La andadura política de Georges Valois podrá parecer a
algunos contradictoria e incluso excesiva e incoherente, sin embargo, a poco
que se examine su origen y su desarrollo se descubre en ellos un sentido y una
perspectiva que nos sitúan en el centro del drama de todas las “terceras vías”,
es decir en los problemas que encuentran los “productos de síntesis”, problemas
de adaptación, de comprensión y de orientación final. El Faisceaux constituido
por Valois tempranamente, no fue solamente el primer partido que se declaró
émulo del fascismo italiano sino el que más vivo mantuvo el recuerdo de los
orígenes del fascismo originario. Más incluso que el propio Mussolini. Quien
considera que el fascismo es la suma del nacionalismo y del socialismo verá en
Valois la quintaesencia de este movimiento.
Contestar a la
pregunta de “¿qué fue el fascismo?” equivale a encontrar su cuna. Desde el
punto de vista doctrinal hay que dar la razón al profesor Zeev Sternhell cuando
explica que el fascismo nace de la colusión entre “cierta extrema–derecha” y
“cierta extrema–izquierda” y que el germen del fenómeno ya había aparecido en
la Francia de finales del siglo XIX cuando el “nacionalismo” fue a confluir con
el “socialismo” en el seno de círculos políticos, culturales y sindicales franceses
particularmente reducidos. Ya a finales del siglo XIX tomó forma en Francia la
idea de unir nacionalismo y socialismo, patriotismo y ansias de justicia social,
lo que constituiría, finalmente, la “esencia del fascismo”. En el “movimiento
amarillo”, en círculos neo–boulangeristas y en nacionalistas radicales estaba
implícita esa tendencia.
Al mismo tiempo,
el socialismo francés, a diferencia del alemán, tenía un nivel teórico
relativamente bajo, no había conseguido pasar completamente de la etapa
“utópica” a la etapa “científica” y los partidarios de Marx en aquel país tenían
poca fuerza y un nivel teórico relativamente bajo. Así mismo, el poderoso
movimiento antisemita francés de la época respondía no tanto al deseo de
desvelar el supuesto papel de Israel en política y en economía, como de
condenar los manejos de los financieros y de la banca considerada como “judía”
que atentaban contra el bienestar y los intereses del trabajador francés.
Podríamos hablar, en rigor, de un “antisemitismo de clase”, mucho más que de un
antisemitismo religioso (como el originario) o de un antisemitismo “nacional”
(como el que había aparecido en Alemania de la mano de Paul de Lagarde. Cfr. Israel capital Tananarive, RHF–VI, págs.
54–85).
Para Sternhell –aunque
su tesis es discutida entre otros, como veremos, por Alain de Benoist– el precedente
del fascismo como ideología nació en la belle
époque y en un espacio que abarca desde 1870 hasta 1914 es posible detectar
movimientos que pueden calificarse sin riesgo de error como “pre–fascistas”.
Los viveros de esta tendencia son fundamentalmente dos: el sindicalismo y el
boulangismo.
Se entiende por
boulangismo al primer movimiento político francés formado en torno al general
Boulanger que agrupaba a bonapartistas, monárquicos y nacionalistas de un lado
y de otro a socialistas utópicos, blanquistas y radical–socialistas. La
síntesis doctrinal formada por Boulanger implicaba cuatro elementos que estarán
presentes como médula esencial del fascismo histórico:
- el papel del
líder que se sitúa por encima de la historia y que crea la historia;
- el Estado
fuerte que impone su voluntad sobre las fuerzas disgregadoras de la nación,
- el
Nacionalismo que hace de la nación el sujeto histórico principal y
- las políticas
sociales a favor de las clases trabajadoras.
Estos elementos,
unidos a un proyecto de reforma de la sociedad y del Estado en base al
corporativismo (cuyos máximos teóricos fueron de origen francés), están todos
presentes en el fascismo mussoliniano de manera tan nítida que resulta
imposible considerarla casual.
En lo que se
refiere al sindicalismo aparecen hacia finales del XIX y principios del XX,
siempre en Francia, una serie de corrientes disidentes del sindicalismo oficial
que oscilan entre el nacionalismo y el socialismo. El nombre de “nacional–sindicalismo”
es quizás el que más le conviene en la medida en que algunas terminan
integrándose en Action Française (como el grupo de Terre Libre que se
integraría en 1910, procedente del anarquismo y dirigido por Émile Janvion uniendo
a su sindicalismo tres rasgos que también estarán presentes en los fascismos:
antirepublicanismo, antisemitismo, antimarxismo y antimasonismo). Así mismo, la
aparición del “movimiento sindical amarillo” entrará dentro de esta categoría,
si bien el más centrado desde el punto de vista doctrinal será el Cercle
Proudhom que aparece en 1911 de la mano de miembros de Action Française entre
los que se cuenta a Georges Valois que luego sería fundador de Le Faisceau, la
primera organización fascista que nació fuera de Italia, objeto de este estudio
(1).
El fascismo
francés nunca alcanzó el nivel de desarrollo que tuvo en otros países, pero sí
demostró una inusitada riqueza doctrinal ausente en otras latitudes (como
España en las que tuvo un papel histórico mucho mayor especialmente a partir
del 18 de julio de 1936, pero su “calidad doctrinal” es mucho más baja). De ahí
deriva su interés. El fascismo francés, a diferencia de otros fascismos, no se
contaminó con el ejercicio del poder, fue un fascismo en estado puro en el que
son fácilmente perceptibles sus distintas componentes. De ahí la importancia
del movimiento de Georges Valois: no solamente fue el primero, sino que en su
accionar se percibe un alto grado de dinamismo no condicionado tacticismos ni
conveniencias que deformaron en buena medida otras experiencias fascistas (como
la española, especialmente, pero también incluso la alemana o la italiana en las
que los regímenes adaptaron sus principios a la realidad impuesta por las
necesidades del gobierno).
El círculo Proudhon
(I) La polémica
El profesor Sternhell (y no sólo él, sino también
James Gregor en Young Mussolini and the Intellectual Origins of Italian
Fascism, University of California, Berkeley 1979 y Robert Soucy en Le
fascisme français, 1924–1933, PUF, Paris 1989) ha visto en el Círculo
Proudhom un ejemplo de pre–fascismo que sería el eslabón de enlace entre la
“derecha revolucionaria” francesa de finales del siglo XIX y el movimiento
fascista propiamente dicho. El Círculo Proudhon está situado en uno de esos
lugares privilegiados de la historia que permiten armar esta teoría de los
eslabones intermedios. Para Sternhell, dicho círculo habría sido un laboratorio
de ideas en el que fueron a confluir gentes procedentes de distintos
horizontes: sindicalistas procedentes del anarquismo decepcionados por masas
obreras volubles y sin suficiente conciencia de clase como para asumir que su
destino era la destrucción del capitalismo, nacionalistas monárquicos
procedentes de Action Française, socialistas influidos por corrientes utópicas
pre–marxistas. La síntesis daría como resultado una forma de pre–fascismo que
permitió posteriormente ya en los años 20–30 aludir a esta corriente histórica
con la ecuación “Socialismo + Nacionalismo = Fascismo”, o, por utilizar
palabras de Sternhell: la “síntesis socialista nacional”.
Pero no todos están de acuerdo con este
planteamiento que Sternhell analiza a lo largo de tres amplias obras de
referencia. Uno de los opositores a esta tesis es Alain de Benoist quien en su
ensayo Le Cercle Proudhon, entre Edouard
Berth et Georges Valois (versión on line en http://www.alaindebenoist.com/pages/textes.php?cat=orientation&lang=fr)
intenta desarbolarla, en nuestra opinión sin conseguirlo del todo, pero
sembrando serias dudas sobre su solidez.
Empieza Benoist negando rigor al término “pre–fascismo”;
para él la andadura del Círculo Proudhon es una anécdota, la experiencia
personal de un grupo reducido de personas solamente una de las cuales pasará al
fascismo, e incluso a un fascismo muy sui
generis, Georges Valois. No se puede –para Benoist– elaborar a partir de
una causa tan pequeña (la trayectoria de una sola persona), un eslabón
extremadamente importante –como intentará Sternhell– que abarque tanto a
Francia como a Italia y llegue hasta Mussolini.
Explica Benoist que los documentos del Círculo no
influyeron decisivamente en ninguna de las corrientes del fascismo de la
primera hora (véase a este respecto artículo en la Revista de Historia del Fascismo, nº III, titulado Orígenes del Fascismo, págs. 50–90). De
estas corrientes, sólo una, la sindicalista revolucionaria, podía haber
experimentado esta influencia, pero en lugar de formarse en función de
elaboraciones intelectuales allende los Alpes, tuvo una concreción mucho más
prosaica: el intervencionismo de los Filippo Corridoni, Amilcare De Ambris,
Michele Bianchi, Angelo Oliviero Olivetti, Paolo Orano, Sergio Panunzio, Enrico
Leone, Ottavio Dinale, Luigi Fontanelli, Tomaso Monicelli, etc. (Ver a este
respecto artículo publicado en la RHF-III, titulado Fascismo uno y trino, págs. 47-99)
Benoist alude a la polisemia de términos como
“socialismo” o “sindicalismo” y plantea la cuestión en relación a la “síntesis
socialista nacional” de Sternhell: “Sería necesario saber lo que había en 1911
de “nacional” en Berth y Sorel y lo que había verdaderamente de “socialista” en
Valois y sus amigos”. Y él mismo responde: “En ambos casos, la respuesta es
poco”. El itinerario de Sorel y de Berth es el mismo (…) La experiencia de La Cité Française y del Círculo ha
mostrando la gran apertura de espíritu de Georges Sorel, su independencia
intelectual respecto a las nociones de derecha y de izquierda, cuya oposición
le parecía no recubrir nada más que dicotomías secundarias o artificiales. Pero
no basta ciertamente para hacer de él un hombre de derechas, un nacionalista y,
aún menos, un “proto–fascista”. Más justa es la etiqueta de “revolucionario
conservador” que le fue atribuida por Michael Freund”.
Las dos posiciones son claras: para Sternhell el
Círculo Proudhon es “proto–fascista”, para Alain de Benoist está en la línea de
los “revolucionarios conservadores” (cabría preguntar: ¿acaso los
“revolucionarios conservadores” no eran otra forma de proto-fascismo?). Los
puntos de referencia son distintos e, incluso, podíamos decir, parciales.
Sternhell ha intentado explicar “todo” el fascismo a través de los movimientos
de síntesis que aparecieron en Francia entre 1880 y 1914, algo que, en
principio parece excesivo; pero Benoist hace otro tanto: buen conocedor de los
movimientos político–culturales de los años 30 en el ámbito germano, lo que
hace es atribuir al Círculo Proudhon una etiqueta cuya polisemia no es menos
peligrosa: ¿qué es un “revolucionario conservador”? ¿Es Jünger? ¿Es Evola?,
ambos muy diferentes entre sí pero que compartían idéntica etiqueta. Y, por
otra parte, ¿la definición que hace, por ejemplo Armin Mohler de la “revolución
conservadora” a quién se aplica? ¿al grupo de Jünger? ¿A los “nacionalistas
revolucionarios”, a los “jóvenes conservadores”, a los “tradicionalistas
revolucionarios” a lo Julius Evola? Y, para terminar, ¿acaso no es todo esto un
sector político fronterizo pero anexo, en definitiva, a formas de fascismo que
aparecieron en los años 20 y 30 que tenían como característica común una
síntesis de patriotismo y nacionalismo con políticas sociales avanzadas y un
extendido sentimiento antiburgués? Y si se admite esto último se admitirá
también que las distintas interpretaciones sobre el origen del fascismo son
meras trampas semánticas. Allí donde aparecen estos tres elementos
(patriotismo, políticas sociales y espíritu antiburgués) allí aparecen formas más
o menos definidas de fascismo que serán
fascismo propiamente dicho, pre–fascismo o neofascismo según el momento
histórico en el que hayan aparecido: por pura convención, antes del Ventennio,
en el Ventennio o después del Ventennio.
La tesis de Benoist tampoco parece excesivamente
sólida cuando alude a Georges Sorel. En efecto, el teórico del sindicalismo
revolucionario no fue un nacionalista en el sentido jacobino, es más, se opuso
siempre a cualquier forma de jacobinismo, pero no así al patriotismo. Nuevamente
la polisemia de los términos traiciona a los analistas: una cosa es el
nacionalismo maurrasiano (basado en la tradición francesa), otra el
nacionalismo jacobino (basado en el concepto del individuo como “enfant de la
patrie”) y otra cosa el patriotismo (impulso natural basado en el instinto
territorial modulado en forma de sentimiento de pertenencia a la tierra natal).
Sorel estaba más cerca de este último y muy lejos del Internacionalismo
marxista que fue uno de los motivos de su rechazo a esta ideología. Lo que
separa a Sorel del fascismo es la importancia que éste atribuye al Estado (como
recuerda Benoist)… pero es que si Sorel hubiera reverenciado al Estado no
podría ser considerado como un precedente del fascismo, sino como un fascista
pura y simplemente.
Por otra parte, los círculos de “síntesis” son
proclives al mantenimiento de distintas posiciones y en absoluto se trata de
organismo homogéneos. Edouard Berth, co–fundador del Círculo Proudhom no
mantuvo las mismas posiciones que Valois y la prueba es que no tuvo arte ni
parte en la fundación de Le Faisceau… pero, el propio Berth había escrito: “Fundando con Georges Valois el Círculo
Proudhon, en el que proponíamos luchar contra la democracia desde el doble
punto de vista nacional y sindical, había inventado casi un fascismo avant
la lettre”. Por otra parte, en
Italia, el sindicalismo revolucionario soreliano sí participó en el nacimiento
del fascismo (ver el artículo publicado en el nº III de la Revista de Historia del Fascismo).
El error tanto de Sternhell como de Benoist
consiste en tomar al fascismo como un fenómeno monolítico, cuando en realidad
sabemos que fue un fenómeno poliédrico en el que existió una “izquierda
fascista”, una “derecha fascista” y un “centrismo fascista” en la medida en que
al realizar una síntesis entre “lo nacional” y “lo social”, siempre existían
componentes que priorizaran lo social, otras lo nacional y, finalmente, en
algunas existiera un equilibrio entre las componentes. En este sentido, la
política está viciada porque resulta evidente que en la constitución de la
“izquierda fascista” (que fue una parte del fascismo, pero no la totalidad del
mismo) el sindicalismo soreliano tuvo arte y parte y que una de sus expresiones
en Francia fue precisamente el Círculo Proudhon, de lo que se deduce que en el
interior de esta formación se ensayó, de manera confusa, por primera vez la
síntesis entre “lo social” y “lo nacional”, el espíritu antiburgués estuvo
presente y precisamente por todo esto puede ser considerado como uno de los
primeros intentos de cristalizar una doctrina nueva que si se reconoce en algún corpus ideológico a lo largo
del siglo XX fue precisamente en la “izquierda fascista”.
El círculo Proudhon
(II) ¿“Síntesis fascista”?
En 1913, Charles Maurrás escribía: “Los franceses que se han reunido para fundar el Círculo Proudhon son todos nacionalistas. El patrón que han elegido para su asamblea les ha hecho encontrar a otros franceses que no son nacionalistas, que no son realistas y que unen a ellos para participar en la vida del Círculo y en la redacción de los Cahiers. El grupo inicial comprende hombres de orígenes distintos, de condiciones diferentes, que no tienen en absoluto aspiraciones políticas comunes y que expondrán libremente sus puntos de vista en los Cahiers. Pero, republicanos federalistas, nacionalistas integrales y sindicalistas, habiendo resuelto el problema político o alejándolo de su pensamiento están todos igualmente apasionados por la organización de Ciudad francesa según principios tomados de la tradición francesa que reencuentran en la obra proudhoniana y en los movimientos sindicalistas contemporáneos…” (2). Con estas líneas el fundador de Action Française recuerda cinco elementos que deberemos retener:
1) -Que el Cercle Proudhon nació en el entorno de Action Française.
2) - Que una parte de sus miembros no eran monárquicos ni nacionalistas.
3) Que esa parte procedía del sindicalismo y de círculos federalistas.
4) Que existían entre todas las componentes un vínculo común: la tradición francesa tal como era recuperada por Proudhon.
5) Que el Cercle Proudhon era un grupo de reflexión.
La fundación del
círculo tuvo lugar el 17 de noviembre de 1911, cuando apenas hacía tres años que
había aparecido el número y de la revista L’Action
Française (21 de marzo de 1908) con la divisa de “Todo lo que es nacional
es nuestro”. Los Camelots du Roi dominaban ampliamente el Barrio Latino de
París y no tenían competidores en su terreno: la calle. Tampoco Maurras los
tenía entre la intelectualidad francesa que en buena medida había asumido sus
tesis o se situaba francamente en el entorno del movimiento. Si todo lo
“nacional” era considerado como patrimonio de Action Française, también el
sindicalismo revolucionario y el republicanismo federal podían ser considerados
como tal. En aquella época, algunos incluso consideraban a Maurras y a su grupo
como ajenos a la derecha e incluso las posiciones “sociales” que mantenían les
valieron una desconfianza notoria por parte de ese sector político.
Es fácil
entender por qué Maurras estaba interesado en promover un círculo de estas
características y porqué consideraba que entraba dentro de la “tradición
francesa”. En primer lugar, una de las instituciones de mayor arraigo en
Francia, incluso en el siglo XX era el “compagnonnage”, hermandades obreras
cuyo origen se remonta a la Edad Media y que desde entonces ya defendían los
intereses “de clase” de sus afiliados. Organizados en gremios, se trata de
organizaciones iniciáticas, verdaderos centros de formación profesional, pero
también de perfeccionamiento moral de sus miembros (3). Se trataba –e incluso
se trata hoy– de una de las instituciones más populares y con mayor arraigo de la
Francia del siglo XIX. El “compagnonnage” había sido uno de los elementos que
estuvieron presentes en la constitución del moderno sindicalismo francés, de
ahí que Maurras viera en éste movimiento la quintaesencia de la “tradición
francesa” y, por tanto, un sector con el que era posible entenderse.
Por otra parte,
la alusión a los “republicanos federalistas” no es menos clara. La diferencia
entre el nacionalismo maurrasiano y el nacionalismo jacobino residía
precisamente en que para el primero Francia era la fusión de distintas regiones
y, por tanto, la síntesis debía de aceptar la diversidad francesa y ser su
reflejo, mientras que para el jacobinismo la unidad francesa equivalía a
liquidar la autonomía de las partes constitutivas y, a fin de cuentas, no era
más que el reflejo nivelador e igualitarista que consideraba a todos los
ciudadanos como “hijos de la patria” y no como procedentes de las distintas
regiones. Los “republicanos federalistas”, a diferencia de los “republicanos
jacobinos”, salían en defensa de las características regionales y, por tanto,
se situaban en el mismo campo que Action Française.
Así pues, para
Maurras, el hecho de tender puentes hacia el sindicalismo y hacia el
federalismo, no estaba desprovisto de sentido, sino que reflejaba las
referencias doctrinales de Action Française. En su intento de ampliar su
audiencia, el maurrasianismo y su “nacionalismo integral” se abría hacia
aquellos sectores a los que se consideraban próximos.
El círculo Proudhon
(III). Los rostros presentes
La decisión de
constituir el círculo la había tomado unilateralmente Valois quien contactó con
Maurras para pedir su autorización. Éste último se sentía mucho más próximo al
corporativismo francés de René de La Tour du Pin (4) que a las ideas mucho más
radicales de Valois y durante un tiempo le fue dando largas. Valois, por su
parte, a la vista de las dilaciones intentó constituir un foro que agrupara a
sindicalistas y nacionalistas en otros ambientes exteriores a Action Française.
El propio Georges Sorel contactado por él, elaboró una declaración de
principios para lo que debía ser La Cité
Française (1910), una revista de síntesis nacionalista–sindicalista
impulsada por Sorel que no llegó a ver la luz. Finalmente, Valois consiguió
agrupar a los jóvenes atraídos por el contenido de Reflexiones sobre la Violencia que hasta ese momento militaban en
Action Française y, junto con Henri Lagrange lograr que Maurras diera su brazo
a torcer y autorizara la formación del Círculo Proudhon. En el primer
número de la revista se incluyó una “declaración de intenciones” algunos e
cuyos párrafos vale la pena reproducir:
“Los fundadores –republicanos,
federalistas, nacional integralistas y sindicalistas– han resuelto el problema
político o lo han apartado de sus mentes, son todos entusiastas a favor de una
organización de la sociedad Francesa de acuerdo a los principios tomados de la
tradición francesa que se encuentran en los trabajos de Proudhon y en el
movimiento contemporáneo sindicalista y están en completo acuerdo en los
siguientes puntos: La democracia es el mayor error del pasado siglo. Si uno desea vida,
si uno desea trabajo, si uno desea que en la vida social se pueda poseer la
grandeza humana que garantiza la producción y la cultura, si uno desea
preservar y aumentar la moral, intelectual y el capital de la civilización, es
absolutamente necesario destruir todas las instituciones democráticas”. Podía decirse más alto pero no más claro…
La experiencia duraría hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial que trastocó
todo el panorama intelectual de Francia. La mayoría de miembros de círculo
fueron movilizados y el propio Valois sería herido en octubre de 1916 en el
frente del Epinal (Lorena) tras haber sido ascendido a subteniente y demostrar
un comportamiento heroico. Durante la convalecencia escribió sus meditaciones
sobre la experiencia bélica: “El siglo
pasado hizo de la revuelta una diosa: el legado que recibimos de los
sacrificios, es la bondad de la obediencia, madre de la paz y de la justicia.
Pero ya que se nos ha enseñado la revuelta, que esta enseñanza nos salve al
menos de los falsos dioses. El dinero reina aún insolentemente en este país.
Que nuestra revuelta libere al hombre de esta servidumbre, a fin de que el más
hermoso reino que exista bajo los cielos pertenezca a las dos fuerzas que han
salvado al mundo de la barbarie: el espíritu y la sangre. Tal es la tarea de
nuestro siglo”. Son las palabras de alguien que desea que el traumatismo de
la guerra haya servido para algo y que cree esperanzado que servirá para algo.
Junto a Valois figura
otro nombre que siempre se cita parejo al suyo como coautor de la idea de
constitución del Cercle Proudhon: Édouard Berth. Berth fue sin duda el más fiel
y próximo discípulo francés de Georges Sorel, como antes lo había sido de
Proudhon y era, ante todo, un sindicalista que consideraba que la clase obrera
debería de ser el germen de la nueva sociedad por la que luchaba. La debilidad
teórica del marxismo francés en aquella época había hecho que el antiguo
“socialismo utópico” (Proudhom pertenecía a esta corriente, no lo olvidemos) no
hubiera sido reemplazado por el “socialismo científico” sino por distintas
corrientes que no siempre tenían los contornos nítidos (y que, por lo demás,
permitieron a Sternhell elaborar su tesis). Una de ellas es el sindicalismo
revolucionario al que se adscribía Berth.
Hasta 1909, Berth recorre
los ambientes heterodoxos del socialismo francés: el grupo formado en torno a
la revista Mouvement Socialiste,
luego se unirá al reformismo de Alexandre Millerand (entonces recién expulsado
de la SFIO) que terminó pareciéndole excesivamente moderado, para recalar
finalmente en el entorno de Georges Sorel. A pesar de ser un hombre de
izquierdas, solía insistir en los aspectos “éticos” y “heroicos” de los
procesos revolucionarios e incluso era un gran admirador de la antigüedad
clásica, lo que, unido a su rechazo absoluto a la democracia parlamentaria y a
la burguesía, lo sitúa en una corriente muy próxima al futuro fascismo. Estos
ideales terminó encontrándolos en el entorno de Action Française y eso le llevó
a esa organización donde conoció a Valois. La andadura del Cercle Proudhon
sería inconcebible sin él.
Tras el paréntesis
bélico, experimentó una breve atracción por el bolchevismo que se disipó inmediatamente
terminó la guerra civil y se pudo percibir el verdadero rostro de la URSS:
burocratización, despotismo, incapacidad para salir del subdesarrollo, y lo que
Berth llamaba “termitismo”, esto es, la despersonalización absoluta de las
grandes masas y la subordinación de todo lo humano a los intereses de la
producción y del Estado. En 1935, había completado el viaje de retorno al
sindicalismo revolucionario que había abandonado en 1909; fallecería poco
después en 1939 (5).
La idea que lleva a Berth al Cercle Proundhom es
que Sorel y Maurras se complementan e incluso los compara a Apolo y Dionisos
aprovechando la mitología griega puesta de actualidad por las obras de
Nietzsche: “Action Française que, con
Maurras, es una encarnación nueva del espíritu apolíneo, por su colusión con el
sindicalismo que, con Sorel, representa el espíritu dionisíaco, va a poder
alumbrar un nuevo gran siglo, uno de esos éxitos históricos que, tras ellos,
dejan el mundo mucho tiempo tanto deslumbrado como fascinado” (6).
Valois aprendió pronto que los intentos de
organizar estructuras fuera de Action Française eran prematuros y estaban
abocados al fracaso, especialmente cuando lo que había detrás era una voluntad,
una intención, pero en absoluto, medios ni banderín de enganche. Por lo demás,
en esa época, Action Française estaba considerado como un movimiento de
oposición, en absoluto como un movimiento ultra–conservador como lo sería más
tarde y existía una tendencia “obrerista” con la que se podía tender la mano al
sindicalismo nacido a la izquierda.
Junto a Valois y Berth aparece un tercer impulsor
del proyecto: Henri Lagrange, militante de choque de Action Française que había
sido detenido en numerosas ocasiones. En junio de 1911 intentó agredir y logró
insultar al presidente de la República en Rouan lo que le costó seis meses de
prisión. Dado que cumplió su estancia en la cárcel como preso común y no
político, su suerte hizo que se recogieran declaraciones de intelectuales y
artistas favorables a que se la aplicara un régimen más acorde con su delito.
Cuando salió de su estancia en prisión era uno de los hombres más famosos de
Francia y, desde luego, el ídolo de los estudiantes de Action Française cuya
jefatura asumió. En 1913 será expulsado del partido a causa de su activismo
desenfrenado. Morirá en octubre de 1915 en el frente del Marne. Aún hoy se
discute quién atrajo a quién a su proyecto: si Valois a Lagrange o a la
inversa. El primero reconoció que Lagrange intentaba crear desde hacía años un
grupo de estudios económicos dentro de Action Française, él, Valois asumió esta
idea y le dio un nombre vinculado a la figura de Proudhon.
GEORGES VALOIS Y EL FAISCEAU (1 DE 4)
GEORGES VALOIS Y EL FAISCEAU (2 DE 4)
GEORGES VALOIS Y EL FAISCEAU (3 DE 4)
GEORGES VALOIS Y EL FAISCEAU (4 DE 4)