Infokrisis.- Se ha filtrado una historia que, si no es real, al menos retrata exactamente la situación exacta de las relaciones entre los EEUU y la República Popular China. La historia es muy conocida en las redacciones de los principales diarios, así que no vamos a contar nada que sea completamente desconocido. Verán: el día antes de que el gobierno federal norteamericano salvara de la quiebra más espantosa a Fanny Mae y Freddie Mac, el presidente Bush había recibido una llamada de su homólogo chino, Hu Jintao. Las autoridades chinas estaban alarmadas por la situación de los dos colosos inmobiliarios y amenazaban con no volver a comprar más deuda pública norteamericana en caso de que el gobierno de ese país las dejara caer. Al día siguiente de esta conversación, tras sopesar los pros y los contras, Bush ordenó la salvacion in extremis de ambos colosos hipotecarios.
Poco importa si la historia es falso o no: lo cierto es que China tiene invertidos en Fanny Mae y Freddie Mac la friolera de 595.000 millones de dólares y es el principal comprador de bonos del Estado norteamericanos. Por un “cliente” así se hace cualquier cosa.
Si una nueva etapa en la economía mundial ha empezado, no es la que se pinta tan alegremente ese berzotas de Pepinho Blanco (“más Estado, menos mercado”), sino una nueva ordenación en la economía mundial. En realidad, lo salido de la cumbre del G-20 podía resumirse así: “más mercado, pero más transparente”… A decir verdad, la cumbre del G.20 parece haber servido para muy poco en la reforma del capitalismo y, a tenor de la reacción de los mercados, ni siquiera ha servido para estimular la economía real. Pero en este período está ocurriendo algo esencial que hará que la economía mundial ya no vuelva a ser nunca más la misma: por una parte, el eje del capitalismo se está desplazando del Atlántico al Pacífico y, por otra, los EEUU ya no pueden hacer lo que quieran en los mercados internacionales… al menos si quieren seguir recibir miles de millones de dólares diarios para asegurar su consumo interior.
El primer toque de atención no se produjo en el G-20 sino dos meses antes en la Asamblea General de Naciones Unidas cuando varias naciones representativas (India, China, Brasil) reprocharon a los EEUU, y a Bush en concreto, que no ha jugado limpio: mientras que por una parte ensalzaba la libertad del mercado y el libre comercio internacional, por otra, mantenía defensas proteccionistas para penetrar en su mercado interior y por otra no tenía el más mínimo inconveniente en hacer que el Estado interviniera para salvar a las financieras en crisis. Las críticas fueron muchas y significativas. Para colmo, los chinos –por la cuenta que les trae dado que figuran después de Japón como los primeros compradores de deuda pública norteamericana- habían analizado la marcha de las finanzas norteamericanas detenidamente desde principios del milenio y habían observado el mecanismo de las suprime (descender los niveles de aportación personal para los créditos hipotecarios a cero, eliminar completamente cualquier tipo de garantía, sobretasar el valor de los inmuebles y, para colmo, empaquetar la hipoteca, unirla a otros productos financieros igualmente dudosos y lanzarla a la venta en los mercados financieros internacionales) y no se acababan de creer que el gobierno de los EEUU hubiera tolerado un mecanismo que, antes o después, inevitablemente, debía desplomarse. Pensaron que los EEUU estaban muy seguros de su crecimiento y que la estabilidad de las hipotecarias norteamericanas era sólida y a toda prueba. Poco a poco fueron aprendiendo que, a pesar de ser los EEUU la Meca del capitalismo mundial… no todas sus decisiones eran acertadas. Luego entendieron que era precisamente la Reserva Federal la que había impulsado al pueblo norteamericano a un consumo desenfrenado, una permanente fuga hacia delante que, tarde o temprado debería detenerse. Esto ocurrió en junio de 2007 con la aparición de los primeros activos tóxicos y hoy dista mucho de haber alcanzado su culminación.
Vale la pena decir algo sobre los niveles socioeconómicos de los EEUU. El 1% de la población acumula el 20% de los ingresos. Nunca antes había ocurrido algo así. Efectivamente… hay crecimiento económico para unos pocos, pero miseria para la mayoría. Por que mientras que desde 2000 ese 1% ha pasado del 15& al 20%, el resto de la población ha visto como sus salarios crecían a un nivel menor al de la inflación… perdiendo constantemente poder adquisitivo. Esto es, empobreciéndose. En efecto, entre 2000 y 2007, los salarios han aumentado a un ritmo de un 0‘7% anual, mientras que la inflación lo ha hecho a una media del 3%... Así pues, hoy la inmensa mayoría del pueblo norteamericano, salvo ese bendito 1%, ha visto como sus salarios veían reducida su capacidad adquisitiva en una quinta parte. Ningún país del mundo –salvo por supuesto España que se configura como el espejo de los EEUU a este lado del Atlántico- ofrece resultados tan aplastantemente negativos para la marcha de una sociedad. No estamos hablando de un crecimiento, más o menos homogéneo, sino de una acumulación creciente de capital cada vez en menos manos, que, al igual que un agujero negro, cada vez atrae a más materia, esto es, mas dinero, mientras que el resto de la población vive en una precariedad creciente.
Dado que el 1% de la población norteamericana se enriquece de manera “ostentorea” que diría aquella, y que los salarios pierden cada vez más capacidad adquisitiva, el resultado no ha podido ser otro más que impulsar estos grupos sociales a refugiarse en el crédito, es decir, a endeudarse cada vez más. Ya no se trata de trabajar para vivir, sino de vivir para pagar el crédito. Pero ¿de dónde ha ido llegando el dinero que ha asegurado el consumo de las clases medias para abajo en la sociedad norteamericana? Este es el hecho verdaderamente nuevo.
Hasta el final del milenio, el vector de los capitales seguía una línea que iba desde el Norte hasta el Sur. Sin embargo, a partir del milenio, esta dirección se ha ido invirtiendo. Algunos hemos cometido el error de considerar que la globalización era una autopista de dos direcciones: una de ella era la deslocalización empresarial (la línea Norte-Sur) y otra era la inmigración (del Sur hacia el Norte). Ambas líneas, creíamos nosotros que eran las únicas y que entre ambas aumentaban la rentabilidad del capital: mediante la fuga de las plantas productoras hacia los lugares donde la mano de obra era más barata y la llegada masiva de inmigrantes al Norte que abarataba la mano de la obra en Europa. Siendo este análisis cierto, era, sin embargo, incompleto: faltaba otro vector que iba del Sur hacia el Norte. O mejor todavía: de los países en vías de desarrollo a las bolsas norteamericanas: los capitales. Desde principios del milenio, tras unos turbulentos inicios de la presidencia de Bush en las que “pulsó” al Estado chino mediante la presión de aviones espía en el interior de su territorio (alguno de los cuales fue derribado), de generar problemas en el interior del país (estimulando la disidencia del Falung-Kong y paseando al Dalai Lama acompañado por notables de Hollywood por todo el mundo), a la vista de la precariedad de la economía americana, toda medida de presión desapareció siendo sustituida por una política de zoco: en efecto, a partir de ese momento, los EEUU iniciaron la venta de bonos del tesoro a China.
En este momento, la República Popular China se configura como el principal aportador de fondos al Estado Norteamericano después de Japón y a corta distancia de éste. Las cifras no mienten y el ranking de inversores en los EEUU es el siguiente: Japón con más de 1.200.000.000, es decir, 1,2 billones de dólares, luego Pekín con 992.000.000 millones (cerca del billón), luego el Reino Unido con 850.000.000 millones, Bélgica y Luxemburgo con la misma cantidad y los países del Golfo Pérsico con 300.000.000 y así sucesivamente…
Sí, por que, otra sorpresa de la economía mundial es que los EEUU no invierten en su propio país. Mucha retórica patriótica, mucha bandera con barras y estrellas, desplegada al viento, mucho “bios bendiga a América” y mucha mano en el pecho y lágrima a flor de piel cuando se iza la bandera y suenan los acordes o se repite el discurso de Gettyburg o se leen los parágrafos de la declaración de la independencia… pero solamente el 10% de los bonos del Estado puestos a la venta es comprado por norteamericanos. El resto hasta el 90% se vende en el extranjero.
Son pues países emergentes, especialmente, los que apuntalan la economía norteamericana. Y China el primero de todos ellos. También hay inversiones de Hong-Kong, Singapur, Taiwán, Corea del Sur, Brasil y, por supuesto de todos los paraísos fiscales que encubren, especialmente, dinero, literalmente robado en el llamado Tercer Mundo. Las Islas Caimán, por ejemplo, “compran” tanta deuda pública norteamericana como los ingleses… sólo que ese dinero procede de cualquier sitio menos de las Islas Caimán. Las Bermudas, a mayor abundamiento, invierten en EEUU lo mismo… que Francia, en torno a 250.000.000 millones. Y otro tanto desde las Islas Vírgenes, países todos ellos “muy solventes”. No es raro que los EEUU se opongan a eliminar los “paraísos fiscales”, hoy fuera de todo control, donde se almacenan las grandes acumulaciones de capitales procedentes del narcotráfico y de los comercios ilícitos, y, especialmente del saqueo de África y de buena parte de Iberoamérica y Asia. Ese dinero no se queda en esos paraísos fiscales sino que esa es sólo ¡una mera etapa intermedia para que la nación formada por disidentes religiosos de la peor especie, piratas y delincuentes y por las prostitutas fuera de uso en Europa que configuraron la “alta sociedad” de Pensylvania, puedan seguir consumiendo!
Digámoslo ya: hasta el año 2000, los “dragones asiáticos” eran apenas otra cosa que los polígonos industriales de los EEUU. Hoy son algo más: son su banquero.
Con China ocurre algo muy articular. El Estado es el principal inversor en los EEUU. A diferencia de Rusia que también absorbe algo de deuda pública norteamericana (en torno a 120.000.000 millones) procediendo ese dinero, especialmente de la “oligarquía cosmopolita”, en China el Estado es el principal inversor. No olvidemos que en China la economía sigue siendo en buena medida dirigida y que el Estado es una potencia económica. Incluso el ejército chino –aunque parezca increíble- opera como una empresa privada y vende tecnología y armamento al exterior, contabilizándose sus ingresos como si de una empresa privada se tratara, y no como un ingreso del Estado.
¿Qué está ocurriendo, pues, con China? ¿Cómo es que no deja caer al “tigre de papel” norteamericano? A veces los datos son tan claros y evidentes que tendemos a no tenerlos en cuenta. En 1973, la política del “ping-pong” iniciado por Henry Kissinger, Secretario de Estado con Nixon, llevó a una alianza anti-rusa entre los EEUU y China. En aquella época constituyó un mazazo en política internacional, casi similar –decimos, casi- a la caída del Muro de Berlín para el que habría que esperar todavía 15 años. Las consecuencias de aquella “joint venture” todavía se sienten hoy cuando China presto dinero a EEUU para que compre tostadoras fabricadas en China…
Los estrategas de la defensa china desde los años 70 trabajan con una hipótesis: su enfrentamiento con los EEUU es inevitable. Por razones económicas fundamentalmente, antes o después se producirá una disputa por los mercados y, especialmente, por las fuentes de energía. Si China quiere crecer al ritmo que lo ha hecho en los últimos 10 años, deberá conquistar las fuentes de energía. China es deficitaria en este terreno y en la actualidad tiende a disputar a los EEUU su preeminencia en los yacimientos del Golfo de Guinea y de la costa occidental de África. Pero, los chinos son los primeros que saben que, antes o después, no habrá petróleo para todos. Son, así mismo, conscientes de que ningún país, nunca, ha logrado combatir en dos frentes al mismo tiempo y sobrevivir. Así pues cultivan la amistad con el coloso ruso: Rusia está cerca, tiene petróleo, pero también el soldado ruso ha demostrado ser más combativo y duro que el norteamericano y, por lo demás, Rusia está demasiado cerca como para una parte de un eventual conflicto no se desarrollase en territorio ruso… despoblado, y otra en territorio chino superpoblado… Así pues, las pérdidas serían insoportables para China. Por otra parte, Rusia está en fase de reconstrucción. Y una nación cuando está en fase de construcción es peligrosa: su tecnología militar es nueva (tras 15 años de “pudrimiento” de las FFAA rusas) y la voluntad política de su clase dirigente inequívoca. Rusia es un mal enemigo. Por lo demás, el Grupo de Shangai –que ha pasado prácticamente desaparecido en Europa- ha creado un marco de cooperación político-económico entre Rusia y China. Así pues, los tiempos en los que China reivindicaba los territorios al Oeste del Usuri a Rusia han quedado lejos.
Desde este punto de vista, China ve a los EEUU como un enemigo progresivamente más debilitado: la guerra de Irak y de Afganistán ha demostrado, como ya lo hizo la guerra del Vientnam y antes, en la II Guerra mundial, la batalla del paso Kaserina, que el soldado americano no es efectivo en un teatro de operaciones y solamente puede basar su éxito en la tecnología, pero con el Estado actual de las finanzas, los EEUU deberán –en el período presidido por Barack Obama- reducir su presupuesto de defensa… esto es, quedar antiguado en poco menos de 10 años. A lo que hay que añadir los cambios sociológicos y demográficos en la población norteamericana (cada vez menos norteamericana y más hispana, con otros valores y otro estilo completamente diferente, además de con otra lengua y con otra sangre).
Además, el haberse configurado como banco de los EEUU, ofrece algunas ventajas para China: en el momento en que detenga el flujo de yuanes a los EEUU, la economía americana peligra. A la inversa (esto es, si la administración norteamericana deja caer a las empresas con inversiones chinas y si el dólar se desplomara reduciendo a papel al peso los 2 billones de dólares en reservas almacenados en el Banco Central de la República Popular China) los chinos perderían… pero esa pérdida supondría solamente el equivalente a dos tercios de la producción china en un año. Grave, pero soportable.
La situación global es pues la siguiente: en ese momento un nexo económico une a China y a EEUU. Ambos están vinculados por la economía: aquí se repite la dialéctica del amo y del esclavo. El esclavo está vinculado al amo… pero éste también no puede prescindir del esclavo, so pena de morir de inanición. China no puede ver como el dólar se desploma porque perdería y EEUU no puede prescindir de flujo de capitales chinos a sus mercados bursátiles. Por si alguien quisiera algún testimonio concluyente, el Primer Ministro chino decía no hace mucho a Neewsweek: “Tenemos que unirnos. En estos tiempos tan difíciles, China se une a EEUU”.
Y esto tiene gracia para algunos “euroasiáticos” que creían firmemente que una alianza entre Europa y Rusia extensible a China lograría que la “isla mundial” se emancipara de los EEUU. Hoy, esa teoría es difícilmente defendible y más valdría abandonarla en aras de un realismo político que viera en China algo completamente ajeno a un eventual bloque euro-ruso y que figuraría como otra pata más de un sistema mundial multipolar, en un mundo que ya nunca será unipolar.
© Ernesto Milà – infokrisis – infokrisis@yahoo.es – http://infokrisis.blogia.com