Lo más sorprendente del proceso soberanista es que la
sociedad de 2017 está extremadamente alejada de la de 1926-1934, como la noche
del día, y, sin embargo, el proceso soberanista se ha dado en las mismas
circunstancias y reproduciendo los mismos esquemas. Y esto a despecho de que lo
que no “funcionó” durante la Dictadura y durante la República, difícilmente
podría funcionar en democracia. Y esto vale, no solamente para las fuerzas que
se han mostrado favorables al independentismo, sino también para aquellas que
se han ido por la tangente, complicando extraordinariamente, lo que, en
principio, era bastante simple: a favor o en contra de la independencia. Tal es
el caso del socialismo.
AYER Y HOY, LA
IZQUIERDA CATALANA FRAGMENTADA
Socialismos, ha habido y hay muchos. En realidad, más bien, deberíamos
hablar de “izquierda” (dando por sentado que el partido conocido como “Esquerra
Republicana de Cataluña”, es un simple partido de centro-izquierda en el cual
los elementos nacionalistas son mucho más acusados que los “sociales” y, por
tanto, se ubican en un espacio diferente al del socialismo catalán). La izquierda catalana está dividida en dos grandes sectores: la izquierda unionista y la izquierda independentista. En ambos sectores se encuentran "socialistas", "comunistas" y orientados vagamente "a la izquierda". Además, entre los últimos, la izquierda independentista, hay una fuerte componente de extrema-izquierda. Así pues ¿dónde están "los socialistas"? En todas partes. Así pues habrá que aludir a las organizaciones concretas del panorama catalán de ayer y de hoy:
- la Federación Catalana del PSOE ayer; hoy el Partido
Socialista de Cataluña,
- la Unión Socialista de Cataluña y el Bloque Obrero y
Campesino en los años 20 y 30, e Iniciativa per Catalunya – Verds, primero; hoy los Comunes, Podemos, y
- El Partido Comunista de Cataluña, Estado Catalán
Proletario, Partido Catalán Proletario, ayer; hoy, la CUP.
Existen eso sí, dos grandes diferencias entre la situación
en el primer tercio del siglo XX y en la actualidad:
- En aquel momento existía una gran fuerza
anarcosindicalista, la CNT-FAI, que no se alineaba con ninguno de estos sectores (a pesar de
que, especialmente, el BOC, y el propio Macià, trataran de arrastrar a la CHT-FAI hacia su
terreno) y en la actualidad tiene una presencia residual.
- La otra diferencia sería que en aquellos momentos existía
un catalanismo moderado formado en torno a la Lliga y en el período situado
entre 2010 y 2017, este sector se ha evaporado completamente (por mucho que
seguramente emergerá de nuevo cuando Puigdemont sea descabalgado del PDCat o éste
se reconstituya bajo otras siglas y logre atraer a sectores desengañados con el
aventurerismo de ERC).
LA GÉNESIS DEL
PARTIDO SOCIALISTA DE CATALUÑA: LA MADRE DEL PROBLEMA
La posición del PSOE ha sido siempre oscilante y dubitativa,
aunque los motivos que tenía en los años 20 y 30 eran muy diferentes a los que
tuvo a partir de los años 70. En el primer tercio del siglo XX, la Federación
Catalana del PSOE estaba más ligada a este partido de lo que lo ha estado a
partir de la segunda mitad de los 70.
No olvidemos que el llamado “Partido Socialista de Cataluña” nació de la fusión de la Federación Catalana del PSOE, con Convergencia Socialista de Cataluña (formada por “niños bien” de la alta burguesía que antes habían militado en el Frente "Obrero" Catalán) y por el Reagrupament Socialista de Catalunya constituido en el exilio entre ex cenetistas, ex poumistas, ex PSUC y ex ERC.
Sobre la “cuestión catalana”, todos estos grupos tenían una posición diferenciada que oscilaba desde anteponer la “cuestión social” a la “cuestión nacional” (en el caso de la Federación Catalana del PSOE), a unificar “nacionalismo” y “socialismo” (caso del Reagrupament), hasta mantener una posición oportunista, tratando de ser “más catalanistas” que los catalanistas moderados…
No olvidemos que el llamado “Partido Socialista de Cataluña” nació de la fusión de la Federación Catalana del PSOE, con Convergencia Socialista de Cataluña (formada por “niños bien” de la alta burguesía que antes habían militado en el Frente "Obrero" Catalán) y por el Reagrupament Socialista de Catalunya constituido en el exilio entre ex cenetistas, ex poumistas, ex PSUC y ex ERC.
Sobre la “cuestión catalana”, todos estos grupos tenían una posición diferenciada que oscilaba desde anteponer la “cuestión social” a la “cuestión nacional” (en el caso de la Federación Catalana del PSOE), a unificar “nacionalismo” y “socialismo” (caso del Reagrupament), hasta mantener una posición oportunista, tratando de ser “más catalanistas” que los catalanistas moderados…
Al crearse el PSC, la corriente que se impuso, la de los “niños
bien” (los Raventós, los Obiols, los Maragall, los Narcís Serra…). La Federación Catalana del
PSOE, prácticamente desapareció embebida en ese ambiente y otro tanto le
ocurrió a los ex Reagrupament. Eso fue lo que en determinados sectores de
izquierdas no catalanistas hizo que se considerase que la alta burguesía controlaba a
las clases medias mediante CDC y había colocado al frente de los socialistas a
sus hijos para que controlaran al proletariado… No era exactamente así, pero algo de eso había.
Ya hemos dicho que la responsabilidad del actual “proceso
soberanista” se debe, por completo a Pasqual Maragall y a su propuesta de un “nou
estatut”, en donde seguía presente la vieja intención del PSC de “superar en
nacionalismo a los nacionalistas”. Desde entonces, el PSC se ha visto envuelto
en un mar de ambigüedades que estuvieron a punto de hacerlo desaparecer tras la
tocata y fuga de Montilla.
En realidad, el PSC no es “separatista”, ni lo ha sido nunca, pero siempre ha oscilado entre una tendencia a pactar con los separatistas de ERC (tendencia que, como veremos, es clásica en el socialismo catalán y se remonta a la Unió Socialista de Catalunya de los años 30) y distanciarse de ellos, enarbolando –ayer y hoy- la bandera del “federalismo” que básicamente se resumiría así: “para evitar que Cataluña sea independiente… hay que independizarla para luego integrarla en una unión federal de los pueblos ibéricos”. Es decir, en lugar de afrontar el problema del independentismo, se afrontan dos: por un lado la independencia de Cataluña y por otra la construcción de una “federación ibérica”.
En realidad, el PSC no es “separatista”, ni lo ha sido nunca, pero siempre ha oscilado entre una tendencia a pactar con los separatistas de ERC (tendencia que, como veremos, es clásica en el socialismo catalán y se remonta a la Unió Socialista de Catalunya de los años 30) y distanciarse de ellos, enarbolando –ayer y hoy- la bandera del “federalismo” que básicamente se resumiría así: “para evitar que Cataluña sea independiente… hay que independizarla para luego integrarla en una unión federal de los pueblos ibéricos”. Es decir, en lugar de afrontar el problema del independentismo, se afrontan dos: por un lado la independencia de Cataluña y por otra la construcción de una “federación ibérica”.
En realidad, la historia nunca ha visto que una nación se
rompiera en varios trozos para luego formar con ellos una “federación”. Las
federaciones siempre se han constituido históricamente partiendo de entidades
concretas y unitarias que se integraban en otras similares. De ahí que la
propuesta de Maragall pueda ser considerada como un doble salto mortal sin red
y así haya sido entendida por buena parte del electorado que, mientras el PSC
siguió con esta obsesión, le fue dando cada vez más la espalda.
Debió de llegar Iceta para dar marcha atrás y, sin renunciar explícitamente al “federalismo” en las últimas elecciones autonómicas, retirarlo al baúl de los recuerdos del que tardará en salir.
Debió de llegar Iceta para dar marcha atrás y, sin renunciar explícitamente al “federalismo” en las últimas elecciones autonómicas, retirarlo al baúl de los recuerdos del que tardará en salir.
ANDREU NIN Y EL
CATALANISMO IZQUIERDAS
Históricamente, nada ha cambiado en casi cien años. En los
años 1903-1915, ya hubo intentos de poner en marcha un catalanismo de
izquierdas, en oposición al catalanismo de derechas
encarnado por la Lliga. Estos intentos se realizaron, inicialmente, dentro de la Unió Catalanista.
Algunos de sus miembros (Antoni Rovira i Virgili, Pla i Armengol, Serra y
Moret, Martí i Juliá) intentarán que la Unió adopte un programa socialista.
Fracasarán. Volverán a la carga cuando empiece a hablar de la creación de la Mancomunitat.
Josep Comaposada, miembro del Centro Socialista de Barcelona apoyará el
proyecto, así como su secretario, Andreu Nin, un hombre que recorrió todas las
estaciones del via crucis de la
izquierda desde el nacionalismo republicano hasta el filotrotskysmo. Esta
actitud constituyó la primera ocasión en la que un grupo de izquierdas se
posicionada en el área nacionalista. Era 1913.
Al año siguiente, Nin que, entonces militaba en la
Federación Catalana del PSOE, consiguió durante su IV Congreso que se aprobase
un “programa de mínimos” sobre “las nacionalidades” y pidió “la organización
confederal” del partido, en base a partidos regionales. Señaló en ese mismo
congreso celebrado en Reus que los socialistas europeos eran favorables a la “sensibilización
nacionalista” y señaló al “socialismo
bundista judío austríaco”, a los mencheviques caucásicos, combatidos por Lenin.
Poco a poco, aquellos miembros de la Unió Catalanista que
habían fracasado en hacer de esta liga un partido socialista y nacionalista,
fueron ingresando en el PSOE (Serra i Moret, Pla i Armengol). Para ellos se
trataba de evitar que la Lliga pasara a la historia como "representante de
Cataluña".
En el VI Congreso de la Federación Socialista (Tarragona, 1914) se pidió la creación de una “Confederación de Repúblicas Socialistas Ibéricas”. El tema fue incorporado en 1918 en el Congreso del PSOE. Y fue en ese instante en el que se inició el ciclo de buenas relaciones entre el catalanismo nacionalista y el socialismo internacionalista. ¿La excusa? “Había que llegar al internacionalismo desde casa…”. El PSOE pasó a apoyar las reivindicaciones de Bohemia, Alsacia-Lorena, Irlanda e Israel.
En el VI Congreso de la Federación Socialista (Tarragona, 1914) se pidió la creación de una “Confederación de Repúblicas Socialistas Ibéricas”. El tema fue incorporado en 1918 en el Congreso del PSOE. Y fue en ese instante en el que se inició el ciclo de buenas relaciones entre el catalanismo nacionalista y el socialismo internacionalista. ¿La excusa? “Había que llegar al internacionalismo desde casa…”. El PSOE pasó a apoyar las reivindicaciones de Bohemia, Alsacia-Lorena, Irlanda e Israel.
LA UNIÓN SOCIALISTA
DE CATALUÑA, O LOS FABIANOS CATALANISTAS
Pero, como era de esperar, la victoria de Nin en el interior
del socialismo español fue momentánea. Indalecio Prieto y Antonio Fabra se opusieron
a los catalanistas, lo que forzó a algunos miembros de la Federación Catalana a
distanciarse del PSOE y fundar la Unión Socialista de Cataluña (USC) el 8 de
julio de 1923. Eran los fabianos catalanes, mayoritariamente laboristas y/o
socialdemócratas. Entre ellos se encontraba un antiguo colaborador de Prat de
la Riba (Lliga), Rafael Campalans, director de la Escuela del Trabajo. La
aportación de Campalans consistió en distinguir el “nacionalismo xenófobo e
imperialista”, del “nacionalismo que reivindica los derechos de las
nacionalidades”.
Inicialmente, la USC no será una realidad separada de la
Federación Catalana del PSOE, sino una especie de extensión. De hecho, la
fundación misma del grupo se realizó dentro de la sede de este partido
integrando a “socialismo y catalanismo” y defendiendo un “catalanismo
universalista” (una obsesión que ha acompañado desde entonces al socialismo
catalán y ha jalonado sus fracasos como la de todos aquellos que han querido
encontrar la cuadratura del círculo). Para todos ellos el “nacionalismo” era un
concepto “político” y no nacional y eso, decían, les separaba de los fascismos.
Campalans, además, sostenía la curiosa tesis de la “evolución ascendente” del
catalanismo que habría pasado por una primera etapa romántica (Renaixança y
Noucentisme), una segunda fase de toma de conciencia nacional (fase de
afirmación) y ahora le faltaba alcanzar el último grado (de emulación para
constituir una nacionalidad autónoma). Cuando Einstein visitó Barcelona en 1923
le recomendó a Campalans que no aludiera mucho al “nacionalismo” para evitar la
proximidad con los nacientes fascismos (que ese año habían llegado al poder en
Roma y en noviembre habían intentado un golpe en Munich).
En los primeros años, la USC siguió siendo una extensión del
PSOE, pero en 1918 ingresó en el partido Joan Comorera que procedía del Partido
Reformista (como Companys) y que luego había militado en el Partido Catalán Republicano
de Layret. De todas formas, Comorera se fue pronto a la Argentina y no volvió
hasta 1931. Entonces su papel político creció como la espuma especialmente bajo
la sombra de Companys (fue Conseller de Agricultura con él). Comorera nunca fue
separatista, pero “entendía” al separatismo como “reacción al centralismo”. Tal
es otro de los tópicos que el socialismo catalán siempre ha mantenido, incluso
hasta hace poco.
A lo largo de los años 20, la USC fue tomando distancias
del PSOE (Gabriel Alomar fue su Presidente y Serra i Moret su vice). Sin
embargo, otros catalanistas prefirieron permanecer en el interior del PSOE para
tratar de influir en este partido. Finalmente, la USC terminaría haciendo causa
común con ERC (con la que se presentó en coalición en varias elecciones ya en
el período republicano), mientras que el PSOE seguía manteniéndose ambiguo y “comprensivo”
en relación a la “cuestión catalana”.
El Partido Socialista, nunca superará sus contradicciones
internas, ni en los años 30, ni durante la transición (en el proceso de
formación del PSC con los fragmentos que hemos enumerado), ni en los años del
felipismo o de la catástrofe zapateriana. Su posición “centrista” entre “unionistas”
e “independentistas” será lo que le haga oscilar de unos a otros, demostrando
en todo esto falta de personalidad política. Su fórmula para justificar esa
posición intermedia, el “federalismo”, no ha dejado de ser un artificio
intelectual para justificar el verse arrastrado por unos o por otros.
De la misma forma que en el primer gobierno de Macià estaban
presentes Serra i Moret y Rafael Campalans de la USC y Vidal i Rosell por la
UGT, Maragall no tendría inconveniente en pactar con ERC en el Tinell en 2003
y, a partir de ahí, inaugurar el período actual que ha conducido a la “crisis
independentista”. El sucesor de Macià, Companys haría otro tanto, incluyendo a
Comorera (USC) en su gobierno como Conseller de Agricultura, mientras que la
Consejería de Gobernación se la entregaría a los extremistas separatistas de Estat Català
(Dencàs y los hermanos Badía), tratando de pactar con el PSOE de nuevo una “República
Federal”…
CONCLUSIÓN: 100 AÑOS
DE “FEDERALISMO”. 100 AÑOS DE ECLECTICISMO
Son ya casi 100 años en los que el PSOE está “atascado” literalmente
en un proyecto “federal” que, por supuesto no tiene ningún viso de realizarse,
ni está presidido por una lógica política, ni mucho menos por ejemplos
históricos (la separación entre Chequia y Eslovenia, posterior a la caída del
Muro de Berlín, no ha hecho que ambos países se reaproximaran o hablaran de “federarse”…
como tampoco ha ocurrido entre las distintas partes en las que fue descoyuntada
Yugoslavia).
En política se trata de elegir entre “amigo” y “enemigo” como
decía Carl Schmidt. El problema del PSOE y del PSC ha sido ignorar este axioma
y pensar que se puede estar en misa y repicando. Ciertamente, su papel
histórico objetivo durante la transición y en los treinta años siguientes fue catalanizar
al proletariado en Cataluña, masivamente llegado de fuera de Cataluña en los años 50-70. El PSC
desempeñó brillantemente esta tarea… en la medida de lo posible y a costa de
haber perdido casi todas las elecciones autonómicas en las que se presentó (al
PSUC, esta posición “comorerista” le costó incluso su existencia misma) e imponerse sólo en las generales. Es
evidente que el eslogan federalista hay que dejarlo en el desván: complica mucho más que resuelve.
Algo parecido le ocurre a la izquierda del PSC. Sólo que
aquí la excusa no es el “federalismo” sino el “derecho de autodeterminación”.
Pero esta, claro, es otra historia, igualmente paralela por lo demás, que
demuestra que no hay nada nuevo bajo el sol que luce en Cataluña.