lunes, 7 de enero de 2019

365 QUEJÍOS (237) – LA BARCELONA DE LA COLAU, CIUDAD SIN LEY


Cuatro años de gobierno de la Colau y décadas de gobierno socialista, independentista y convergente, pueden ser considerados responsables principales de que Barcelona sea hoy la ciudad líder en delincuencia. No lo digo yo, que lo decía La Vanguardia el pasado mes de septiembre. Los titulares no utilizaban el habitual eclecticismo de este medio periodístico para el que todo lo que ocurre en Cataluña es aceptable: “Barcelona lidera el ranking de ciudades con más delitos”, “La escalada delictiva de la capital catalana no tiene parangón con las otras grandes ciudades españolas”, “Barcelona registra una media de más de veinte delitos por hora”, “Los hurtos disparan las estadísticas de infracciones penales en la capital catalana” y, para rematar “Más violaciones que en el 2017”… Está claro que al Grupo Godó, la actual alcaldesa no es santo de su devoción. Pero ¿de dónde ha sacado La Vanguardia estas cifras? Y esto es lo más sorprendente: “Que Barcelona es hoy una ciudad más insegura que hace un tiempo no es sólo una percepción subjetiva. Lo avalan las estadísticas, aquellas que Generalitat y Ayuntamiento van aportando con cuentagotas y con evidente retraso”. Así pues, si se trata de cifras de estas dos instituciones, cabe pensar que no solamente van retrasadas y con cuentagotas, sino que además están redimensionadas a la baja: porque, luego están los delitos que no se denuncian y los que no se contabilizan como tales (aun siéndolo).

Reconozco que estuve tentado de llevar a mis nietos a ver la cabalgata de Reyes de la pasada noche del 5, pero desistí precisamente por la inseguridad que se respira en Barcelona. Y es una pena porque esto supone romper una tradición: mis padres me habían llevado y yo había llevado a mis hijos; esta era la primera ocasión en la que también podía llevar a mis nietos. Pero ¿quién se arriesga con niños a ir a una aglomeración de masas terreno adecuado para las legiones de delincuentes que se han instalado en la ciudad de la Colau?


El mismo 5 de enero El País ofrecía el siguiente titular: “La sensación de inseguridad reaparece en Barcelona” con el siguiente subtítulo: “Los narcopisos y el aumento de pequeños hurtos alientan la preocupación por la delincuencia”. El diario aportaba algunas cifras que La Vanguardia no se había atrevido a publicar tres meses antes: solamente los hurtos han crecido ¡un 19’8%! Y el mayor aumento se ha producido en distritos en otro tiempo tranquilos como el Eixample y la turística Ciutat Vella. El coordinador de criminología de la Universidad Autónoma reconocía que “la sensación de inseguridad se ha apoderado de la ciudad”. Las cifras son del ministerio del interior (lo que explica que El País las haya reconocido como buenas) que, realmente, cuenta en Cataluña con poquísimos recursos; así pues, una vez más, es previsible que la delincuencia haya aumentado mucho más de lo que dicen las estadísticas.

Dice El País: “Pero para los Mossos uno de los problemas más delicados son los jóvenes inmigrantes en situación administrativa irregular y sin familia, los conocidos como MENA, que malviven en el centro. Uno de cada cuatro detenidos en Barcelona responde a ese perfil, la mayoría por robos y hurtos, pero alguno de ellos se ha visto implicado también en violaciones, que han crecido en la ciudad un 16,3% (de 92 a 107 agresiones sexuales con penetración). A todo ello se suman los ladrones de joyas por la calle, los punteros que buscan turistas para llevarlos a clubes cannábicos, la prostitución nocturna en La Rambla que en ocasiones aprovecha para robar al turista bebido, y cierta sensación de “dejadez”, en palabras de Cid, y desorden en el centro”…

Todo esto es pura mentira. ¿Lo oyen? Mentira. El aumento de la delincuencia en Barcelona no es de ahora, empezó a notarse en los años 80, cuando los socialistas despenalizaron el consumo de droga: zonas como el Raval se convirtieron en pudrideros de yonkis (uno de los hermanos de los Maragall, de Pascual y de Ernesto, apareció muerto en uno de los lugares más sórdidos de la ciudad), luego, cuando el fenómeno remitió (no por acción policial, sino, simplemente porque toda una generación de yonkis murió de SIDA y de sobredosis) empezó a llegar inmigración masiva. El problema de los hoy llamados MENA apareció por primera vez en 2002, cuando ¡400 menores!, sí 400 menores marroquíes operaban todos los días en la zona de Pelayo, Ramblas, Plaza Real, viviendo en la calle… ¡tutelados por la gencat y el Estado! Ya por entonces, los asistentes sociales del Raval se sorprendieron en su buenismo cuando descubrieron que los “romaíes”, gitanos rumanos, no consideraban una falta moral el robar a los que no eran de su comunidad, sino que lo tenían como algo natural. Y fue por esas mismas fechas cuando al ayuntamiento se le ocurrió la genial idea de “negociar” con los Latin Kings, subvencionarlos y convertirlos en asociación legal…

Cuando llegó la Colau -hay que decirlo- la situación de la inseguridad ciudadana en Barcelona, ya estaba muy extendida y ella, en su indescriptible inutilidad y mediocridad, no tuvo ni conocimiento ni iniciativa, ni ideas para gestionar la crisis: los narcopisos florecieron por toda la Barcelona antigua, que, por lo demás, vio como aparecían “clubs de cannabis” (400 según unos, 600 según otros) en la misma zona, llegaron okupas de toda Europa atraídos por la debilidad del gobierno municipal y una gencat que solo tenía interés por “la independencia”.

Lo que ha ocurrido en Barcelona: no es una catástrofe. Es un verdadero suicidio. Porque, los anteriores gobiernos municipales, desde los Mundiales del 82 entendieron que el futuro de la ciudad estaba en el turismo. Las olimpiadas del 92 les convencieron. Pero el turismo, a medio plazo está reñido con la inseguridad. De momento, la naturaleza del problema no se nota, pero lo cierto es que a Barcelona hace tiempo que el turismo “de calidad” (el que se gasta dinero) va descendiendo y hoy es muy minoritario en relación al turismo de aluvión, chancletas, litrona, petardo en boca y entre borracho y empanao permanente. Durante los años de la Colau lo único que se ha hecho ha sido transformar viviendas ciudadanas en pisos para turistas, asistir a una subida espectacular de alquileres (un cuchitril de mierda vale hoy 1.000 euros/mes) y hacer cada día más imposible la vida a los ciudadanos que quedan en la ciudad.

¿Y ahora qué? Ahora nada. Ahora esperar que las próximas elecciones pongan los puntos sobre las íes. Lo que está claro es que la política de debilidad y de paños calientes, la política de “¿quieren drogarse? ¡vamos a facilitárselo!”, la política de “¿no tienen vivienda? Hay que abrir las puertas a la ocupación”, la actitud de “¿son inmigrantes? Bienvenidos”, “¿son manores magrebíes? Les damos, como al rey de la casa, todo”… El “¿tenemos que hacer algo? Lo siento: somos independentistas, los problemas se soluciones después de la independencia”… todo esto, absolutamente todo esto, tiene que ser, no solamente castigado en las urnas, sino arrojado a las letrinas. Una ciudad se ha hundido delante de unos partidos que por debilidad, por complacencia o por estupidez, no han sido capaces de controlar, ni siquiera de identificar, los problemas que amenazaban a Barcelona.

Es hora de que lleguen nuevas fuerzas políticas al ayuntamiento capaces de barrer toda esta mezcla de incapacidad y tontería. Y a la Colau, la primera. Por supuesto. Pero, no olvidemos que los socialistas ni los indepes (moderados o no), tampoco son completamente inocentes.