Desde principios de enero, la actualidad política está
marcada por cuatro episodios sobre los que se centra la actualidad. Vamos a
examinarlos de más importante a menos importante. Enumerémoslos antes: 1º) Las
cifras económicas se han torcido, 2º) Imposible apaciguar a la bestia
independentista, 3º) Recomposición de la derecha y 4º) Mala reacción de la
izquierda ante la derrota en Andalucía.
1) Las cifras
económicas se han torcido
Era de esperar: los informes interiores que elaboran las
instituciones financieras venían previéndolo desde el mes de mayo por mucho que
no lo reconocieran públicamente y que Pedro Sánchez -economista “cum fraude”,
pero economista al fin y al cabo- lo ocultara. Pero, a partir del inicio de la
tercera semana de enero ya se conocen los índices económicos que han entrado en
números rojos: el paro repunta. En 2018
se han visto afectados por los ERE casi medio millón de trabajadores (26.000
más que el año anterior). Segunda cifra significativa: aumenta el volumen total
de subsidios de desempleo: un 18,9% y el de las prestaciones, un 4%, lo que ha
obligado al gobierno a modificar las dotaciones presupuestarias en esta
materia: 11,603 millones más para dar cobertura a 751.691 beneficiarios. A
lo que hay que sumar un incremento del 3,7% en el gasto del “subsidio” de
desempleo cuando se agotan las prestaciones. El número de despidos ha crecido
en un año un 4,5%: se retorna a la situación de 2010. Hay que distinguir entre “aumento del empleo” y “despidos”: la cifra a
la que vale la pena atender es esta última. Frecuentemente, el “aumento del
empleo” se sitúa “al alza” simplemente por el número de contratos temporales,
pero el despido (procedente o improcedente: el año pasado las empresas
realizaron más de 400.000 despidos que fueron declarados “improcedentes” por
los juzgados de lo social) es la primera medida que una empresa adopta,
mediante el ERE, para tratar de reducir gastos y sanear su economía: y resulta
inequívoco que el año pasado han aumentado los despidos, especialmente en las
grandes empresas. En total: 440.785
despidos, la mayoría con contratos estables, mientras que otros 25.910 se han
visto sometidos a suspensiones temporales de empleo. La cosa pinta mal para el
empleo: las grandes empresas, Vodafone, CaixaBank, Ford, Celinex, WiZink, etc
están estudiando realizar ajustes de plantilla que en algunos casos llegan a
1.200 trabajadores despedidos.
2) Imposible
apaciguar a la bestia independentista
Sánchez ha demostrado ignorarlo todo sobre el problema
catalán, su evolución y, por supuesto, su resolución. No es raro, si tenemos en
cuenta que su partido en Cataluña, el PSC, ha perdido el norte desde hace más
de 15 años en Cataluña y puede considerarse -con el primer tripartito de
Maragall- como el desencadenante de la actual situación. El 21-D, en una
absurda, inoportuna y grotesca sesión del consejo de ministros en la Lonja de
Barcelona, Sánchez trató de apaciguar a la “bestia”… cambiando el nombre del
aeropuerto de Barcelona (desde entonces “Aeroport Josep Tarradellas”) y
declarando nulo el proceso a Companys. Obviamente, unas medidas tan infantiles
no iban a servir de nada. Por entonces, dijo apostar por la vía de la
negociación y el diálogo. Pero, diálogo
¿sobre qué? ¿para qué? ¿con qué objetivo? Si el objetivo era desmovilizar al
independentismo, la realidad es que éste se desmoviliza solo. De hecho, su
última esperanza es lograr una grandiosa movilización popular durante el
proceso a los dirigentes indepes que serán juzgados este mes de enero, para “arrancarlos
a las garras de la represión”. Proyecto grotesto que encubre la realidad del
independentismo: la CUP desfondada y
desmoralizada desde el 21-D y el fracaso de su movilización, ERC desorientada y
con diversas actitudes, el PDCart vaporizado, Puigdemont con La Crida en su
Waterloo particular. Con mantenerse firmes ante el independentismo, las
próximas elecciones harían el resto. Sin embargo, el “dialogante” Sánchez ha
optado por la peor fórmula: tratar de desmovilizar al independentismo aumentando
las inversiones presupuestarias en Cataluña un 51%, pensando que esto bastará
para amansarlos. El problema real es que
Sánchez depende de los independentistas catalanes y vascos para seguir unos meses
más en el gobierno. Eso es todo: en lo que se refiere a los indepes, estos
se tomarán la concesión como una “gran victoria sobre el Estado”, en absoluto
como un puente de oro para abandonar las posiciones soberanistas imposibles de
mantener en la Europa del siglo XXI.
3) Recomposición de la derecha
Las elecciones andaluzas y los cambios previos en el PP han
evidenciado la situación de parálisis que vive este partido. Los años de
inercia de Rajoy que siguieron al período aznariano en el que la corrupción se
apoderó de las estructuras regionales del PP, parecen haber lastrado
definitivamente a este partido. La
máxima canovista de “sin enemigos a mi derecha”, ha saltado en pedazos con la
aparición del “populismo” de Vox y las reacciones del PP, a diferencia de las
de otros partidos de la derecha liberal europea, ha sido timorata: Casado ha
establecido una política de mano tendida hacia Vox en previsión de la futura
eclosión de este partido a nivel nacional que quedará confirmada en su avance
en las elecciones europeas y en las municipales. Lo cierto es que, de
momento, Casado ha renovado tres de cada cuatro candidatos a alcaldes en las
capitales de provincia y el 85% de los aspirantes a gobernar en comunidades
autónomas a partir del 26 de mayo. La “era Rajoy” ha quedado atrás. En su
mayoría se trata de dirigentes jóvenes y conservadores que no se resistirán a
las nuevas alianzas que deberán tejer los populares con Vox tras las elecciones
locales y autonómicas. Esto ha generado malestar en el interior del PP en
algunas autonomías (Madrid, Cantabria y Asturias). El problema es que Casado en
Madrid ha tenido que recurrir a desconocidos situados a la derecha del partido,
eludiendo a los dirigentes más conocidos de orientación centrista. Está clara
la intención: evitar el “sorpaso” del PP
por Vox y facilitar acuerdos post-electorales con esta formación. De la noche a
la mañana, lo que ha ocurrido es que no tenemos “una derecha”, sino dos. Y a
muchos sectores del PP les cuesta reconocer esta nueva realidad. Lo que se
está produciendo en este momento son abandonos de los que han quedado
definitivamente desplazados, tránsitos a Vox que está creciendo un poco por
todas las regiones, fundamentalmente a costa del PP, y la asunción de un nuevo
realismo: si para el PSOE, la pérdida de Andalucía y Cataluña marcaba la
imposibilidad de obtener futuras mayorías absolutas, para el PP la irrupción de
Vox por un lado y de Ciudadanos por otro, le sitúa en la misma posición: a partir de ahora, la clase política deberá
habituarse a los gobiernos de coalición… en un país poco dialogante. Lo
cierto es que el giro conservador en la política española parece imponerse, seguramente
como rechazo al 2018 plagado de aberraciones progresistas en todos los
terrenos.
4) Reacción de la
izquierda ante la derrota andaluza
La izquierda española o lo que queda de ella carece por
completo de aquel tono docto e intelectual que tuvo en los últimos años del
franquismo. Los intelectuales se movían bien en las categorías marxistas, pero
al renunciar los socialistas al marxismo, comprobarse el fracaso de la
socialdemocracia durante la crisis económica de 2008, y zambullirse en las
aguas turbulentas de la “ideología de género”, la “corrección política” y la “ingeniería
social”, lo que ha quedado de “ideológico” es una especie de “catecismo progre”
que no admite diálogo alguno, consciente de su debilidad. En lo que se refiere
al área comunista, al hundimiento del marxismo siguió el de la URSS, la
aparición del ecologismo, la búsqueda de sustitutos que les llevó -y en eso
siguen- por el “socialismo utópico” decimonónico, en Podemos, con aroma a
pachuli, porro y al son del rap, cambiando la “ideología de clase” por el “apoyo
a los grupos sociales”: feministas, GLTB, okupas, inmigrantes… El caos. A lo
largo de 2018, los excesos en todos estos ámbitos, las declaraciones histéricas
de todos estos sectores, la misma “huelga general de mujeres”, han marcado el “máximo”
de esta tendencia: a partir de algunas escenas y excesos, el fenómeno tiende
hoy al reflujo y a suscitar críticas cada vez más fuertes. Para colmo, las
cifras demuestran que el feminismo no es hoy una reivindicación, sino un
negocio que permite desviar fondos públicos desmesurados a iniciativas banales o,
simplemente, estúpidas (los casi 30.000 euros destinados a financiar un “mapa
del clítoris” no son una excepción). Andalucía era la tierra de promisión de
todas estas corruptelas: el truco consiste en que se da una subvención y la
asociación que la recibe entrega bajo mano una cantidad al partido que se la ha
concedido. Eso es todo. La pérdida de
Andalucía significa que este fraude ha terminado. Y eso es lo que no ha podido
soportar la izquierda que ha optado por el “que viene el lobo”. Y el lobo tiene
forma de Vox. La izquierda española ha recurrido a lo único que sabe hacer:
excitar el tic antifascista y no aceptar los resultados de las urnas, apelando
a movilizaciones callejeras. De momento, la iniciativa le está saliendo mal:
las movilizaciones apenas logran atraer a escoria social en cabeza, engañados
en el centro y dirigentes de asociaciones que verán cortada la riada de fondos.
Unos pocos cientos, nada grave. Pero los tertulianos de la Sexta, de Quatro, de
TVE1, por supuesto de TV3, siguen generando alarma social induciendo a pensar
que Vox es la antidemocracia que va a cercenar las libertades públicas. Esta
estrategia ya ha fracasado en Italia, en Polonia, en Austria, en Hungría, donde
llevan gobernando partidos “populistas” de corte similar a Vox y no se han
producido ninguna de las catástrofes anunciadas por la izquierda. Pero, hay que
reconocer que, en la actualidad, el tic antifascista es lo único que tienen a
mano para mover la calle.
5) Conclusión
Todo gira en torno a las posibilidades de Sánchez para
mantenerse en el poder: podría encajar
una derrota en las europeas, pero no dos derrotas consecutivas en las
municipales-autonómicas y en las europeas. El margen que tiene es muy
pequeño y sus concesiones a independentistas catalanes y vascos no le servirá eternamente
para paliar su debilidad parlamentaria. El tiempo juega en su contra. Cuando
más tarde, la situación económica se irá torciendo más y más, sin descartar un
nuevo estallido de la burbuja inmobiliaria, diferente del anterior, pero no por
ello menos impactante para una economía cada vez más dependiente del
monocultivo turístico.
Las encuestas que se
van realizando estas semanas distan mucho de ser confluyentes, porque la
política española tiene hoy un carácter mucho más fluido que hace unos años en
los que la única opción era PP o PSOE. Ahora el elector tiene cinco opciones a
elegir, cada vez se siente menos atado a alguna en la medida en que lo que
venden los estrategas electorales ya no son siglas de partido, sino rostros y
estos varían constantemente así como el tono de sus declaraciones. En
síntesis: la derecha crece, pero este crecimiento se produce por su vertiente “populista”,
mientras decrece su vertiente “liberal”; el centrismo crece y crecerá en
tiempos de crisis, pero tiene poco que ofrecer en situaciones de normalidad; el
magma de la izquierda, progresivamente fragmentado se debate en una falta
absoluta de proyecto y sobredosis de tópicos progres, cada vez más extremos; y
los nacionalismos esperan que otra crisis económica ponga al Estado en situación
de debilidad y facilite su centrifugación. Y son conscientes de que la izquierda
contribuye más que la derecha a allanarles el camino. Esta es, por cierto, otra
de las razones de la contracción electoral de la izquierda: su ambigüedad ante
el independentismo.
Hay dos dudas en el
panorama. Los que temían un “contagio populista” en la política española, son
perfectamente conscientes de que el contagio ya se ha producido. Su duda -y
la de todos- es hasta qué punto Vox soportará las campañas en contra que se han
desatado desde la noche en la que se conocieron los resultados andaluces y cuál
será su techo electoral. La otra duda es
el tiempo en el que Sánchez logrará mantenerse en La Moncloa: solamente lo
conseguiría logrando un éxito nítido en las cifras electorales de la primavera.
Si no es así, las elecciones generales estarían cantadas en septiembre.