Infokrisis.- Somos lo que nos manipulan. El arte de la manipulación de masas es lo que permite a Zapatero no desplomarse en los sondeos. El ministro Solbes en el congreso puso su mejor cara de perplejidad y dijo aquello de que “Nosotros no hemos negado nunca la crisis”. Era mentira. El gobierno negó la crisis durante un año entero y contra todas las evidencias. Sin embargo, 12.000.000 de españoles, de espaldas a la realidad, votaron a la lista del PSOE que, en el mejor de los casos estaba compuesta por mentirosos y en el peor por ineptos. ¿Cómo es posible que se produzcan semejantes situaciones en democracia y que una masa demuestre su capacidad para apoyar a quien la perjudica? Lo van a entender enseguida…
En 1895 un psicólogo francés, Gustav Le Bon publicó una obra esencial que todavía no ha sido superada, Psicología de las Masas. Este libro inició el estudio de la psicología de grupos. A pesar de recibir críticas muy duras por parte de Freud, el sobrino de éste, Edward Bernays, aceptó las tesis de Le Bon y las reformuló en su libro Propaganda declarando que la democracia era “la manipulación de la mente por medio de los medios y la publicidad”. No se equivocaba ¿o de qué otra forma es posible atraer el voto del ciudadano medio?
Las cinco tesis de Le Bon
Le Bon estructuró su obra enunciando las cinco tesis centrales de las que deriva la “psicología de mas masas”:
- Sobre el “nivel intelectual medio de una masa”, explicaba que éste no se situaba en la media aritmética de sus miembros, sino en el nivel más bajo de todos ellos.
- Sobre el carácter emotivo y sentimental, esto es, irracional de las reacciones de las masas que priva siempre sobre las reacciones meditadas, racionales y lógicas.
- Sobre el carácter pasivo de las masas que buscan siempre un seductor y un conductor mucho más que alguien que las eduque.
- Sobre el carácter simple del cerebro de las masas, incompatible con ideas muy elaboradas, y que precisa, para entenderlas, de pocas ideas extremadamente simples.
- Sobre los impulsos primarios que guían a las masas en su comportamiento (miedo, pasión, odio, etc) que generan en ella estímulos antes los que responde como el famoso “perro de Paulov” ante el sonido de la campanilla.
A partir de estas observaciones empíricas –cuya comprobación está al alcance de cualquiera- las doctrinas de Le Bon sirvieron para fundamentar los desarrollos que en el siglo XX tuvo la propaganda política de masas.
El arte de la manipulación y la guerra política
Más vale no engañarse: las técnicas de manipulación de masas han sido utilizadas desde todos los ámbitos políticos, desde el fascismo, desde el bolchevismo y, por supuesto, desde la democracia. A fin de cuentas, todos estos regímenes no aspiraban a otra cosa que a gobernar con el favor de las masas. Le Bon les enseñó como manipularlas.
Cualquier forma de psicología de masas se enuncia, no solamente para interpretar las reacciones de las masas y sus motivaciones, sino sobre todo para establecer los medios para llegar a ellas, para conquistar su corazón. Esto es, para manipularlas.
Pronto, los politólogos llegaron a la conclusión de que existían grandes diferencias entre la guerra convencional y la “guerra política”. Se trataba en ambos casos de conquistas un territorio. El paso por ese territorio era necesario para conquistar el objetivo final. Los aliados tuvieron que atravesar Francia, Bélgica y Alemania para conquistar Berlín. En la guerra política, el “territorio” es la población, y el objetivo a conquistar, el poder. Así pues para llegar al poder hace falta conquistar a la población y para ello es preciso emplear técnicas de manipulación de masas.
Los instrumentos de la manipulación
A partir de mediados del siglo XVIII cada todo gran líder político que ha aparecido ha dominado la técnica de la manipulación de masas. Napoleón lo sabía cuando conquistaba el corazón de sus granaderos departiendo con ellos la noche antes de la batalla. Alejandro Lerroux se expresaba en el lenguaje empleado por el público que tenía ante él de manera espontánea; su demagogia y populismo no eran más que puro instinto.
Sin embargo, a partir de principios de siglo, las técnicas de manipulación de masas experimentaron un gran avance gracias a los trabajos de Le Bon y a la densidad creciente de los medios de comunicación social.
Contrariamente a lo que suele creerse, el aumento de medios de comunicación no tiende a que el público reciba una información más veraz y objetiva, sino a acrecentar los medios de manipulación de masas. En la medida en que estos medios son expresión de grupos e intereses económicos, la información que difunden está fundamentalmente orientada a ganar la adhesión del público hacia esos intereses, esto es, a manipular.
El sistema educativo como manipulación de masas
Además de los medios de comunicación existen otros dos grandes canales de manipulación de masas: el sistema educativo y el arsenal de seguridad del Estado.
La creación de valores está a cargo del sistema educativo. La enseñanza obligatoria hace que ningún menor de 16 años se vea fuera de esta influencia. Hay que preguntarse si éste énfasis en la obligatoriedad se debe a un interés porque la cultura alcance a todos o más bien a que se trata de que todos los ciudadanos sean modelados según el mismo patrón. Es evidente que la segunda respuesta es la correcta: si se tratara de que la cultura alcanzase a todos no se entendería el por qué cada vez el nivel cultural de las masas y su capacidad crítica son menores.
A través de la enseñanza obligatoria se difunden “valores”, arquetipos y formas de comportamiento. Ningún gobierno acepta formar ciudadanos capaces de cuestionar la existencia de ese mismo gobierno. Es así de simple. Todo gobierno en el poder genera mecanismos de formación que tienden a perpetuar su influencia sobre las masas y, por tanto, su permanencia en el poder. La Educación para la Cudadanía, en este sentido, no es más que la Formación del Espíritu Nacional de Zapatero.
La seguridad del Estado y la coerción
El otro mecanismo es el arsenal de la seguridad del Estado. Se compone de leyes y funcionarios. Desde Lao-Tsé se sabe que “la justicia es como el timón, hacia donde se le da, gira”. Un mismo ordenamiento jurídico es susceptible de múltiples interpretaciones según los intereses políticos de quienes tengan en sus manos el “timón”. Lo hemos visto en el cambio de actitud del gobierno de Zapatero ante el entorno abertzale: de la mano tendida y de los “hombres de paz” se ha pasado al palo y tentetieso en apenas un año.
Cuando la ley se plantea en estos términos quizás más valga hablar de “coerción” mucho más que de “legislación”. La justicia deja de ser regida por la equidad y se ve dominada por la venganza y la represalia. La coerción es el sistema que disuade y castiga cualquier salida de la norma. La ley es el conjunto de normas por el que se rige una sociedad.
Los Estados modernos practican la peor forma de coerción: de un lado mantienen sistemas de represión que en cualquier momento pueden lanzar contra el disidente; tal es la característica que distingue a las dictaduras modernas. Países como Corea del Norte o determinados Estados Árabes son el paraíso de esta concepción policíaca de la política. En occidente, los métodos son diferentes y la sutilidad salva las formas.
En los Estados Occidentales el disidente es inicialmente silenciado. En torno suyo se crea un cinturón protector de silencio. Se evitaba hablar de él. Se elude toda referencia a él. La aparición de Internet ha desbaratado la estrategia de la “conspiración del silencio”, así pues, las técnicas de coerción sutil también han variado. No importa, hay otros muchos.
Siempre está el miedo a ser detenido y presentado ante los medios como “enemigo público”. Solamente lo evita quien se mantiene al margen de la disidencia. Es la habitual represión policial. El papel de la policía es necesario en las sociedades modernas: hay policía para contener al delincuente molesto para la sociedad. Pero, en ocasiones, los cuerpos de seguridad del Estado también se orientan contra la disidencia política y actúan en función de intereses políticos.
El llamado Comando Dixán, y varias decenas de “grupos terroristas” islámicos, más o menos ficticios, señalan por donde no debe circularse… El “chivo expiatorio”, además, es presentado como amenaza, lo que permite adoptar determinadas políticas (los extraños atentados del 11-S permitieron a la administración Bush embarcar a su país en las guerras de Irak y Afganistán, la misma detención del “Comando Dixán” hizo creíble la atribución de los atentados del 11-M a los islamistas).
Los servicios secretos de todo el mundo saben perfectamente que un peligro real se conjura creando un peligro imaginario y controlado, de la misma forma que una vacuna inmuniza al organismo ante determinados virus.
Así mismo, no hay que olvidar que la inspección de Hacienda es otro mecanismo coercitivo que puede ser lanzado, no solamente contra los defraudadores, sino contra los disidentes. Quien se sitúa en el campo de la disidencia no basta solamente con que actúe como la mujer del César, siendo honesta y pareciéndolo, sino que hoy debe contratar a los mejores asesores fiscales.
Los miedos: trabajo, terrorismo
Dentro del arsenal para la manipulación de las masas existen dos tácticas dramáticas que sitúan al ser humano ante dos riesgos indeseables: el paro y la muerte.
Se trabajaba para vivir, aunque era frecuente que a cuenta de ganarnos la vida la fuéramos perdiendo; hoy se trabaja para sobrevivir. Hace cuarenta años, el salario de un obrero bastaba para alimentar a una familia compuesta por pareja con varios hijos. Daba incluso para el vermú con almejas de los domingos. Hoy, los salarios de marido y mujer, apenas bastan para sobrevivir. Esta situación de precariedad por la que vive más de la mitad de la población se agrava con el miedo a perder el empleo.
No es raro que las empresas sean reacias a los contratos fijos. Las situaciones de provisionalidad favorecen la sumisión a la empresa y el silencio ante las situaciones de injusticia. Reivindicar hoy puede suponer la extinción del contrato mañana.
El miedo al paro nos afecta a todos individualmente, pero hay otro riesgo que afecta colectivamente: el terrorismo. En Europa Occidental no hay terrorismo desde principios de los años 80 (con la extinción de las Brigadas Rojas en Italia), salvo en España (con ETA y el GRAPO) y hasta 1997 en Irlanda (con el IRA). Pero ha aparecido un nuevo terrorismo: el islámico.
Este terrorismo es extraño. Nunca se sabe donde empieza y donde termina la manipulación. Hoy se sabe que los ataques del 11-S fueron cualquier cosa menos un ataque islámico protagonizado por Al Queda. Y en cuanto al 11-M seguimos sin saber quien lo organizó, quien lo ideó y quien lo ejecutó. Sabemos, eso sí, que hay terrorismo islámico en Palestina, en Irak, en Afganistán… esto es, en zonas de conflicto en donde hay situaciones de guerra abierta.
Entre el 11 de septiembre de 2001 y el 11 de marzo de 2003, los EEUU vivieron una treintena de situaciones de alarma antiterrorista, la más vistosa de las cuales fue con ocasión de la aparición de esporas de ántrax… elaboradas en un laboratorio militar de los EEUU. Todo esto da que pensar.
Desde los experimentos realizados con prisioneros alemanes tras la II Guerra Mundial se sabe que las situaciones de miedo, estrés, privaciones y hambre, dan como resultado personas sumisas que harían cualquier cosa que se les ordenara… incluso sumirse en la pasividad sin hacer nada.
El miedo es la mejor vacuna para impedir que las neuronas del cerebro puedan realizar sus conexiones normalmente encadenando razonamientos lógicos.
Los resultados: perplejidad
Gustav Le Bon escribió su Psicología de las Masas reagrupando sus observaciones empíricas con un espíritu positivo y de denuncia. Nunca se le ocurrió que habría gente que, conscientemente, utilizaría sus enseñanzas para elaborar, deliberada y conscientemente, mecanismos de manipulación de masas. Sin embargo, así ha sido. Una vez más la ciencia es neutral, pero sus aplicaciones no.
A lo largo del siglo XX hemos podido ver como esos mecanismos de manipulación de masas se iban sofisticando. En la primera década del siglo XXI estamos asistiendo a la orgía de la manipulación. Hemos empezado recordando la frase pronunciada por Solbes en el Parlamento: “Nunca hemos negado la crisis”. Si Solbes se creía en disposición de decir esa frase es porque sabía perfectamente que la memoria de las masas es débil, era consciente de que contaba con el apoyo de varios grupos mediáticos que harían que esta desafortunada frase llegara a la sociedad en estado puro, la alterarían, la cubrirían y la maquillarían, sabía que una mentira mil veces repetida se convierte en verdad (la frase es de Lenin y no de tantos otros a los que se les ha atribuido).
No es raro que buena parte de la población española experimente un progresivo rechazo visceral por la esfera de lo político convertida en el circo en el que actúan psicópatas, mentirosos compulsivos, gentes sin vergüenza y sin honor capaces de cualquier cosa por atraer un solo voto o por hacerse acreedores de un amago de aplauso. La política es hoy un estercolero en el que apenas hay espacio para gentes rectas, con sentido del honor, del deber y de la responsabilidad. Para ser un mediocre político es preciso ser un gran mentiroso y para ser un gran político es preciso ser un mentiroso compulsivo. No todos los españoles están dispuestos a caer tan bajo.
El rechazo creciente que experimenta la sociedad española por la clase política demuestra que todavía queda algo sano en nuestro país. Para que exista una renovación de la vida política, y en general una regeneración de nuestro país, es preciso, ante todo y sobre todo, sanear la política, abrir de par en par las puertas del parlamento hasta que desaparezca ese aroma fétido a corrupción, a bajas maniobras, a intereses de parte enfrentados y cubiertos con grandes declaraciones y frases tan rimbombantes como huecas, y entre aire nuevo.
Para ello es preciso que sectores cada vez más amplios de la sociedad se vayan agrupando, pierdan el miedo a denunciar los escandalosos métodos de manipulación de masas que utilizan todos los sectores políticos y tengan el valor de plantearse ideas nuevas: la crisis económica mundial del 2008 permite hoy pensar que el liberalismo salvaje no era la mejor fórmula económica, sólo ahora es posible pensar en fórmulas nuevas. Quizás en los próximos años sea posible empezar a pensar en nuevas formas de organización política, que podríamos llamar “post-partitocráticas” a raíz de la creciente percepción que va adquiriendo el ciudadano de que el régimen partitocrático sólo puede encumbrar a personalidades mediocres, ambiciosos sin escrúpulos, sino a obtusos redomados, cretinos sin ideas o, lo que es peor, con las ideas más excéntricas que puedan existir, gracias simplemente a que ellos o los intereses que tienen detrás son maestros en el arte de la manipulación de las masas.
Nuestra generación tiene una cita con el futuro: pensar la sociedad post-partitocrática en la que la manipulación de masas habrá desaparecido y los gobiernos se harán y desharán en función de que sean capaces de resistir o satisfacer la capacidad crítica de sus electores.
[recuadro fuera de texto]
Los incentivos: droga, botellón…
A partir de las edades medias, la ciudadanía está especialmente preocupada por el día a día, la supervivencia económica, el trabajo, los hijos, la familia, etc. Los jóvenes, al tener menos responsabilidades, podrían constituir un problema. Por eso los medios de manipulación de masas les ofrecen dos incentivos: las drogas y el botellón.
En España se persigue el tráfico de cocaína (una droga que genera movimiento y excitación), pero se dice muy poco ante la proliferación en los dos últimos años de heroína (cuyo precio hoy la hace accesible a muchos sin necesidad de delinquir como en los años 80) y son frecuentes las declaraciones a favor de la legalización de la marihuana. ¿Por qué esa permisividad en torno a la marihuana?
Los efectos de la marihuana son particularmente relajantes. Sumen a la personalidad en un nirvana onírico, frecuentemente comunitario que embotando los sentidos. No destruye –salvo a medio plazo donde sus efectos psicológicos tienden a la creación de personalidades esquizoides- pero si atonta. Es suficiente. De la marihuana no saldrán grandes contestatarios, ni movimientos capaces de ir más allá de una protesta callejera puntual. La marihuana sume en la pasividad, por eso no es de extrañar que incluso en los manuales escolares se desdramatice su impacto y se eluda enumerar sus efectos perjudiciales para la salud y para la psique
El botellón, por su parte, es una demostración colectiva de ocio. Se suele decir que es una protesta frente a los precios del ocio en pubs y discotecas. Es posible que sea así. Pero lo esencial del botellón es el consumo colectivo de alcohol como un fin en sí mismo. Quien ha pasado por una borrachera sabe perfectamente que en esa situación resulta difícil mantener relaciones sociales y que lo peor viene con la resaca. ¿Qué puede pensarse de una generación que semana tras semana acepta la resaca del día después? Simplemente que ha sido neutralizada y que jamás protestará por otra cosa que no sea el precio del tinto de garrafón.
© Ernest Milà – infoKrisis – infoKrisis@yahoo.es – http://infokrisis.blogia.com – Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen
En 1895 un psicólogo francés, Gustav Le Bon publicó una obra esencial que todavía no ha sido superada, Psicología de las Masas. Este libro inició el estudio de la psicología de grupos. A pesar de recibir críticas muy duras por parte de Freud, el sobrino de éste, Edward Bernays, aceptó las tesis de Le Bon y las reformuló en su libro Propaganda declarando que la democracia era “la manipulación de la mente por medio de los medios y la publicidad”. No se equivocaba ¿o de qué otra forma es posible atraer el voto del ciudadano medio?
Las cinco tesis de Le Bon
Le Bon estructuró su obra enunciando las cinco tesis centrales de las que deriva la “psicología de mas masas”:
- Sobre el “nivel intelectual medio de una masa”, explicaba que éste no se situaba en la media aritmética de sus miembros, sino en el nivel más bajo de todos ellos.
- Sobre el carácter emotivo y sentimental, esto es, irracional de las reacciones de las masas que priva siempre sobre las reacciones meditadas, racionales y lógicas.
- Sobre el carácter pasivo de las masas que buscan siempre un seductor y un conductor mucho más que alguien que las eduque.
- Sobre el carácter simple del cerebro de las masas, incompatible con ideas muy elaboradas, y que precisa, para entenderlas, de pocas ideas extremadamente simples.
- Sobre los impulsos primarios que guían a las masas en su comportamiento (miedo, pasión, odio, etc) que generan en ella estímulos antes los que responde como el famoso “perro de Paulov” ante el sonido de la campanilla.
A partir de estas observaciones empíricas –cuya comprobación está al alcance de cualquiera- las doctrinas de Le Bon sirvieron para fundamentar los desarrollos que en el siglo XX tuvo la propaganda política de masas.
El arte de la manipulación y la guerra política
Más vale no engañarse: las técnicas de manipulación de masas han sido utilizadas desde todos los ámbitos políticos, desde el fascismo, desde el bolchevismo y, por supuesto, desde la democracia. A fin de cuentas, todos estos regímenes no aspiraban a otra cosa que a gobernar con el favor de las masas. Le Bon les enseñó como manipularlas.
Cualquier forma de psicología de masas se enuncia, no solamente para interpretar las reacciones de las masas y sus motivaciones, sino sobre todo para establecer los medios para llegar a ellas, para conquistar su corazón. Esto es, para manipularlas.
Pronto, los politólogos llegaron a la conclusión de que existían grandes diferencias entre la guerra convencional y la “guerra política”. Se trataba en ambos casos de conquistas un territorio. El paso por ese territorio era necesario para conquistar el objetivo final. Los aliados tuvieron que atravesar Francia, Bélgica y Alemania para conquistar Berlín. En la guerra política, el “territorio” es la población, y el objetivo a conquistar, el poder. Así pues para llegar al poder hace falta conquistar a la población y para ello es preciso emplear técnicas de manipulación de masas.
Los instrumentos de la manipulación
A partir de mediados del siglo XVIII cada todo gran líder político que ha aparecido ha dominado la técnica de la manipulación de masas. Napoleón lo sabía cuando conquistaba el corazón de sus granaderos departiendo con ellos la noche antes de la batalla. Alejandro Lerroux se expresaba en el lenguaje empleado por el público que tenía ante él de manera espontánea; su demagogia y populismo no eran más que puro instinto.
Sin embargo, a partir de principios de siglo, las técnicas de manipulación de masas experimentaron un gran avance gracias a los trabajos de Le Bon y a la densidad creciente de los medios de comunicación social.
Contrariamente a lo que suele creerse, el aumento de medios de comunicación no tiende a que el público reciba una información más veraz y objetiva, sino a acrecentar los medios de manipulación de masas. En la medida en que estos medios son expresión de grupos e intereses económicos, la información que difunden está fundamentalmente orientada a ganar la adhesión del público hacia esos intereses, esto es, a manipular.
El sistema educativo como manipulación de masas
Además de los medios de comunicación existen otros dos grandes canales de manipulación de masas: el sistema educativo y el arsenal de seguridad del Estado.
La creación de valores está a cargo del sistema educativo. La enseñanza obligatoria hace que ningún menor de 16 años se vea fuera de esta influencia. Hay que preguntarse si éste énfasis en la obligatoriedad se debe a un interés porque la cultura alcance a todos o más bien a que se trata de que todos los ciudadanos sean modelados según el mismo patrón. Es evidente que la segunda respuesta es la correcta: si se tratara de que la cultura alcanzase a todos no se entendería el por qué cada vez el nivel cultural de las masas y su capacidad crítica son menores.
A través de la enseñanza obligatoria se difunden “valores”, arquetipos y formas de comportamiento. Ningún gobierno acepta formar ciudadanos capaces de cuestionar la existencia de ese mismo gobierno. Es así de simple. Todo gobierno en el poder genera mecanismos de formación que tienden a perpetuar su influencia sobre las masas y, por tanto, su permanencia en el poder. La Educación para la Cudadanía, en este sentido, no es más que la Formación del Espíritu Nacional de Zapatero.
La seguridad del Estado y la coerción
El otro mecanismo es el arsenal de la seguridad del Estado. Se compone de leyes y funcionarios. Desde Lao-Tsé se sabe que “la justicia es como el timón, hacia donde se le da, gira”. Un mismo ordenamiento jurídico es susceptible de múltiples interpretaciones según los intereses políticos de quienes tengan en sus manos el “timón”. Lo hemos visto en el cambio de actitud del gobierno de Zapatero ante el entorno abertzale: de la mano tendida y de los “hombres de paz” se ha pasado al palo y tentetieso en apenas un año.
Cuando la ley se plantea en estos términos quizás más valga hablar de “coerción” mucho más que de “legislación”. La justicia deja de ser regida por la equidad y se ve dominada por la venganza y la represalia. La coerción es el sistema que disuade y castiga cualquier salida de la norma. La ley es el conjunto de normas por el que se rige una sociedad.
Los Estados modernos practican la peor forma de coerción: de un lado mantienen sistemas de represión que en cualquier momento pueden lanzar contra el disidente; tal es la característica que distingue a las dictaduras modernas. Países como Corea del Norte o determinados Estados Árabes son el paraíso de esta concepción policíaca de la política. En occidente, los métodos son diferentes y la sutilidad salva las formas.
En los Estados Occidentales el disidente es inicialmente silenciado. En torno suyo se crea un cinturón protector de silencio. Se evitaba hablar de él. Se elude toda referencia a él. La aparición de Internet ha desbaratado la estrategia de la “conspiración del silencio”, así pues, las técnicas de coerción sutil también han variado. No importa, hay otros muchos.
Siempre está el miedo a ser detenido y presentado ante los medios como “enemigo público”. Solamente lo evita quien se mantiene al margen de la disidencia. Es la habitual represión policial. El papel de la policía es necesario en las sociedades modernas: hay policía para contener al delincuente molesto para la sociedad. Pero, en ocasiones, los cuerpos de seguridad del Estado también se orientan contra la disidencia política y actúan en función de intereses políticos.
El llamado Comando Dixán, y varias decenas de “grupos terroristas” islámicos, más o menos ficticios, señalan por donde no debe circularse… El “chivo expiatorio”, además, es presentado como amenaza, lo que permite adoptar determinadas políticas (los extraños atentados del 11-S permitieron a la administración Bush embarcar a su país en las guerras de Irak y Afganistán, la misma detención del “Comando Dixán” hizo creíble la atribución de los atentados del 11-M a los islamistas).
Los servicios secretos de todo el mundo saben perfectamente que un peligro real se conjura creando un peligro imaginario y controlado, de la misma forma que una vacuna inmuniza al organismo ante determinados virus.
Así mismo, no hay que olvidar que la inspección de Hacienda es otro mecanismo coercitivo que puede ser lanzado, no solamente contra los defraudadores, sino contra los disidentes. Quien se sitúa en el campo de la disidencia no basta solamente con que actúe como la mujer del César, siendo honesta y pareciéndolo, sino que hoy debe contratar a los mejores asesores fiscales.
Los miedos: trabajo, terrorismo
Dentro del arsenal para la manipulación de las masas existen dos tácticas dramáticas que sitúan al ser humano ante dos riesgos indeseables: el paro y la muerte.
Se trabajaba para vivir, aunque era frecuente que a cuenta de ganarnos la vida la fuéramos perdiendo; hoy se trabaja para sobrevivir. Hace cuarenta años, el salario de un obrero bastaba para alimentar a una familia compuesta por pareja con varios hijos. Daba incluso para el vermú con almejas de los domingos. Hoy, los salarios de marido y mujer, apenas bastan para sobrevivir. Esta situación de precariedad por la que vive más de la mitad de la población se agrava con el miedo a perder el empleo.
No es raro que las empresas sean reacias a los contratos fijos. Las situaciones de provisionalidad favorecen la sumisión a la empresa y el silencio ante las situaciones de injusticia. Reivindicar hoy puede suponer la extinción del contrato mañana.
El miedo al paro nos afecta a todos individualmente, pero hay otro riesgo que afecta colectivamente: el terrorismo. En Europa Occidental no hay terrorismo desde principios de los años 80 (con la extinción de las Brigadas Rojas en Italia), salvo en España (con ETA y el GRAPO) y hasta 1997 en Irlanda (con el IRA). Pero ha aparecido un nuevo terrorismo: el islámico.
Este terrorismo es extraño. Nunca se sabe donde empieza y donde termina la manipulación. Hoy se sabe que los ataques del 11-S fueron cualquier cosa menos un ataque islámico protagonizado por Al Queda. Y en cuanto al 11-M seguimos sin saber quien lo organizó, quien lo ideó y quien lo ejecutó. Sabemos, eso sí, que hay terrorismo islámico en Palestina, en Irak, en Afganistán… esto es, en zonas de conflicto en donde hay situaciones de guerra abierta.
Entre el 11 de septiembre de 2001 y el 11 de marzo de 2003, los EEUU vivieron una treintena de situaciones de alarma antiterrorista, la más vistosa de las cuales fue con ocasión de la aparición de esporas de ántrax… elaboradas en un laboratorio militar de los EEUU. Todo esto da que pensar.
Desde los experimentos realizados con prisioneros alemanes tras la II Guerra Mundial se sabe que las situaciones de miedo, estrés, privaciones y hambre, dan como resultado personas sumisas que harían cualquier cosa que se les ordenara… incluso sumirse en la pasividad sin hacer nada.
El miedo es la mejor vacuna para impedir que las neuronas del cerebro puedan realizar sus conexiones normalmente encadenando razonamientos lógicos.
Los resultados: perplejidad
Gustav Le Bon escribió su Psicología de las Masas reagrupando sus observaciones empíricas con un espíritu positivo y de denuncia. Nunca se le ocurrió que habría gente que, conscientemente, utilizaría sus enseñanzas para elaborar, deliberada y conscientemente, mecanismos de manipulación de masas. Sin embargo, así ha sido. Una vez más la ciencia es neutral, pero sus aplicaciones no.
A lo largo del siglo XX hemos podido ver como esos mecanismos de manipulación de masas se iban sofisticando. En la primera década del siglo XXI estamos asistiendo a la orgía de la manipulación. Hemos empezado recordando la frase pronunciada por Solbes en el Parlamento: “Nunca hemos negado la crisis”. Si Solbes se creía en disposición de decir esa frase es porque sabía perfectamente que la memoria de las masas es débil, era consciente de que contaba con el apoyo de varios grupos mediáticos que harían que esta desafortunada frase llegara a la sociedad en estado puro, la alterarían, la cubrirían y la maquillarían, sabía que una mentira mil veces repetida se convierte en verdad (la frase es de Lenin y no de tantos otros a los que se les ha atribuido).
No es raro que buena parte de la población española experimente un progresivo rechazo visceral por la esfera de lo político convertida en el circo en el que actúan psicópatas, mentirosos compulsivos, gentes sin vergüenza y sin honor capaces de cualquier cosa por atraer un solo voto o por hacerse acreedores de un amago de aplauso. La política es hoy un estercolero en el que apenas hay espacio para gentes rectas, con sentido del honor, del deber y de la responsabilidad. Para ser un mediocre político es preciso ser un gran mentiroso y para ser un gran político es preciso ser un mentiroso compulsivo. No todos los españoles están dispuestos a caer tan bajo.
El rechazo creciente que experimenta la sociedad española por la clase política demuestra que todavía queda algo sano en nuestro país. Para que exista una renovación de la vida política, y en general una regeneración de nuestro país, es preciso, ante todo y sobre todo, sanear la política, abrir de par en par las puertas del parlamento hasta que desaparezca ese aroma fétido a corrupción, a bajas maniobras, a intereses de parte enfrentados y cubiertos con grandes declaraciones y frases tan rimbombantes como huecas, y entre aire nuevo.
Para ello es preciso que sectores cada vez más amplios de la sociedad se vayan agrupando, pierdan el miedo a denunciar los escandalosos métodos de manipulación de masas que utilizan todos los sectores políticos y tengan el valor de plantearse ideas nuevas: la crisis económica mundial del 2008 permite hoy pensar que el liberalismo salvaje no era la mejor fórmula económica, sólo ahora es posible pensar en fórmulas nuevas. Quizás en los próximos años sea posible empezar a pensar en nuevas formas de organización política, que podríamos llamar “post-partitocráticas” a raíz de la creciente percepción que va adquiriendo el ciudadano de que el régimen partitocrático sólo puede encumbrar a personalidades mediocres, ambiciosos sin escrúpulos, sino a obtusos redomados, cretinos sin ideas o, lo que es peor, con las ideas más excéntricas que puedan existir, gracias simplemente a que ellos o los intereses que tienen detrás son maestros en el arte de la manipulación de las masas.
Nuestra generación tiene una cita con el futuro: pensar la sociedad post-partitocrática en la que la manipulación de masas habrá desaparecido y los gobiernos se harán y desharán en función de que sean capaces de resistir o satisfacer la capacidad crítica de sus electores.
[recuadro fuera de texto]
Los incentivos: droga, botellón…
A partir de las edades medias, la ciudadanía está especialmente preocupada por el día a día, la supervivencia económica, el trabajo, los hijos, la familia, etc. Los jóvenes, al tener menos responsabilidades, podrían constituir un problema. Por eso los medios de manipulación de masas les ofrecen dos incentivos: las drogas y el botellón.
En España se persigue el tráfico de cocaína (una droga que genera movimiento y excitación), pero se dice muy poco ante la proliferación en los dos últimos años de heroína (cuyo precio hoy la hace accesible a muchos sin necesidad de delinquir como en los años 80) y son frecuentes las declaraciones a favor de la legalización de la marihuana. ¿Por qué esa permisividad en torno a la marihuana?
Los efectos de la marihuana son particularmente relajantes. Sumen a la personalidad en un nirvana onírico, frecuentemente comunitario que embotando los sentidos. No destruye –salvo a medio plazo donde sus efectos psicológicos tienden a la creación de personalidades esquizoides- pero si atonta. Es suficiente. De la marihuana no saldrán grandes contestatarios, ni movimientos capaces de ir más allá de una protesta callejera puntual. La marihuana sume en la pasividad, por eso no es de extrañar que incluso en los manuales escolares se desdramatice su impacto y se eluda enumerar sus efectos perjudiciales para la salud y para la psique
El botellón, por su parte, es una demostración colectiva de ocio. Se suele decir que es una protesta frente a los precios del ocio en pubs y discotecas. Es posible que sea así. Pero lo esencial del botellón es el consumo colectivo de alcohol como un fin en sí mismo. Quien ha pasado por una borrachera sabe perfectamente que en esa situación resulta difícil mantener relaciones sociales y que lo peor viene con la resaca. ¿Qué puede pensarse de una generación que semana tras semana acepta la resaca del día después? Simplemente que ha sido neutralizada y que jamás protestará por otra cosa que no sea el precio del tinto de garrafón.
© Ernest Milà – infoKrisis – infoKrisis@yahoo.es – http://infokrisis.blogia.com – Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen