viernes, 4 de enero de 2019

365 QUEJÍOS (234) – EL AÑO HA EMPEZADO CON VIOLENCIA DOMÉSTICA, VEAMOS…


El año 2018 fue el de la obsesión feminista y el apogeo de las ideologías de género. Casi nos atreveríamos a decir que la locura visible de sus promotores, su inclusión en la “corrección política” y los gestos y acciones de sus actores más extremos, ha sido uno de los desencadenantes de la reacción “populista” en toda Europa. Llama la atención que Susana Díaz haya dicho sobre el nuevo gobierno andaluz que no toleraría “regresiones” y cuando le han preguntado en qué materia, inmediatamente ha respondido que en “igualdad de género”. En su opinión, Vox amenaza la “igualdad de género”. Le va a resultar difícil a Susana Díaz (si es que alguien, salvo en los juzgados, se acuerda de ella, dentro de unos meses, explicar a la opinión pública, que el gobierno de centro-derecha con apoyo exterior de Vox no ha generado pérdida de derechos, ni de igualdad a las mujeres… Otros comentaristas y tertulianos “progres” han optado por circular por el mismo sendero, demostrando, una vez más, que la inteligencia ha desertado de los pastos de la izquierda.

Porque, en Andalucía lo único que va a ocurrir es que el negocio de las asociaciones que fomentan la “ideología de género” se ha terminado. Y es normal: recibían subsidios que avergüenzan el sentido común y todo para realizar una tarea que corresponde al Estado o, de manera subsidiaria, a la Comunidad Autónoma. Desde hace veinte años se viene hablando de violencia doméstica, sí, pero nunca en estos años, la cifra de muertes de mujeres a manos de sus cónyuges ha bajado de 47. Desde 2003, venimos diciendo que la mayor parte de estos crímenes corresponden: a bien a grupos sociales muy concretos por distintos motivos (toxicómanos, alcohólicos, psicópatas y ancianos que deciden quitar la vida a sus cónyuges, no como acto de violencia, sino por amor al verlas destruidas por el Alzheimer o la demencia senil, tras lo cual, frecuentemente, ellos mismos, se suicidan) y que siempre existirán, a título residual, en una sociedad por sana que sea y a la inmigración procedente de lugares en los que la mujer es desconsiderada y tratada como un objeto: zonas del mundo andino y, muy especialmente, grupos procedentes del mundo islámico. Es triste, pero es así y lo saben perfectamente, todos los que se dedican a la seguridad.

Tristemente, en lo que llevamos de 2019 ya se ha producido un caso de violencia doméstica con resultado de muerte. Veámoslo porque dan la razón a los que venimos diciendo que el no ser precisos a la hora de diagnosticar los problemas es lo que genera que estos se mantengan como tales.

Hacia 2004, incluso Amnistía Internacional debió reconocer la realidad del problema: pero dado que el zapaterismo, más que nadie, tiró el carro de las ideologías de género, articuló una ley “contra la violencia doméstica” elaborada sin tener en cuenta la etiología del problema: un simple añadido estableciendo que cualquier denuncia por violencia de género que afectara a un inmigrante, legal o ilegal, implicaba expulsión definitiva y de por vida del país, hubiera constituido un medio de disuasión para este tipo de agresiones (que es endémico entre la población magrebí, como saben cualquiera que trabaje en urgencias hospitalarias). Pero, claro, esto era “discriminativo”… Así pues, el “hombre blanco europeo” debía de cargar con las culpas de las violencias sexuales cometidas por otros grupos étnicos.

Ahora ha empezado el año. Ahora podemos realizar un recuento sobre quienes protagonizan la violencia doméstica. El día 2 de enero fue asesinada una mujer en Laredo. Tenía 26 años y fue muerta a puñaladas por su ex pareja. La mujer era originaria de la República Dominicana, era inmigrante ilegal. ¿Su asesino? Un tal “Tomás”, de 29 años, su compañero sentimental. En el momento del asesinato estaban en trance de separación. Era ecuatoriano. Extrañamente, La Vanguardia, que hasta ahora ocultaba la nacionalidad de los acusados de este tipo de delitos, en esta ocasión ha cambiado de política: la ha resaltado, indicando además en los “destacados” que “El agresor es una excelentísima persona”, “de buenísimo trato” y “supereducado”, según amigos de ambos”. Menos mal…, cabría decir, si se tratara de ironizar, sobre algo demasiado serio como para bromear.

En la misma Nochevieja, en Burriana, ocurrió otro desagradable agresión: una chica denunció que dos rumanos la violaron. La chica tiene 17 años y los rumanos se enfrentan a una acusación de detención ilegal y violación. El episodio va en la misma dirección que la anterior violación en el intercambiador de Aluche de una estudiante norteamericana por parte de un “español de origen argelino”. En esta ocasión, además de la violación, la chica fue apaleada. 


Y ahora vamos a vulnerar de nuevo la corrección política: una de las tareas de los medios de comunicación debería ser realizar recomendaciones a las mujeres para evitar este tipo de violaciones. Una cosa es alertar contra la violencia doméstica y pedir medidas cada vez más duras (lo que se viene realizando desde hace 20 años) y otra muy diferente lanzar algunas recomendaciones a las mujeres para evitar estos episodios. En efecto, mientras no se diga claramente a las chicas que resulta “peligroso”, ir en determinados momentos del año, sola por las calles, a altas horas de la noche, especialmente en algunos barrios y, mucho más en situación de tener las facultades disminuidas por el alcohol, el porro o la falta de sueño, seguirán produciéndose este tipo de violadores.

Y, por lo mismo, sería igualmente saludable acompañar a esta recomendación de otra advertencia: en los países occidentales, el número de psicópatas que hay por las callas es del 2%. Es decir, que, de cada 100 personas que nos cruzamos a lo largo del día, dos son psicópatas peligrosos que solamente precisan encontrar las condiciones adecuadas para desencadenar una situación de violencia contra la mujer (o contra cualquier persona). Y los psicópatas son irreprimibles, contra ellos no valen leyes ni manifestaciones feministas, ni acción policial. A estos hay que unir un porcentaje igualmente significativo de individuos excitados por el alcohol o por la cocaína, que solamente necesitan encontrar a la víctima propicia para desencadenar su brutalidad.

No se trata de responsabilizar a la mujer de lo que le ocurre. En absoluto: se trata de PREVENIR LO QUE LE PUEDE OCURRIR. Y, hasta ahora, no hemos visto, ni en los medios oficiales, ni entre los tertulianos, ni opinadores, nada en esa dirección.

La sociedad no puede evitar que un cierto número de personas nazcan con los genes averiados y que la personalidad del psicópata se forma desde la infancia. Pero lo que sí puede evitar es que los grupos más sensibles faciliten la acción depredadora de los psicópatas. De la misma manera que quien es capaz de agredir a una mujer, no tiene lugar en nuestra sociedad: para eso están las cárceles y los psiquiátricos, pero con los llegados de fuera, después del tránsito por la cárcel, la expulsión a perpetuidad del marco de la Unión Europea sería la medida más adecuada y que solamente discutiría algún descerebrado. Porque, en Francia, en Alemania, en el Reino Unido, la violación de mujeres se está convirtiendo en un “deporte” para determinados grupos étnicos que ven como la sociedad está paralizada por la “corrección política” que impide difundir los nombres y las fotos de los violadores… cuando son de grupos étnicos no europeos.

Y, por lo demás, la sociedad española, lo que precisa es que se examine el destino y la utilización de los fondos del 1.500.000 de euros repartido por el Estado a las distintas asociaciones feministas. Ese dinero, mucho nos tememos, que ha servido solamente para mantener chiringuitos poco efectivos y que utilizan esos fondos, especialmente, para propagar la estúpida “ideología de género”. Lo que equivale a decir que OCULTAN a los verdaderos culpables de la violencia doméstica.

Va siendo hora de poner los puntos sobre las íes en cuestión de “violencia de género” y ser mucho más precisos de lo que ha sido el zapaterismo y sus herederos en la etiología del problema.