Quienes tenemos “memoria histórica” digna de tal nombre y la utilizamos, vemos en el desarrollo de los actuales acontecimientos internacionales un paralelismo con el escenario que se dio entre 1948 y 1980, los años de la “Guerra Fría”. Porque, a pesar de que nadie nos lo haya dicho, nos encontramos en lo que podemos llamar con propiedad “segunda Guerra Fría”. Pero decir esto es decir poco, especialmente, porque todo induce a pensar que este segundo conflicto entre bloques no terminará como el primero. Estas líneas resumen los paralelismos y las divergencias.
LO QUE FUE LA PRIMERA GUERRA FRÍA
1. Fue un conflicto ideológico entre el “Occidente liberal
y democrático liderado por EEUU” y “la URSS al frente de los países del bloque
comunista”.
2. Lo que se dirimía entonces era la hegemonía política mundial, aun
admitiéndose que solamente dos países, USA y URSS estaban en condiciones de ejercer
el liderazgo en sus correspondientes bloques.
3. Cada uno de los dos bloques estaban interiormente unidos en torno al
ideal liberal-capitalista y al ideal marxista-bolchevique respectivamente.
Incluso los comunistas occidentales tendieron a desvincularse a partir de los
años 60 del estalinismo y del gobierno soviético. Así mismo, era obligado que el bloque
del Este rechazara el capitalismo y que en el occidental existiera un consenso en la defensa de la democracia y del libremercado.
4. La primera Guerra Fría fue el resultado de un momento de la Segunda
Revolución Industrial en la que las fuerzas productivas se habían
concentrado especialmente en dos países con potencial humano, tecnológico y
geopolítico como para aspirar a la hegemonía mundial.
5. La primera Guerra Fría fue el producto de la derrota de
Europa tras la Segunda Guerra Mundial, cuando las destrucciones de aquel
conflicto garantizaron a los EEUU y a la URSS que ya ningún país europeo
tendría fuerza suficiente para ser hegemónico ni siquiera en su propio continente, que hasta ese momento había sido el centro de la civilización y, en conjunto, el núcleo más rico del planeta.
6. Cuando cae el Muro de Berlín, y se cierra la primera Guerra
Fría, se abre el período de la globalización que no es más que el proyecto de
hegemonía político-económica mundial de los EEUU que aspiraban a ser la “única
potencia global”.
7. Como rechazo al duopolio USA-URSS apareció el movimiento de
los no-alineados que aspiraban a crear una “tercera vía” formada por países
del Tercer Mundo en vías de desarrollo cortejados por ambas partes. Este bloque
aspiraba a ser independiente de los otros dos y a generar una vía propia hacia
el desarrollo.
8. Durante la primera Guerra Fría, Europa, a pesar de su debilidad, aún tenía un peso
político específico. La creación del “Mercado Común Europeo”, transformado
en Unión Europea, supuso luego un intento de adaptarse a una época en la que los
Estados-Nación había quedado atrás y era preciso crear bloques geopolíticos. Sin
embargo, la UE se desentendió de su propia defensa, que confió a la OTAN, esto
es, al Pentágono. De ahí derivó su debilidad.
9. Las estructuras sociales de los países occidentales fueron
variando a lo largo de la primera Guerra Fría. Estuvo constituida, en un primer
momento, por la que había sido clásica en los inicios de la Segunda Revolución
Industrial: trabajadores, clase media y alta burguesía, con un importante
tejido industrial y una importancia creciente del sector servicios. En los años
60 ese esquema empezó a cambiar: el proletariado fue reduciendo su número e
incrementando las franjas de la clase media, mientras aumentaba la distancia
entre ésta y la alta burguesía. EEUU primero y luego los países europeos más
avanzados entraron en la “etapa postindustrial”, cuando el sector servicios se
convirtió en mayoritario sobre los otros dos.
10. Las bases sociales del centro-izquierda europea estaban
formadas en los años de la primera Guerra Fría por trabajadores y cuadros
sindicales; por su parte, el centro-derecha europea estuvo apoyada por
clases medias, pequeños propietarios y por las patronales. Existía un consenso
entre ambos en evitar caer en la esfera soviética y, por tanto, en todos los
países de Europa Occidental, los Partidos Comunistas estuvieron siempre
alejados de las esferas de poder, incluso allí en donde eran más fuertes
(Francia e Italia).
11. Los distintos grupos sociales en Europa Occidental tenían una
percepción común: todos, incluso los trabajadores a partir de 1956 con los
sucesos de Hungría, se sentían solidarios de un destino común que querían libre
de la injerencia soviética. Preocupaba solamente los niveles de bienestar, el
mantenimiento de la paz en Europa y de niveles de prosperidad e
industrialización que garantizaran trabajo para todos.
12. Uno de los frentes de la primera Guerra Fría fue la lucha
cultural. En Occidente, esta lucha estaba dirigida especialmente contra el
marxismo, mientras que en la URSS se orientaba en función del esquema clásico
marxista de la lucha de clases y en mantener la ficción de un paraíso socialista final a
construir. Si bien existió en Occidente una “quinta columna” cultural, lo
cierto es que, a partir de finales de los 70, el marxismo perdió posiciones y,
cuando se produjo el colapso de la URSS ya era residual. Sin embargo, lo que
había ganado no era la “ideología antimarxista”, sino el consumismo y el
bienestar convertidos en alternativas al burocratismo soviético y la carestía que fue incapaz de superar.
13. El final de la Guerra Fría se produjo cuando la URSS
entró en colapso a raíz de la guerra de Afganistán, del cuestionamiento de su
sistema de alianzas defensivos a partir de la revuelta polaca y del ascenso al
papado de Juan Pablo II, cuando no estuvo en condiciones de superar el listón
puesto por Reagan en la cuestión de la “guerra de las Galaxias” y, finalmente, a
causa de los fenómenos de burocratización, caída de los nacimientos,
alcoholismo y crecimiento superior de las etnias no rusas sobre el núcleo central
del poder soviético.
14. En los años de la primera Guerra Fría, los organismos internacionales, creados en 1945, tenían todavía un prestigio reconocido universalmente: habían intervenido decisivamente en algunos conflictos, favorecido la descolonización, se les consideraba foros internacionales de intercambio de opiniones y debates constructivos. Mientras que el centro-derecha los tenía como inapelables y aceptaba sus decisiones, el centro-izquierda los presentaba como ejemplos de lo que sería la marcha hacia un “federalismo mundial” que se iría construyendo poco a poco y en el que la construcción del Mercado Común Europeo era un peldaño. Sin embargo, en los EEUU, estos organismos internacionales eran vistos con desconfianza especialmente por la derecha aislacionista que los consideraba como sustractores de parcelas de soberanía nacional.
LO QUE ESTÁ SIENDO LA SEGUNDA GUERRA FRÍA
1. Es un conflicto económico entre “Occidente” (reducido a
EEUU + UE) y “Eurasia” (Rusia más China).
2. Lo que se dirime es la lucha por la hegemonía económica
mundial, es decir, el bloque que tendrá más capacidad de producción, de
innovación tecnológica y de consumo y que dictará sus reglas a todo el planeta.
3. En el interior de cada bloque existen distintas sensibilidades:
en el bloque occidental, existen dos posiciones: la izquierda
permanece obsesionada por el inmigracionismo, el cambio climático, los estudios
de género y el wokismo; los conservadores, por su parte, siguen defendiendo el liberalismo económico, pero miran con admiración el
sentido de la autoridad y del Estado que existe hoy en Rusia. En el bloque
euroasiático, China ha llevado hasta el límite el afán consumista y el control tecnológico
de las poblaciones, y Rusia aspira solamente a ser una de las potencias
regionales sobre las que se apoye un futuro orden mundial multipolar.
4. El conflicto se inserta dentro de los primeros pasos de la Cuarta
Revolución Industrial que se da al mismo tiempo en Occidente y en Eurasia,
pero con distintas características: en Occidente está protagonizada por las “big-tech”
que desconfían de los Estados, mientras que en Eurasia las “big-tech”
nacidas en aquellos territorios colaboran con los Estados y están participadas económicamente por esos mismos Estados formando parte de sus estrategias políticas y, en concreto del hegemonismo chino.
5. La Segunda Guerra Fría es el resultado del fracaso de la
globalización promovida por los EEUU a partir de 1980 y que se impuso hasta
la gran crisis económica de 2007-2012. En el curso de esos años, la Unión
Europea se eclipsó como “potencia global”. El “nuevo orden mundial” proclamado
por George Bush senior, tras la guerra de Kuwait, ha colapsado irremediablemente.
6. A partir de 2008 el “mercado global” controlado por los EEUU
se fue debilitando, mientras el PIB chino, desde el 2000, experimentó
un crecimiento brutal. En el período posterior a 2012, el ascenso de los “populismos”,
el realismo político de Trump, la caída de Kabul en manos de los talibanes y,
finalmente, el conflicto ucraniano, son los factores que han liquidado la
globalización, tal como fue concebida por los EEUU tras la caída del Muro de
Berlín.
7. Los antiguos países no-alineados de ayer, están hoy
-especialmente los más destacados y los que han logrado mayores niveles de
desarrollo- preferentemente alineados junto al bloque euroasiático. Son
los países BRIC. Estos países no están tanto dispuestos a situarse
incondicionalmente junto a ninguna de las partes, pero sí a apoyar -por
distintas razones, históricas en ocasiones o, simplemente, por conveniencias
coyunturales- a quien les dé un margen suficiente de autonomía política y prosperidad económica. Países como
Turquía que, aún hoy están alineados en la OTAN, manifiestan una autonomía
política y una inclinación hacia la cooperación con Rusia que, en la práctica,
implica un cambio de alianzas.
8. La Unión Europea, al seguir careciendo de una estructura
militar de defensa, al seguir confiando en el paraguas ofrecido por el
Pentágono, ha perdido cualquier posibilidad de influir en la política mundial. Hoy
se está mostrando que el resultado de la Segunda Guerra mundial, no fue la
derrota del Eje, sino la de todos los países europeos y que, ochenta años
después, Europa sigue siendo un espacio ocupado: cuando existen decenas de
bases militares norteamericanas en Europa no puede hablarse de naciones “independientes”,
sino de “naciones ocupadas”, por “blanda”
que pueda resultar tal ocupación. El ingreso de Finlandia y Suecia en la OTAN,
lejos de reforzarla, introduce en su interior más sumandos a favor del “bloque
nórdico”, siempre dispuesto a dialogar y a evitar un conflicto con Rusia para
el que no están ni preparados, ni desean.
9. Cuando se entró en la Tercera Revolución Industrial (hacia
principios de los años 80) la estructura social de los países occidentales había
variado extraordinariamente: se había constituido la “sociedad de los tres
tercios” (una clase alta sin problemas económicos que vivía en la abundancia,
una clase media que cada vez encontraba más dificultades y se iba empobreciendo
progresivamente atravesando períodos de precariedad y, finalmente, una clase
subsidiada que iba creciendo con la llegada de inmigración masiva y con contingentes
procedentes de la clase media caídos en la precariedad y la pobreza). La
globalización amplió la presión sobre la clase media, arrojada cada vez más presionada y amenazada y cuyos restos deben de soportar unas cargas fiscales asfixiantes,
aumentó la distancia con los grupos que se habían beneficiado la globalización
y de la economía especulativa, cada vez más poderosos económicamente pero más
reducidos numéricamente. Del modelo de sociedad de los “tres tercios” (en el
que cada segmento era similar a los otros dos) se pasó a una "estructura social
piramidal", con una base en precariedad excepcionalmente amplia, una clase media
cada vez más reducida numéricamente y una pequeña
cúspide formada por una élite con acceso fácil a todo tipo de consumo. La sociedad de
los “tres tercios” asumía la necesidad de una “paz social”, alterada solo por chispazos
momentáneos, pero que aspiraba a tender hacia el estado del bienestar o mantenerlo allí donde ya existía. Sin embargo, la “sociedad piramidal” actual se mantiene en pie gracias a la
narcosis social generada por la acción combinada del entertaintment, los
medios de comunicación comprados al peso y redes sociales absorbentes.
10. En estos primeros pasos de la segunda Guerra Fría, el centro-izquierda
europeo ha variado extraordinariamente su base social: hoy está compuesto
por funcionarios públicos, miembros de ONGs, minorías étnicas subsidiadas y
profesionales universitarios progresistas; por su parte, el centro-derecha
ha agrupado a los restos de la clase obrera blanca, a la mayor parte de la
clase media y a los propietarios de pequeñas empresas.
11. Se ha producido un cambio profundo en la estructura social
y en las orientaciones políticas de las distintas formaciones en Europa.
Occidente (USA + UE) se ha desindustrializado y su economía se ha convertido en
especulativa y financiera. La UE que nació para garantizar la estabilidad del
sector primario (alimentación y agro) lo está liquidando en estos momentos con
excusas “medioambientales”. En general el centro-izquierda europeo, nunca se ha
sentido amenazado por la globalización, siempre la ha aceptado; en la
actualidad, tiende hacia posiciones “libertarianas” (especialmente en materia
de inmigración, cambio climático, wokismo y libre-comercio). La filiación a los
sindicatos ha caído a mínimos históricos (un tercio en relación a los afiliados
hace medio siglo) convertidos hoy en fuerzas residuales en todo Occidente. Por su parte,
el centro-derecha ha ido desplazándose cada vez más hacia posiciones
nacionalistas y populistas.
12. En la segunda Guerra Fría no existe “guerra cultural”:
existe solamente una lucha entre dos “mundos”: el nuevo mundo tecnológico
nacido de la libre competencia entre big-techs en Occidente,
independientes de los Estados y el nuevo mundo tecnológico nacido en Eurasia
tutelado por los Estados ruso y, especialmente, chino. En la práctica, no
existen diferencias “culturales” entre ambos modelos: ambos se basan en la
banalidad de las redes sociales, en formas de cultura pop que generan productos
de muy baja calidad, en un mismo modelo humano consumista, culturalmente alienado,
sin memoria histórica, y sin más ideales que los puramente hedonistas y economicistas.
13. El inicio de la segunda Guerra Fría coincide con la
llegada de Joe Biden a la Casa Blanca y con él, un intento de ampliar la OTAN aproximando
sus líneas a Moscú, con la integración de Ucrania en esta alianza militar y en la
UE. Ese intento implicó una reacción rusa y el inicio de las sanciones
impuestas por los EEUU y aprobadas por el gobierno de
centro-izquierda alemán. Coincide, así mismo, con una etapa de transformación tecnológica
que se da en paralelo en los dos bloques y con la entrada en la Cuarta
Revolución Industrial que genera, en Occidente, contradicciones entre las big-tech, de un lado, y de otro las corporaciones clásicas y dinastías económicas nacidas en períodos anteriores.
A esto se unen las tensiones insoportables que sufren las sociedades
occidentales a causa de las nuevas orientaciones “libertarianas” y de las
imposiciones de la ONU a través de la Agenda 2030 que no hacen sido debilitarlas
interiormente, generar confusión y aumentar la posibilidad de conflictos
civiles internos (de carácter etno-religioso-social, especialmente).
14. Los organismos internacionales viven hoy una etapa de deterioro. El lanzamiento de sus campañas neomalthusianas por parte de la ONU y de la UNESCO, sus exigencias obsesivas en materia de inmigración y wokismo, sus tesis sobre el cambio climático antropogénico, concentradas en la Agenda 2030, han terminado por enajenarles simpatías y a demostrar que no se trata de “foros de países” sino de estructuras dirigidas por élites funcionariales con ideas propias, élites a las que nadie ha elegido, que ostentan una visión ideológica y dogmática cerrada y utopista, heredera de grupos mundialistas nacidos en el siglo XIX.
UNA CONCLUSIÓN
Sabemos cómo terminó la primera Guerra Fría: con el colapso de la
URSS y el inicio del “nuevo orden mundial” dictado por los EEUU y que daría
lugar al período globalizador. El vencedor indiscutible fue la tecnoburocracia liberal que había vencido a la tecnoburocracia autoritaria,
gracias a un sistema económico más dinámico. Pero desde 1980 ha pasado mucho
tiempo: como hemos visto a lo largo de este breve repaso, aunque hoy estemos en
los inicios de la segunda Guerra Fría, caracterizada por una nueva fase en la
lucha por la hegemonía mundial, todos los rubros que entran en juego resultan
completamente diferentes y, por tanto, también puede intuirse que el final del conflicto será, también, diferente.
Si la primera Guerra Fría se cerró con el desplome de la potencia
rival, todo induce a pensar que, en la actualidad, la situación interior de los
EEUU dista mucho de ser la misma que tenía en 1989-90. El gasto público y la
deuda se han disparados, el tejido industrial se ha diluido con los años de la
globalización, su sociedad se ha debilitado interiormente por distintos proceso de fragmentación, por la aparición de nuevas patologías sociales y por la esclerosis interna de un régimen incapaz de abordar reformas interiores de envergadura: si la soviética de los años 80
moría a causa del alcoholismo, la norteamericana muere gracias al fentanilo, si
en la URSS de los 80 eran los grupos no-rusos los que tendían a imponerse sobre los
rusos, hoy en EEUU, las minorías étnicas están en permanente guerra civil
latente, agravada por las locuras wokistas y de género, pobres productos de
ideólogos indigentes que aumentan tensiones y sitúan a las partes en posiciones
desde las que resulta imposible cualquier diálogo.
Nuestra generación, que vio con la caída del Muro de Berlín, el hundimiento de una de las partes
vencedoras en 1945, es muy posible que vea, en un mínimo de 10 años y un máximo
de 15, el desplome de los EEUU para el que la puntilla va a ser el cambio científico-tecnológico
que se generará con la introducción de la robótica, la ingeniería genérica, las
medicinas personalizadas, la criogenia, la nanotecnología y la inteligencia artificial.
“Oriente” soportará mejor estos choques en la medida en que allí todavía existe
la idea de “Estado” y la necesidad de que éste sea el árbitro y el que impone a
las partes las reglas del juego. El relativismo occidental y su “libertarianismo”,
los valores finalistas y el olvido de los valores instrumentales, hace que sus
sociedades sean inviables a corto plazo. Hoy, la República Popular China que recoge lo peor del neocapitalismo más lo peor del estalinismo, es el país llamado a dirigir un nuevo orden mundial unipolar con capital en Pekín.
El drama para nosotros europeos, no es que los EEUU queden presumiblemente
descalabrados de este proceso, sino que su hundimiento corre el riesgo de
arrastrarnos en su caída.