viernes, 18 de enero de 2019

365 QUEJÍOS (246) – ALGO ESTÁ CAMBIANDO EN EL MUNDO (2 de 3)


Si las cifras macroeconómicas indican que la globalización está en retirada y si el sentido común nos dice que es un sistema perverso que jamás debió ver la luz, hay que reconocer, también, paralelamente, que existen muchas fuerzas que todavía lo apoyan y que creen en sus virtudes. El que la globalización emprenda la retirada no quiere decir que haya sido vencida, ni remotamente. E, incluso, en la actualidad, el problema estriba en intuir las consecuencias que puede tener este cambio de rumbo para las naciones europeas.

Lo cierto es que hoy, solamente China apuesta decididamente por la globalización amparada en el hecho de que se trata de un mercado enorme y atractivo para las importaciones y que solamente ofrece garantías a los países que tienen abiertas sus puertas a los productos chinos. A partir de los 90 se produjeron deslocalizaciones masivas, fueron los años del petróleo barato y la época dorada del comercio mundial. Los optimistas defendían el sistema mundial globalizado diciendo que cada país se especializaría en la producción de algunos bienes y pintaban un armonioso cuadro de importaciones y exportaciones en todas direcciones y en todo el planeta. El resultado fue: 1) que las plantas de producción industrial se desplazaron progresivamente a China, 2) que China se confirmó en la “factoría mundial”, 3) que la economía de los países occidentales se desplazó del sector industrial al sector servicios y 4) que se produjeron nuevas deslocalizaciones de China a Vietnam, con mano de obra más barata aún. Pero no hay que olvidar el fenómeno más perverso y que precedió a todo esto: desde el final de la Guerra Fría ya se observó una “financiarización” de la economía: los inversores no buscaban generar riqueza con su capital, sino especular en unos mercados económicos, progresivamente más volátiles. Los neoliberales abrieron las puertas a la libre circulación de capitales, que precedió a la libre circulación de mercancías. Y este es el problema: que aunque el tránsito de mercaderías propio de la globalización tienda a disminuir, la economía financiera sigue viva y activa. Y este es el gran peligro del siglo XXI.

El riesgo de una economía basada en la especulación es que imposible de estabilizar: tan pronto el capital mundial inversor se concentra en un país que en ese momento ofrece las mejores posibilidades para obtener beneficios, como unos meses después, ese mismo capital migra a otros horizontes en los que los beneficios son mayores. Tenemos así un capital en permanente fuga a la búsqueda del máximo rendimiento y que ni siquiera es controlador por brokers o por grandes inversores, sino por sistemas de software. Y los programadores no han considerado más criterio que la optimización de los beneficios. Hasta ahora, ningún país ha habilitado defensas contra el capital especulativo. Hacerlo, podría suponer el que bolsas inmensas de capital financiero se retiraran de las bolsas del país que osara modificar las reglas del juego y precipitarlo en la falta de fondos incluso para sobrevivir como Estado. No hay que olvidar que uno de los productos financieros seguros es la deuda pública (que en España ha llegado a los dos billones y que en EEUU está por los ¡¡30 billones de dólares!!).

Pero si los reductos del capital financiero (grupos bancarios, consorcios financieros, fondos de inversión, fondos de capital-riesgo) apuestan todavía por la globalización y parecen intocables, hay otras fuerzas que también apuntan en dirección contraria a la economía real. Distinguirmos entre “globalización” y “mundialismo”. El primero es un concepto exclusivamente económico, el segundo, por el contrario, afecta a la cultura, a los valores y a las orientaciones de la sociedad. No son lo mismo, ni tampoco están promovidos por los mismos centros de poder: su coincidencia es meramente táctica, van en la misma dirección, pero no por los mismos carriles. El mundialismo está facilitado por distintas organizaciones internacionales nacidas en 1945: fundamentalmente la UNESCO, laboratorio ideológico del “nuevo orden mundial”. La UNESCO promueve valores “universalistas”, lo que implica homogeneizar las cultural regionales en beneficio de un “mestizaje” cultural, étnico y religioso. Con frecuencia se suele confundir el carácter de la UNESCO: su tarea como defensora del patrimonio cultural e inmaterial de la humanidad es su tarea oficial, pero oficiosamente, la secta que controla el organismo tiende a extender un mensaje ideológico construido a partir del puro sincretismo y de la idea de que la humanidad ha entrado en una nueva fase de “unificación mundial” y que todas las actividades, cultura, raza, lengua, religión, sexo, deben servir a este propósito mediante la palabra más habitual utilizada en sus foros: “multiculturalidad” que ha sustituido a aquella otra que tiene connotaciones más negativas: “mestizaje”.



Así pues, la realidad obliga a constatar que:

1) Las poblaciones están reaccionando contra la globalización y el mundialismo en Europa y en el continente americano. Así pues, se está produciendo un cambio de rumbo político que es visible por la aparición de opciones populistas en Europa y por la victoria electoral de Donald Trump y de Jair Bolsonaro en EEUU y Brasil.

2) El comercio mundial remite, pero no así la economía financiera y, hasta ahora, ningún gobierno está en condiciones de poner el cascabel al gato: ¿cómo desmontar la economía financiera? ¿cómo actuar contra las grandes acumulaciones de capital sin generar una desplome de las inversiones? ¿cómo romper la santa alianza entre el capital financiero y los medios de comunicación que posibilita la realización de campañas en contra de gobiernos y formaciones políticas contrarias a la globalización? En una palabra: ¿cómo desactivar la economía financiera mundial?

3) Los factores geopolíticos cuentan en la ecuación: si bien Rusia comparte la idea de que la globalización es inviable y en esto existe un acuerdo tácito con las posiciones de Trump o de Bolsonaro, incluso con las de parte de los “populismos” europeos, no es menos cierto que, mantiene su alianza con China, principal beneficiario de la globalización y lo hace por razones geopolíticas.

4) La reducción del comercio mundial globalización no puede hacer olvidar el hecho de que treinta años de deslocalizaciones han generado desertización industrial en Europa y en América del Norte (EEUU ha perdido desde 2008, 5 millones de puestos de trabajo en el sector industrial).

5) Europa, cuya clase política que emergió en 1945 está desgastada y avejentada, huérfana de nuevas ideas, cree que el futuro sigue siendo de la globalización y que ésta tiende al mejor de los mundos. De ahí que se vea incapaz de reformar la UE y de convertirla en algo muy diferente a lo que es hoy: la pieza europea de la globalización. Esta inadecuación creciente es lo que explica que, por todas partes, aparezcan “populismos”, más o menos conscientes de la necesidad de rectificar el rumbo. Pero el problema para los “populismos” una vez lleguen al poder es que les va a resultar difícil recuperar la industria perdida en los años dorados de la deslocalización, especialmente en sectores estratégicos.

6) Nunca hay que perder de vista que la China Popular actual representa una contradicción insuperable entre en un sistema de producción capitalista y el régimen de estructura comunista. A medida que la población china vaya ganando nivel de vida y se vaya formando una burguesía lo suficientemente densa como para generar cambios políticos, aumentará la inestabilidad interna: pero el conflicto es insuperable y conduce directamente al conflicto civil. Hará falta ver si el gobierno chino no opta por la táctica habitual en EEUU: “ante conflictos interiores, mejor optar por aventuras bélicas en el exterior”.

En conclusión: la situación, a diferencia de hace cinco años cuando parecía que el “nuevo orden mundial” estaba solidificado, es extraordinariamente fluida. Y mucho más en España.