domingo, 17 de octubre de 2010

Por un juicio crítico al franquismo (+ un ejercicio de cinismo)

Infokrisis.- En el 33 aniversario de la muerte de Franco, vale la pena traer a colacion algunos apuntes dispersos. No se trata de un tema que interese particularente al autor, pero a raíz de unos post  aparecidos en un conocido foro nos hemos vito obligados a fijar nuestra posición. La sociedad spañola parece tener siempre a flor de piel, el tema del franquismo, especialmente dos tipos de personas: los defensores de la “memoria histórica”, esto es una izquierda huérfana de proyecto que ya no puede defenderse en los valores por los que luchó en su juventud (el marxismo)  y que solamente puede mantener el recuerdo siempre presente de su enemigo, el franquismo; y , por otra parte, una extrema derecha que ni siquiera conoció al franquismo y, por tanto solamente puede asumir un franquismo imaginario surgido de su imaginación. Vale la pena intentar sintetizar en algunas páginas lo que nos ha sugerido esa discusión. Debemos de reconocer que, en lo personal, este tema no nos interesa ni poco ni mucho. Es más, incluso nos aburre el que una sociedad no acabe de atreverse a situar históricamente un período de 40 años en nuestra historia.

El franquismo como fenómeno polimorfo
“El franquismo” nunca existió. Lo que existieron fueron “los franquismos”. ¿Qué fueron “los franquismos”? Fueron las distintas etapas en el régimen de Franco en las que se adoptaron líneas políticas muy diferentes.  ¿Cuáles fueron esas etapas? Fundamentalmente cuatro:
1)     La etapa nacional-sindicalista-imperial: abarca desde 1936 hasta 1943. En 1936, existía un movimiento que apenas agrupaba a 10.000 personas, la mayoría menores de edad, que bruscamente se encontró en el centro de un movimiento cívico-militar: la Falange. Si la Falange jugó algún papel no fue tanto por sus propios efectivos (mínimos), como porque era el movimiento que más se asemejaba a los que gobernaban Italia y Alemania. Si la guerra civil podía desembocar en una victoria franquista era solamente fracias al apoyo germano-italiano en armas. Esta etapa dura hasta el cerco de Stalingrado y la batalla de El Alamein, cuando, desde el punto de vista militar, la guerra parece que ha dado un vuelco y la potencia alemana empieza a conocer la derrota. En esas circunstancias vale la pena hacerse olvidar y perdonar por los aliados que indefectiblemente ganarán la guerra. Esto coincide con un escándalo palaciego protagonizado por Serrano Suñer (una experiencia, digamos, extramatrimonial, más grava aún cuando su esposa estaba emparentada con Franco) que le vale su relevo al frente de Asuntos Exteriores. En la medida en que Serrano Suñer era el elemento del aparato de poder más identificado por la línea de apoyo al eje germano-italiano, es toda una línea política la que se altera.
2)     Etapa nacional-católica: se prolonga desde 1943 a 1956. En este período, la ideología falangista –a partir de ese momento impresentable a nivel internacional y reducida a un mecanismo de contención de las masas en donde algunos falangistas agotaron su “política social” creando sindicatos, seguridad social y mecanismo asistenciales- es sustituida por el único recurso al alcance del franquismo: el nacional-catolicismo que compartía buena parte de su jerarquía y, sin excepción, la jerarquía católica. Éste es el período con el que algunos franquistas de la transición se identificaron, extrapolando lo que era una parte del franquismo, acotada en el tiempo, a la totalidad del franquismo desde 1936 a 1975. Además, a partir de 1945, los partidos democristianos tienen éxito en toda Europa (especialmente en… Alemania e Italia, los vencidos). De existir en España una democracia formal, Franco seguramente hubiera apoyado a un partido democristiano.
3)     Etapa desarrollista: dura entre 1956 y 1969. En 1956 se impone la realidad. El nacional-catolicismo se ha convertido  en una ideología de consumo interior, con su censura, con su cultura pacata, con su moral rígida, su oscurantismo y su carácter beato. Europa se había beneficiado del Plan Marshall, pero en España en esa época todavía corrían carros de caballos en Madrid y Barcelona y se vivía en un atraso secular, incluso en las grnades ciudades, con cartillas de racionamiento y restricciones eléctricas. Franco entiende en ese momento que es preciso dar un golpe de timón a su régimen. La subida al poder en EEUU del general Eisenhower y su anticomunismo visceral, así como el carácter anticomunista de Franco, hizo que Franco entrara por la puerta trasera en el dispositivo de defensa norteamericano, sin ingresar en la OTAN (por su sistema político) pero adquiriendo todos los compromisos de ese ingreso… a cambio de ayuda al desarrollo. En esa circunstancia, ni los censores nacionalcatólicos, ni los falangistas valerosos, eran útiles para la nueva etapa. A una etapa desarrollista corresponden técnicos y exportos y el único grupo organizado que disponía de ellos era el Opus Dei. Así pues, el período desarrollista del franquismo registra el aumento creciente del peso del Opus Dei que alcanza su paroxismo en 1968-69 con el escándalo MATESA. A lo largo de este período, Franco ha entrado de la madurez en la ancianidad. Es el período del Plan de Estabilización y del I y II Plan de Desarrollo: economía de estructura capitalista con el mercado controlado por el Estado y planificado.
4)     Etapa evolucionista: desde 1969 a 1975. La caída del gobierno de los “lópez” (López Bravo, López Rodó, miembros del Opus) es seguida por el aumento del poder del almirante Carrero Blanco, tras una breve etapa dominada por el general Muñoz Grandes. Pero en 1968 ya está claro que Franco envejece y que su régimen no se prolongará durante mucho tiempo más. Ya en 1968 se empieza a hablar de “asociacionismo” y la Ley Orgánica del Estado había abierto la puerta a la democracia… “orgánica”. Juan Carlos había sido nombrado “sucesor a título de Rey”. El primer impulso “evolucionista” no tiene apenas eco y solamente arrastra a “familias” del régimen (falangistas en sus distintas variedades, incluidos socialdemocratas de origen falangista, monárquicos de todas las tendencias y poco más). Pero cuando Carrero Blanco es nombrado presidente del gobierno tiene un plan “evolucionista” más viable: democracia de partidos hasta los socialistas incluidos, excluyendo a los comunistas y a la extrema-izquierda. Y empieza a dar pasos en esa dirección con un relanzamiento del “proyecto de ley de asociaciones del Movimiento”, que no es más que un intento de organizar a la derecha ante una democracia que se presiente próxima y ante la cual la izquierda ya está muy organizada. En economía, Carrero inicia el comercio con los países del Este para contrapesar las restricciones del Mercado Común a los productos españoles. La idea de una “transición” está en el mente de Carrero: transición controlada. Cuando es asesinado, la única posibilidad es una transición descontrolada que, finalmente, es la que se producirá.
Estos cuatro períodos se superponen a la evolución de las sociedades occidentales, especialmente en los años 50 (inicio del consumismo), años 60 (liberación sexual e inicio de la crisis del catolicismo), etc. Así pues, el franquismo tuvo matices: en 1958 los paneles que anunciaban sujeradores eran tachados por católicos fundamentalistas con pez, en la naciente televisión, hasta finales de los 60, las sopranos salían en los conciertos con un echarpe sobre los hombros para ocultar sus brazos desnudos, pero los barrios chinos de Madrid y Barcelona gozaban de buena salud; mientras, las turistas traían el bikini. Desde los medios oficiales se proponia una sexualidad extremadamente restringida dictada por la moral católica (nada de relaciones sexuales prematrimoniales, copular para tener hijos, negación absoluta del principio del placer reduciéndolo a satisfacciones ingenuas… algo que no podía durar) que, después del Vaticano II empezó a resquebrajarse.
Las contradicciones del franquismo crepuscular
Entre 1956 y 1969 se afianzó en España un sistema capitalista tradicional, con instituciones de finanzas como en cualquier otro país europeo, con iniciativa privada que solamente debía adaptarse a la planificación. Ésta, por su parte, tan solo afectaba a los “sectores estratégicos”, energía, industria pesada, sector metalmecánico. El modelo español se basaba en el desarrollo de una industria pesada propia que tenía que ver con nuestro carácter marítimo (astilleros) y con nuestras necesidades de consumo interior, al mismo tiempo que, a partir de los años 60 el turismo empezó a desarrollarse como pieza clave de nuestra economía. En definitiva, nada que no se pudiera asimilar a un sistema económico de tipo capitalista al que solamente la intervención del Estado en algunas áreas y la planificación consiguiente, impedían llamar “liberal”.
Este sistema fue aceptado por las partes económicas en juego: España en 1936 era una país atrasado, en 1939 se había convertido en un país destruido y en 1956 no había salido del subdesarrollo. Así pues, en esas circunstancias, las libertades políticas importaban poco: la clase media era muy reducida todavía, y la mayor parte de la población aceptó concentrar esfuerzos en salir de la miseria. Aunque el Plan Marshall se hubiera aplicado en España, aquí partíamos en situación de inferioridad radical en relación a otros países europeos y solamente existían similitudes con el Sur de Italia. Por tanto precisábamos un “modelo español de desarrollo”. Y ese modelo consistió en limitar libertades políticas, concentrando todos los esfuerzos en el desarrollo económico.
Pero la acumulación de fuerzas productivas y las necesidades del sector industrial hicieron que, a partir de finales de los años 60 apareciera una contradicción entre las necesidades del naciente capitalismo español (ya asentado al iniciarse el III Plan de Desarrollo) y el sistema político: para crecer, para poderse abrir camino en nuevos mercados exteriores, nuestro capitalismo precisaba de una nueva forma política. Solamente así lograría entrar en “Europa” (en aquel momento en la Comunidad Económica Europea). Así pues, el régimen que había amamantado al capitalismo español, bruscamente –en 1969, tras el escándalo MATESA- entendió que precisaba cambiar el régimen para ampliar su horizonte.
De ahí que fuera ese capitalismo –y sus vinculaciones internacionales- el que se constituyera en principal impulsor de la evolución de España hacia formas democráticas homologables con otros países europeos. Y lo que hizo, finalmente, que esta evolución fuera liderada por… lo esencial de la clase política franquista: los Adolfo Suárez, los Fernández Miranda, los Fraga, etc, etc.
Desde este punto de vita se entiende que la ensoñación de la izquierda española jamás pudiera llevarse a cabo. En efecto, los partidarios de la “ruptura democrática” ni tuvieron jamás fuerza social suficiente, ni siquiera peso político para enterrar al franquismo. Fueron los sectores “evolucionistas” del propio franquismo los que pactaron la transición. Y ese pacto, ni siquiera lo negociaron con los socialistas del PSOE (un gropúsculo extremista en 1973 y que siguió siéndolo hasta 1976), sino con las fuerzas políticas internacionales que llevaban en andador al PSOE (concretamente, con la socialdemocracia alemana que “creó” el PSOE renovado a través de la Fundación Ebert). La promesa a cambio, fue que en un plazo prudencial, la izquierda gobernaría: ese plazo se cumplió en 1983 y duró los trece años del felipismo.
¿Qué fue en realidad el franquismo?
Nuestra tesis inicial es que el franquismo fue el vehículo para salir del subdesarrollo. Solamente eso y nada más que eso. El franquismo no fue una ideología. El propio franco decía a Salgado-Araujo: “Hágame como yo, no se dedique a la política”, frase suficientemente elocuente de un mandatario que en lo personal era un católico de la época (ni más ni menos religioso que la media de la población española de aquellos años preconciliares y que luego era ya demasiado mayor para aceptar los nuevos tiempos implantados tras el Vaticano II). Franco jugó con las distintas fuerzas políticas que tenía a su alcance, para que el régimen pudiera dar los mejores resultados en cada momento. Por eso hemos empezado diciendo: “No existe el franquismo, existen los franquismos”.
Lo único que dio coherencia a todas estas etapas era la persistente presencia de su fundador.
A la hora de valorar lo que fue el franquismo debemos abstraernos en aquellos años. Si comparamos lo incomparable (el franquismo con la actual situación política) podemos llegar a conclusiones poco realistas. En el franquismo los casos de corrupción existieron, pero no se generalizaron. La clase política no exteriorizaba su poder, ni su influencia; era bastante discreta. Carrero Blanco, por ejemplo, iba a misa sin apenas escolta. La última nómina de Franco, recientemente publicada, demuestra que su “salario” no era exajerada. Es cierto que, como en todo régimen, existió una cohorte de aduladores, pelotas y pedigüeños… pero nada que no exista ahora centuplicado. Se hablaba de burocracia… pero el número de funcionarios era la décima parte de los existentes hoy. Ciertamente, las culturas regionales fueron reducidas a los “Coros y Danzas” de la Sección Femenina. En 1941 ya se editaban las obras de Verdaguer en catalán y en 1964 apareció el primer semanario publicado íntegramente en catalán (Tele|Estel). Pero no se subvencionaban las culturas regionales y el castellano era la única lengua oficial. Eso puede ser colocado entre lo más negativo del franquismo en la medida en que las burguesías catalanas y vascas, apoyaron al franquismo y aportaron buena parte de sus cuadros y se hubieran sentido más cómodas con ciertas concesiones en este terreno que, por lo demás, habrían conjurado los espectros separatistas que aparecieron posteriormente.
Existió un “partido único”, pero a finales de los años 50 ya era una cáscara con poca vida interior. Diez años más tarde, era un cadáver. El Frente de Juventudes ya en 1966 hacía gala de estar “despolitizado”. La Guardia de Franco en algunas provincias era una entelquia inexistente y el movimiento unas pocas decenas de funcionarios distribuidos por toda España. Cuando se pasó del “Movimiento organización” (FET y JONS) al “Movimiento comunión de todos los españoles en los ideales del 18 de julio”, en la práctica lo que se estaba haciendo era enterrar al aparato político-militante del régimen. Bruscamente, en 1968, se dieron cuenta de que a una izquierda progresivamente organizada, había un vacío organizativo a la derecha. De ahí los proyectos de “asociaciones del Movimiento”. Organismos como la Sección Femenina hicieron mucho por la mujer en aquellos años.
El régimen tuvo el apoyo de las clases medias especialmente. La alta burguesía conteporizó con el franquismo y con la oposición democrática. La clase trabajadora en su mayoría permaneció silenciosa y como máximo un 30% apoyó hacia el tardofranquismo las movilizaciones populares, cuando ya había pagado el 600 y había adquirido pisos de 1.000.000 de pesetas. La juventud, poco a poco, s había ido deslizando –especialmente en la Universidad- hacia la izquierda. En 1969-76, las universidades eran literalmente controladas por la izquierda y la extrema-izquierda que actuaba a su antojo y paralizaba constantemente las aulas.
En esa época, los locales del Movimiento estaban vacíos. Los hogares de la OJE funcionaban a una cuarta parte de su gas. La Guardia de Franco era una estructura de vacía en la mayoría de provincias. Existía una burocracia del Movimiento formada por unos pocos cientos de funcionarios en toda España, muy mal retribuidos. En 1975 un “secretario político de Distrito” en Barcelona, cobraba 4.000 pesetas al mes. De hecho, cuando se disolvieron todas estas estructuras y se asimiló sus funcionarios al ministerio de Cultura, se empezó a percibir su escaso número.
Algunos recordamos aquella época como mediocre… a menos que la consideremos en relación a la época actual. Los programas y las series de TV que se hicieron en aquel momento (en infokrisis hemos aludido a Edgar Nevilla o a Ibáñez Serrador) eran muy superiores a cualquier programa actual. Programas que se mantuvieron durante años como Estudio 1 no tienen parangón con la programación ni de las televisiones públicas  ni de las privadas. Parte de este material está a disposicón de las nuevas generaciones en emule y en bitTorrent. Si bien era un material elaborado con los pocos medios técnicos existentes en la época, la imaginación de sus creadores suplía amplia estas limitaciones. Pero la censura y el nacional-pacatismo eran un lastre insoportable, ñoño y descorazonador. Así mismo, llama la atención que el panorama editoria español fuera muy limitado y que no se publicaran textos ni siquiera que hubieran podido constituir apoyos ideológicos al régimen. Se ignoró el pensamiento de la Nueva Derecha, los grandes autores –Drieu, Jünger, Celine, etc.- se empezaron a editar en la transición y en los años 80, mientras las librerías a partir de 1967 proliferaban en libros de cultura marxista y freudiana sin oponentes ideológicos.
El balance cultural del régimen es pobre… pero indudablemente mucho más rico que el que puede esgrimir la cultura en la democracia. De hecho, la enseñanza franquista y su bachillerato dieron a generaciones unas bases culturales muy superiores a las que tienen hoy gentes educadas a partir de 1974 (con la nueva Ley General de Educación cuando se inició la pendiente autodestructiva de la enseñanza en España).
En cuanto a los derechos sociales, existieron muchos más durante el franquismo que en la actualidad. La precariedad del empleo era inexistente. Tres días en una empresa equivalían a un contrato fijo. Hoy se dice que estas “conquistas sociales” fueron otorgadas para tranquilizar a la clase obrera… lo mismo se decía de los partidos de fútbol emitidos el 1º de mayo (que eran para dar opio a las masas trabajadoras y evitar que se manifestaran… cuando hoy la media de partidos retransmitidos por TV es de tres o cuatro a la semana…).
El franquismo fue un signo de los tiempos. Fue poco si lo valoramos en aquella época. Y solo mejora examinado en relación a ésta. No había libertades políticas y algunos las exigían. Hoy, hay libertades políticas, pero no sirven para nada y quienes las utilizan es, en su mayoría en beneficio propio. Pfff… No existía libre sindicación. Hoy sí existe, pero solamente un 15% de las masa laboral está afiliada a algún sindicato y su cúpula diriente vive de subsidios Estatales… con lo que el sindicato no es más que la correa de transmisión de quien se sienta en la Moncloa…
Todo tiempo tiene sus pros y sus contras y las comparaciones son ociosas. Aquel tiempo y aquel régimen no fueron ninguna ganga inolvidable como para hoy irlo mitificando. Fue otra cosa, incomparable con lo que hay ahora. O mejor dich, difícil de establecer comparaciones.
Fusilados los ha tenido el franquismo y la democracia (¿o cómo hay que llamar al GAL y varios crímenes de Estado poco o nada aclarados?). Existieron malos tratos y torturas durante el franquismo… pero resulta mucho más lacerante que en plena democracia desapareciera el Nani, se creara una mafia policial y el que esto escribe, con los socialistas en el poder fue detenido en Barcelona y torturado durante una semana por un grupo policial que pocos años después, al desarticular el Comando Barcelona intentó repartirse el dinero incautado a los etarras, valiéndole al jefe de grupo el ser enviado a una comisería en Navarra obstruyéndosele para siempre el ascenso a inspector… Eso ocurría entre 1983 y 1987. sin olvidar que todo el 11-M es un gigantesco agujero negro imposible de realizar sin el concurso de algunos organismos de seguridad. Por no aludir a Juan Ignacio González, asesinato ¿por quién?. O los grandes escándalos de la democracia: la estatizacion de RUMASA, el síndrome tóxico o el 23-F que dicen muy poco sobre la calidad de la democracia española y de las libertades públicas y el derecho a la información.
El franquismo fue poco. El zapaterismo es nada. No vale la pena establecer comparaciones.
Franco y Stalin, almas casi gemelas...
En un post comentaba que Franco y Stalin habían hecho lo mismo: concentrar el esfuerzo nacional en el desarrollo de las fuerzas productivas y dar la espalda a las libertades políticas. Franco logró dar a los españoles el 600. Stalin a su país, la bomba H. Tal era la única comparación que quería establecer y que creo que se puede mantener con argumentos históricos y económicos. Me ha llamado la atención la reacción de algún admirador del régimen de Franco que ha reaccionado muy mal a la comparación entre Franco y Stalin –a pesar de que la había reducido solamente a esto: ambos se concentraron en el desarrollo y dieron la espalda a las libertades políticas- así que me he preguntado si el paralelismo terminaba aquí.
Lo que sigue es un ejercicio de cinismo, dedicado a quienes no son capaces de  digerir lo escrito en un post de 40 líneas y siguen considerando al franquismo como algo especialmente digno de encomio.
A decir verdad, a poco que nos esforcemos, las comparaciones entre Franco y Stalin podrían llevarse hasta el infinito.
Stalin fue seminarista, Franco fue un católico con un alto sentido religioso. Stalin conideró el comunismo como una religión y la disidencia como heregía merecedora de la hoguera. El franquismo quiso impregnar a la sociedad española con una concepción religiosa.
Los medicos se ensañaron con Stalin en sus últimas horas. Los médicos se ensañaron con Franco en sus últimas horas.
Ambos eran generales victoriosos: Franco venció a la República, Stalin a Alemania.
Ambos recibieron para sus victorias una gran ayuda exterior que fue determinante para el desarrollo del conflicto: Franco de Hitler y Mussolini, Stalin de EEUU. Ambos eran incapaces de reconocer los hechos regionales.
Ambos lograron el poder después de afirmarse con maniobras entre bambalinas, sobre sus adversarios y rivales. Algunos de estos adversarios murieron en extrañas circunstancias: Mola, Sanjurjo, Trotsky.
Ambos fueron alabados y llorados por las masas populares tanto en vida como a su muerte. Los dos sufrieron análogos exorcismos posteriores: la desestalinización tuvo su equivalente en la transición democracía española.
Debieron afrontar igualmente problemas y revueltas interiores que trataron con dureza: Franco en la huelga de tranvías de Barcelona, en la Universidad, Stalin en Hungría y Berlín.
Tuvieron que ceder en ocasiones: reconociendo la derrota en Corea o en el bloqueo de Berlín, mientras Franco tuvo que ceder Ifni, dar la independencia la protectorado de Marruecos y a Guinea Ecuatorial.
Los disidentes interiores del franquismo o del stalinismo fueron borrados de la vida pública. Ambos optaron por una economía planificada.
Las celebraciones del 1º de mayo, tanto en la España franquista como en la URSS de Stalin fueron faraónicas. En los “desfiles de la victoria” se mostraban preferentemente las armas más contundentes de que disponían en la época, sin embargo, los militares eran meros servidores del régimen.
Existió un culto al excombatiente en ambos regímenes.
Ambos fueron regímenes “patrióticos” y que exaltaron los valores patrióticos antes que cualquier otro.
En ambos regímenes aparecieron pulsiones antisemitas, aunque ambos régimen tenían bien situados a colaboradores de etnia hebrea (Juan March – 9 ministros de Stalin eran de origen judío).
¿Seguimos?
Evidentemente, ambos regímenes no tenía nada que ver y solamente pueden ser percibidos como “similares” en materia económica: economía planificada y concentración de esfuerzos en el desarrollo y la industrialización.
Hoy, la derecha española cuando mira a Rusia (en estos días en el caso de la compra de REPSOL YPF por alguna empresa rusa) creen que la Rusia actual es la URSS stalismo. Y más a la derecha, los últimos mohicanos del franquismo siguen idealizando un régimen que solamente una ciencia histórica liberada de las servidumbres de lo políticamente correcto, debería juzgar. Como si movimienos políticos del siglo XXI pudieran inspirarse en lo que fue el franquismo en su época. Espero que sea la última vez que me veo inducido a escribir algo sobre un tema tan, remotamente aburrido como fue el franquismo.
© Ernesto Milà – infokrisis – infokrisis@yahoo.es – http://infokrisis.blogia.com