sábado, 5 de enero de 2019

365 QUEJÍOS (235) – EL “BRENNERO IDEOLÓGICO” DEL FASCISMO Y LA FALANGE


El paso del Brennero (o Brenner) es la frontera entre el mundo germánico y el latino. En los años 30 este lugar tuvo una connotación “ideológica” y definió la diferencia entre el fascismo italiano y el fascismo alemán. Es cierto que en 1923, cuando Hitler protagonizó el llamado “golpe de la cervecería” o “Golpe de Munich”, tenia en mente la Marcha sobre Roma de Mussolini, pero no es menos cierto que entre 1930 (cuando el fascismo italiano estaba consolidado en el poder y el NSDAP hitleriano ya era un partido de masas) y 1937 (cuando los gobierno alemán e italiano acercaron definitivamente sus posiciones a raíz de la Guerra Civil Española), existió en todo el mundo lo que se llamó “el Brennero ideológico” que separaba a los movimientos fascistas de cada país -porque en cada país de occidente floreció en aquellos años un movimiento de este tipo- entre los que eran de “simpatías” italianas y aquellos otros que tenían a Berlín y a Hitler como inspiración. En España, esta frontera existió igualmente, si bien, aquí, como en casi todo, nuestro país supuso un punto y aparte en esta polémica.

Lo que en la primera mitad de los años 30 y, más especialmente a partir de 1933, estaba en juego era el liderazgo del fascismo mundial. En tanto que su cuna originaria era Italia, los partidos fascistas que florecieron en toda Europa y en el continente americano, inicialmente, tenían todos como faro y guía a Roma: el líder del fascismo rumano dijo en su primera intervención como diputado: “Somos de los que creemos que el Sol nace por Roma y no por Moscú”. Pierre Drieu La Rochelle, en Francia, había escrito lo mismo y vale la pena recordar que el primer partido fascista con cierta importancia que nació fuera de Italia apareció en Francia: Le Faisceau de Georges Valois, dos años después de la Marcha sobre Roma. El problema fue que hasta 1933 y al no tener competencia, el apoyo que Italia había prestado a los partidos fascistas extranjeros, había sido mínimo. Cualquier partido fascista que aparecía se reclamaba de pro-italiano, sin necesidad de un estímulo económico. Es más, cuando Italia fue visitada por una comisión monárquica española, en 1934, para tratar sobre las posibilidades de que el régimen fascista apoyara un pronunciamiento político-militar en España, el apoyo inicial italiano se debió, no tanto a la afinidad ideológica con los “fascistizados” alfonsinos y tradicionalistas, sino más bien, a los designios geopolíticos (debilitar a Francia y ampliar la hegemonía italiana en el Mediterráneo Occidental).

En esto, el nacional-socialismo fue mucho más intuitivo: entre sus miembros se encontraban algunos antiguos comunistas y, especialmente en las filas de las SS, se había estudiado en profundidad el papel del Kominternlo que para todos era un intento de extender el comunismo a todo el mundo (lo cual fue cierto hasta la llegada del Stalin), a partir de ese momento, había ido derivando cada vez más en su transformación como pieza de la política exterior soviética. En efecto, cada partido comunista nacional, ya no trabajaba para el proletariado de ese país, sino para la “capital del proletariado mundial”: Moscú. El NSDAP imitó al Komintern en esta cuestión: la Ausland Organization (NSDAP-AO) entendió pronto que, se trataba de obtener alianzas políticas en cada país para conseguir disponer de propagandistas que avalasen la causa del Reich en esa nación. Y en ese sentido, especialmente, a partir de 1935, cuando las circunstancias económicas empezaron a ser muy favorables para la economía alemana, la ayuda del Reich a las formaciones fascistas se convirtió en mucho más efectiva que la italiana y cuantitativamente mucho más generosa.

Cuando Mussolini se dio cuenta en julio de 1933 de que algo estaba variando y que muchos fascistas empezaban a mirar con más interés a la revolución alemana que al régimen fascista,  impulsó la creación de los Comités de Acción por la Universalidad de Roma que debían ser una red de enlace del fascismo mundial en su versión italianizante. Fue a estos CAUR a los que se adhirió Falange Española en el primer congreso de Montreux (1934) en nota entregada por el entonces responsable de prensa del partido, Ernesto Giménez Caballero. Sin embargo, en esa ocasión, José Antonio desmintió su participación en el congreso y el que Falange tuviera nada que ver con una “internacional”. 

Las cosas variaron al año siguiente, cuando los alfonsinos interrumpieron su ayuda a Falange Española y José Antonio se vio obligado a solicitar ayuda italiana: ésta llegó puntualmente y equivalía a 60.000 euros mensuales actuales que luego se redujeron. El propio José Antonio iba a recoger estas cantidades a la Embajada Italiana en París. Cuando fue detenido la ayuda se fue acumulando y en noviembre de 1936, las cantidades acumuladas fueron devueltas de nuevo al Ministerio de Exteriores italiano. A cambio de esta ayuda, José Antonio movilizó a los “camisas azules” para realizar campañas callejeras contra las sanciones propuestas por el Reino Unido a Italia a raíz de la invasión de Etiopía, él mismo pronunció en sede parlamentaria un discurso sobre “política exterior” en la misma dirección y redactó un informe sobre la situación política española y sus previsiones de victoria de la izquierda en las elecciones de febrero de 1936; finalmente, asistió en persona al Segundo Congreso de Montreux e intervino en el plenario.

Hay que añadir que todas estas informaciones están bien documentadas y son irrebatibles. En los archivos italianos de la policía y del Ministerio de Exteriores se ha conservado la documentación de la época que acredita todos estos extremos y que permite decir que, desde su fundación hasta el verano de 1936, Falange miró con esperanza a Roma y se situó a su lado en el contexto del fascismo internacional. Ahora bien, existen algunas pistas para establecer el que, durante su estancia en prisión, y a lo largo del verano de 1936, José Antonio fue rectificando su posición.

En efecto, volvemos al “Brennero ideológico”. Hasta 1935-36 la influencia del NSDAP y sus temáticas (especialmente la importancia atribuida a la cuestión racial) había sido compartida únicamente y de manera creciente por los fascismos nórdicos. En países como Hungría y, por supuesto, Austria, se había ido imponiendo una forma de fascismo calcada del alemán. Se dieron, entonces, distintas circunstancias. En el Reino Unido, Mosley, inicialmente posicionado al lado de la Italia fascista, con el paso del tiempo, fue escorándose del lado del Reich. A partir de ese momento, existieron países, como Bolivia, en los que una formación (el Movimiento Nacionalista Revolucionario de Víctor Paz) estuvo financiado por la Embajada Alemana y otro (como la Falange Socialista Boliviana de Oscar Únzaga de la Vega) que recibía apoyo italiano. En otros países, como Rumania, la Guardia de Hierro se declaró siempre favorable a Roma, pero nunca aceptó ayuda italiana y el CAUR de Bucarest de formó con personalidades “fascistizados” entre los que no se encontraba ningún miembro de la Guardia de Hierro. Incluso cuando en el Segundo Congreso de Montreux, en el que tomó la palabra Ion Motza (que luego moriría en combate en la Guerra Civil Española) presentando una moción antisemita, ésta fue modificada para evitar que existiera similitud con el fascismo alemán.


Como puede verse, en tanto que el fascismo era un fenómeno “nacional”, existieron muchas forma de entenderlo y muchas situaciones diferenciadas: pro-alemanes, pro-italianos, pro-italianos que se deslizaron hacia el lado germánico, convivencia entre dos partidos de distintas orientaciones en el mismo país (tal fue, además, el caso de Francia, con un PPF de Doriot, progresivamente ganado por el bando germánico y una Action Française decantada hacia Italia). ¿Cuál fue, pues, el caso español?

Es indudable que hasta la primavera de 1936, Falange Española estuvo decantada del lado “romano”. Las pruebas son abrumadoras. Sin embargo, entre el encarcelamiento de José Antonio y los meses posteriores al Decreto de Unificación (abril 1937) en función del cual se formó el “partido único”, empezó a producirse en Falange Española una situación muy parecida a la que había vivido la British Union Fascists de Sir Oswald Mosley: inicialmente pro-italiana, se decantó, poco a poco, hacia el Reich. Existen datos puntuales que muestran una similar actitud por parte de Falange Española y de José Antonio. Los resumimos:

- la redacción del último ensayo de José Antonio en el mes de agosto de 1936 en prisión, titulado “Germanos y Bereberes” en el que intenta una reconstrucción de la historia de España en clave étnica, un esquema que respondía a la doctrina del NSDAP. Hitler se negó, incluso, a aceptar los 12.000.000 de pesetas de la época de que disponían los “rebeldes” para pagar la ayuda y recomendó que se entregaran como paga a los combatientes del frente.  En cualquier caso, el texto es muy importante porque indica la evolución doctrinal del “último José Antonio”, decantado visiblemente hacia el Reich. No es que se hubiera convertido en “racista”, sino que había realizado -y ahí está el texto para evidenciarlo- una interpretación racial de la historia de España. Es igualmente significativo que el texto se escribiera inmediatamente después de la celebración de las Olimpiadas de Berlín que supusieron un evento internacional de máxima importancia en el curso del cual se exteriorizaron los logros de la “revolución alemana” que fascinaron a todo el mundo.

- el apoyo decidido que Hitler prestó, a partir del 23 de julio de 1936 a la causa de los sublevados en España y que se tradujo en la llegada de pertrechos militares, fondos y voluntarios, no solamente de la Legión Cóndor, sino expertos en el manejo de blindados y que fue anterior a la decisión italiana de comprometerse en el conflicto al lado de Franco. Todo esto constituyó la llamada “Operación Sigfrido” a cuyo frente estuvo Göring.

- los contactos que tuvieron lugar en Burgos entre Manuel Hedilla y la embajada alemana. Ésta veía a Hedilla como el único hombre de la Falange con extracción popular y capaz de transformar el partido en un movimiento de masas. El NSDAP recelaba de los militares y de los reaccionarios de derechas que circundaban a Franco y optó por apoyar a Hedilla y a su sector. Hitler y el NSDAP despreciaban a los militares y derechistas que, desde 1923, habían constituido el principal obstáculo para la progresión de la “revolución alemana” y vieron en Franco y en los derechistas monárquicos a sus equivalentes en España.

- el compromiso alemán en los intentos de rescate de José Antonio de la prisión de Alicante que contó, incluso, con la complicidad del cónsul alemán en esa provincia y que previó la participación de un “acorazado de bolsillo” en la operación (que no llegó a realizarse).

Todo esto permite intuir que, Falange Española, fue deslizándose del lado italiano del “Brennero ideológico”, al lado alemán por la simple dinámica de los hechos. Es cierto que en el pensamiento joseantoniano entraron otros muchos factores (el pensamiento de Charles Maurras, la influencia de Ortega y Gasset, la influencia de los no-conformistas franceses de los años 30 -por donde entró el personalismo en su ecuación personal-, el pensamiento conservador español del siglo XIX, la doctrina del fascismo italiano, etc.). Pero, a todas estas influencias, cabe añadir, esta otra, tardía pero muy real, llegada de Alemania.

Lo cierto es que, a partir del verano de 1936, mientras Falange miraba cada vez con más esperanza e identidad al fascismo alemán, los medios monárquicos y alfonsinos, seguían con la mirada puesta en Roma, esperando construir un régimen en el que conviviera la monarquía con el partido único. Así pues, también hubo un “Brennero ideológico” en España...