No soplan buenos tiempos para la Iglesia Católica y eso debería
saberlo ya Jorge Mario Bergoglio que lleva 11 años al frente de la institución
y desde 1969 como sacerdote. Fue, precisamente, a finales de los 60, tras el Concilio
Vaticano I, cuando empezó a ponerse de manifiesto la crisis de la Iglesia. Tiempo
suficiente como para que haya vivido todas las fases de esa crisis y,
precisamente por ello, son todavía menos comprensibles sus declaraciones y
viajes. Bergoglio olvida: 1) Que se está produciendo la islamización de
Europa, 2) Que Europa es la tierra en donde floreció el cristianismo, 3) Que
hoy Europa -y no Indonesia o extremo-oriente- son “tierra de misiones”, y 4)
Que en Europa es donde se está produciendo en estos momentos una ofensiva anticristiana
más dura. ¿Qué hace el Papa Francisco? Irse a Yakarta para reunirse con
líderes religiosos musulmanes… Vale la pena reflexionar sobre esto y, más aún,
desde España.
UN PEQUEÑO ITINERIO PERSONAL. A MODO DE EXORCISMO.
Creo necesario explicar que no soy católico: mi “descristianización”
se produjo en el Colegio de los Escolapios de Balmes, hará ya 58 años. Era el
curso 1965-66. El “profesor de música”, el “maestro Coll” (que luego dirigió la
escolanía de Montserrat), nos enseñaba canto gregoriano. Algo vibraba dentro de
mí con ese canto. La Misa -a la que asistíamos diariamente a primera hora antes
de comenzar las clases- era en latín, cantábamos las piezas de gregoriano y el
ritual litúrgico implicaba que el sacerdote nos daba la espalda (a pesar de
haber recibido el carisma eclesiástico, era “uno de los nuestros” y, por tanto,
todos estábamos frente a la Cruz). Ninguno de nosotros nos quejábamos de que la
misa fuera en latín (los misales, tenían traducción al castellano, entendíamos
perfectamente lo que se decía a poco que supiéramos leer), ni que nos obligaran
a cantar en latín (a fin de cuentas, también cantábamos en inglés; en aquel
momento la beatlemanía era de rigor en jóvenes de nuestra edad), o no ver el
rostro del oficiante durante la mayor parte del ritual…
Cuando se inició el curso siguiente y se aplicaron las directrices
litúrgicas del Concilio Vaticano II, muchas cosas cambiaron: dejamos de lado el
libro de canto gregoriano, empezamos a cantar en Misa canciones “kumbayá” y el “maestro
Coll” y algún que otro sacerdote en clase de religión, nos enseñó la “Misa Luba”
(escuchar un fragmento en youtube es hoy todavía más estremecedor que hace 58
años: véase MISA
LUBA; se trata de un canto congoleño, compárese con el gregoriano; llevado
a una iglesia europea es, simplemente, malsonante y, en latín, una castaña) hubo
obras en la capilla del cole para adaptarla al nuevo ritual para poder oficiar
la misa “frente al Pueblo de Dios”. Si lo que era solemne el año anterior,
había sido demolido por las reformas del año siguiente, es que, al menos para
mí, no tenía la dureza suficiente como para seguir en las finales de la Iglesía:
esta había renunciado a lo “perenne” en beneficio de la moda circunstancial...
Si a esto unimos que todos los escolapios del cole, en aquel
momento, se manifestaron en la Vía Layetana en la famosa demostración de 1966
(protestaban contra la paliza que había recibido un estudiante y con la
consigna de “volem bisbes catalans”; la mayor parte de aquellos curas
tardaron poco en dejar la Orden de los Escolapios y uno de ellos, el “pare Botell”,
llegó a ser uno de los dirigentes del PSUC, partido al que se habían afiliado varios
de ellos a principios de los 70), a nadie le extrañará que, en 1967,
empezara a leer a Nietzsche, y me desentendiera por completo de la Iglesia…
Bien, no soy católico y es conocido que Blas Piñar me expulsó de Fuerza
Nueva por haberme casado por lo civil en 1977 y, por tanto, por haber
renunciado oficialmente a la religión católica. Tengo a gala, haber firmado el necesario
“certificado de apostasía” para poder ser casado en un juzgado. Ahora bien…
reconozco, por encima de todo, que la religión de mi país, una de las columnas
que le han dado forma, es el catolicismo y nunca he estado dispuesto a tirar
una piedra contra la institución que alimentó a mis antepasados, que dio
fuerzas para vivir y para morir a mis padres y que acompañó a mi Patria en sus
mejores momentos históricos. Todo eso hace que la Iglesia Católica merezca
un respeto por encima de cualquier otra institución.
Si he aludido a todo esto es para que el lector mida mejor lo que
voy a escribir a continuación.
UNAS DECLARACIONES INADMISIBLES PARA UN EUROPEO
Desde que se sentó en la silla de San Pedro, Bergoglio ha
multiplicado sus declaraciones a favor de la inmigración masiva que está
recibiendo Europa. Y lo ha hecho con su peculiar “imagen de marca”:
mansedumbre, comprensión, solidaridad con los pobres, etc. Bueno, todo eso entraba dentro del marketing del personaje que
incluía lavar los pies a inmigrantes, elogiarlos cada vez que podía, etc. Le ha
valido muchas críticas, especialmente de católicos europeos que, experimentan
en sus propias carnes lo que supone la llegada de contingentes masivos de
inmigrantes musulmanes. Y en especial lo que implica para la propia Iglesia Católica.
Lo que el papa dijo el pasado 28 de agosto sobre la inmigración,
rebasa cualquier límite y resulta inadmisible por su contenido, no solo para
agnósticos como el que suscribe, sino especialmente para miembros de la Iglesia
Católica. En efecto, en el curso de una audiencia general, Bergoglio reflexionó
sobre la inmigración. Dijo una verdad: “el Mediterráneo se ha convertido en
un cementerio” y una media verdad: “hay quienes trabajan
sistemáticamente para repeler por todos los medios a los inmigrantes”,
concluyendo este soliloquio con una declaración teológica: declaró que estar conscientemente contra la
inmigración era “pecar” (“pecado” no es una simple falta ética o moral, sino un
“acto o deseo contrario a la ley de Dios, una ofensa contra Dios, una
desobediencia a Cristo”).
Bergoglio tenía razón en afirmar que el Mediterráneo se ha
convertido en un cementerio: es imposible saber cuanta gente ha muerto tratando
de entrar ilegalmente en Europa. Se dice que, en torno a 30.000. Quizás. Pero, estas
muertes no pueden atribuirse a ciudadanos de a pie, sino a las instituciones
(empezando por la ONU y la UNESCO, ONGs o la propia UE), a ideologías (el
ultrahumanismo, la corrección política, el progresismo, el wokismo) que
alientan la entrada masiva en dirección a Europa.
Durante el zapaterismo escribimos un artículo titulado “La
debilidad mata”: no hacer absolutamente nada para cortar el flujo
de migraciones hacia Europa, supone permitir el que cada día partan decenas de
pateras y cayukos con intención de cruzar el Mediterráneo. Si lo tripulantes de
la primera de todas ellas, hubieran sido repatriados manu militari, no
se habrían producido las siguientes 30.000 víctimas y si hoy, aquí y ahora, las
marinas de guerra de los países mediterráneos estuvieran alerta para
interceptar pateras y conducirlas -según “la ley del mar”- al puerto más
próximo (esto es, al puerto de partida), no solo seguirían viviendo 30.000
personas, sino, probablemente muchos europeos que a lo largo de estas últimas
décadas han sido heridos, asesinados o violados por gentes que llegaron en
pateras. La debilidad mata.
Bergoglio, al convertir la lucha contra la inmigración en “pecado”
(vulneración de la ley de Dios y ofensa contra Dios), en los mismos momentos en
los que en Alemania un “refugiado” sirio asesinaba a tres personas, hacía un
flaco servicio a la causa de la Iglesia y asestaba otro golpe de piqueta a la
propia institución eclesiástica. ¡Menuda
infalibilidad en materia teológica la de este papa instalado en la corrección política,
la Agenda 2030, y el progresismo más grosero!
EL ISLAM CONTRA LA IGLESA
Cuando ardió Notre Dame de París, en este mismo blog, lo dije alto
y claro: “SE
TRATA DE UN ATENTADO”. El gobierno francés, antes incluso de investigar el
origen del fuego, ya había establecido la versión oficial: “Ha sido un
accidente”. Hasta aquel momento se habían producido en Francia decenas de “accidentes”
similares, incendios y ataques contra instituciones católicas: solo un mes
antes del incendio de Notre-Dame se había producido otro muy similar en la
Iglesia más grande de París: Saint-Sulpice. Otro tanto había ocurrido antes en la
iglesia de Saint Denis (donde están enterrados los Reyes de Francia), situada
en una de las zonas de la banlieu con más concentración de
inmigración. Y en Yvelines a sólo 25 km de París. Pero esto es solamente la
punta del iceberg: en toda Europa se produjeron en 2018, un total de 500
ataques contra templos e instituciones religiosas. Lo peor es que, desde
entonces, esta cifra se ha multiplicado.
El año pasado resultó incendiada la catedral de Nantes. Y aquí no había duda: el incendiario fue detenido, era
inmigrante ruandés. Detenido, fue puesto en libertad a la espera de juicio.
Pero, antes, “Emmanuel”, el incendiario, todavía tuvo tiempo de asesinar a un
sacerdote de 60 años en la región de La Vendée. ¿Un caso aislado? Lo mismo
ocurrió con el asesinato de Jacques Hames, de 86 años, sacerdote de la
iglesia de Saint-Étienne du Rouvray, pequeña ciudad de Normandía. En el
curso de un oficio religioso, antes de terminar el sermón, dos asaltantes
armados tomaron a cinco rehenes: obligaron a uno de ellos a grabar cómo
degollaban al sacerdote. Uno de los rehenes consiguió escapar, alertó a la
policía que abatió a los dos terroristas que resultaron ser miembros del
“Estado Islámico”. El atentado, cometido en 2016, causó enorme impresión, dado
que se produjo solamente dos semanas después del atentado cometido por la misma
organización terrorista islámica en Niza, en el curso del cual murieron 86
personas. Se publicó, así mismo, que el grupo terrorista planeaba asaltar
Notre-Dame de París… El objetivo del fundamentalismo islámico estaba, ya
entonces, puesto en la catedral que, como por azar, finalmente, ardió. Más
inglesias en llama: Saint-Alain de Lavaur, Saint Jacques de Grenoble,
Sacré-Coeur de Angulema, Sainte Thérèse de Rennes y Saint Paul du Bas-Caraquet,
Notre-Dame de Grava en Revel, la iglesia de Vielleneuve d’Amont, Notre Dame de
Grâce de Eyguières, que ardieron el mismo año que Saint Sulpice y Notre Dame de
París: 2018-2019, los “años dorados” del ISIL…
Desde entonces estos incendios provocados contra Iglesias no han
dejado de multiplicarse: incluso en la católica Irlanda, donde el domingo 1
de agosto se celebró el 70º aniversario de la Iglesia de Greensland y por la
noche fue convertida en pasto de las llamas. Al día siguiente, la joya del
arte gótico, la Iglesia de la Inmaculada Concepción de Saint-Omer, en
Francia, fue absolutamente destruida por otro incendio. La Iglesia había
sobrevivido a los bombardeos de dos guerras mundiales… Un mes antes, el 11 de
julio de 2024, la aguja de la catedral de Rouan, ardió misteriosamente. También
en España y Portugal hemos asistido en los últimos dos años a la profanación de
lugares religiosos y a la destrucción de monumentos.
Los “verificadores” de noticias -y la agencia EFE, en particular-
cada vez que tiene lugar uno de estos “incidentes”, responden, o bien que se ha
tratado de un “caso aislado”, protagonizado por inmigrantes desequilibrados, o
bien que no hay pruebas de que el incendio haya sido provocado intencionalmente
y, mucho menos, por musulmanes. Pero, hay problema: nunca como en los
últimos 10 años se había producido una serie de incendios tan continuada contra
edificios eclesiásticos. Solamente han comenzado a arder iglesias
sistemáticamente en cuanto a emergido el terrorismo islámico. Y, en buena parte
de los casos, no se trata de iglesuelas de poco valor arquitectónico o
histórico, sino -como los casos de Notre-Dame, las catedrales de Rouan, de
Nantes o Saint Denis, Saint-Sulpice, de edificios de alto calado artístico e
histórico.
Estos incendios no son más que una parte del “aguijoneo” que
sectores extremistas islámicos están propinando a la Iglesia Católica. Una
especie de “ajuste de cuentas” por las derrotas de Poitiers, Lepanto o la
Reconquista. Es una especie de terrorismo de “baja cota”: no se pretende matar,
sino solo destruir símbolos. A la vista del proceso de islamización de
Europa y de las continuas células terroristas islámicas en fase de formación
que se van desarticulando en toda Europa, parece más que verosímil que esta
oleada de incendios de edificios religiosos sea promovida por el islamismo más
radical, como “ejercicio”. El fuego es algo que fascina a estas bolsas
inadaptadas de inmigración islámica radical: Francia lleva desde principios
del milenio registrando una oleada de incendios de vehículos en las noches; una
media de entre 100 y 200 por noche. En las navidades de 2022, el ministerio del
interior francés se felicitó de que solamente hubieran ardido 874 vehículos en
todo el territorio nacional. A recordar que solamente en una semana de
incidentes en 2023, a raíz de la muerte por disparos de la policía de un
pequeño delincuente de origen magrebí, 2.500 edificios resultaron incendiados y
saqueados y 12.000 vehículos ardieron (ver vídeo en youtube).
Las zonas en las que el Islam se está expandiendo en África, son
escenarios de masacres de católicos que confirman que el Islam no es una
religión como las demás: es la intolerancia hecha religión. Mientras Bergoglio
va a Indonesia, en África se suceden las masacres de católicos a manos de
islamistas y en Europa, las Iglesias que aun no se han quemado, pierden fieles
cada vez que Bergoglio abre la boca. ¿Tanto le cuesta reconocer algo que saben
todos los católicos que viven en zonas de expansión del Islam? Que la “guerra
santa” es el “sexto pilar” del Islam y que esta religión es la única por la que
se mata y se muere en el siglo XXI.
BERGOGLIO EN INDONESIA
Los misioneros portugueses llevaron el catolicismo a Indonesia en
el siglo XVII. Hoy, el Estado Indonesio admite cinco religiones: el islam, el
cristianismo, el hinduismo, el budismo y el confucianismo. Pero esto no debe
hacer olvidar que Indonesia es hoy el Estado con más musulmanes del mundo,
el 86’1% de la población según el censo del año 2000. Apenas el 8,7% de la
población era cristiana en ese año e iba descendiendo. En 2022 se publicó que desde
el año 2000, 6.500.000 cristianos se han convertido al Islam. No ha sido
por casualidad que, a su llegada a Yakarta, tuviera unas palabras de ánimo para
los “migrantes”. Las sucesivas etapas del viaje le llevarán por puntos de la
geografía del sureste asiático y Oceanía.
Es un viaje extraño, el más largo de su pontificado y que llega en
un momento de visible deterioro físico (en la mayor parte de actos públicos, aparece
en silla de ruedas). A decir verdad, desde el inicio de su pontificado, Bergoglio
ha recorrido los cinco continentes. Ha estado en casi toda Europa con
visitar fugaces, salvo en España y Alemania (países que a los que su predecesor
en el Vaticano viajó en tres ocasiones)…
¿Por qué Indonesia? ¿Para qué ir a Indonesia? Esta es la pregunta
que se están haciendo en estos momentos muchos observadores. En principio, la
situación del catolicismo local -en pleno repliegue ante la ofensiva islámica-
no es muy halagüeña. En la actualidad, 2024, el número de católicos en
Indonesia ha pasado del 8’7% en 2000 al 3’1%, mientras que los musulmanes en
esos años se han elevado del 86’1% al 89,4%. Oficialmente, Bergoglio asistirá a
un ato interreligioso en la mezquita Istiqlal de Yakarta y lego celebrará una
misa en un estadio. Se prevé que destaque la “diálogo con el islam”…
Sin embargo, en Indonesia hay poco que dialogar: el país es de
mayoría musulmana y, de seguir la pendiente negativa del catolicismo local, es
presumible que, en apenas 20 años, los católicos sean residuales en Indonesia.
Allí está claro quién domina.
EL CATOLICISMO O E “OCCIDENTAL” O NO ES NADA
Pero si en Indonesia el catolicismo nunca ha sido una fuerza
determinante, ni ha tenido peso en la historia local, el viaje servirá para
poco, o más bien, para nada. Quizás, tan solo, para confirmar a los
interlocutores islámicos que la Iglesia Católica está vieja y gastada, en
estado terminal, como el Papa Bergoglio.
Bergoglio ha olvidado lo que los musulmanes recuerdan: que Europa
ha sido el centro mundial del cristianismo durante dos milenios y que, vencerlo
en su territorio, significa imponer el islam en todo “Occidente”. Asia no es
tierra de católicos, por mucho que algunos misioneros se hayan desplazado hasta
allí con las mejores intenciones. El gran error del cristianismo es sus
aspiraciones “universalistas”. Asia tiene el
hinduismo, el budismo, el confucionismo, el sinto, el taoísmo, y otras
concepciones tradicionales, mucho más arraigadas de los que el cristianismo
podrá estar jamás en aquellas sociedades. Y, además, provistas de unos
principios y de una práctica que no tienen nada que envidiar a las concepciones
teológicas, con la diferencia de que, más que religiones, son “filosofías” de
la vida y prácticas de vida. No es allí, compitiendo con estas religiones
arraigadas en las poblaciones asiáticas donde el catolicismo deberá librar su
última batalla. Es en Europa en donde, su desaparición entrañará la caída de
2.000 años de tradición.
Los peligros que encuentra el catolicismo en Europa son, en estos
momentos, dos: el proceso de materialización y secularización de todos los
ideales generado por los cambios sociales y, en segundo lugar, la islamización
del continente. Una islamización que no se está produciendo a partir de
conversiones del cristianismo al islam, sino por simple flujo diario de miles
de inmigrantes. Mientras siga la inmigración masiva, Europa será cada vez
menos “europea” y, consiguientemente, menos católica.
Bergoglio no ve (o finge no ver) que esta perspectiva, opta, como
cualquier líder político -empezando por Sánchez- por “viajar” a los lugares más
remotos, para huir de la triste realidad que tiene en el patio de su casa. Bergoglio ha pedido, en nombre de la caridad, del humanismo
evangélico y de la solidaridad humana, acoger en Europa a cuantos más inmigrantes
mejor, que ninguno se ahogue en el Mediterráneo, si pueden venir en ferry o en
aerolínea, mejor que mejor, la Santa Madre Iglesia les ayudará (mientras, por
supuesto, no se instalen en la Plaza de San Pedro ni tras los altos muros del Vaticano)
y quien no lo admita comete pecado, ofende a Dios. Ni siquiera un enemigo
jurado del cristianismo hubiera logrado encontrar tantos argumentos para
demoler el viejo edificio eclesiástico.
INMIGRACIÓN Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN CATÓLICOS
El católico de a pie ve perfectamente el problema. Mucho mejor que
Bergoglio. Pero calla y obedece a sus pastores… y también a sus comunicadores. Los
medios de comunicación vinculados a la Iglesia figuran entre los que más tienden
a deformar la realidad en materia de inmigración. Incluidos medios que, en
otros terrenos, difunden informaciones correctas. Nos referimos a TV Trece, a
El Debate o a la COPE. Estos medios están viviendo un verdadero drama: no
saben cómo afrontar el problema de la inmigración masiva.
Los periodistas que trabajan en estos medios están enfrentados a
un triple dilema:
- Contar la realidad tal cual es (contra los altos designios de sus empresas) o ser despedidos;
Recordar que la inmigración es el recurso del PSOE para aumentar sus electorales mediante las “naturalizaciones” (en estos momentos algo más de 3.000.000 de inmigrantes borrados del censo de inmigrantes y pasados por gala a “españoles con papeles”) o bien eludir este dato sociológico que explica que el PSOE mantenga todavía una cuota electoral (recordarlo, implicaría ser censurados por las empresas para las que trabajan).
Recordar que los inmigrantes que llegan, ni son refugiados, ni son exiliados políticos, sino musulmanes en busca de subsidios, subvenciones, y que llegan con la seguridad de que en España “puede hacerse cualquier cosa que se quiera… y no pasa nada” (y en este “cualquier cosa” se incluyen okupaciones, violaciones, apuñalamientos, robos, agresiones, etc.), lo que implica enfrentarse con la empresa que les pagan los sueldos.
Finalmente, por supuesto, están los comunicadores que, simplemente, ignoran el problema y han optado por vivir de espaldas a la realidad, pensando que cumplen su papel periodístico simplemente denunciando las rapacerías de Sánchez y sus begoños y las miserias del separatismo. Tal es el caso de Antonio Jiménez (El Cascabel de la Trece e, incluso de Bieito Rubido (director de El Debate).
Vale la pena que estos comunicadores, como Bergoglio, vayan
entendiendo que el mundo no es como dicta el Vaticano, sino que estamos
viviendo en Europa una ofensiva islámica que corre el riesgo de borrar de un
plumazo 3.000 años de civilización, íntimamente vinculada a la inmigración
masiva, y que quien lo oculta es cómplice de este proceso destructivo que,
acabará en primer lugar, con la propia Iglesia Católica.