Este artículo hace diez años hubiera tenido otro carácter y
estaría redactado de otra manera: hace diez años, todavía, centro-derecha y centro-izquierda
eran las corrientes dominantes en toda Europa. El stablishment había logrado
reproducir sus equilibrios interiores en el parlamento europeo. Existía, claro
está, un tercer grupo, amalgama de distintas corrientes, algunas de ellas
exóticas, sino anecdóticas, pero la dominante era: centro-derecha (compuesta
por moderados, liberales y democristianos) y centro-izquierda (formado por
socialistas, socialdemócratas y ecologistas). Así pues, la tendencia de estas
formaciones a lanzar, mediante la consabida “patada para arriba” a políticos
amortizados, adversarios en minoría, personajes incómodos en cada una de sus
formaciones, era la empleada por estos partidos: en la medida en que el esquema
del parlamento europeo reproducía en que se daba en los parlamentos nacionales,
nada esencial podía cambiar. En los últimos años se ha asistido a un vuelco
completo de la situación.
A pesar de que las encuestas que se van publicando continuamente
sobre la intención de voto en las próximas elecciones europeas y resulte ocioso
hablar de ello, lo que sí parece bastante claro es que se van a generar una
serie de tendencias incuestionables:
- Fragmentación y división en el centro-derecha que tenderá a decrecer.
- Fragmentación y división en el centro izquierda que tenderá a decrecer.
- Convergencia creciente de los partidos populistas que tenderán a crecer.
El resultado de esta nueva reordenación del mapa político
europeo será:
- La segura configuración de un parlamento europeo a “tres bandas”
- La posible introducción de algún comisario “populista” y “euroescéptico”
- Las posibilidades de bloqueo de iniciativas legislativas por parte de los “euroescépticos”.
En el momento actual, ninguna
encuesta da más de 200 diputados a los distintos grupos populistas y euroescépticos,
pero la situación puede cambiar (y, de hecho, está cambiando en países como
España, en donde se ha producido la tardía, pero enérgica aparición de una
fuerza que puede incluirse en este sector) de aquí a las elecciones del domingo
26 de mayo de 2019. En cualquier caso, si estos sectores alcanzan el 20% de
votos y de establecer políticas únicas (a pesar de estar divididas en dos grupos
parlamentarios, uno más conservador y otro más alternativo) alcanzarán una
visibilidad de la que hoy carecen y, si rompen esa barrera y se aproximan al
temido 25% de los votos, tendrán a su alcance bloquear iniciativas
institucionales, tanto por su representación en Estrasburgo como por su papel
directivo en algunos países europeos.
En la actualidad el Grupo Europa de
la Libertad y de la Democracia Directa (EFDD) estaba compuesto por el UKIP de
Nigel Farage (22 diputados), Alternativa por Alemania (1 diputado), Movimento 5
Stelle (17 diputados), Demócratas Suecos (2 diputados), Renovación de la
Repúblia Polaca (2 diputados), Ciudadanos Libres checos (1 diputado) y un
diputado francés. Obviamente, tras el Brexit y la pérdida de los diputados
ingleses, el grupo no sobrevivirá. El total disponía de 43 diputados. El hecho
de que Farage y dos diputados más del UKIP se unieran el 15 de enero de 2019 al
grupo Europa de las Naciones y de la Libertad, implica en la práctica, que este
grupo ha dejado de existir como tal.
El Grupo Europa de las Naciones y
de la Libertad, cuenta con cuatro diputados austríacos del FPÖ, uno belga del
Vlaams Belang, 15 franceses del Front National, un alemán de la AfD, 6
italianos de la Lega Nord, 4 holandeses del Partido por la Libertad, 2 polacos
de la Nueva Derecha, cuatro del antiguo del UKIP inglés, en total, 34 miembros.
En el capítulo de “no inscritos”
figuran, un representante del NPD alemán, tres diputados de Amanecer Dorado,
marginados por el resto, en la medida en que sus rasgos externos los asimilan
más al neofascismo que al populismo euroescéptico.
Pero todo esto que resulta
extraordinariamente movedizo dice muy poco sobre cómo será el próximo
parlamento europeo, en especial porque se han producido corrimientos de
fuerzas, procesos de convergencia y distanciamientos entre fracciones del
conservadurismo europeo a los que no ha sido ajeno el ascenso del “euroescepticismo”
en los países del Este y el hecho de que dentro del Partido Popular Europeo
haya aumentado esta corriente en algunos de sus secciones. Mayor es la tensión
y el distanciamiento en el interior del Grupo de los Conservadores y
Reformistas Europeos, algunos de cuyas formaciones son consideradas como “populistas”
(el Partido de los Verdaderos Finlandeses, el Partido Popular Danés, o el
Partido Creada por los Derechos).
La intención de Matteo Salvini, quien se ha configurado como el motor
de la operación “un solo grupo euroescéptico a partir de 2019 en Estrasburgo”
es unir a partidos que están gobernando en algunos lugares de Europa (Italia,
Hungría, Austria, Polonia), con otros que tienen un cómoda situación en sus
países y se configuran como “única oposición” (Francia, Alemania, Holanda,
países nórdicos), sumando los diputados que pueden aparecen en la misma
corriente en países como Bélgica, España, Rumanía, Croacia o Bulgaria. Se
llegaría así, con facilidad a los 200 diputados (de los poco más de 700 escaños,
751 en la actualidad y algo menos por la pérdida de los 73 escaños ingleses).
Esto supone casi un tercio de los votos.
La ventaja de ese “frente
euroescéptico” es que los puntos de acuerdo (alto a la inmigración, revisión de
los aspectos más conflictivos de la UE, políticas realistas en economía y
sociedad, rearme arancelario, soberanía y neutralidad europea) son muy
superiores entre ellos que los que se dan en el interior de cualquier otro
grupo en donde, por una parte, subsisten diferencias ideológicas y distintas prioridades
en el centro-izquierda, matices e, incluso, obsesiones, La aparición de una
izquierda “populista” en Alemania no ha hecho más que complicar las cosas para
una izquierda que, ya de por sí, encuentra dificultades en la definición de su
proyecto y en hacerlo digerible para el electorado. La única esperanza actual
del centro-izquierda europeo sería que, masivamente, el electorado étnicamente
no europeo les prestara su apoyo masivo… algo difícil en unas elecciones
europeas. En la actualidad, el equilibrio de fuerzas de la legislatura que
termina está a favor de la derecha (con 360 diputados frente a los 292 del centro-izquierda).
No parece que la derecha vaya a mejorar sus posiciones, salvo en su franja
euroescéptica, fronteriza con el Partido Popular Europeo (la fuerza que Salvini
se ha propuesto destruir con su sistema de alianzas o, en cualquier caso,
obligarle a sumarse al carro euroescéptico o, en última instancia, atemperar
sus furores europeístas). Tampoco la izquierda alberga grandes esperanzas en
estas elecciones. Solamente se registra euforia y optimismo en el seno del “populismo
euroescéptico”.
- ¿La convicción? Que el parlamento europeo de 2019 ya no tendrá la misma geometría que el de 2014-2019.
- ¿La duda? Si el avance del populismo euroescéptico será suficiente como para bloquear las decisiones del parlamento europeo y obligar a una rectificación de las posiciones históricas de la UE desde Maastrich.
- ¿La esperanza? Que en la próxima legislatura se ponga coto a la inmigración masiva en Europa, se releguen a segundo plano las reivindicaciones neurótico-obsesivas de los “grupos sociales” que han protagonizado la decadencia y la desintegración social de Europa y que, al menos, un grupo parlamentario numeroso defienda en Estrasburgo los intereses del ciudadano de a pie.
- ¿La conclusión? La necesidad de participar en estas elecciones que pueden marcar un punto de inflexión histórico en la UE, estancada desde el rechazo a la Constitución Europea y la necesidad de votar a lo largo y ancho del continente a opciones “euroescépticas y populistas”, de Narvik a Lisboa y de Atenas a Dublín.
- ¿La consigna que propone este apolítico, conservador revolucionario y anarca? SI ALGO PUEDE CAMBIAR, ES AHORA.