sábado, 16 de octubre de 2010

Un estudio sobre la "cuestión judía" (VI de X). La I Guerra Mundial

A este programa el judaismo no podía ser ajeno. Salió a la descubierta en la acción llevada por las sectas en favor de la guerra (82), pero no es difícil tampoco percibir la parte que tuvo en la intervención americana. "Nadie  se lee en la obra ya citada de Malinsky y De Poncins  jamás comprendió porqué los Estados Unidos declararon la guerra a Alemania. El imperio germánico no constituía para ellos ningún peligro ni en el presente ni en el futuro. En su derrota  por adelantado, invirtieron sin embargo millones y enviaron a cerca de dos millones de combatientes, improvisados precipitadamente, al otro lado del Atlántico. en los anales de esta república pacífica entre todas, semejante cosa jamás se había visto".

El motivo de la intervención fue vengar un barco inglés a bordo del cual se encontraban americanos que realizaban una travesía turística y a los que la embajada alemana había tenido la precaución de dar una advertencia para que no hicieran la travesía bajo pabellón de una de las potencias beligerantes (83). La desproporción entre la causa y el efecto era de tal manera enorme que todas las frases sentimentales que se pronunciaron en la ocasión no podían bastar más que para convencer a adolescentes desprovistos de toda experiencia en la vida (...). No se explica tampoco por qué el presidente Wilson, que era la criatura del capitalismo judío, dudó hasta mediados de abril de 1917, tolerando el aprovisionamiento de las dos partes beligerantes por la industria americana, no porque a partir de esta fecha solo todo el aparato de la publicidad trasanlántica se volcó con todas sus energías contra Alemania.

Vemos en el presente que es muy simple: hasta mediados de abril de 1917, bastaba que la monarquía de derecho divino alemana fuera ayudada en su tarea de aplastar a la monarquía de derecho divino rusa. En esta fecha, el fin estaba ya alcanzado, era algo hecho y entonces era preciso ayudar exclusivamente a las grandes democracias occidentales, a fin de que a su vez ellas aplastaran a la monarquía de derecho divino alemana. En estas condiciones, Rusia era ventajosamente reemplazada  por América y podía ser abandonada a su destino, que era superar el socialismo, sin que resultara un peligro eventual para este mundo futuro "donde la democracia debía ser su centro" (Wilson)" (84).
Fue el judaismo quien llevó a América a la guerra, a fin de que colaborara en eliminar lo que quedaba de la Europa tradicional y construir el mundo democrático anunciado por Wilson. Bernard M. Baruch, el "Disraeli americano", el hombre que declaró haber reunido en él "una suma de poder más grande que cualquier otro político americano", era un judío de la Bolsa de Nueva York, un judío que controlaba 35 ramas de la industria americana. Cuando entró en guerra, América se encontraba bajo la dictadura de Baruch y de otros judíos del Comité de Defensa Nacional, un organismo constituido en 1915, del que dependía el todopoderoso Grupo Industrial de Guerra  formado a su vez en 1915 . Sobre el alucinante poder acumulado por el "proconsul de Judea en América", Henry Ford facilita numerosas informaciones, que no podemos reproducir aquí en su totalidad (85).

Una de las razones por las cuales los judeo americanos intervinieron en la guerra contra los Imperios Centrales debe ser buscada en el apoyo prometido por Inglaterra al movimiento sionista; es así que a la declaración de guerra americana (6 de abril de 1917) siguió, a corta distancia (2 de noviembre de 1917), la Declaración Balfour, mediante la cual el ministro inglés de Asuntos exteriores manifestaba a Lord Rothschild  uno de los principales representantes del sionismo  el compromiso de Londres de apoyar la invasión judía de Palestina.

Al término de la primera guerra mundial, en consecuencia, el poder mundial del judaismo se había ulteriormente consolidado. Además de haber lanzado las bases para la creación de una colonia en el Mediterráneo, disponía de dos puntos de apoyo de dimensiones continentales: Los Estados Unidos (86) y la Unión Soviética. Pero ya que el stalinismo, aunque a través de varias contradicciones y dificultades, frena el asalto judaico iniciado con la revolución de 1917, la Unión Soviética fue sustraida a la hegemonía judía; mientras, los Estados Unidos, pasaban a ser, hasta nuestros días, el "lugar" geográfico y político del judaismo mundial.

En cuanto a Europa, los cambios políticos que el fin de la guerra aportó coincidieron con los planes del judaismo. Un judío, Ludwig, escribió "El hundimiento de estas tres grandes potencias (Rusia, Alemania y Austria, n.d.t.) en su antigua forma significa una facilidad esencial para las directivas de la política judía. La guerra conducida a fin de imponer a Europa central formas políticas modernas como las que estaban ya en vigor en torno a ella (...). Los defensores de una paz por separado (con Rusia, n.d.t.) habrían podido salvar tanto al Zar como al Kaiser conservando una Europa insoportable" (87). Se hubo pues, favorecido un desencadenamiento judíos bajo forma "revolucionaria": la zarabanda espartakista  con los diversos Karl Liebknecht (88), Rosa Luxemburgo, etc...  y el carnaval judaico de Budapest  (89) Zsigmond Kunfi, luego los Pogany, los Vago, los Szaamueli, los Weltner, los Schewimmer y, en suma, todo el zsidosag húngaro  entraron en esta primera fase. Luego fue el momento en que Rathenau ocupó varios ministerios en la República de Weimar  (90) y donde el banquero Imredy se convirtió en primer ministro de Hundría; mientras que en las nuevas democracias checoslovaca y yugoslava, el judaismo estaba ampliamente representado.

En Francia, fortaleza experimentada del judaismo, el "armazón de la República"  (91) estaba constituida por la Liga de los Derechos del Hombre, fundada en 1898 por los judíos Sceurer Kestner y Joseph Reinach y convertida en el principal instrumento de al intervención judía en la vida política. Francia pues, ya habituada a los Cremieux y a los Gambetta, tuvo de nuevo sus ministros judíos, hasta que en junio de 1936, tras la victoria del Frente Popular, la presidencia misma del Consejo  fue ocupoada Leon Blum. Este judío había estado entre los fundadores de "L’Humanité" (92) y fue diputado y jefe del Partido Socialista; tras el hundimiento de su gobierno, Blum, volvió a la presidencia del Consejo en marzo de 1938 para caer de nuevo cuatro semanas despues. Con razón, en consecuencia, Henry Roberg Petit, tituló su libro sobre la política francesa Le Regne des Juifs (93).

Pero el reino de los judíos a partir de ese momento iba a adquirir dimensiones internacionales: la Sociedad de Naciones, la prefiguración de la ONU salida de la conferencia parisina de las potencias victoriosas, constituyó el intento democrático de imponer un supergobierno mundial. Estamos solo en los prolegómenos, y la Sociedad de Naciones se redujo a ser un instrumento, incluso no demasiado eficaz, de Inglaterra y Francia; lo que importa, se mostrar como las plutocracias comprendieron la necesidad de una organización política que, como sus tráficos, no tuviera fronteras. No fue por error que el judío Klee pudo escribir: "La Sociedad de Naciones ha sido no tanto el trabajo de Wilson como una obra maestra judaica de la que podemos estar orgullosos. La idea de una Sociedad de Naciones se refiere a los grandes profetas de Israel, a su visión del mundo" (94).

Notas fuera de texto:

(82) La "Rivista Massonica", órgano mensual del Gran Oriente de Irtalia, publica, en el nº 4 6  de Abril Junio de 1966, el discurso pronunciado con ocasión del cincuentenario de la intervención italiana, en el Templo Masónico de Trieste,  "lleno de Hermanos, entre los cuales se encontraban supervivientes condecorados de la guerra que borró del mapa del mundo a la monarquía de los Habsburg". El orador era el Gran Maestre Roberto Ascarelli, judío, el cual terminó así su discurso: "Y podemos también, orgullosos, acordarnos que fue la voz del inolvidable Gran Maestre Italiano quien sin embargo quiso la guerra, Ernesto Nathan (judío,. NdA), quien, a petición de las masonerías de la Entente, durante la primera guerra mundial, se alzó para proponer  antes que cualquier otra cosa  la unión de los pueblos del mundo en una Sociedad de Naciones" (pág. 96).
Que el judaismo italiano haya hecho todo para llevar a Italia a la guerra contra Austria, está confirmado también por el judío Piperno: "Ya hemos visto el paralelismo entre la liberación judía y la liberación nacional y la contribución judía al risorgimento; bastante amplia fue también la participación judía en el irredentismo y en la última gran batalla nacional y popular, es decir, en la Resistencia" (R. PIPERNO, L’antisemitismo moderno, Bolonia, 1964, pág. 67.); mientras que otro judío, Marcus Eli Ravage, reivindica para su raza el haber causado, exactamente, el desencadenamiento de la primera guerra mundial: "Nosotros hemos sido la causa principal, no solo de la última guerra, sino de casi todas vuestras guerras" (M.E. RAVAGE, Artículo publicado en "Century Magazine", nº 3, 1928). La misma reivindicación aparece en el órgano judío "The Jewish World" del 16 de enero de 1919: "El judaismo internacional ha obligado a Europa a esta guerra no solo para apropiarse de una gran cantidad de oro, sino también para preparar, por medio de ella, una nueva guerra mundial judío". Y esto sería pues puntualmente realizado.

(83) Cuando en 1965 el Departamento de Estado americano permitió el acceso a sus archivos, resultó claro que el naufragio del Lusitania fue deliberadamente provocado para justificar la intervención americana. Una fuente no sospechosa ("Storia illustrata", nº 182, enero de 1973) informa que: 1) se hizo transitar expresamente al Lusitania a una zona donde se había señalado la presencia de un submarino alemán que hizo naufragar a varios barcos aliados; 2) el crucero inglés Juno, que debía escoltar al Lusitania, recibió la extraña orden de volver al puerto de Queenstown, 3) las unidades inglesas que llevaban socorros al Lusitania fueron bloqueadas por el Primer Lord del Almirantazgo inglés; 4) los principales diarios americanos publicaron con retraso, bajo presión del Departamento de Estado, una inserción de la embajada alemana que advertía a los pasajeros del Lusitania el riesgo que corrían embarcándose en un buque cargado de explosivos; etc... Esta táctica de la provocación tuvo éxito si bien los judeo americanos la aplicaron también, en la segunda guerra mundial, en Pearl Harbour, para obligar al Japón a "agredirlos".  Sobre la trampa de Pearl Harbour, citaremos otra fuente no sospechosa: "Historia", nº 168 (Hace 30 años Pearl Harbour... pero Roosevelt lo sabía), diciembre de 1971.

(84) La guerra oculta, cit.; pág. 218 219.

(85) Remitimos al lector deseoso de conocerlos al libro de H. FORD L’Ebreo internazionale, Ed. di Ar, Padua, 1971.

(86) He aquí lo que escribe el correspondan judeo americano de una revista italiana de derechas, que no puede ser ciertamente sospechosa de antisemitismo, ya que está dirigida por el judío Mario Tedeschi, animador en el seno del Movimiento Social Italiano "neo fascista" (???) de la tendencia "Democracia Nacional", favorable a una alianza con los demo cristianos: "Sería un grave error evaluar el lobby judío, tal como lo hacen los árabes y, en general, las gentes superficiales o los antisemitas, como un elemento artificial, externo, no americano de la política americana.
Los judíos son parte integrante de América. Son América.Han hecho de este país lo que es hoy. Si su porcentaje en relación a la población entera es mínimo, su parte en el desarrollo cultural, políticdo, económico, en la concepción misma de la entidad americana, ha sido enorme" (N.E. GUN, Golia in America, "Il Borghese", 20 de abril de 1975).
No es una casualidad que el símbolo de los EEUU, la llamada Estatua de la Libertad, lleva una inscripción dictada por la judía Emma Lazarus; y otro tanto puede decirse si, en otro emblema de los EEUU, el dolar, encontramos dibujos inspirados en la simbología judaica, dibujos que fueron realizados por el judío S. Makronmowsky, más conocido bajo el nombre de nicola C. Koerich, íntimo del vicepresidente americano bajo Roosevelt.
No es extraño, en consecuencia, que los judíos reivindiquen para su raza a Cristobal Colon, descubridor del continente al cual algunos dieron el nombre de Judenland; por otra parte, está probado que varios judíos se encontraban en los barcos de Colón y que el primer en tocar, en 1492, suelo americano, fue un judío, Luis de Torres ("Cristobal Colón  ¿no era con toda probabilidad, uno de los suyos, así como varios marinos de su equipo?" y más adelante: "... un grupo de veintitrés judíos, procedentes de Brasil, ¿no ha desembargado, un día de septiembre de 1654, en lo que se llamaba entonces Nueva Amsterdam, en la isla de Manhattan?", artículo de D. DHOMBRES, Une nouvelle terre promise, "Le Monde", 19 de octubre de 1976, NdT). La relación entre la colonización de América y la expulsión de los judíos de España y Portugal ha sido puesta de refieve en diferentes obras. Ciotemos: M. KAYSELRING, Christophe Columbus und der Anteil der Juden, 1891, F. RIVAS PUIGCERVER, Los judíos y el nuevo mundo, 1891, L. MODONO, Gli Ebrei e la scoperta dell’America, 1893; C.M. PETERS, The Jews in America, 1906, etc... La conclusión es que América "es de un extremo al otro un país judío", tal como sostuvo Sombart, el cual ha mostrado en qué medida los Estados Unidos debían su existencia a los judíos. "Es a la impronta judía a la que los EEUU deben lo que son, es decir su americanismo; pues lo que nosotros llamamos americanismo no es más que el espíritu judío que ha encontrado su expresión definitiva" (W. SOMBART, Les juifs et la vie economique, París 1923).

(87) Citado en J. EVOLA, Tre aspetti, op. cit.; pág. 56.

(88) Karl Liebknecht era hijo de Wilhem Liebknecht, el fundador del "Vorwärts" junto con Bebel. Este tenía razón en atacar al antisemitismo (lo definía como el "socialismo de los imbéciles") porque porque la mayoría de los jefesd el socialismo alemán eran judío: de Lassalle a Singer, pasando por Berstein, Kohn Nordhausen, Davidson, Frank, Herzfeld, Simon, Stadhagen...
Fue el judío Kurt Eisner quien dirigió, con Lewien, Toller, Landauer y otros correligionarios, la "revolución" en Baviera; fue el judío Hirsch quien la dirigió en Prusia, el judío Gradnauer en Saxo, el judío Fulda en Hesse.

(89) Quien, no equivocadamente, había rebautizado Judapest a principio de siglo ; la capital húngara contaba entonces con 300.000 judíos sobre 900.000 habitantes... Por lo demás, el judío Ferenc Heltai había conseguido convertirse en burgomaestre de la ciudad. Sobre la cuestión judía en Hungría, ver Kitartas, Ed. di Ar., Padua 1974, pág. 69 72.

(90) La expresión es del americano M.A. LEDEEN, L’internazionale fascista, Bari, 1973, pág. 180. En su libro titulado Mussolini e gli Ebrei (Milán 1967), el senador del MSI Giorgio Pisano ha documentado abundantemente la acción llevada a cabo por el "Duce" en favor de los sionistas, confirmando así el fundamento del epíteto  forjado por Ledeen. "A pesar de la posición oficial hostil a la raza judía adoptada poco antes de la segunda guerra mundial por Mussolini  escribe Pisano  este último, en realidad, fue el único hombre de Estado europeo que, en este período dramático, hubo maniobrado para la salvación de los judíos en toda Europa" (pág. 5).

(91) Entre los suscriptores de "L’Humanité", es difícil encontrar uno que no sea judío. Figuraban los esposos Rosnoblet, pero estos no eran otros que los testaferros de los Rothschild. Ver documentación publicada en H. COSTON, La haute finance et les revolutions, op. cit.; pág. 68 71 (NdA).
Es preciso creer que la situación no ha variado mucho desde esta época lejana ya que René Andrieu, redactor en jefe de "L’Humanité", acusado de antisemitismo durante un debate, se aprestó a ir a presentar sus excusas a la revista judía "L’Arché" (nº 227, pág. 16 20) precisando que: "...en L’Humanité Dimanche el redactor jefe es de origen judío, Henri Alleg es de origen judío, la mujer de Coubard, especialista en problemas de Oriente Medio es de origen judío... En el Comité Central, los principales colaboradores de Marchais son de origen judío". Citado en "Lectures Françaises" nº 233, septiembre de 1976.
Véase una lista no exhaustiva, de judíos que ocupan cargos de importancia en el aparato del Partido Comunista Francés: Fiterman, Kanapa y Gremetz: miembros del Buró Político; Fiszbin, secretario de la Federación de París, miembro del Comité Central; Malberg, director adjunto de "France Npouvelle" (semanario del Partido), miembro del C.C.; Zaidner, secretario de la sección de cuadros, miembro del C.C.; Ellenstein, director adjunto del Centro de Estudios e Investigaciones Marxistas, miembro del C.C.; Cohen, director de "La Nouvelle Critique" (NdT).

(92) Se notará que el judaismo, en Francia, salió de tal manera a la superficie  que el mismo Blum, un año antes de ser presidente, acudió al XVI congreso sionista, en Zürich, en calidad de miembro de la Jewish Agency; "y las primeras palabras que pronunció han tendido a disipar la sorpresa que la aparición de un hombre como él, volcado a la causa del socialismo internación, podía hacer nacer en un medio que lazos de una inalterable gratitud unen a poderes financieros (...) Con fuerza, declaró no haber renegado, ni de su raza ni de su religión, sino, por el contrario, estar orgulloso en todas circunstancias" ("L’Ordre", Zürich, mayo de 1935).

(93) Citado en J. EVOLA, Tre aspetti, cit., pág. 54.

(94) R. DE FELICE, Storia degli ebrei italiani sotto il fascismo, Turín, 1972, págs. 73 74
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(c) Por la obra: el autor [desconocido, se agradecen datos sobre la obra]
(c) Por la traducción: Ernest Milà