Este escrito constituía uno de los apéndices a un trabajo más amplio sobre el “esoterismo nazi”. Lo sorprendente fue que, a medida que avanzaba en este trabajo me daba cuenta de que, a pesar de que algunos neofascistas se interesasen por el esoterismo (fundamentalmente a través de la obra de Evola y de Guénon), lo cierto es que “nazismo” y “esoterismo” eran dos términos que no tenían absolutamente nada que ver y que, como máximo, en la prehistoria del nazismo apareció un grupo ocultista (ocultismo no es esoterismo, por cierto), la Sociedad Thule, que se eclipsó muy pronto y que, tras la revolución de los Consejos Obreros de Baviera de 1919, dejó de tener la más mínima relevancia política, social e, incluso, como grupo ocultista. Y ese era el “nexo” más importante –muy tenue, por otra parte– que permitía vincular “nazismo y ocultismo”. Pues bien, el trabajo debía terminar con algunos comentarios sobre la obra de Miguel Serrano, el autor chileno que con más ahínco ha seguido sostenido tal vinculación.
El trabajo que ofrecemos a continuación está inconcluso. A medida que avanzábamos, nos íbamos dando más y más cuenta de que el conjunto de la obra de Serrano no podía tomarse en serio y que sus planteamientos no podían tener lugar en un trabajo que pretendía ser objetivo.
Ni Hitler
era un ocultista, ni un médium, ni tenía conciencia de estar poseído para
realizar una "misión mágica", ni tan siquiera se interesó por el ocultismo, sino
que más bien lo combatió y denunció entre sus filas, hasta conseguir erradicar
al NSDAP del patronazgo de la Sociedad Thule y del grupo ariosófico del que había emanado.
Y, en lo que respecta al Tercer Reich fue, ante todo, un portento de
racionalidad. Puede ser comprensible que la relación entre nazismo y ocultismo
pudiera ser rescatada en 1962 –cuando la guerra apenas hacía 17 años que había
terminado– con la aparición de El Retorno
de los brujos, a efectos de denigración del hitlerismo, pero muchos menos
comprensible es que en 1978 un neo–nazi chileno, Miguel Serrano, produjera una
obra como El Cordón Dorado que, no
solamente, asumiera la tesis anti–nazi emitida por Pauwels y Bergier, sino que
la ampliarla.
Expliquemos, en primer lugar, cómo conocimos la obra de Miguel Serrano.
A principios de los años 80,
un editor especializado en textos esotéricos y ocultistas, Luis Cárcamo, nos
pasó un juego de fotocopias de esta obra para que la valorásemos a efectos de
su publicación en España. El juicio que emitimos fue particularmente negativo a
la vista del contenido de la obra: una mera divagación sobre lugares comunes al ocultismo,
un deja vû de textos recurrentes ya
aparecidos sobre el tema de las relaciones entre Hitler y el ocultismo, y
finalmente un popurrí extraído de las muchas secuelas de El retorno de los brujos, algunas de ellas de ínfima calidad, otras
confusas, la mayoría intrascendentes y toda olvidables.
En aquel
momento, Miguel Serrano apenas era conocido en medios neo–nazis europeos y no
lo sería sino hasta una década después cuando en el interior de estos círculos
empezaron a crearse círculos para “estudiar” su obra. Serrano volvió a la
carga, una y otra vez, con libros cada vez más osados y ajenos a la realidad
histórica: en 1982 apareció Adolf Hitler,
el último avatara, luego en 1986 Nacionalsocialismo,
única solución para los países de América del Sur y ese mismo año La resurrección del héroe: Año 97 de la era
hitleriana[1]. Sorprendentemente,
estas obras merecieron elogios de círculos neo–nazis iberoamericanos, elogios que más
tarde se trasladaron a España. Serrano estuvo a finales de los años 80 en
nuestro país predicando la buena nueva de un hitlerismo que iba en el sentido
de la evolución del cosmos y que, por tanto, triunfaría, finalmente, y lo hizo
en medios procedentes de la antigua organización CEDADE ya por entonces
disuelta. Todavía tardaría veinte años en llegar a otros países europeos. En la
actualidad, existen obras de Miguel Serrano traducidas al francés y al
italiano, publicadas en editoriales más o menos próximas al neo–fascismo.
¿Quién era
Miguel Serrano? Diplomático de profesión y escritor de vocación, prolongó su
vida entre 1917 y 2009. Podría haber quedado como un escritor interesado por la
espiritualidad y de él se diría que tenía una vocación de místico autodidacta,
sino fuera por sus escritos de carácter neo–nazi. Huérfano desde los siete
años, se afilió al Movimiento Nacional Socialista de Chile en un momento en el
que esta opción atraía a buena parte de la juventud de aquel país, dirigido por
Gonzalo Van Maräes y Carlos Keller[2]. En 1938, esta
organización protagonizó un abortado intento de golpe de Estado que costó la
vida a 63 jóvenes de la organización, fusilados de manera inmisericorde por el
gobierno dirigido por Arturo Alessandri apoyado por la izquierda y el centro–izquierda
radical. La llamada “masacre del Seguro Obrero”[3] tendría lugar en el
edificio de este nombre situado en un edificio próximo al Palacio de la Moneda
en donde 35 años después se suicidaría Salvador Allende ante el golpe de Estado
del General Pinochet. Serrano vivió de cerca este episodio en el que fueron
asesinados varios conocidos suyos.
Viajará en
1947 como periodista a la Antártida en el curso de una expedición internacional
y luego, en 1951, viajará a Europa donde conocerá a Hermann Hesse y Carl Gustav
Jung. Dos años después ingresará en el cuerpo diplomático siendo destinado a
India, Yugoslavia y Austria. Volvió a Chile durante el gobierno de Pinochet y
sería a partir de entonces cuando colaboraría, durante los años 80, con los
medios juveniles neo–nazis de aquel país, publicando sus libros sobre el
ocultismo nazi y manteniendo contactos con jóvenes de Europa y América que
compartieron sus ideas. No todos los neo–nazis chilenos aceptaron sus tesis,
achacándole algunos el que creara quimeras y falsas expectativas cosmogónicas
que tenían como único efecto retirar a militantes de la acción política para
ponerlos en la vía muerta del misticismo más vago.
A todo
esto ¿qué dice Miguel Serrano sobre el “hitlerismo esotérico”? Para entender un
galimatías que recuerda mucho a las obras de Helena Petrovna Blavatsky en su
técnica de superponer conceptos e ideas de tradiciones muy diferentes que poco
tienen que ver, aportar datos sobre los que es imposible constatar su veracidad
y aludir a “contactos en el astral” y a la “sabiduría de maestros” para
justificar las más varias y temerarias afirmaciones, hay que repasar, siquiera
superficialmente las más de 2.000 páginas que dedica al “hitlerismo esotérico”
y, aun así, será difícil que un espíritu coherente y disciplinado por el
pensamiento lógico o, incluso un espíritu abierto al estudio de las
tradiciones, logre comprender el mensaje que nos transmite Serrano.
Vayamos en
primer lugar a la definición. Serrano se define como “hitlerista esotérico”. Lo
que le interesa, mucho más que la realidad contingente del movimiento nacional–socialista,
es la personalidad de Hitler, amparándose en la frase escrita presuntamente
pronunciada por Hitler: “quienquiera que piense que el nacionalsocialismo es
sólo un movimiento político no entiende nada”[4]. Pero la frase no es
de Hitler, sino que aparece en Hitler me
ha dicho, firmado por Hermann Rauschning, un producto de la propaganda de
guerra escrito por un hombre que había conversado con Hitler en
apenas tres ocasiones en su vida y siempre en recepciones, pero nunca en
solitario[5]. La frase se habría
olvidado, como aquel libro, de no ser por El
Retorno de los Brujos renovó el interés por aquel texto de pura propaganda
de guerra. Uno de quieres transitaron por los senderos trillados por Pauwels y
Bergier: el ocultista francés, Gran Maestre masón y martinista, Robert Ambelain
recuperó el fragmento de Rauschning y lo incorporó en su obra dedicada al
ocultismo nazi[6].
Existen,
pues, dos posibilidades: que Serrano haya extraído la frase directamente de la
obra de Rauschning, o bien de la de la edición francesa de la obra de Ambelain o, acaso, de El retorno de los brujos.
El primero pertenecía al grupo de los “jóvenes conservadores”, y se autoexilió a poco de subir Hitler al poder, poniéndose al
servicio de las iniciativas antinazis durante su estancia en París. En cuanto a
Ambelain participó simplemente en la resistencia, vio a varios de sus amigos
martinistas fusilados, era un alto grado de la masonería y del Rito de Menphis-Misraim y tenía buenas razones
para difundir seguir denigrando a Hitler. La frase de la que parte Serrano como
punto de arranque para su teoría sobre el “hitlerismo esotérico” no se
encuentra en Mi Lucha, ni en texto de
ningún historiador solvente: es, paradójicamente, un producto de la propaganda
anti–nazi.
El razonamiento
siguiente que realiza Serrano, a la vista de lo anterior, es una construcción
elaborada en el vacío: “El
Nacionalsocialismo fue siempre Hitlerismo, y el Hitlerismo siempre tuvo un
fondo esotérico”... Gracias a
un concepto erróneo (que el nacional–socialismo era “algo más” que un
movimiento político –en realidad, era también un movimiento social y nacional, afirmaba un
estilo de vida diferente y antiburgués– Serrano entiende que “debería
ser” un… movimiento ocultista), llega a esta peregrina conclusión realizada a
despecho de cualquier dato histórico (como la insignificancia del papel de la
Sociedad Thule cuando Hitler asumió la dirección del NSDAP, o el hecho de que
la propia sociedad se disolvió –lo cuenta Sebotendorff[7]–
a finales de los años 20 ¡por falta de afiliados! Gracias a este silogismo mal
formulado (“El Nacionalsocialismo fue siempre Hitlerismo” y
“el hitlerismo era esotérico”), Serrano llega a su objetivo: “nazismo = esoterismo”. Pero si el
concepto de partida, formulado por Rauschning y no por Hitler (los recientes
estudios históricos sobre Hitler y el nacional–socialismo, prescinden
completamente del libro de Rauschning que, cuando el historiador Ian Kershow lo
analizó conforme al método histórico se evidenció como un producto de la
propaganda de guerra y su autor como un falsario[8])
toda la construcción posterior es falsa y, aunque el silogismo hubiera sido
correcto, se apoyaría sobre una base falsa.
Hitler no era ocultista y no hay absolutamente
nada en su vida que pueda demostrarlo; y, por lo demás, Hitler no fue el único
doctrinario del NSDAP, siendo su papel mucho más importante en la conducción
táctica del movimiento, dejó el terreno doctrinal a sus subordinados (Rossemberg,
Darré, Feder, Strasser y muchos otros, sin olvidar que antes de que se fundara
el Partido Obrero Alemán, precedentemente, en Austria ya existía un movimiento
nacional–socialista que luego terminó integrándose en la órbita de Hitler).
Hitler, incluso, se negó a modificar el programa original del partido “para no
atarse las manos” y tener plena libertad táctica para poder maniobrar: el único
objetivo que le interesaba –tal como han demostrado las biografías de Kershaw o
de Joachim Fest– era proseguir su inexorable ascenso al poder, no como un fin
en sí mismo, sino como un medio para transformar la sociedad. A diferencia del
leninismo para el que la “revolución” era la irrupción de las masas
bolcheviques en el poder y el hecho de derribar al gobierno zarista, para
Hitler la transformación de la sociedad solamente podía hacerse desde el
“poder” y, desde este punto de vista, cualquier cosa que aproximara a su
formación al poder era “bueno” y cualquier cosa que lo separase de la
posibilidad de ejercer el poder era “malo”. No es, por tanto, erróneo calificar
al “hitlerismo” como un pragmatismo radical derivado de un frío razonamiento
lógico, en absoluto de consideraciones ocultistas o de predicciones
astrológicas.
A medida que ha ido pasando el
tiempo, desde la publicación de El Cordón
Dorado (que no era sino un popurrí de temas extraídos de la Colección
Otros Mundos publicada desde finales de los 60 y durante los años 70 por la
Editorial Plaza & Janés, al que se había añadido algunos comentarios
elogiosos a Hitler y, en el apéndice, una inmensa relación de libros que las
páginas anteriores demostraban que el autor no se los había leído), Serrano y
sus partidarios han sido conscientes (especialmente después de la publicación
de la obra de Goodrick–Clarke sobre las “raíces ocultistas del nazismo”) de que
los documentos objetivos, aceptados por los historiadores, no iban precisamente
en dirección a demostrar la existencia de un “hitlerismo esotérico”, sino más
bien de todo lo contrario.
A partir de ese momento, en ulteriores obras de Serrano y en páginas elogiosas de sus partidarios se ha ido imponiendo la idea que ya estaba presente en germen en El Cordón Dorado, según la cual los documentos objetivos y las pruebas fidedignas a las que se refiere Goodrick–Clarke y otros historiadores son “aspectos superficiales”, pero que existiría un “significado más profundo”[9]. ¿En dónde reside ese “significado más profundo”? Nos lo explica Serrano:
“Para mí el Hitlerismo Esotérico está siendo poseído por los arquetipos del inconsciente colectivo, que los griegos solían llamar Dioses —entre ellos Apolo, que realmente es Wotan para los alemanes y Vishnú o Shiva para los hindúes— y su desarrollo en las almas individuales y colectivas de los guerreros hitleristas actuales. Esto significa una religión nueva/antigua, con todos sus rituales y mitos que son necesarios para descubrir o descubrir de nuevo. Su Drama central es la aparición en esta Tierra de la persona de Adolf Hitler, el último Avatara, quien vino para producir esta tormenta enorme de catástrofe a fin de despertar a todos aquellos que están dormidos y abrir la Nueva Era que vendrá después del Diluvio. Por eso hemos comenzado a contar el principio de la Nueva Era a partir del nacimiento de Hitler. Estamos en el año 105”[10].
La frase, extremadamente confusa, parte de una pirueta: dar
por sentado que existe "algo" –“el hitlerismo esotérico”– de lo que no hay ningún
rastro histórico constatable. Este ente inexistente “estaría poseído” por unos "arquetipos" extraídos de las teorías del psicoanálisis junguiano –muy
cuestionables por lo demás– que permiten afirmar a Serrano que se insertan en
“los guerreros hitleristas actuales” (¿cuáles? ¿dónde están?). Serrano nos está
hablando de que su versión del nacional–socialismo no supone rescatar un
movimiento político de carácter histórico que hizo ejercicio de racionalidad (y
si se nos pura, de fiera y fría racionalidad) tanto en su etapa de ascenso al
poder como durante el ejercicio del mismo, sino de una nueva religión para una
nueva era. Esta idea es importante porque remite a los orígenes doctrinales de
Miguel Serrano, sobre los cuales, él mismo no fue muy explícito.
En efecto, los conceptos de “nueva
era” son de naturaleza puramente teosófica y tienen su origen en la terminología
decimonónica establecida por este movimiento[11].
Desde hace 125 años, los teosofistas vienen debatiendo el inicio de la “nueva
era” (“new age”, “período acuariano”, “nueva era de Acuario”, etc.)
y dándole distintas fechas. Serrano no ha hecho más que añadir otra: 1889, año
natal de Hitler. Así pues, en el momento de escribir estas líneas estaríamos en
el año 126 de la “nueva era”. A partir de ese momento, Hitler deja de ser un
personaje político, un líder de masas, un “reformador”, para convertirse en un
“avatara”. El último. Poco importa que la noción de “avatara”
proceda del hinduismo y se utilice en el contexto de esa religión como
“encarnación terrestre de un dios”. Hitler sería el “último” Kalki “el
destructor de la impureza”, que seguiría a Buda, y que el hinduismo
ortodoxo espera que se manifiesta al final del Kali–Yuga. Para desgracia
de Serrano, esto debería ocurrir, según el hinduismo, en el año 428.899…[12]
Serrano explicará en el curso de la
entrevista mencionada que llegó a tal conclusión gracia a “conversaciones
con algún SS” y “poco más tarde con mi Maestro chileno, que me reveló
las raíces secretas del Hitlerismo y “quién” era realmente Adolf Hitler: un
gurú que tenía el poder para “salir voluntariamente de su cuerpo y
comunicarse con otros seres no corporales”… En ninguna obra anterior se
había aludido a que las SS creyeran en la doctrina hindú de los avataras,
ni siquiera en El Cordón Dorado,
Serrano había ido tan lejos. De hecho, el concepto de “avatara” no
aparece en su primer libro sobre el “hitlerismo esotérico” (1978), pero, en
cambio, forma parte del título de la obra escrita en 1984. ¿Qué ha ocurrido
entre las dos fechas?
Es simple: Serrano ha ido a
remolque de las novedades editoriales que iban publicándose. Por ejemplo, en El
Cordón Dorado, cuando alude a Otto Rhan, lo hace tomando como base el libro
de Jean y Michel Angebert, Hitler y la
Tradición cátara[13],
publicado en castellano en 1974. De las ocho ocasiones en las que el nombre de
Rahn aparece en la obra, todas ellas son citas o ideas extraídas de esta obra,
muy mediocre, por lo demás. Sin embargo, en Hitler, el último avatara,
hay todo un capítulo en el que demuestra que ha leído la obra de Rhan Cruzada contra el Grial que aparecería
publicada en castellano en 1982[14].
A partir de la página 504 y en las cincuenta páginas que seguirán se limita a
resumir el libro de Rhan interpolando solamente algunas “morcillas” referidas a
su obra Elella[15].
Obviamente, no hay ninguna indicación ni referencia a la otra obra de Rhan La
corte de Lucifer… que solamente fue editada en castellano en 1993, pero que
podía leerse en francés y alemán en ediciones muy anteriores. Este detalle es
importante: Serrano en sus obras fue siempre a remolque de las editoriales de
divulgación de literatura popular en la estela de El Retorno de los brujos que se iban editando en cada momento.
El Cordón Dorado no es más
que un amasijo, mal digerido, de una veintena de títulos que habían sido
populares en España en la primera mitad de los 70 y que habían sido publicados
en miles de ejemplares: los nombres de Louis Charpentier, Gérard de Sede, los
mismos Jean y Michel Angebert, los autores que escribieron libros sobre la
Atlántida, hinduismo, alquimia, fenómenos paranormales o sobre OVNIS, y que se
publicaron en los años anteriores a la redacción de El cordón dorado, nos indican las lecturas de Serrano y las
influencias: todas, absolutamente todas, proceden de autores de esta literatura
“popular”, bestsellers equivalentes a
lo que hace una década fue El código da
Vinci y veinte años antes las obras de Peeter Berling o El enigma
sagrado de Baignet, Lincoln y Leigh. Sin desmerecer este tipo de
literatura poco exigente y entretenida para un público de masas cuyos gustos
cambian cada cierto tiempo, Serrano, a partir de estos textos,
reordenándolos, extrayendo ideas e interpolando “morcillas", de manera muy “osada” –si
queremos ser piadosos en los calificativos– trató de establecer una nueva
religión para una nueva época…
¿Por qué cae en la cuenta Serrano
en su obra de 1984 que Hitler es un avatara? La pregunta es pertinente porque
en la obra anterior de 1978 esta palabra ni siquiera aparece. Es
fácil explicarlo. A principio de los años 80 la obra de Julius Evola penetró en
medios de la extrema–derecha española. Yo mismo fui uno de los difusores,
traductores y transmisores de las obras de Evola[16].
Además, en las revistas y boletines de la extrema–derecha de principios de los
años 80 se publicaban y reproducían artículos y textos extraídos de revistas
franceses de carácter tradicionalista: especialmente de Totalité, Rebis, L’Age d’Or y… Kalki[17].
El primer número de L’Age d’Or (invierno
de 1983) tenía un primer artículo titulado Kalki,
dernier avatara de Vishnu et destructeur du Kali Yuga. Ese es el primer
momento en el que aparece, en la extrema–derecha la noción de Kalki como “último
avatara”. A pesar de que tanto Evola como Guénon habían aludido
tangencialmente a la doctrina de los avataras, fue a partir de este
artículo cuando el tema se difundió ampliamente entre la extrema–derecha
europea. Resulta perturbador que un año después la obra de Miguel Serrano tenga
precisamente este título y el mensaje de que “Hitler es el último avatar de
Visnhu”.
Quedaría una duda por plantear.
En muchas ocasiones, en sus libros, Serrano se refiere a “su maestro”. No está claro a quién se refiere. La misma introducción de El Cordón Dorado se subtitula Lo que el maestro me dijo[18], y añade: “En Ni por Mar ni por Tierra y en La Serpiente del Paraíso he contado como llegué a encontrarme con mi Maestro y fui iniciado. No insistiré en el tema. Básteme decir que jamás he dejado el sendero, aunque siguiéndolo a mi manera, en medio de muchas dificultades, debiendo sobrevivir en lugar continua conmigo mismo. La Orden es de guerreros. Y mi lealtad al Maestro es de por vida y más allá de la vida”[19]… palabras demasiado crípticas para qué puedan entenderse.
Pero esta frase resulta mucho más
clara: “Algo que nunca he dicho es que fue el Maestro quien nos puso esotéricamente
junto a Hitler en la Gran Guerra. El Maestro nos dijo:
"Hitler es un iniciado, puede comunicarse en astral. Desconozco quienes
son sus Guías, pero he decidido ayudarle. Hitler es un ser de voluntad
inquebrantable, definitivo, una vez que ha recibido orden de actuar. Jamás
vuelve atrás. He estado en comunicación con él". Otro día nos explicó que
Hitler tenía por misión transmutar el Destino, en el vértice de los tiempos,
dando a la tierra el impulse necesario para su mutación, su transfiguración,
que haría posible vencer la entropía física, remontando el Kaliyuga, o Época
Oscura, de Hierro; la transmutación de todos los valores, única posibilidad de
sobre vivencia. Hitler era el vehículo a través del cual pasaba un rayo del
Espíritu (…) cuando los archivos de los procesos de Nuremberg fueron abiertos a
los investigadores, la sorpresa se ha apoderado de muchos; sin embargo, las
raíces secretas permanecerán ignoradas. El Maestro, una vez más, ha sido
confirmado”[20].
Su respeto hacia el maestro no tuvo límites: “El Maestro ha sido siempre confirmado. Nunca se
equivocó. Con cinco años de antelación me dijo lo que le sucedería a nuestra
patria: "Chile llegará al fondo de la miseria y, desde allí, se levantará
nuevamente hasta ponerse a la cabeza de las naciones de América". En
aquellos momentos pudo parecer una afirmación sin sentido. Pero el nunca
declare algo que no se cumpliera (…) A la Guerra le debo mi iniciación. Al
Maestro el conocimiento del Hitlerismo Esotérico. El Maestro nunca cambió de
opinión. Si lo hubiera hecho, o me lo hubiera ordenado, yo le habría obedecido.
Pero no lo hizo. Nunca dijo que hubiésemos estado equivocados”[21].
Pero, en cualquier caso, el Maestro es situado por Serrano en un rango
inferior a Hitler: “Aun mi Maestro era "humano, demasiado humano".
Hitler no. Era sobrehumano, o inhumano. No era de aquí”[22],
pero sólo el “maestro” había sido capaz, como ningún otro, de conocer al
“verdadero Hitler”: “Aquellos que estuvieron con Hitler, como Otto Skorzeny,
Leon Degrelle, Hanna Reitsch y otros, con quienes he conversado, mantienen
impresiones contradictorias, haciéndonos ver que nadie le conoció
verdaderamente (salvo Rudolf Hess, quizás), porque a cada uno se le presentaba
de modo diferente, guardando celosamente su secreto. Excepción hecha de
mi Maestro, quien le viera en astral, donde nadie puede ocultarse ni
disimularse”[23].
No le importa que no siempre el “maestro” acertase en sus vaticinios: “Al comienzo de la
guerra, el Maestro nos dijo: "He visto a los ejércitos de Hitler invadir
Inglaterra. Llegaban hasta al palacio real y hacían prisionero al rey"[24].
La fe en el “maestro” no se conmueve por este error visible: Serrano dice que
el hecho estaba escrito en los “Registros Akhásicos” (otro concepto
específicamente teosófico ideado por la Blavatsky, el lugar en donde estaría
registrada toda la historia, pasada y futura, del mundo, sin equivalente en la
tradición hindú a pesar del nombre). Si no se cumplió fue porque Hitler decidió
“perdonar a Inglaterra”, del que Serrano dice que era “otro país ario”
y enviar a Hess a para establecer un “Pacto Sagrado con los restos de
Hiperbórea”[25]…
El “maestro” también veía a Stalin “en el astral”[26].
La “revelación” definitiva del “maestro” decidió el destino personal de
Serrano: “Una tarde, de hace ya tantos años, el Maestro me cito en su
refugio. Y me revelo el secreto: "Hitler está vivo. No murió en Berlín. Le
he visto bajo tierra. Esta cambiado, su bigote es ahora largo Nos contemplamos
de frente. Se volvió y se alejó rápido. Le llame por su nombre, pero
desapareció abajo, en una semi oscuridad”[27].
Poco después, Serrano se embarcó como periodista en una expedición a la
Antártida en busca del refugio en el que podía encontrarse Hitler (y que, luego,
a la vista de que comparte la teoría excéntrica de la “Tierra hueca”, resultará
que el improbable refugio estará en el interior de la Tierra).
Para los que están familiarizados
con la literatura teosófica y sus derivados, toda esta temática les resultará familiar. Es frecuente que los autores teosóficos, neo-rosacrucianos y ocultistas
justifiquen cualquier teoría, por peregrina que sea, aludiendo a que ha sido
“comunicada desde el astral”. En este caso no es Serrano quien comunica con
Hitler “por el astral”, sino “su maestro”. Vale la pena detenernos un momento
en quién podría ser este personaje.
* *
*
[aquí interrumpimos el trabajo escrito. Reunimos, eso sí, documentación
suficiente que acreditaba al dentista chileno Carlos Rogat Salas, como “Don
Carlos”, “Maestro Rogat”, “Raaknahaif” o “Sri Raaknahaif”, en cualquier caso,
el “maestro” de Serrano. Reunimos un amplio dossier sobre este personaje y sus
escritos. Al parecer, cuando Serrano publicaba la revista La Nueva Edad
(1941-43), de la que aparecieron 36 números, conoció a Rogat Salas en torno a
la publicación del número 19 (fechado el 26 de marzo de 1942) y, a partir de
ese momento la revista adquiere un tono significativamente mucho más ocultista
que antes. Debió ser en ese momento, cuando Serrano encontró a “su maestro”.
Juzgamos que ya no valía la pena investigar más en esa dirección. Los
trabajos de “Sri Raaknahaif superponibles a los de decenas de “contactados”,
visionarios y médiums que emergieron a lo largo del siglo XX. Es un tipo humano
demasiado habitual en medios ocultistas; habitualmente, tiende a confundir
sugestiones, impresiones subjetivas, pensamientos espontáneos y fantasías con “realidades
espirituales” o “canales”. Si éste era el “maestro” de Miguel Serrano -y él
mismo lo reconoció a su muerte en un artículo publicado en el diario chileno El
Mercurio-, es que no valía la pena seguir valorando el trabajo del
discípulo. Quien esté interesado en la vida y la obra de Rogat Salas puede
consultar esta nota aparecida en Wikipedia y que posteriormente fue borrada,
para ser rescatada por el blog ACADEMIC]
[1]
Una biografía de miguel Serrano y la relación completa de sus obras puede verse
en http://www.wikipedia.org/Miguel_Serrano_Fernández. Para elaborar estos
párrafos, hemos consultado las ediciones digitales de estas obras.
[2]
Para informaciones sobre este movimiento puede consultarse: Histografía
chilena (1842–1970) Vol. II, Cristián Gazmuri, especialmente el Capítulo
XIV, Penguin Random House Grupo Editorial Chile, Santiago 2012 y Chile y la
guerra, 1933–1943, Raffaelle Nocera, Dirección de Bibliotecs, Archivos y
Museos, Santiago 2006, págs. 53–55
[3]
El 5 de septiembre de
1938 un grupo de jóvenes miembros del MNSCh se hizo fuerte en el edificio del
Seguro Obrero (actualmente Ministerio de Justicia, ubicado en la Plaza de la
Constitución de Santiago de Chile) y en el decanato de la Universidad de
Santiago de Chile. El plan consistía en inducir al ejército a sublevarse e
imponer como presidente al General Ibáñez. Sin embargo, el Regimiento Tacna, de
guarnición en la capital consiguió reducir al grupo que había tomado el
decanato, llevándolos al edificio del Seguro Obrero para inducir a la rendición
a sus camaradas. Estos depusieron las armas, sin embargo, los militares los
fusilaron a la mayoría. El oficial al mando intentó simular que las víctimas se
habían resistido, pero pronto el país supo que se había producido un
fusilamiento masivo, sin juicio y sin resistencia armada alguna por parte de
los jóvenes “nacistas” (como habitualmente se conocía a los miembros del
MNSCh). En las elecciones que tuvieron lugar poco después venció el candidato
del Frente Popular. El presidente del país, hasta el momento mismo de su muerte
siguió pregonando su inocencia, a pesar de que existían datos objetivos que lo
señalaban a él como la persona que dio la orden (o al menos permitió), la
masacre. Para una versión completa de este episodio puede consultarse: Los
asesinados del Seguro Obrero. Carlos Droguett, Crónica. Editorial Ercilla,
Santiago de Chile 1940 (Existe una versión accesible en PDF en
http://www.memoriachilena.cl/archivos2/pdfs/MC0001108.pdf). El autor fue
testigo presencial de los hechos que narra.
[4]
Entrevista concedida por Miguel Serrano a Kerry B. Bolton en 1994 y reproducida
on line en http://es.metapedia.org/wiki/Miguel_Serrano en donde se puede
encontrar una “biografía oficial” sobre Serrano.
[5]
Ver nota 9 para una crítica sobre la credibilidad de la obra escrita por
Rauschning que hoy carece por completo de credibilidad y a la que,
sistemáticamente, recurren todos los ansiosos por demostrar que en el
hitlerismo hubo algún rastro esotérico: si no era “sólo” un movimiento
político, afirman, no podía ser más que un “movimiento esotérico”, salto mortal
que no queda avalado por ningún documento histórico.
[6]
Los arcanos negros de Hitler, Robert
Ambelain, Ediciones Robin Book, Barcelona 2005, pág. 225. Sin embargo, existe
una edición anterior publicada en México por Edivisión en 1977, pero el libro
está escrito en 1984 y publicado originariamente por Editorial Robert Lafont en
la colección Énigmes de l’Univers y
una reedición en París 1990 que hemos utilizado para este trabajo.
[7]
Antes de que Hitler llegara, edición italiana, anexo cronológico.
[8]
Ver nota 9
[9]
Véase la introducción de la entrevista de Kerry R. Bolton a Miguel Serrano
realizada en 1994.
[10]
Ídem.
[11]
Abordamos este tema en nuestro ensayo publicado en el número 100 de la revista El Viejo Topo, titulado Irracionalidad y espiritualidad femenina.
Y en el número de julio de 1996 de la misma revista, en el artículo titulado Lo paranormal, los Ovnis y la izquierda del
abuelo. Ambos están recogidos como apéndices en nuestra obra El pensamiento excéntrico, e–book 2008.
[12]
Garudá-purana (1.86.10-11),
publicado en el sitio web Dharma Kshetra
[13]
Hitler y la Tradición Cátara,
Jean Michel Angebert, Colección Otros
Mundos, Editorial Plaza & Janés, Barcelona 1974. La edición original en
francés se publicó en 1971
[14]
Cruzada contra el Grial, Otto Rahn,
Editorial Hiperión, Barcelona 1982.
[15]
Elella, el libro del amor mágico,
Miguel Serrano, Editorial Kier, Buenos Aires 1973.
[16]
Autor del que, en España, hasta ese momento solamente se habían editad dos
obras en editoriales de alta difusión: El
misterio del Grial, Julius Evola, Editorial Plaza & Janés, Colección
Otros Mundos, Barcelona 1975 y La
Tradición Hermética, Julius Evola, Colección La Otra Ciencia, Editorial
Martínez Roca, Barcelona 1977.
[17]
Todas estas revistas fueron publicadas entre 1977 y 1987 por el grupo que, a
partir de 1981 se llamó Editorial Pardes (Puiseaux, Francia). La línea de la
editorial desde su fundación ha sido tradicionalista en el sentido dado a esta
palaba por Julius Evola y René Guénon. En su primera época, sus cuadernos eran
lectura obligada para la extrema–derecha más cultivada de Europa occidental.
Posteriormente fueron ampliando su catálogo y en la actualidad es una editorial
de referencia (frecuentemente realizan co–ediciones con Editorial Tredaniel)
para temas de tipo tradicionalista.
[18]
Op. cit., pág. 8.
[19]
Op. cit., pág. 10.
[20]
Ídem.
[21]
Op. cit., pág. 11.
[22]
Ídem.
[23]
Ídem.
[24]
Op. cit., pág. 12.
[25]
Ídem.
[26]
Op. cit., pág. 16.
[27] Op. ct., pág. 17.