El independentismo lleva desde septiembre recibiendo
collejas que, hasta ahora, no han sido particularmente duras, sino que casi han
revestido el carácter de reprimendas propias de un padre amantísimo, harto de
advertir a su hijo bienamado que “eso no se hace”. Así puede entenderse que la aplicación
del Artículo 155 no haya sido particularmente sangrante, ni bochornosa para la
autonomía catalana, comparado como podía haber sido. A fin de cuentas, en 1934,
la cosa terminó mucho peor, con el nombramiento de un Gobernador General de
Cataluña y la suspensión del Estatuto, juicios rápidos y condenas de prisión
elevadas (si bien, Companys, el protagonista de aquella “flamarada”, era
perfectamente consciente de que la próxima subida al poder de las izquierdas
supondría una amnistía general).
En ambos casos, en 1934 y en 2017, unos y otros se habían
preocupado por advertir al Gobierno de la Generalitat lo que podía ocurrir si
vulneraba la legalidad vigente. El problema fue que los independentistas no
dieron por enterados y no creyeron que el Estado estaría en condiciones ni que
se atrevería a aplicar las medidas constitucionales previstas ante la
eventualidad de una rebeldía.
1934: GENERAL BATET, “MIRA
QUE OS LO DIJE”
El caso de 1934 es sorprendente. Los mismos
historiadores nacionalistas comentan que Companys en persona había
advertido de sus proyectos al gobernador militar de la IV división Orgánica
(Cataluña), el General Domingo Batet, nacido en Tarragona y de notorias convicciones
republicanas.
En aquella ocasión, la sublevación se justificó porque en
las elecciones de noviembre de 1933, el centro-derecha se había impuesto. El
partido mayoritario, con 117 diputados, fue la Confederación Española de Derechas
Autónomas. Sin embargo, gobernaron los radicales, con el apoyo exterior de la
CEDA. Era la primera fase de Gil Robles para aproximarse al poder: condicionar
al gobierno; la segunda fase sería introducir ministros cedistas en el
gobierno, y la tercera, convocar nuevas elecciones y obtener él mismo la
presidencia.
Todo esto produjo una extraordinaria desazón en la izquierda española que consideraba SUYA a la República. Y tal fue el origen de la guerra civil: la fractura vertical de la sociedad española en dos bloques, republicano y de izquierda a un lado y monárquico y de derechas, a otro, con un centrismo radical condicionado por unos o por otros. Los republicanos nunca consideraron que la República era DE TODOS los españoles y, por tanto, cualquier medida legislativa que no fuera en dirección a lo que las izquierdas consideraban como propio, era considerado como una “desnaturalización de la República” y, por tanto, se reservaban el derecho de no aceptarlo. Companys compartía esta doctrina.
Todo esto produjo una extraordinaria desazón en la izquierda española que consideraba SUYA a la República. Y tal fue el origen de la guerra civil: la fractura vertical de la sociedad española en dos bloques, republicano y de izquierda a un lado y monárquico y de derechas, a otro, con un centrismo radical condicionado por unos o por otros. Los republicanos nunca consideraron que la República era DE TODOS los españoles y, por tanto, cualquier medida legislativa que no fuera en dirección a lo que las izquierdas consideraban como propio, era considerado como una “desnaturalización de la República” y, por tanto, se reservaban el derecho de no aceptarlo. Companys compartía esta doctrina.
Las izquierdas estaban convencidas:
1) De que la subida al poder de las derechas entrañaría la
abolición del Estatuto de Autonomía,
2) Que supondría una abrogación de la legislación
anticlerical aprobada en los dos primeros años de la República y
3) Que la CEDA era el “fascismo y el nazismo” traídos a
España…
Así pues, el PSOE y los independentistas catalanes:
1) querían preservar la autonomía catalana como paso, bien a
un Estado Catalán dentro de una República Federal Española o bien hacia una República
Catalana independiente.
2) querían mantener la legislación anticlerical de fuerte
matiz masónico y
3) querían batir a los que consideraban como “fascistas
catalanes” (La Lliga), su principal escollo para orientar el conjunto del catalanismo
hacia el independentismo.
Por eso PSOE e independentistas hicieron causa común en las
jornadas del 6 de octubre y por eso mismo, el movimiento, tal como lo concibió Companys
fue ambiguo: una mezcla de nacionalismo independentismo y de acto de defensa de
la concepción republicana de izquierdas y del federalismo que siempre había
mantenido Companys como objetivo.
Dentro de esta óptica parecía evidente que un general como Domingo
Batet, notoriamente republicano, se decantara a favor de los que se declaraban
republicanos… Antes de la sublevación del 6 de octubre, no una sino varias
veces, Companys se había entrevistado con Batet anunciándole sus proyectos.
Siempre, sin excepción, absolutamente siempre, el militar republicano había
sido claro y sin sombra de dudas al explicar cuál sería su actitud ante esa
eventualidad: CUMPLIRÍA LA LEGISLACIÓN VIGENTE (la misma actitud le costaría la
vida cuando se opuso a la sublevación del 18 de julio de 1936 en la Capitanía
General de Burgos).
Pues bien, aún así, Companys siguió adelante con sus
proyectos, sin querer enterarse de que sublevarse contra el gobierno republicano
legítimamente constituido, se encontraría pocas horas después con una batería
situada frente al Palau de la Generalitat. Es más, cuando ya había proclamado
el “Estado Catalán”, Companys telefoneó a Batet pidiéndole ¡que se pusiera a
sus órdenes! Y apeló a sus sentimientos republicanos. El general le pidió una
hora para meditar… Unas horas antes ya había recibido instrucciones del
gobierno del Estado, así que esa hora la utilizó para sacar las unidades
militares a la calle… Luego, Batet pidió a los militares que estaban a
las órdenes de la Generalitat (concretamente a Pérez Farrás, miembro de la
masonería), que se pusieran a sus órdenes. Éste respondió que seguía a las
órdenes de Companys y que estaba organizando la defensa del Palau de la
Generalitat.
Sería el propio general tarraconense quien pidió unas horas
después que lanzara una proclama de rendición. Companys la redactó y un oficial
la leyó por la radio. Por cierto, concluía con un “Viva España” y una “Viva la
República Española”, escritos por Companys de su puño y letra… (lo que recuerda demasiado las declaraciones de los protagonistas del 1-O ante el juez diciendo que todo lo hecho era "simbóilico" y que reconocían la legalidad, el 155 y el dogma de la Trinidad, si les pedido testificar sobre ello...
Si no fuera porque el resultado de tanta estupidez fueron no
menos de 30 muertos, cabría decir que la astrackanada fue digna del mejor sainete de
los hermanos Álvarez-Quintero.
2010-2017: MARIANO
RAJOY, “MIRA QUE OS LO DIJE”
Exactamente lo mismo, pero todavía más grotesco, se repetiría
entre 2010 y 2017.
Quienes acusan de debilidad a Rajoy, no deben olvidar que en innumerables ocasiones repitió, tanto a Artur Mas como a su desgraciado sucesor, Puigdemont, que la convocatoria de un referéndum declarado ilegal por el Tribunal Constitucional tendría graves consecuencias jurídicas.
El recordatorio se hizo por activa y por pasiva. Claro está que los independentistas nunca se lo terminaron de creer: su análisis sostenía que el Estado Español era débil (en 2010 lo era, pero la economía había sido intervenida por la UE, con lo que cabría decir que, aunque el Estado fuera débil, la UE actuaba como aval y apoyo internacional compensatorio) y que no tendría fuerzas para reaccionar contra “Cataluña”. Luego resultó que, como Companys en 1934, lo que ellos concebían como “Cataluña”, solamente era una parte, en absoluto la totalidad de la región.
Quienes acusan de debilidad a Rajoy, no deben olvidar que en innumerables ocasiones repitió, tanto a Artur Mas como a su desgraciado sucesor, Puigdemont, que la convocatoria de un referéndum declarado ilegal por el Tribunal Constitucional tendría graves consecuencias jurídicas.
El recordatorio se hizo por activa y por pasiva. Claro está que los independentistas nunca se lo terminaron de creer: su análisis sostenía que el Estado Español era débil (en 2010 lo era, pero la economía había sido intervenida por la UE, con lo que cabría decir que, aunque el Estado fuera débil, la UE actuaba como aval y apoyo internacional compensatorio) y que no tendría fuerzas para reaccionar contra “Cataluña”. Luego resultó que, como Companys en 1934, lo que ellos concebían como “Cataluña”, solamente era una parte, en absoluto la totalidad de la región.
Al producirse las primeras detenciones en septiembre
de 2017, los independentistas se vieron sorprendidos. Cuando la Guardia Civil
entraba en las consejerías afectadas por la puerta principal, las secretarias
trataban de triturar los papeles comprometedores y sacaban otros por las
puertas traseras… Puro vodevil.
El mismo Artur Mas, alias “el astuto”, uno de los capitales araña del proceso, nunca creyó que iba a salir perjudicado judicialmente: cuando debió afrontar fianza y multa multimillonaria y comprobó que el “seguro de responsabilidad civil” contratado por la Generalitat no cubría “actos contra la ilegalidad” y fracasó estrepitosamente su campaña de recogida de fondos para cubrir las fianzas, entendió que aquello había terminado. Dimitió de cualquier cargo político y anunció su retirada de la política, entre el llanto y el crujir de dientes.
El mismo Artur Mas, alias “el astuto”, uno de los capitales araña del proceso, nunca creyó que iba a salir perjudicado judicialmente: cuando debió afrontar fianza y multa multimillonaria y comprobó que el “seguro de responsabilidad civil” contratado por la Generalitat no cubría “actos contra la ilegalidad” y fracasó estrepitosamente su campaña de recogida de fondos para cubrir las fianzas, entendió que aquello había terminado. Dimitió de cualquier cargo político y anunció su retirada de la política, entre el llanto y el crujir de dientes.
Los dirigentes de la Generalitat nunca podrán decir que el
gobierno del Estado –y cualquier persona con dos dedos de frente y unos mínimos
conocimientos jurídicos- no les hubiera advertido de los resultados jurídico-penales de su
irresponsabilidad, ni en 1934, ni en 2010-2017. Alegar ignorancia en el siglo XXI, cuando en las fonotecas y
videotecas se guardan cientos de bytes sobre todas estas declaraciones resulta
ingenuo y propio del niño que ha sabido que ha cometido una travesura y baja la
cabeza cuando su tutor le amonesta…
¿Qué pretendieron los independentistas en 1934 y en 2017?
¡JUSTO LO MISMO QUE MACIÀ EN 1926! En efecto, en aquel año, el “Avi” intentó un
movimiento insurreccional absurdo en Prats de Molló. Ciertamente, en aquel
momento, España vivía un gobierno de facto, dirigido por el General Primo de
Rivera y había sólidas razones para pensar que las democracias europeas le
apoyarían (ninguno lo hizo, por cierto, sí en cambio las logias masónicas
francesas que lo absolvieron a él y a sus colegas, la mayoría italianos, pues
en efecto, el ministro del interior francés y el presidente de la república
eran masones, e incluso lo era Ricciotti Garibaldi que se sentó con él en el
banquillo).
En aquella ocasión, Macià, antes de comenzar la enloquecida
aventura dijo a sus colaboradores: “Si ganamos, ganamos, y si perdemos nos
espera la gloria y el martirio”… Esa segunda posibilidad hubiera sido el
eslogan más adecuado para la publicidad de cualquier gabinete sadomasoquista, pero indicaba una
línea de tendencia. Macià fue, simplemente, santificado por el independentismo,
que a su derecha sentó a Pau Clarís y a su izquierda a Companys. Resulta más
improbable que Mas o Puigdemont alcancen ese trono de “gloria y martirio”.