viernes, 15 de octubre de 2010

Cinco años a vueltas con el Nou Estatut (I de II)

Infokrisis.- Hoy es 11 de septiembre y la apatía reivindicativa de años anteriores parecía que este año tendría su contrapartida en "manifestaciones preventivas" interesadas en condicionar la sentencia de los magistrados del Constitucional en torno al Nou Estatut. No ha habido para tanto. La novedad, la única novedad es que nunca como este año se han oído tantos gritos en castellano de los trabajadores en paro, increpando a las vedettes de la clase política catalana y que el president del Barça ha confundido su club con una plataforma independentista. Esta no es mi Catalunya que me la han cambiao

Vale la pena, pues, ordenar unas breves ideas sobre cómo se gestó el Estatut y como tres años después de empezar su aplicación todavía es una "ley provisional" que puede ser "tumbada", parcialmente, por una sentencia del Constitucional.

Maragall disminuido, Carod-Rovira ejerciendo de pavo republicano

Parece que fue ayer cuando un Maragall flanqueado por Saura y Carod Rovira anunció su intención histórica de renovar el Estatut de Catalunya, 25 años después de haber sido promulgado. Maragall había llegado al cargo con hambre atrasada y con ganas de pasar a la historia de Catalunya a velocidad meteórica. Algunos sabíamos que era un tipo peligroso. Las historias sobre su "estilo de trabajo" eran conocidas en todas las redacciones de Catalunya. Era el "alcalde de las Olimpadas" y en aquella época se decía que llegaba a su despacho en el Ayuntamiento, empezaba pegándose un latigazo de ginebra y a partir de ese momento comenzaba a alumbrar ideas geniales alguna y peregrinas la mayoría. Luego se fue a Roma unos años y al volver era el único candidato con prestigio suficiente que era capaz de presentar el PSC para desplazar a Pujol. En aquellos momentos, el PSC aceptó el riesgo de presentar a alguien que ellos eran los primeros que sabían que era una "bala loca", imprevisible e incontrolable; y lo hacían con el siguiente cálculo: Maragall estaría dos años en el cargo, dimitiría por razones de salud y sería sustituido por Montilla que tendría dos años mas para promocionar su imagen ante de las siguiente elecciones. Y uno se preguntaba de dónde procedía el prestigio de Montilla…

Luego, todo salió al revés. Maragall no dimitió por razones de salud. Sus últimos meses fueron dramáticos: abandonado por todos, estudió las posibilidades de volver a presentarse como candidato, en una lista independiente del PSC, pero su comportamiento errático le había  desprovisto de cualquier apoyo. Pocos defendieron su gestión en su propio partido de puertas a fuera y en los corrillos interiores abundaron los juicios más duros, sino despiadados, sobre aquel a quien ellos mismos habían presentado como candidato. Luego se supo que Maragall estaba mermado por una dramática enfermedad -el alzheimer- de la que él mismo habló a los medios. Lo que no dijo es, desde cuando había empezado a estar aquejado por esta dolencia degenerativa.

Durante los tres años en los que Maragall estuvo al frente del gobierno autonómico catalán, todo, absolutamente todo, giró sobre el Nou Estatut. Era evidente que Maragall no marcaba el ritmo, ni mucho menos el mas que mediocre Joan Saura sin prácticamente apoyos electorales detrás suyo. En aquel primer tripartito, era Carod Rovira, que había obtenido un excelente resultado el que se sentía fuerte y marcaba los tempos. De hecho, el mismo tripartito era un producto de la peculiar visión ideológica de Carod quien sostenía que Catalunya sería independiente cuando se consiguiera alinear a los socialistas con el nacionalismo. A pesar de su avance electoral, la verdad era que Carod y su ERC eran muy minoritarios como para poder imponer una estrategia propia al PSC, pero contaban con el apoyo de la "bala loca". Hay que recordar que, en ese momento, ERC era sólo el cuarto partido catalán después de CiU, PSC y el PP.

Este largo preámbulo sirve para certificar que el Nou Estatut no fue el producto de una demanda social (nadie, absolutamente ningún grupo social catalán reclamaba una reforma del Estatut en 2004). El Nou Estatut fue solamente el producto de la iniciativa de un pequeño partido cuyo líder supo manipular esa hambre de Maragall por pasar a la historia de Catalunya, tuvo la habilidad de transmitir al "president" su proyecto y de que éste, a falta de algo mejor, lo asumiera.

Con estos precedentes no es raro que toda la construcción posterior tuviera mucho de surrealista, bastante de grotesca y un punto de dramatismo.

¿Es independentista el nacionalismo catalán?

Regionalismo, catalanismo, nacionalismo, independentismo, son términos que frecuentemente se confunden que ni siquiera logran estabilizar a sus propios defensores. Artur Mas, por ejemplo, cambia de opinión como de traje: si está sentado ante un grupo de jovenzuelos de la Joventut Nacionalista de Catalunya es el primero entre ellos en reivindicar el independentismo. Su actitud varía si está delante de la patronal. Se vuelve mucho más ambigua y atornasolada en las proximidades de alguna negociación trascendental con el gobierno. Dicho de otra manera: Artur Mas no tiene opinión, su opinión va a remolque de sus intereses. Con Artur Mas, una vez más…, el "patriotismo es el último refugio de los bribones". Y no es el único.

En esto, Carod Rovira es mucho más estable: su discurso no varía en ningún terreno, su aventurerismo hace temblar por igual a patronos y obreros, a estudiantes y profesores, a amas de casa y jubilados; en el inicio de la negociación del Estatut dijo ante la patronal, cuando esta le preguntó qué había más allá del Estatut, que a él esas cosas no le interesaban que su objetivo era la independencia de Catalunya y que el futuro, Dios dirá… Y ese tipo, entonces, era Conseller en Cap.

Algunos nacionalistas-independentistas aceptan que exista algún vínculo con el Estado Español. Éste, por ejemplo, se encargaría solamente de la ardua y costosa tarea de la defensa (siempre y cuando existiera, claro está un nexo entre la Generalitat y el ministerio de Defensa y siempre y cuando -como ahora- no hubieran fuerzas armadas en Catalunya…). Otros aceptan una fórmula de "federalismo", siempre y cuando sea "asimétrico", es decir, que Catalunya tenga más entidad federal que Aragón o que Andalucía. Los hay que se contentan con una mera descentralización y otros exigen independencia y cortar todo vínculo con "la puta España".

En momentos de crecimiento económico (y el Estatut es hijo de uno de estos momentos) toda la aspiración consiste en repartir dividendos), pero en momentos de crisis de lo que se trata es de contar con el máximo de recursos económicos, ¿para…? Para repartir dividendos y comisiones, claro está.

El regionalismo catalán empezó siendo lingüístico a la vista de que en el siglo XIX se reconocía que el único "factor diferencial" era la lengua. Por otra parte, el principio de las nacionalidades atribuía a la lengua un valor axial: cualquier pueblo que tiene una lengua propia es una nacionalidad (¿o es una nación? ¿o el principio de las nacionalidades se aplica a las naciones, pero no a las "nacionalidades"?) y por tanto tiene derecho a un Estado propio. Las primeras organizaciones catalanistas (Jove Catalunya) eran meros grupos de reivindicación lingüística. Ni siquiera en el principio había unanimidad entre ellos: independentistas unos, federalistas otros, regionalistas muchos, era difícil saber quien era qué y qué opiniones sostenía cada cual porque variaban constantemente. Guimerá era independentista, luego lo fue menos, más tarde algo más… nada de todo ello pudo evitar que sus tragedias susciten hoy un inevitable sopor y que la Generalitat eluda promoverlas so pena de que el Teatre Nacional de Catalunya pierda aún más audiencia, de la misma forma que el teatro de Echegaray (que le robó casi literalmente el Premio Nobel ex aequo con Fréderic Mistral) permanece entre naftalinas y polilla. De Joan Maragall se puede decir cualquier cosa en su toma de posición política, seguro de que se encontrarán frases y argumentos para mantenerlas. Sobre Aribau ya hablamos no hace mucho en Infokrisis: era cualquier cosa menos regionalista, catalanista, nacionalista, independentista. Catalunya le traía al fresco y si escribió su "Oda a la Patria" era como encargo para halagar a su patrón, el banquero Gaspar de Remisa.

Inicialmente, el ideal del regionalismo catalanista era dirigir España. Así de simple. La idea era -y Prat de la Riba la expone en La Nacionalitat Catalana- que Catalunya es la parte "seria" del Estado y la única que había alcanzado cierto nivel de industrialización, por lo tanto, tenía las cartas suficientes como para asumir las riendas del país. Los primeros teóricos catalanistas eran simples y esquemáticos: andaluz: alegre y perezoso; catalán: laborioso; madrileño: despreocupado; catalán: responsable y serio. Ha pasado mucho tiempo desde entonces. Ya durante la guerra civil fue en Catalunya -no en Madrid- en donde el bando republicano dio más muestras de torpeza, inestabilidad y falta de sentido de la realidad. Los "40 meses de colectivismo" no se dieron en una Andalucía atrasada, sino en la franja de Aragón y en la Catalunya industrializada de la guerra civil. Y no fueron ninguna ganga. Fueron comunistas catalanes los que asesinaron al comunista catalán, Andreu Nin y fueron anarcosindicalistas catalanes los que dieron paseíllos al amanecer a santos varones catalanes cuyo pecado fue, en muchos casos, haber tenido alguna trifulca con el portero del inmueble.

Aquello terminó 70 años después en el período Maragall y en el segundo tripartito (mucho más discreto) en el curso de los cuales la "seriedad" de los catalanes se deshizo definitivamente como una telaraña al sol. Catalunya está en crisis y es la Generalitat la responsable de esta crisis: ya no hay apenas textil en Catalunya, sino que el textil español está polarizado en Galicia. Catalunya ya no es diferente a Andalucía: las tasas de paro y de inmigración son las mismas. Catalunya va por delante, eso sí, de cualquier otra región del Estado en todo aquello en lo que ninguna región del Estado querría ser líder: en inmigración islamista… ¿por qué? Por que Jordi Pujol quiso que fuera así, no desde luego por casualidad. Mejor traer moros que panchitos, al menos los primeros se esforzarían por aprender el catalán, mientras los segundos no lo harían porque se entenderían en castellano. Felicidades al lumbreras que alumbró esta idea y que desplazó como embajador plenipotenciario en Rabat al conocido líder arco iris Ángel Colom i Colom, que tras tener que abandonar ERC tras haberla esquilmado y tras acabarse la subvención del parlament al Partit per l'Independencia, entró en el redil de CiU que le aseguró un lugar bajo su sol en los arenales marroquíes descansando entre efebos y kiffi de Ketama. Mirar la política catalana de los últimos 10 años y no preguntarse qué demonios queda del "seny" catalán, es no hacer honor a la realidad.

Para Carod está claro: "dadme la independencia y yo os daré el oro, el moro y el panchito". Para Mas está claro: "dadme el autogobierno, o el federalismo, o el Nou Estatut o el Vell Estatut, o una palanca y distribuiré el patrimonio de Catalunya entre mi grey". Para Saura está claro: "Catalunya debe ser la tierra más progre entre las tierras progres, la más pacifista entre las tierras pacifistas, mientras no me quiten el coche oficial". Y en cuanto a Montilla: ¿existe Montilla? Sí, se sabe de él por la huella profunda que dejó mientras realizaba política autonómica en Cornellá de Llobregat de 1985 a 2004… ciudad que en ese tiempo pasó de ser modélica a ser un sumidero de inmigración masiva que ya en 2001 ocuparon iglesias en la ciudad para reivindicar el "papeles para todos", gozando de la "comprensión" del señor alcalde, hoy president.

Los únicos independentistas que se declaran como tales y sin matices pertenecen a cuatro tipos: los aventureristas tipo Carod-Rovira, los hooligans de Laporta, los adolescentes díscolos de los grupos juveniles y los inestables que hoy son independentistas, mañana federalistas, pasado nacionalistas radicales y al otro independentistas… ¿Regionalistas? No quedan; quizás algún despistado en el PP. ¿Nacionalistas? Todos salvo el PP. ¿Catalanistas? Todos incluido el PP.

Pero, a todo esto, ¿qué dice de nuevo el Estatut?

El Estatut es un documento promovido por Carod Rovira como única aportación de ERC al primer tripartito. ERC marcó el camino y tiró del carro al que luego se subieron todos los demás partidos. Lo que dice el Estatut es que Catalunya es una nación, lo dice en el preámbulo y lo repite en cada uno de sus capítulos, sin incluir la palabra, pero reivindicando todos los instrumentos propios de una Nación-Estado. Luego, en realidad, lo que Carod hizo decir al texto o lo que dice en su peculiar lenguaje es que Catalunya es una nación que tiene derecho a un Estado y que ésta está en construcción a través del Nou Estatut. Las naciones se crean desenganchándolas de naciones preexistentes. Esa es la idea de Carod: generar una etapa intermedia entre el anterior Estatut y una futura Catalunya independiente, a lo largo de la cual se creen los instrumentos propios de cualquier Estado independiente, de la misma forma que el anterior Estatut fue una etapa intermedia entre el jacobinismo franquista y el Nou Estatut en la que Catalunya dejó de ser "nacionalidad" (es decir, una parte de un todo mayor) para ser "nación" (esto es un todo en sí mismo). Tal fue el criterio de Carod quien tuvo la habilidad de arrastrar a sus dos socios y emprender con CiU y con el PSC una loca carrera a ver quien demostraba ser más "nacionalista" y quien aspiraba a tener un techo autonómico más elevado…

La opinión de Saura cuenta poco. Detrás no tiene nada, salvo un cadáver maloliente, stalinismo envuelto en pellejos mohosos, de ahí el "verde" de su ecologismo. En cuanto a Maragall, "rauxa" quintaesenciada aspiraba solamente a "romper esquemas", expresar la mayor genialidad de la forma más estruendosa y "parajódica" posible y demostrar que algo, ya por entonces, no le funcionaba bien en sus redes neuronales. Y Mas para no ser menos, y para no perder clientela en beneficio de Carod debió de ser más nacionalista que el nacionalismo y situarse en la frontera con el independentismo. Así se hizo el Estatut.

¿Y el pueblo catalán? ¿qué decía, a todo esto? No existió en ningún momento demanda social que exigiera una reforma del Estatut. El proceso perverso fue el siguiente: una clase política impuso a la prensa este tema (amparada en que la publicidad institucional garantiza o no la supervivencia de un medio en Catalunya) y la prensa generó una corriente de opinión favorable al nou Estatut… cuando en realidad, el pueblo catalán era completamente indiferente a la reforma estatutaria tal como se evidenció en el referéndum que si demostró algo era, precisamente, esa indiferencia. El Estatut fue aprobado por un tercio del electorado… Ni la santa alianza "clase política - poder mediático" subsidiado logró levantar entusiasmo.

El Estatut no es un "estatuto de autonomía" sino un remedo de mini-constitución. Por eso se preocupa de establecer en primer lugar los valores y los principios que animan a la Generalitat y que son los mismos que se encuentran en cualquier constitución, empezando por la española. Pero, si la constitución española ya reconoce todos esos derechos… ¿para qué reeditarlos en el nou Estatut? Es evidente, porque de lo que se trata es de crear un pequeño estatido catalán, que pueda decir en voz alta: "somos siete millones… aunque un millón doscientos cincuenta mil sean inmigrantes". Y como estadito que se trata de construir merece todas las competencias de gobierno que se den en Catalunya. De eso trata el Estatut que repite en cada capítulo con singular reiteración: "La Generalitat de Catalunya asume plenas competencias en materia de…", coletilla repetida una veintena de ocasiones, tras lo cual cabe decir, "bueno, bien ¿y entonces qué queda del Estado en Catalunya?". Respuesta: nada. El resto del Estado es un simple mercado fácil para los productos catalanes, como lo puede ser el Estado francés. Nada más.

Con todo… se podría incluso aceptar la aplicación de éste o de cualquier otro Estatut, si existiera una remota posibilidad de que la clase política catalana sería leal con el Estado. Si, por ejemplo, en materia hídrica, Catalunya estuviera dispuesta a ayudar a la agricultura de más abajo del delta del Ebro o si el Consell Regulador del Cava -por poner un ejemplo- permitiera que los viñedos de la Comunidad Valenciana o de Extremadura se elaborase cava… Hasta ahora, sin "nou Estatut" lo que ha ocurrido es justamente lo contrario. Con la excusa de los campos de golf del Sur (vivo en Villena… ¿hay algún campo de golf por aquí? Lo cierto es que en esta zona los acuíferos se están agotando a razón de nueve metros/año) no hay trasvase que valga. Y en cuanto al cava… Torre Oria, cava valenciano, se queja de las draconianas inspecciones del Consell que le obligan a guardar las botellas rotas en el proceso de elaboración, no sea que alguna cifra no cuadre. Sería indignante, sino fuera mezquino. A partir de aquí, cabe intuir que la "solidaridad" de la Generalitat con el resto del Estado va a ser poco menos que nula. La cosa no es nueva, la diferencia es que el nou Estatut garantiza la persistencia de esa situación.

En el fondo, el problema es de confianza y lealtad. Cuando una nacionalidad o una región son leales al Estado, ¿qué mas da si gozan de cotas elevadas o elevadísimas de autogobierno? ¿Cuál es el problema en esas circunstancias? Simplemente, no existe. El problema es cuando la noción de lealtad está ausente y es sustituida por las sospechas y los síntomas de que la clase política catalana va, literalmente, a su bola y trabaja únicamente por SUS intereses (y recalcamos el SUS, para diferenciarlos de los intereses DE Catalunya).

Esta impresión es la que se ha grabado a fuego en el imaginario colectivo del pueblo español cuando treinta años de democracia parecen haber demostrado que "los catalanes" (esto es, la clase política catalana) solamente colaboran en la gobernabilidad del Estado a cambio de peir siempre más… y esa es una actitud completamente diferente de la propuesta de Cambó hace cien años: se trata hoy de aprovechar los problemas parlamentarios de los gobiernos del Estado para, a cambio de unos miserables votos parlamentarios, obtener más inversiones (esto es, más comisiones a repartir), arrancar más concesiones y garantizar más impunidad para el gobierno autonómico. Lo hizo Pujol con el PSOE, lo hizo con el PP y lo hicieron sus sucesores con el bobo ilustre. El cambio de actitud es importante: ya no se está colaborando en la gobernabilidad del Estado, simplemente por que el Estado Español es el cliente natural de los productos catalanes y si, como pensaba Cambó, el Estado Español iba bien, Catalunya iría mejor, sino que lo que se ha impuesto es el regate en corto, el aquí te pillo y aquí te mato, el toma y daca y la negociación al más puro estilo fenicio o al regateo propio de los zocos magrebíes.

Y en eso que Carod se hizo con el control de la situación y arrancó el debate estatutario en una sociedad que ni cree en su clase política, ni le ha importado jamás un pimiento el nou Estatut. La santa alianza prensa - nacionalismo es el que ha dado la sensación de que existía demanda social. Los resultados del referéndum -en el que votó menos del 50% del electorado- confirman nuestra opinión: nunca un Estatut dejó tan indiferente a un pueblo.

Las necesidades catalanas y las obsesiones independentistas

¿Qué es Catalunya hoy? La patria del paro. ¿Es algo más? Sí, el punto de llegada de 1.250.000 inmigrantes, la mayoría de los cuales proceden de países islamistas. ¿Es algo más? ¿Queda algo de la Catalunya tradicional? No, padre. Veinticinco años de catalanismo gobernante en el Palau de la Generalitat, por algún motivo, han hecho que cada vez Catalunya sea menos catalana. En tanto que oriundo del Penedés, puedo asegurar que en los años 50 y 60 en aquella zona una inmensa mayoría de la población hablaba catalán. La Generalitat parece haber logrado que nunca como ahora, en esa y otras muchas más zonas, el catalán sea una lengua entre otras muchas. Se enseña en las escuelas, obligatoriamente, pero las tasas de uso del catalán tienen tendencia a disminuir. El árabe es la tercera lengua de Catalunya y esta sí aumenta. Por lo demás, el castellano es la lengua vehicular de todo el Estado y para colmo tiene una innegable proyección internacional. Y, a todo esto, la Generalitat en Babia.
Catalunya es también la zona del Estado en donde existe mayor concentración de EREs, en donde el paro juvenil es más acusado, en donde más graduados universitarios de carreras técnicas se encuentran trabajando en cualquier otro oficio que no corresponda a su titulación, o simplemente en paro. Es también la zona del Estado en la que más licenciados universitarios han huido -sí, huido- al extranjero para escapar al miserable destino que la Generalitat les tiene reservados: dos, tres, cuatro años como becarios, un bonito título universitarios colgado en la pared y luego la perspectiva del mileurismo de por vida. Catalunya, se nos olvidaba, es la zona del Estado en la que se destruyen más empresas y se crean menos en porcentaje. La zona del Estado, además, en donde existen más parados inmigrantes y, para acabar de arreglarlo, la zona del Estado en la que hay más parados islamistas. Por si esto fuera poco: Catalunya es también la zona del Estado en la que la inmigración tiene una tasa más alta de reproducción… y la etnia de origen catalán una menor tasa demográfica. Esta es la Catlaunya que ha hecho el primer tripartito, el segundo tripartito y la Catalunya que construyó Jordi Pujol en su prolongado mandato de 20 años, la Catalunya del Estatut primigenio. Esa, no otra. Las reclamaciones al responsable: el nacionalismo y la izquierda catalana.

Gobernar es gestionar el día a día… no intentar pasar a la historia ideando nuevas formas de autogobierno. Lo que vamos a decir parecerá jacobino y facha, pero lo mantenemos: Catalunya es España y, seguramente es una de las partes más significativas de España, porque hoy los niveles de frivolidad, cara dura, mentira institucionalizada, doble lenguaje, irresponsabilidad histórica de la clase política catalana, son exactamente iguales, sino superiores, a los de la clase política del resto del Estado. El "factor diferencial" realmente existente es que la clase política catalana quiere controlar el máximo de recursos económicos para obtener una mayor tajada. Miren la trayecto de Montilla en política municipal, de la familia Maragall y la familia Carod colocando a sus hermanísimos, lean cada una de las frases y de las ideas Joan Saura… ¿ven en ellas "patriotismo"? ¿hay en ellas responsabilidad? ¿destilan buen hacer y mejor ser? ¿o son simplemente declaraciones, gestos y actitudes de pobres aprovechados en el mejor de los casos o de aventureros sin escrúpulos en el peor? Pies bien, ello -ellos y ZParo- han hecho el Estatut. ¡Cómo para fiarse del producto de sus desvelos!

© Ernest Milà - Infokrisis - Infokrisis@yahoo.es - http://infokrisis.blogia.com - Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen.