Infokrisis.- Reproducimos un parágrafo del Capítulo III del libro "De la Cruz a la Rosa" de Ernesto Milà, subtitulado "La Rosa Cruz, en su historia, en su doctrina y en su práctica", en estos momentos en fase de edición y que aparecerá próximamente. Dicha otra está dividida en cinco capítulos que recorren el pasado de la Rosa Cruz Originaria, desde que emanó del templarismo, así como los siguiente sprocesos de adulteración que se produjeron a partir del siglo XVII. Se trata de un análisis realizado en la senda de Julius Evola y René Guénin y ampliamente documentada, con más de trescientas citas. Está a la venta en el mes de abril al precio de 18,00 €. Puede ser solicitada la reserva de ejemplares a infokrisis@yahoo.es.
Creemos que con estas nociones hemos penetrado en el núcleo central del pensamiento de la Rosa Cruz Originaria. Estas nociones, bastante simples por lo demás, nos serán imprescindibles en el capítulo siguiente, a la hora de describir las “prácticas rosa cruces”. Quedaría solamente por hablar de lo que podríamos llamar “proyecto material” de la orden. En efecto, al igual que los templarios propusieron una reforma de Occidente y se mostraron, desde San Bernardo, partidarios del “doble poder” -es decir, de reconocer en el Imperio un poder espiritual y material- cuando intentaron reorganizar la sociedad europea posterior al primer milenio, y luego, cuando los “Fieles de Amor”, se convirtieron en una milicia gibelina, descaradamente partidaria del Imperio y opuesta a las aspiraciones del Papado; cuando los magos renacentistas aspiraban a llevar el orden cósmico que percibían en la danza regular y ordenada de las estrellas a éste mundo; así mismo, los “rosa cruces” que afloraron a principios del siglo XVII tenían también un “proyecto político”.
El movimiento “rosa cruz” de esa época estaba literalmente horrorizado por la Guerra de los Treinta Años y por sus consecuencias. Ya hemos dicho que, al concluir el conflicto, con la Paz de Westfalia, los “verdaderos rosa cruces” abandonaron la escena. El propio Andreae, después de formar parte de los círculos luteranos, rectifica y da marcha atrás, percibe el error en el que han caído: “la aversión rosacruciana hacia la Iglesia Católica, determina uno de los más grandes equívocos y una de las más peligrosas desviaciones, la misma desviación que llevó a los príncipes teutónicos a traicionar la sagrada idea del Imperio en el punto mismo en que se emanciparon luteranamente de Roma”[i].
El proyecto de reforma “rosa cruz” –que efectivamente existió- incorporaba elementos que estaban ya presentes en los movimientos que les habían precedido. Ciertamente, Andreae y la “rosa cruz” que emergió en el siglo XVII, habían optado por el luteranismo, pero, esta opción no era unánime. Formulaban una crítica al “los blasfemos de Oriente y Occidente”, aludiendo con ellos a islámicos y católicos. No ocultaban su intención de “pulverizar la triple diadema del Papa”, reivindicando para sí mismos una superior autoridad espiritual. Aludían, así mismo, a que su jefe era un “Imperator” y anunciaban que Europa estaba preñada y había de parir un poderoso hijo; además, hablaban de un “Imperator Romano, Señor del Cuarto Imperio”[ii].
Tanto en la “Fama” como en la “Confessio” y, particularmente, en un texto poco conocido “Allgemeine Reformation der gantzen weiten Welt”, se desprende la idea de que los “rosa cruces” del siglo XVII tenían la sensación de que el fin del mundo se aproximaba y que a ellos les cabía la misión de llevar a cabo un restablecimiento general del Orden. En la “Confessio” pueden leerse estas dos referencias escatológicas:“Ciertamente Dios ha decidido de manera expresa conceder y otorgar una última vez más al mundo, cuyo fin sobrevendrá en breve, una verdad, una luz, una vida y una magnificencia parecidas a la que perdió y despilfarró en el Paraíso Adán, el primer hombre, arrastrando a sus descendientes a la miseria de la repudiación y el exilio” y “Actualmente, el mundo está a punto de alcanzar su estado de reposo antes de caminar con premura hacia un nuevo amanecer una vez acabado su período y su ciclo. Jehová, nuestro Señor, es quien invierte el curso de natura”iii]. El proyecto “rosa cruz” tiene mucho que ver con esta sensación escatológica de “última oportunidad” y “fin del mundo”. Las “tribulaciones” apocalípticas solamente podrán evitarse remodelando el “la Tierra” en función del “Reino de los Cielos”.
Cuando Andreae y sus compañeros describen en la “Fama” la sede de la “rosa cruz” y de su Emperador aluden a ella como la “ciudadela solar”, la “montaña en el centro del mundo”, a la vez “lejana y cercana”, el“Palacio del Espíritu en el fin del mundo, en la cumbre de una alta montaña, rodeado de nubes”, las mismas palabras utilizadas en los relatos del Grial para describir Montsalvatsche, el Castillo del Grial. En la “Lettre de F.G. Menapius 15 juilliet 1617”, se completan estas ideas: “Los Rosacruz viven en un castillo construido sobre roca, circuido, en su parte alta, por nubes y en su parte baja, por las aguas y en cuyo centro hay un cetro de oro y una fuente de la que mana Agua de Vida”[iv]. Y en otro texto alemán de la época se explicita:“En medio del mundo se yergue un monte lejano y cercano (...) El camino que conduce al mismo puede encontrarse sólo con el propio trabajo”[v].
El tema de la restauración del Rey legítimo es fundamental en esta literatura. Cuando en “Las Bodas Químicas de Christian Resenkreutz” se describen en siete jornadas, los siete grados iniciáticos, en el último son consagrados los “Caballeros de la Piedra de Oro” (eques aurei lapidis). Se describe un viaje hasta la residencia del Rey “perdido”. Y dice Andreae: “Muchos quedan sorprendidos de que haya resucitado, pues están persuadidos de que les correspondía a ellos despertarlo”. Y Evola, comentando este fragmento, dice: “Tenemos aquí una alusión a la idea de que el principio de la realeza, en su esencia metafísica, existe siempre y no se ha de confundir con una mera creación humana ni con la acción de quien puede propiciarse una manifestación de la misma en la historia”[vi]. Rosenkreutz, junto al rey resucitado, lleva, finalmente, la misma insignea que los templarios y la nave de Parsifal: un estandarte blanco, con una cruz roja. Entonces, los “Caballeros de la Piedra de Oro”, juran fidelidad al rey ¡utilizando la fórmula templaria! “Nada para nosotros, Señor, sino para mayor gloria de su santo nombre”[vii].
Lo que podemos llamar el “proyecto de la Rosa Cruz Originaria”, revalidaba el proyecto templario, basado en los siguientes puntos:
1) reconocimiento de la primacía del Imperio sobre el Papado.
2) consideración del Rey o Imperator como detentador del doble poder, espiritual y material.
3) establecimiento del “Cuarto Imperio” (tras el romano, el carolingio y el germánico) como expresión de la idea de Orden.
4) impulso a una sociedad jerarquizada en función de la única jerarquía asumible por ellos: la “jerarquía espiritual”.
Pero la Guerra de los Treinta Años y la Paz de Westfalia impidieron que este proyecto pudiera concretarse. Cuando aparecen los dos manifiestos “rosa cruces” en París, el de Frankfurt, la “Confessio”, la “Fama”, las “Bodas Químicas” y la “Allgemeine Reformation”, la sociedad tiene otras cosas en qué preocuparse. En sobrevivir, por ejemplo. Así pues, los rosacrucianos sacaron de su experimento una respuesta negativa, lo cual los indujo “a partir”.
El “Árbol Seco”, de la Leyenda Áurea, seguiría seco; muerto no, pero si seco. No existía, a partir de la Paz de Westfalia, nadie –ni persona, ni organización- dotado de una verdadera fuerza espiritual, capaz de recuperar la antorcha del viejo proyecto templario. La vieja Leyenda Áurea no tuvo una conclusión favorable: el “Árbol Seco” permanecería seco por que ningún “Imperator” llegado de Occidente y conquistando por la espada la Ciudad Santa, cantaría misa bajo sus ramas.
(c) Ernesto Milà - infokrisis - infokrisis@yahoo.es
[i] “El Misterio del Grial”, op.cit., pág. 238.
[ii] “El Misterio del Grial”, op.cit., pág. 234-237.
[iii] Respectivamente, “Confessio Fraternitatits”, Capítulo VII y Capítulo I.
[iv] Citado por J. Evola en “El Misterio del Grial”, op.cit., pág. 235.
[v] Citado por J. Evola en “El Misterio del Grial”, op.cit., pág. 235.
[vi] Citado por J. Evola en “El Misterio del Grial”, op.cit., pág. 237-237.
[vii] Citado por J. Evola en “El Misterio del Grial”, op.cit., pág. 234.