Hoy se cumplen 84 años del referéndum mediante el cual el
Sarre se reincorporó al Estado Alemán después de doce años de ocupación
francesa. Hubo un referéndum controlado internacionalmente por la Sociedad de
Naciones y convocado por el Canciller Hitler que dio como resultado un 91% de
votos favorables a la reincorporación. Sin lazos amarillos, sin ilegalidades y
son dudas sobre la limpieza de la consulta y sobre la voluntad popular. Todo un
ejemplo para los soberanistas catalanes que mitifican el 1O, realizado sin
garantías de ningún tipo, convocado ilegalmente y en el que, a pesar de los
fraudes, sostienen que ganaron… La historia sigue siendo el mejor proveedor de
casuística para demostrar donde está la realidad y quién se refugia en
fantasías.
El 11 de enero de 1923, las tropas francesas, auxiliadas por
unidades del ejército belga, habían ocupado la región del Rhur en represalia
por un retraso en el pago de indemnizaciones de guerra por parte de Alemania.
Obviamente se trataba de una excusa, el interés francés estaba puesto en
amputar la región del Rhur y, por extensión, toda Renania al país vencido en
1918. Las minas de magnesio, uranio y los yacimientos de petróleo atribuían una
extraordinario importancia geoeconómica a la región y, por lo demás, la cuenta
del Ruhr era el primer pulmón industrial de Alemania. Ya en el tratado de
Versalles se estableció que la zona debía estar completamente desmilitarizada
para garantizar su seguridad a los países del Benelux y a Francia. Se prohibía
al gobierno alemán construir fortificaciones o mantener tropas en la orilla
izquierda del Rihn en una faja de 50 kilómetros a la derecha. Los pactos de
Locarno confirmaron esta cláusula. También se establecía el derecho de los
aliados a invadir la zona si Alemania incumplía alguna cláusula del Tratado: y
esta fue la excusa –un simple retraso en el envío de 3.000 troncos para postes
telegráficos– para invadir la región. Se sabe lo que ocurrió después: huelga
general primero, resistencia pasiva y cadenas de atentados de los
supervivientes de los freikorps que dieron al NSDAP alguno de sus primeros
mártires.
Los franceses siguieron ocupando Renania hasta 1930 y se
retiraron cinco años antes de lo que establecía el Tratado de Versalles como
signo de buena voluntad (en realidad, la crisis de 1929, había golpeado a
Francia y le impedía tener un cuerpo expedicionario acantonado en Renania),
pero subsistía la prohibición de que Alemania no pudiera tener tropas en toda
la región (que suponía una séptima parte del total del territorio alemán. Esta
prohibición era lo que esgrimían los nacionalistas alemanes para considerar que
el agravio seguía en pie y que solamente cuando pudieran moverse con libertad
tropas regulares del ejército alemán en la zona, esta volvería a ser libre e
incorporada de pleno derecho a la Nación. Catorce millones de alemanes estaban
todavía discriminados por las cláusulas del Tratado de Versalles.
En este tratado se establecía, además, que la región el Sarre (poblada por 800.000 alemanes) sería administrado durante quince años (de 1920 a 1935) por la Sociedad de acciones y luego se celebraría un plebiscito para que la población decidiera si deseaba incorporarse a Francia, a Alemania o seguir bajo administración internacional. La zona era una de las más ricas de Alemania y –dato esencial– sus ricas minas de carbón fueron cedidas a Francia que, además había impuesto que, en la Comisión Internacional que administraba el territorio siempre figurara un representante francés. Francia se hacía la ilusión de que los habitantes del Serre, en el futuro no desearían la incorporación de su territorio a una Alemania rota, vencida y dividida y que optarían por mantener el estatuto (que, en la práctica implicaba un control directo por parte de Francia, especialmente de sus riquezas naturales y de su industria) o bien incorporarse al Estado galo.
Cuando se produjo el nombramiento de Hitler como canciller
del Reich, el Sarre, en tanto que región de habla alemana, se convirtió en una
especie de lugar de encuentro de refugiados políticos de las distintas
izquierdas radicales que se sentían seguras allí bajo la protección de la
Sociedad de Naciones (Alemania, a todo esto, había ingresado en esta institución
internacional tras los acuerdos de Locarno). Hitler tenía la intención de
resolver la cuestión del Sarre con arreglo a lo establecido en Versalles así
que el 13 de enero de 1935, cuando se convocó el preceptivo referéndum para que
la población del Sarre eligiera su futuro, puso toda la carne en el asador.
Es importante recalcar que, el referéndum, realizado bajo
control internacional, fue “limpio” en todos los sentidos y su resultado es
incuestionable: todas las partes pudieron expresarse libremente y sin
cortapisas de ningún tipo. 2.000 electores en libertad, eligieron la opción de
incorporarse a Francia, 45.000 se manifestaron a favor de que se mantuviera el
statu–quo (la zona bajo control de la Sociedad de Naciones) y 445.000 lo
hicieron a favor de reintegrarse en la comunidad germánica. Había votado el 98%
de la población y en un 90% apoyaron la incorporación a la Alemania
nacional–socialista. El Sarre volvía a
ser parte de Alemania, pero Renania seguía desmilitarizada. Hitler pudo
declarar a un periodista norteamericano en el Obersalzberg que “uno de los
actos irracionales de Versalles había sido finalmente eliminado” (J. Fest).
Pero Alemania era todavía débil para ir más lejos.
El 17 de enero de 1935, la Sociedad de Naciones aprobó la
reincorporación del territorio del Sarre a Alemania. Josef Bürckel, uno de los
primeros miembros del NSDAP, fue nombrado Comisario del Reich para la
reunificación del Sarre. Bürckel había sido uno de los organizadores del NSDAP
en aquella región ocupada a partir de 1925. La cuestión era que el resultado
del referéndum en el Sarre había sido ampliamente favorable a Alemania, pero
Renania, así pues, existía base legal para la reincorporación de este
territorio al Reich, pero existía el problema de que en virtud del Tratado de
Versalles la zona seguía desmilitarizada. En la práctica el territorio era
alemán, pero Alemania no podía considerarlo como propio ni ejercer una
soberanía efectiva sobre el mismo.
Quizás los resultados del referéndum del Sarre, la legalidad
escrupulosa en función de la que se convocó, la limpieza de la campaña y la
nitidez de los resultados, deberían ser estudiados por la gencat para ulteriores
aventuras y, por lo mismo, para recordar que la frase “la república catalana no
existe, idiota”, es algo más que el exabrupto de un mosso d’esquadra harto de
insultos: es la frase lapidaria que figurará en la tumba del proyecto
soberanista catalán hasta el fin de los tiempos. Así ni se convocan referéndum,
ni se construyen patrias.