
historia como el que permitió que se centrifugara lo que desde la antigua
Hispaniae romana ha constituido una unidad. Es de todos conocido el victimismo
habitual del nacionalismo catalán y el gobierno de la nación no está dispuesto
a facilitar una excusa que pueda suponer reavivarlo. Incluso en el caso de que
Rajoy se negara a la intervención de las FFAA haría falta saber cuál sería la
reacción de éstas.
4.- La patronal catalana, en
bloque, está contra la secesión. Contrariamente a lo que se tiene tendencia a
pensar, la producción industrial catalana no se vende mayoritariamente en
Europa, sino en… el resto del Estado Español. A nadie se le escapa que la
secesión catalana generaría inmediatamente un rechazo visceral a los productos
catalanes (algo que ya hemos visto con el cava catalán años atrás). Dejando
aparte que una parte de la industria catalana se trasladaría a zonas más
“amables” del Estado (distantes en ocasiones 20 km de su emplazamiento actual…),
lo que quedase encontraría problemas para colocar sus productos en los mercados
españoles y europeos. Esto, además, demuestra que hoy el nacionalismo, a
diferencia del siglo XIX y de principios del XX ya no está promovido por la
burguesía industrial catalana… ¡sino por aventureros políticos y por la vieja
casta de las “200 familias” que quieren seguir controlando Catalunya como lo
han hecho en los últimos 170 años! No es una clase económica sino una
oligarquía de intereses muy distintos, lo que gobierna hoy desde la Plaza de
San Jaime. Lo que constituye hoy el
Estado Mayor del nacionalismo ya no es una clase social homogénea (la
“burguesía industrial catalana”) sino un conglomerado de las “200 familias” que
ya no viven de lo que producen sus fábricas, sino del aprovechamiento miserable
y mafioso de los recursos de la autonomía catalana, algunos de los cuales,
incluso, tienen sus domicilios fiscales fuera de Cataluña…
5.- Cataluña tiene un problema
que no quiere ser reconocido por el nacionalismo: la inmigración. Basta ir por
las calles de Barcelona para reconocer la dimensión del problema: un 23-25% de
inmigración, imposible de acomodar en un mercado laboral normal, verdadera
bomba en la actual crisis económica y con las actuales tasas de paro y
auténtica bomba atómica con espoleta activada en caso de secesión y de la
crisis económica y la bajada de producción que seguiría… Esa inmigración ni
está integrada, ni tiene intención de integrarse, ni podría integrarse a la
vista de la brecha antropológica y cultural que tiene con Europa y
específicamente con Cataluña. El hecho de que cada vez con mayor frecuencia
aparezcan inmigrantes de todas las razas hablando catalán, no indica que estén
integrados, ni siquiera que tengan intención de hacerlo: para ellos el árabe
sigue siendo la “lengua sagrada” en la que está escrito el Corán y, por tanto,
superior al catalán. Por otra parte, el catalanismo ya a principios del siglo
XIX demostró no saber defenderse a sí misma (entonces ante el movimiento obrero
y ante la Semana Trágica) y necesitar de “España” (y, en concreto, del Ejército
Español) para sacudir los deseos de revancha social de la clase obrera ante la
explotación de que era objeto). Cien años después las cosas no han cambiado:
los Mossos d’Esquadra (lo único que Cataluña dispone como fuerza de orden
público), hasta ahora han demostrado una absoluta ineficacia allí en donde se
ha suscitado algún conflicto con la inmigración, frecuentemente han tenido que
retirarse de barrios en revuelta y, desde luego, si se produjera algo parecido
a la intifada que tuvo lugar en Francia en noviembre de 2005, se verían
ampliamente desbordados. Previendo esto es por lo que Cataluña se ha negado a
aplicar las medidas restrictivas dictadas por el gobierno Rajoy sobre la
sanidad a ilegales. Pero una política de cesiones ante una cuarta parte del
país que ha llegado de fuera y que quiere seguir recibiendo subsidios,
subvenciones, becas y ayudas de todo tipo, es imposible de mantenerse hoy ¡y no
digamos el día de la independencia! A Cataluña le queda por pasar un verdadero
calvario en esta materia incluso aunque continúe vinculada al Estado: es el
pago a la irresponsabilidad de la Generalitat en materia migratoria.
6.- La obsolescencia de las
infraestructuras es un problema que se elude habitualmente pero que hoy, aquí y
ahora, ya es muy visible en Cataluña: entre seguir aplicando una política de
prestigio y de difusión del nacionalismo y mejorar las infraestructuras, la
Generalitat opta siempre por lo primero. Cuando se compara, por ejemplo, el
metro de Madrid o Valencia con el de Barcelona se percibe claramente que éste,
a pesar de seguir ampliándose, es notoriamente inferior a los otros, que sus
sistemas de ventilación se han quedado anticuados, por no hablar de la red de
“cercanías” gestionada por la Generalitat con averías constantes, reducción de
trenes, cada vez más gente de pie… ¡pero en donde se reparte gratuitamente la
edición en catalán de La Vanguardia! Estos problemas que hoy se perciben
claramente aumentarían asindóticamente en el momento de la independencia,
cuando fuera necesario renovar infraestructuras y se viera ¡que no hay dinero
para ello ni hay posibilidades de chantajear al Estado! La Generalitat haría lo
único que puede esperarse de un gobierno desaprensivo en una situación así:
privatizar todo lo privatizable. Ya hemos visto que Artur Mas no tenía
absolutamente ningún inconveniente en que Eurovegas se instalase en Catalunya
(es decir, un enclave con una legislación diferente que suponía en la práctica
una renuncia a la soberanía sobre unas 200 hectáreas de territorio). Y es que
CiU, no lo olvidemos, es un partido que defiende una economía liberal. Pero,
hoy sabemos, que la privatización no es la solución y que solamente acentúa los
problemas de obsolescencia de infraestructuras. Pero ¿qué pueden importar los
transportes públicos, la sanidad, la red de carreteras y demás, a quienes
solamente utilizan coche oficial para sus desplazamientos?
Por todo ello podemos establecer
tres verdades irrebatibles:
- La independencia de Cataluña es
inviable.
- La independencia de Cataluña
supone un salto al vacío con batacazo final.
- La independencia de Cataluña
jamás se producirá.
Pero ¿Y si Cataluña se independiza?
Los independentistas catalanes
están aplicando desde hace décadas lo que podemos llamar “la estrategia del
desestimiento”: presionar tanto y tan reiteradamente al Estado Español, hasta
causar hartazgo en el resto del Estado y la tentación de decirles lo que dijo
Jiménez-Losantos tras las manifestación del 11-S: “¿Divorcio de España? Sí,
inmediato y sin pensión…”. Fuera de la tosquedad del “comunicador” lo cierto es
que la hipótesis de una Catalunya independiente podría producirse en los
próximos años a la vista de la cerrazón e irracionalidad de los
independentistas. Veamos…
1.- Hemos dicho al principio que
esta oleada independentista es una “farol” de CiU para mantener el chantaje y
la presión sobre el Estado. Bien, pero ¿y si estimular artificialmente a los
movimientos independentistas en una situación de crisis económica generalizada
hace que el propio Mas pierda el control del movimiento? Tal es el mayor riesgo
a la vista de las limitaciones y de la mediocridad de la clase política
dirigente de CiU: la hipótesis en la que quien golpea el árbol y quien recoge
los frutos sean la misma persona que se ha fortalecido a base de golpear una y
otra vez el árbol, no debe eludirse. Si Artur Mas pierde el control sobre el
independentismo y alimenta un monstruo que en un momento dado cobra vida
propia, Cataluña se declararía independiente. Por eso Mas estudia celebrar
elecciones anticipadas, para evitar que los partidos independentistas se
refuercen demasiado y superen los resultados de CiU. La independencia sería un
hecho si la “estrategia del desestimiento” hubiera hecho mella en el gobierno
de Rajoy. ¿Qué ocurriría entonces?
2.- Los primeros meses del recién
nacido “Estado Catalán” serían esplendorosos: nombramiento de embajadores en el
extranjero, abolición de las provincias e implantación de las veguerías,
manifestaciones de desacuerdo por la capitalidad de las mismas, noticias
patrióticas y triunfalistas difundidos por los “almogávares mediáticos”,
llamamiento a que España “pague su deuda histórica con Cataluña”,
manifestaciones de inmigrantes con barretina y bandera catalana reivindicando
todos los beneficios reivindicables, los “indignados” indignándose por la
deriva neoliberal del nuevo gobierno… y euforia hasta que, sino en el primer
trimestre, en el segundo ya no se pudieran pagar los sueldos de los
funcionarios y se empezara a tener constancia de las cifras: cifras de
ciudadanos “catalanes” que se han empadronado en provincias “españolas”
limítrofes, de empresas que han desplazado su domicilio fiscal a Madrid (¿Qué
pasaría, por ejemplo, con Planeta, por citar un solo ejemplo?). El bono catalán
cada vez más depreciado, imposibilidad de lograr financiación por otra vía que
no fuera por la venta de propiedades del nuevo Estado que, inevitablemente,
debería de hacerse a bajo precio a la vista de la situación de precariedad del la
Cataluña independiente…
3.- En un plazo que podemos
situar entre el segundo semestre y el primer año, se produciría una
recomposición de las fuerzas no independentistas, favorecida por la patronal
catalana y que se vería favorecida por la certidumbre visible de que “la
independencia no es la solución” o por aquello otra de que “antes estábamos
mal… ahora estamos peor” que inevitablemente (ver los seis motivos por los que
Cataluña no puede ser independiente… y que, en caso de serlo, se convierten en
motivos de crisis insuperable). La aplicación de políticas neoliberales por
parte del “nuevo Estado” generaría un rechazo especialmente en los sectores
sociales que inicialmente apoyaron el independentismo para dar la posibilidad a
que un “cambio de rumbo” mejorara las cosas. La “guerra social” se superpondría
y caminaría paralela a la “guerra étnica”.
4.- Visto el aislamiento de
Cataluña a nivel internacional y el resentimiento albergado en el resto del
Estado Español, la economía catalana quedaría completamente asfixiada en un
espectáculo dantesco en el que la guerra social y la guerra étnica serían el
elemento desencadenante de un movimiento pendular en sentido inverso: la
posibilidad de verse anegados por 1.500.000 de inmigrantes que agitarían
banderas del islam y del indigenismo y la sensación de que la única defensa son
unos “Mossos d’Esquadra” que buscaban un oficio tranquilo pero no ingresaron en
el cuerpo para jugarse el físico, obligarían a los dirigentes del “nuevo
Estado” a buscar el pacto con la inmigración. Pero, al menos una parte de la
inmigración, lo que percibirían es, no ya la posibilidad de un nuevo status-quo sino de dictar leyes propias
e imponer reglas del juego. No olvidemos que la “natalidad catalana” depende
casi completamente desde el año 2000 de la inmigración y que el grupo catalán
originario ¡tiene la tasa de natalidad más baja de todo el mundo! Cataluña
podría ser en apenas 30 años el primer Estado Islámico de Europa Occidental,
ejemplo y modelo para otros en Francia y Alemania…
En apenas dos años el problema
habría revertido a su situación originaria: se habría demostrado la imposibilidad
y la inviabilidad de la independencia catalana. Las cosas volverían al punto de
partida con algunas novedades: el nacionalismo habría quedado completamente
desacreditado, la crisis de la identidad catalana (la lengua es un factor de
identidad, pero no el único, y en Cataluña no hay otro factor “diferencial”)
habría desmantelado el anterior cuadro autonómico y se habría generado un
resentimiento sin precedentes entre Cataluña y el resto del Estado. Las cosas
volverían a su cauce entre dos y cuatro años pero los conflictos, desconfianzas
y resentimientos generados se prolongarían durante generaciones.
“Cabalgando el tigre”: Lo bueno del proceso independentista
Contrariamente a lo que algunos
tienden a pensar, no todo el independentismo es “malo”. Tiene algunos aspectos “positivos”.
Mejor que estalle un proceso independentista aquí y ahora, y no importa cómo se
resuelva (a tenor de lo escrito hasta aquí o ese proceso fracasa inmediatamente
antes de salir del cascarón, o la propia realidad aplasta al pollito recién
nacido a poco abandonarla), a seguir con la inercia autonómica de los últimos
30 años. El problema no es solamente Cataluña y su independentismo interesada y
artificialmente fomentado por la Generalitat, ¡el problema es el Estado de las
Autonomías y la absoluta inviabilidad del “café para todos” de Adolfo Suárez! Y
eso es lo que hay que replantear.
El hecho de que se iniciara un
proceso independentista real en Cataluña implicaría necesariamente que las
cosas a partir de entonces ya no serían iguales ni allí ni en el resto de
España. Muchas cosas deberían de cambiar y de adecuarse: la constitución
debería abolir sus “instituciones florero” (Senado, autonomías, diputaciones
provinciales, la propia monarquía) esto es, debería reformarse profundamente.
Se cerraría un canal (el que se inició en 1979 con los primeros Estatutos de
Autonomía y que dio una fisonomía ambigua al Estado) y, necesariamente, se
abrirían otros acaso mucho más razonables y racionales.
Es incluso probable que el
patriotismo español saliera reforzado a la vista de los desmanes del
nacionalismo y de sus malos resultados una vez puesto en la práctica (tanto si
se produjera una secesión temporal como si se tratara solamente de un conato).
El nacionalismo dejaría de ser considerado como una “ideología más” para ser
tenido como un “crimen en sí mismo”. Podría reconocerse, así mismo, que el
mayor crimen de ETA, el “crimen histórico”, no era el haber asesinado a 800
personas (lo que es un “crimen de derecho común” en el mejor de los casos y un
conato de genocidio en el peor) sino el haber predicado la secesión de un
territorio histórico del Estado.
Afortunadamente, en Cataluña las
cosas no son tan dramáticas hoy por hoy y, en la práctica, el 1 o el 2% de
banderas independentistas que se pueden ver en los balcones de algunos barrios
no indican tanto la posibilidad de una independencia, como el domicilio de un gilipollas,
literalmente, en el diccionario, “persona que se hace daño a sí misma”…
© Ernest Milà – infokrisis –
ernesto-mila-rodri@gmail.com