domingo, 17 de octubre de 2010

EL ESPÍRITU DE LA LEGIÓN EN SUS CANCIONES (II de II)


Concluimos este breve repaso al cancionero de la Legión Española con los comentarios iniciados en la entrega anterior. Vale la pena recordar que nos hemos limitado a comentar las piezas más conocidas del cancionero de la Legión. Recomendamos a nuestros lectores que aprovechen los recursos de Internet para bajar a través de Emule (para algo pagamos el puto racket digital pagado por ZP a la bandel Mirlitón de la SGAE) las canciones originales y las películas que mencionamos en este artículo, así como el visionado de Youtube.es de clips sobre la Legión Española.

Dionisos en el Tercio de Extranjeros

Decía Aleister Crowley que la droga era el alimento de los fuertes. Y los fuertes son los que, usando de cualquier sustancia estimulante, no sucumben a sus efectos más terribles: a la adicción. Porque, finalmente, la adicción es la prueba del nueve de que quien ha consumido una droga, no es lo suficientemente fuerte como para controlar sus efectos, sino que su debilidad radica en el hecho de que termina siendo arrastrado por ella. Existe un cierto tipo humano, sin embargo, que soporta la droga como otros soportan un cafelito a media mañana. Para ellos, la droga es una puerta de acceso a la trascendencia.

Pero la droga tiene sus límites. La droga enseña lo que hay detrás del espejo de Alicia, pero no ayuda a penetrar en ese otro mundo. Simplemente, sirve para recordarnos que ese mundo existe y que es posible acceder a él. La experiencia de la droga es solamente útil unas pocas veces en la vida (en sus 50 secretos mágicos para pintar, Salvador Dalí recomendaba al artista fumar dos o tres veces haschís en su vida; no más). Y una vez se ha conocido la existencia de “otra realidad” intentar acceder a ella de manera autónoma, por medios propios, utilizando la propia fuerza interior, la voluntad, la constancia y la audacia. Eso implica una educación del espíritu. Es lo que se llama la “vía húmeda” en hermetismo o la “vía de la mano derecha” en las tradiciones orientales: intentar depurando progresivamente la personalidad, viajando al fondo de nuestro propio mundo interior, domando la voluntad, deshaciéndonos de residuos que en nuestro ser son como la ganga de los minerales.

Pero también existe la otra vía, la “vía seca” o “vía de la mano izquierda” en la que se trata de “tomar el cielo por asalto”. Es la vía del exceso, del riesgo, la vía difícil en la que el “veneno” se convierte en “remedio”, y lo que puede destruirnos pasa a ser el vehículo de salvación. Es la vía, a fin de cuentas, del legionario, la vía del exceso: demasiado arrojo, demasiado valor, demasiado heroísmo, demasiado alcohol, demasiado haschís… Si hay una bebida legionaria por excelencia, es el carajillo; el alcohol forma parte de la vida legionaria. Un legionario abstemio es, en sí mismo, una contradicción.

Pero lo que en la vida civil es inútil, reprobable e incluso idiota, tiene otra carácter muy diferente cuando se permanece en el Tercio. El alcohol –y especialmente, el vino bueno, esto es, fundamentalmente, tinto- aumenta en ingenio y la chispa, nos abre hacia los demás, nos imbuye alegría y, finalmente, en la pelea, nos hace ver las cosas mucho más claras. En una palabra, nos ayuda a deshacer las categorías del pensamiento lógico, de todo lo que es “razonable”, pequeño-burgués y que, a la postre, sirve para que nuestra personalidad, encuentre argumentos para no cumplir con nuestro deber, para eludir las responsabilidades o simplemente para ser cobardes vivos y coleando.

El alcohol ayuda a que emerja el espíritu de cuerpo propio de las unidades de élite y en especial de la Legión. ¿Un legionario abstemio? Mejor que se apunte al cuerpo de enfermeros de retaguardia. Jamás tomará el cielo por asalto si se lo ordenan. Siempre encontrará una palabra: “imposible”, “demoledor”, “insensato”. Y no solamente hay que tener tropa que ame el alcohol, sino jefes que lo conozcan bien y que hayan experimentado sus efectos, porque será a ellos a los que les corresponderá dar las órdenes “imposibles”, “demoledoras” o “insensatas” con la misma facilidad con que se ordena el “rompan filas”.

Porque el oficial legionario no es algo distintos a la tropa: está entre la tropa, vive con la tropa bajo el fuego enemigo. Para el oficial legionario solamente hay algo más estimado que la vida de cualquiera de sus hombres: la misión encomendada. Sólo los que bene juntos pueden valorar en su justa medida la vida de cada uno de los hombres. Un “compañero” es, etimológicamente, el que come pan contigo. El único alimento de Napoleón en plena batalla era una sopa de pan… con vino. Juana de Arco solamente iba al combate después de haber bebido buen vino de Borgoña y en una de sus acciones de guerra, cuando su convoy es atacado, lo primero que llama es a salvar las barricas de vino. Sin olvidar, por supuesto, que en !A mí la Legión! (ya que hablamos de la Legión), el centro de la película es, precisamente una velada alcohólica de los tres protagonistas con la cantinera.


El vino está presente en algunos cantos de la legión. En una conocida canción Pobrecitos maridos infelices, que todavía hoy cantan en las unidades del Tercio, se alude a los pobres diablos que se han casado con una mujer que termina aburriéndoles; la vida legionaria es la alternativa para esos cabestros. Las primeras estrofas cantan las excelencias de la vida legionaria y una de ellas alude al régimen alimentario, digno de encomio:

Comida sana y abundante,
la que dan en el Tercio de Extranjeros,
cocinada por cuatro o seis mangantes,
a los cuales llamamos los rancheros.
Una sopita, un cocidito
y la cabeza de un besuguito
y un vasito de vino peleón,
este es el menú de la Legión.

Se ironiza, naturalmente. A fin de cuentas si la copita de vino peleón ocupa el último lugar es porque se trata, no solamente de lo único real –olvídate de cociditos y calditos de mamá y, no digamos de besugos en el Tercio-, sino de lo que más vale la pena en la vida legionaria. Es el canto a Dionisos, el díos del amor, del exceso y, claro está, del alcohol. El dios que desciende a los infiernos y que conoce la muerte para resucitar luego.

Sería difícil encontrar una fe más particular que la del Caballero Legionario capaz de blasfemar en todas las lenguas del mundo, pero también de portar al Cristo Legionario en alto, no en vano Dionisos como Cristo ha nacido de una mujer, y ambos murieron para resucitar. Lo que Jesús hizo en las bodas de Canaán, los mitólogos griegos ya se jactaban de que Dionisos lo había hecho antes. Cristo como Dionisos, ofrecen a sus fieles su sangre, en forma de vino. No es raro pues que el Caballero Legionario identifique el culto pagano al vino con su fe especial a Cristo que desde el milagro de las Bodas de Canaán a la transubstanciación de la Última Cena, conoce el secreto del vino.

Y luego está el haschís. No es lo mismo que un Caballero Legionario fume haschís que lo haga el nene de la esquina o el intelectual de sobremesa cuyo conocimiento del mundo se realiza a través de la pantalla del ordenador. Estamos hablando de hombres que saben lo que es el mundo, no de simulacros. Por eso, donde unos quedan derrotados, los otros -los fuertes- sobreviven y demuestran su fortaleza interior. Como el “inglés que vino de London”. Esta vieja canción legionaria, así titulada, cuenta la historia de un inglés que aparece en los banderines de enganche con intención de alistarse, la segunda estrofa cuenta:

Un inglés que vino de London
para ver si en este gran país
podía coger un colocón
y al fin lo pudo conseguir.
Empezó en los grandes cafetines.
Cuál sería su ilusión, vacilón
que el inglés cuando estaba colocado
cantaba y decía esta canción:
"Goodbye, allright,
yo quererme enganchar
en tercio de Millán Astray

que vicio y grifa hay"
La canción tiene también su parte de advertencia: ¿grifa? Sólo si eres lo suficientemente fuerte. El inglés, al parecer, no lo era, porque la canción termina:

Terminó vendiendo la camisa
camisola y pantalón, vacilón
y el inglés cuando estaba picando
cantaba y decía esta canción:
"Goodbye, allright,
yo quererme licenciar

en tercio de Millán Astray

A decir verdad, no hay mayor fracaso de quien se ha sentido suficientemente fuerte como afrontar una droga –el haschís lo es, igual que el vino, el café o el té, no lo olvidemos- y ha caído derrotado. La droga no hace más que ser el reconocimiento de un fracaso. Allí donde hay un alcohólico tirado en una esquina, un yonki pinchándose o fumeta sin poder levantarse si no es con ayuda del “humito”, allí hay un fracasado. Los fuertes están en otro lugar…

  


El sexo de la Legión…

El lugar de la virilidad es la Legión. No el único, pero si el más excesivo. Seguramente, Pedro Cerolo (o Zerolo), no hubiera sido nunca un buen Caballero Legionario. Cuando un hombre pierde tanto tiempo en su permanente y puede lucir unos ricitos acharolados tan cuidados, o él no vale o sus rizos no valen nada.

En la Legión, como en cualquier otro lugar del mundo, debe haber homosexuales, lo que no hay –y podéis poner la mano al fuego- son mariquitas saltarines. Ciertamente, las canciones legionarias hacen afirmación de virilidad y no pueden evitar una carga contra el mariquita saltarín y, si nos apura, contra el “mariconazo”, entendiendo por tal al individuo, tirando a innoble, absolutamente amoral y que hace de la explotación, la estafa, el oportunismo y la usura, los ejes de una vida más cercana a la del puerco de corral que al del catre. Se canta en Pobrecitos maridos infelices:

Acabo de recibir, chis, pun (bis)
Noticias frescas de mi país.
Se está poniendo España
en tan malas condiciones
que se está incrementando
el gremio de maricones.
Como sigan así las cosas
con tan poco disimulo
va a faltar el sitio
para ir a tomar por culo..
La Legión percibe que hay algo que no acaba de funcionar bien en la sociedad. Está claro que los valores que defiende son muy contrarios a los valores habitualmente en uso en la sociedad. Estas estrofas nos hablan de “noticias frescas”, y de un país –España- que se está poniendo en “malas condiciones”, esto es, nos está hablando de información política. Y luego nos habla del “gremio de maricones”. Sería una ligereza querer ver solamente en esta afirmación un ataque contra los “nefandos” de ayer, “gays” de hoy. Y luego, finalmente, se alude al “poco disimulo”, lo que equivaldría a decir que, efectivamente, el problema no es ser gay, sino hacer alarde de ello. 

En una sociedad viril como la Legión, lo normal es la relación hombre-mujer en lo personal y honestidad-denhonestidad en lo político. Cuando se alude al “gremio de maricones” se esta aludiendo tanto a los que sodomizan al compañero como a la sociedad.

Pero, a decir verdad, aunque la heterosexualidad es norma y es lo mínimo que se puede ser en la Legión, así, a secas, tampoco basta para como modelo de comportamiento sexual. Hace falta algo más. El pobre marido que debe aguantar silencioso la tiranía de su mujer y el llegar cada tarde puntualmente del trabajo, no es el modelo que más ansían los Caballeros Legionarios. Así se dice en la canción que toma el título de su primer verso:

Pobrecitos maridos infelices,
que tenéis la testuz como un carnero,
viviréis contentos y felices,
alistandoos al Tercio de Extranjeros.

Y que es la virilidad sometida a lo femenino, ni es virilidad ni es nada. Se duda de la hombría del marido sumiso y se le ofrece una vía de escape a su postración: el Tercio de Extranjeros. Hay que suponer, por lo que se deduce de esta canción, que si bien muchos futuros legionarios acudieron al banderín de enganche por una desengaño amoroso o por la pérdida de la persona amada, otros, simplemente se alistaron para huir de matronas de pelo en pecho, insoportables y tiránicas. De to’ tié que haber, que decía aquel.


  


Valores, sólo valor y sólo valores

Se sabe que “el inglés que vino de London” buscaba un petardo de grifa y lo perdió todo. ¿Buscaba sólo eso? Realmente no. La intención inicial del inglés de la canción era otra, anterior y superior al “colocón”. Vale la pena recordar que la canción empieza:

Un inglés que vino de London
para ver si en este gran país
podía alistarse a la Legión
y al fin lo pudo conseguir.
Visitó todos los banderines.
Cuál sería su ilusión, vacilón
que el inglés cuando estaba firmando
cantaba y decía esta canción:
"Goodbye, allright,
yo quererme enganchar
en tercio de Millán Astray

honor y gloria hay"

Así pues, a fin de cuentas, lo que buscaba en primer lugar era Honor y Gloria. Había ido al lugar adecuado. Toda la vida en la Legión Española es un canto al Honor y a la Gloria, difícilmente cabría otro valor, ni introducido con calzador, a condición de admitir que el camino hacia la realización de esos dos valores es, precisamente, la que podemos calificar como “Vía Heroica”.

También aquí estaríamos hablando de una escala de valores incomprensible para la sociedad civil (esos a los que, como decía la canción Como somos Caballeros Legionarios, no les “camelan”) y con la cual no puede existir acuerdo posible. La “sociedad civil”, a través de sus mecanismo de poder –poder que está en manos de pequeños burgueses, solo de pequeños burgueses y nada más que de pequeño-burgueses, miradles las caras y lo comprobaréis- “encarga” a la Legión Española las más ingratas tareas, pero no quiere “mezclarse” ni con ella, ni con valores, como si contraminaran su sacrosanta partitocracia. La disciplina parece romper el dogma de la libertad, la jerarquía desdice la igualdad absoluta, el honor da la espalda a la buena vida, el heroísmo al espíritu conejil y asustadizo del pequeño-burgués. No hay acuerdo posible, no hay punto medio. Suerte tiene el poder civil de que la Legión haya sido educada en la disciplina y sepa cual es su terreno. Quizás hiciera falta dar una patina de valores legionarios a una clase política para la que el afán de lucro, la mentira institucionalizada, el doble lenguaje y el oportunismo sin escrúpulos son los únicos valores de los que se alimenta. La Legión Española, la milicia digna de tal nombre, colegas, es otra cosa. La vía heroica es a las promesas electorales, lo que un solomillo es al resultado de pasar por el tubo digestivo.

El Caballero Legionario acepta la muerte con la naturalidad que acepta un pitillo. Exageramos, claro está. A nadie le hace gracia morir, pero puede aceptarlo, simplemente porque es su deber. Acepta otras cosas menos lesivas para su vida que el cumplir una orden de la que sabe que no regresará. Y los cantos legionarios lo expresan muy claramente: cavar se hace, porque órdenes son órdenes y cumpliéndolas se demuestra la disciplina, pero dista mucho de ser lo esencial en el “oficio de las armas”. La canción Pobrecitos maridos infelices, explica este estado de ánimo:

Yo no sé qué se han creído
en el Tercio de Extranjeros,
que nos tienen comparados
con peones camineros.
Desde que se inventó
el pico y la pala,
con el pico y la pala
nos están dando la lata.
Este que está presente
tres picos rompió
y al día siguiente
pasó al pelotón,

Fuera de la protesta festiva de esta canción. Cuando se ordena coger el pico y la pala, nadie chista, aun cuando oficiales y tropas saben que no es ese el menester para el que ha sido creada la Legión. El Novio de la Muerte dramatiza muy bien la estampa ideal de la vida legionaria:

Cuando más rudo era el fuego
y la pelea más fiera
defendiendo su Bandera
el legionario avanzó.
Y sin temer al empuje
del enemigo exaltado,
supo morir como un bravo
y la enseña rescató.

Y el Himno Legionario no dice nada que sea diferente:

Legionario, legionario,
que te entregas a luchar
y al azar dejas tu suerte,
pues tu vida es un azar.
Legionario, legionario
de bravura sin igual,
si en la guerra hallas la muerte,
tendrás siempre por sudario,
Legionario, la Bandera nacional.

Incluso la canción Pobrecitos maridos infelices, que, como ya hemos visto, es una especie de banderín de enganche y verdadero anuncio descarnado de la vida legionaria concluye explicando  que el mandante del que hablaba solamente una estrofas…

…Se ha portado bien
en las operaciones,
todas las medallas
y todos los galones
los lleva colgado
de los cojones.

¿Hay que entender esta frase como una intolerable muestra de machismo? Difícilmente. ¿Cuántos actos heroicos realizados por legionarios han quedado sin “recompensa”, esto es, sin condecoración? Muchos, incluso hoy en día en lejanas tierras donde políticos de poca solvencia han querido ganar puntos en la escena internacional utilizando a la Legión para sus manejos de opereta. En realidad, el legionario pide poco –ya lo hemos visto en la canción “un vasito de vino peleón”-, por eso, a nadie le extraña que la satisfacción del Caballero Legionario (en You Tube hay decenas de vídeos vistos por millones de personas que han podido constatar en el último legionario el mismo orgullo presente en el gastador que lleva la famosa cabra de la Legión. Y este orgullo es el propio del que se sabe miembro de una élite guerrera y se expresa perfectamente en la última estrofa de la canción Como somos caballeros legionarios:

Y aunque a nadie le importa el sufrimiento
que un Legionario lleva en el corazón
demostramos que estamos satisfechos,
que llevamos en el pecho

el Emblema de La Legión.

Se puede decir más alto –frecuentemente, los legionarios pugnan por ver quien canta con voz más recia-, pero no más claro. O quizás, sí. Se puede decir en los Doce Espíritus del Credo de la Legión. En realidad, todo este largo y farragoso artículo sobraba. Bastaba solamente, con cortar y pegar el lacónico Credo de la Legión.

© Ernesto Milà – Infokrisis – Infokrisis@yahoo.es – http://infokrisis.blogia.com