Para un padre no hay nada mejor que sentirse querido y
apreciado por sus hijos y, mucho más aún, que ellos compartan -hasta cierto
punto- sus aficiones. Por eso, cuando llega la Navidad y te regalan libros y
gadgets de Tintin, uno no puede por menos que emocionarse. Lejos de ser “tintinólogo”,
me quedo como simple aficionado y lector que nutrió su infancia con la lectura
de sus historietas. Un cuñado de la primera esposa de mi padre, artista a su
vez, cada año me regalaba en la infancia uno de estos cuadernos. Recuerdo que
el primer fue Tintín en la Luna y que desde entonces me fascinó el personaje y
todo lo que le rodeaba. A pesar de que hace cuarenta años que apareció el “último
Tintin”, bastante desnaturalizado en su guión -Tintín y el arte Alfa- no me deja de sorprender el hecho de que,
hoy más que nunca, existan en las grandes ciudades “tiendas Tintín”, sus comics
se sigan comprando y, al mismo tiempo, sean de los PDFs más “bajados” a través
de emule y de otros sistemas P2P e, incluso, que uno de los textos escritos por
mí y más vendidos sea “Tintín
con Camisa negra”. Y es que, Tintín sigue vivo y activo en el planeta Tierra.
La cuestión es ¿por qué? ¿A qué se debe que Tintín resista el paso del tiempo?
No hay nada más
lejano del “super-héroe” norteamericano, a la Marvel, que la “línea clara” de
Tintín y de otras tiras cómicas de su escuela. En ellas no es posible el
error: la nitidez del trazo excluye el que su creador sea un mediocre: la “línea
clara” solamente está al alcance de los grandes diseñadores gráficos que saben
lo que quieren y son consciente de cómo expresarlo sin vacilaciones. En la obra
Tintín:
le rêve de la réaliaté (uno de los regalos que he recibido estas
navidades) el autor -expurgando en los archivos de Hérgé- selecciona las
fotografías que utilizó para componer los escenarios en los que se movían sus
personajes. Es resultado es lo que podríamos llamar “realismo abstracto”:
realismo en tanto que Tintín y sus amigos se mueven en un universo concreto,
existente y que está al alcance de la mano, pero que el diseñador ha
esquematizado en sus rasgos esenciales para convertirlo en “línea clara”. El
intento era inédito en los años treinta.
Tintín ha inspirado a
otras muchas historietas gráficas: el Alix
de Jacques Martin, el galo romanizado, antítesis del chusco Asterix; Blake & Mortimer, de Edgar P. Jacobs, colaborador de Hérgé; los
personajes de Yves Chaland, de Rivière y
Goffin (La Red Madú), el “profesor Palmon” de Dick Briel, “Max Friedman” de Vittorio Giardino e,
incluso los personajes y los relatos de Max empezando por “Peter Punk”. No ha faltado “escuela” que siguiera los pasos de
Hérgé. Claro está que no todos tenían la misma orientación política: “Peter
Punk” era, obviamente anarquista y “Max Friedman” un periodista judío de izquierdas
que termina luchando en España durante la guerra civil.
Sobre las orientaciones políticas de Tintín está casi todo
dicho, pero vale la pena recordar que la orientación surgida del escultismo
católico que encierra el personaje, explica solamente algunos de sus valores;
pero no la totalidad. Tal como explicamos detenidamente en Tintín
con camisa negra, la creación del personaje se corresponde con un
momento particular en la historia de Europa: el ascenso de los fascismos. Hérgé era amigo de León Degrelle con quien
había coincidido en las páginas de Le
Vingtième Siècle y los rasgos del personaje fueron los que correspondían en
aquella época al que luego sería jefe del fascismo belga. Evidentemente, después
de 1945, la supervivencia de Tintin se basaba en ocultar esta procedencia.
Pero quedaban huellas y rastros que el propio Degrelle se encargó de desvelar
en uno de sus libros más prohibidos en lengua francesa.
¿Dónde está el “fascismo” en Tintin? Especialmente en el
culto a la juventud, en la fortaleza de los lazos de solidaridad que le unen a
sus amigos, en el espíritu de aventura, el amor por la vida peligrosa y en
detalles como la afición del personaje por la escalada o por la aviación (que
en los años 30 definían con precisión la “vocación fascista”). Algunas de estas
características se fueron atenuando con el paso del tiempo e incluso la censura
“políticamente correcta” desfiguró las que, sin duda, eran apenas frases
ingenuas y poco significativas del personaje pero que, a partir de los años
60-70 empezaron a ser atacadas como “colonialistas”, contrarias al animalismo
o, simplemente “racistas”. No lo eran: reflejaban,
simplemente, el espíritu de una época. Negarlas sería como si ahora se
negara la existencia de gladiadores en el circo romano, simplemente porque es
de mal tono darse de bofetadas…
Así pues, si bien el anticomunismo que está presente desde
Tintín en el país de los soviets, era propio de la derecha conservadora
católica de la época, otros valores, desde luego, no son reductibles a este
sector. Tintín va mucho más allá del
conservadurismo: hay en él la misma modernidad propia del futurismo y de los
laboratorios de física avanzada de la Alemania de aquellos años, hay una
exaltación a la juventud que es propia de todos los fascismos y hay,
finalmente, un espíritu de aventura que es la propuesta con la que el fascismo
sedujo a la juventud europea. Cuando Hitler dijo a sus juventudes “Veo en vuestros ojos, la mirada de las
águilas” no hizo más que sintetizar ese espíritu que está también presente
en los relatos de Tintín, por mucho que se hayan deformado sus contenidos para
adaptarlos a la “corrección política”.
El fascismo es cosa
del pasado. Derrotado por las armas, no volverá. Eso está más que claro y “ser
fascista” es hoy, solamente, un ejercicio de nostalgia. Pero, en el fondo, el
fascismo no fue más que la cristalización de un modelo humano en una época
concreta. Ha habido muchos “fascismos” antes del fascismo y volverá a haber otras
muchas formas que recojan los mismos valores mucho después. Hoy resulta una
irrisión ver un desfile de uniformados a la moda fascista, pero podemos
entender la inquietud de la izquierda cuando ve emerger y sobrevivir a sectores
sociales en los que reconoce los valores del fascismo que, por cierto, son
también los que estuvieron presentes en la filosofía clásica, en los mejores
momentos de la Edad Media, en muchos de los grandes personajes de nuestra
historia y que siguen enseñándose en academias militares: honor, lealtad,
espíritu de sacrificio, de servicio, anti-individualismo, disciplina, jerarquía,
gusto por el orden, patriotismo, etc, etc. Valores que han desaparecido de la
política… pero siguen existiendo en sectores “sanos” de la sociedad. Valores de
los que los jóvenes siguen impregnándose con la lectura de los cuadernos de
Tintín. No es el fascismo lo que hace
que Tintín siga vivo hoy, sino los valores tradicionales que Tintín encarnó en
un momento histórico muy concreto. Valores de ayer, de hoy, de siempre y que
estarán allí en donde haya algún digno representante de nuestra cultura.