Cataluña se está devaluando.
Desde el 15 de septiembre, la media de descenso del precio de la vivienda ha
sido de un 5–7% (el mes que viene conoceremos el hundimiento del precio de las
oficinas). Hoy ya está claro que la realidad económica se está imponiendo,
incluso en las consellerías de la gencat controladas por ERC (las económicas) y
que las cosas ya no se ven tan claras como hace un mes, cuando todo era vino y
rosas en los mítines para preparar el 1–O. De todas formas, cuando hablamos de
“cuatro cuartos”, no nos referimos a cómo va a quedar la economía catalana de
aquí a un par de meses (desde 2012 el “bono catalán” está considerado como “bono-basura”
por las, no precisamente comprensivas entidades de calificación), sino a la estructura sociológico–política de
Cataluña, que explica, por sí misma, porqué el proceso indepe es pura
ficción.
¿Por qué hablan en nombre del “pueblo catalán” cuando son ¼ de ese
“pueblo”?
Empieza a aumentar el hartazgo en
Cataluña, especialmente, en la ciudad de Barcelona. Hartazgo y nerviosismo ante
un “procés” que se ha convertido en una “historia interminable” como lamentable.
Interminable e interminablemente aburrida. Los promotores del “procés” hablan
de “Cataluña” como si la representaran ellos y nadie más que ellos. Hoy, en el
curso de una entrevista radiofónica, Junqueras a la pregunta de si el
Puigdemont ha declarado la independencia, ha respondido que la independencia la
ha declarado… “el pueblo de Cataluña”
y después de insistir en tres ocasiones el locutor al quedar la pregunta en el
aire, ha añadido que el “parlament es… el
pueblo de Cataluña”. Así que usted tiene mayoría de 1 diputado y ya está
autorizado a hablar en nombre de toda Cataluña… Le valdría más al ventripotente
Junqueras empezar a pensar en concursar en masterchef
que seguir mostrando ese nivel político tan pedestre que caracteriza al
independentismo.
Pero la realidad social es otra
completamente diferente. Ya no basta con decir que en Cataluña (como, por lo
demás, en el resto de España) se ha impuesto la sociedad de los “tres tercios” (en la que un tercio que vive bien y
cotiza a Hacienda para mantener a los otros dos, un segundo tercio que vive
instalado en la precariedad y a salto de mata y un tercer tercio próximo al
umbral de la pobreza y mantenido por el Estado). Esta realidad, que existe si tenemos en cuenta el PIB, hace de
Cataluña una entidad exactamente igual a cualquier otro territorio del Estado
Español y de buena parte de Europa. Pero es rigurosamente cierto que existe
un “factor diferencial catalán” y que no es el que los indepes creen.
Como se sabe, el nacionalismo
insiste mucho en el tema del “factor diferencial”. En Cataluña el nacionalismo
no pudo apoyarse en el RH, como el vasco, y tiene dificultades en apoyarse en
la historia o en las tradiciones (en su inmensa mayoría datadas en la segunda
mitad del XIX o incluso generadas después de 1978). Incluso desde el punto de
vista de la lengua, el catalán existe unanimidad en reconocer que se trata de
una lengua “hispano–romance”, ni siquiera “franco–romance” como pretendía el
primer nacionalista decimonónico o como dijo el vizconde de Güell al inaugurar
los Juegos Florales de 1901, una lengua más antigua que el latín y que estaría
emparentada con el rético, dialecto que se habla en Suiza en los Alpes Réticos… dato que citamos para demostrar
que el nivelazo de las bases doctrinales del nacionalismo. En Cataluña hoy no existe ningún factor diferencial “profundo”, como no
sea la existencia de un nacionalismo que, por sí mismo, lo genera. Lo que existe
es un factor diferencial sociológico–político.
Cataluña: la sociedad de los cuatro cuartos
Los nacionalistas pueden hablar en nombre de sí mismos, no de Cataluña,
ni siquiera de una mayoría social que no tienen. Porque el “gran logro” de 40
años de Generalitat ha sido fracturar a la sociedad catalana en cuatro
fragmentos y gobernar solamente para dos de ellos. Hay que decir que una
cosa son las simetrías parlamentarias y la distribución de los escaños en el
parlamento regional y otra muy diferente la realidad social. Se equivoca quien
cree que “sociología” y “política” son paralelas. Una cosa son los votantes que
acuden a las elecciones, el resultado de cuyo voto, además, esta falseado por
la Ley d’Hont, que penaliza a las opciones menores, y otra, muy distinta, la
realidad social.
Lo que los independentistas no
pueden negar es que, Cataluña está fraccionada en cuatro sectores:
– los independentistas (damos por extinto el catalanismo moderado) fraccionado,
a su vez, en cuatro tendencias, entre funcionarios de la gencat (exCiU),
borrokas (CUP), núcleos de la Cataluña profunda (ERC), asociacionismo
amamantado por la gencat (OC, ANC, etc, etc) que se llevan bien (a veces) y
disputan cuando despiertan de sus autoengaños.
– el de los unitaristas (de los que rufián Rufián ha dicho que “ni
son mayoría, ni son catalana, ni son silenciosa”… a pesar de que el 95% de los
que se manifestaron en las calles de Barcelona, en número similar a los
independentistas eran nacidos en Cataluña),
– el de los que no saben / no contestan (los que todo les trae al
fresco o simplemente que están desinteresados por la política, decepcionados,
hostiles o apáticos) y
– los inmigrantes (que a pesar de haber sido untados y mediatizados
desde hace quince años por la gencat, siguen estando ausentes y dedicados a lo
suyo: o haciendo cola en las oficinas de la gencat para pillar algún nuevo
subsidio, o bien ganándose la vida como pueden).
Lo más terrible es que cada uno de estos sectores, más o menos,
representan al 25% de la sociedad… ¡lo que no quiere decir que cada uno esté
representado por el 25% de los diputados en el parlament regional!
La póliza de garantía de la "unidad nacional"
Y esta distinción es importante,
porque lo que está planteando la gencat indepe no es un programa económico o la
construcción de infraestructuras, o discusiones sobre fiscalidad que son, a fin
de cuentas, problemas políticos que pueden ser debatidos por los parlamentarios
(a fin de cuentas un parlamento es eso: “lugar
donde se habla”, creer que es “el templo de la soberanía popular” es casi
una superstición animista, el parlamento es lo que es y no es más). Lo que la gencat indepe está planteando es
la secesión que es algo de mucha mayor trascendencia y que resulta inviable si
no se dispone de mayoría social…
Por esto –y por la falta de apoyo
internacional, y por la legislación constitucional, y por la torpeza de los
promotores…– la secesión es imposible: porque el proyecto independentista (que
acaba en la independencia… y que pide a toda la población Catalana es un doble
salto mortal al vacío y sin red) no cuenta con suficiente FUERZA SOCIAL detrás.
El problema de poner banderas en los balcones, realizar caceroladas, es… que es
evidente que son más los balcones en donde no hay ninguna bandera y que
empiezan a estar hartos los no nacionalistas de tener que aguantar cada noche a
unos pocos vecinos, simplemente, dando polculo de 22:00 a 22:05… Al intentar mostrar su “fuerza social” con
esa exhibición, el independentismo ha delatado su fuerza real. Ahora, ni
siquiera ellos, están seguros de lo que tienen detrás. Pero lo que está
demasiado claro es que no tienen FUERZA SOCIAL, ni han tenido nunca, ni pueden
llegar a tener, para desencadenar un proceso rupturista.
Claro está que el sentido común (el “seny”) suele quedar relegado a
segundo plano por la “rauxa” nacionalista. ¿Y entonces qué ocurre? Ocurre
que algunos (los pringados, no nos
engañemos, no los capitanes araña atrincheras en cargos oficiales), van a
terminar en la cárcel y van a sufrir mermas patrimoniales. ¿Había otra salida? Si el Estado no puede ejercer una
aplicación brusca del artículo 155 y suspender la constitución no es sólo por
debilidad de Rajoy, sino ¡porque los unitaristas tampoco tienen fuerza social,
ni apoyos suficientes para hacerlo! Esa es la triste realidad…
Así pues, lo que la situación
pide es un compromiso entre las partes: la legalidad, no está del lado de la
gencat indepe, institución que ha intentado generar una legalidad diferente…
que ha sido contestada por el tribunal constitucional. La “nueva legalidad”
solamente podría haber salido de una mayoría social sancionada que el Estado
Español se viera obligada a reconocer por la fuerza de los hechos y ante la
presión internacional a favor de la independencia…
Pero ese escenario no es el que
ha ocurrido, sino justo el opuesto: internacionalmente la gancat indepe ha
estado siempre sola, rematada y dramáticamente sola y, el problema es que,
especialmente ERC ha mentido (o se ha autoengañado) sobre las simpatías que su
causa suscitaba en el exterior. Y ya hemos visto que, a medida que pasan los días, el independentismo se va fracturando, se
sitúa a la defensiva, pierde coherencia, y lo que es peor para ellos: pierde el
control de los recursos económicos de la gencat. Y ese es el problema de
fondo.
Porque si el independentismo, de
ser menos de ¼ parte de la sociedad catalana en 2010 (como demostraron aquellos
primeros referendos por ayuntamientos), ha ganado unos puntos, ha sido por tres
razones:
– por los resultados del adoctrinamiento realizado mediante la
inmersión lingüística en los últimos 19 años.
– por la crisis económica iniciada en 2008 a la que la gencat indepe ha dado
una respuesta simplista: “España nos
roba”.
– por los fondos, prácticamente ilimitados inyectados, por Artur Mas y luego
por Puigdemont en los circuitos independentistas.
La imposibilidad de seguir
inyectando fondos en el proyecto (a causa de la intervención de cuentas de la
gencat por parte del Estado), así como el cansancio por la falta de viabilidad
del mismo, hará que poco a poco se vaya redimensionando. Ahora falta que el
pacto PP–PSOE–Cs para la reforma de la constitución, reconozca el fracaso del
Estado de las Autonomías y tienda a evitar que crisis como esta aparezcan una y
otra vez: esto no va a ser –no puede
ser- un “café para todos” soberanista. Solamente la izquierda marciana de
Podemos y las Mareas pueden pensar que cada dos por tres se puede montar un
referendo aquí o allí para ver quién se
va o no se va. No es que Rajoy o Sánchez
tengan carácter, fuerza y méritos para ir en dirección a un fortalecimiento del
Estado, ¡es que la UE se lo está exigiendo!: no más riesgos de centrifugación
de un Estado miembro de la UE que podría acarrear procesos similares en el
núcleo duro franco–alemán… Por eso, desde 2009, cuando empezó esta fiesta
soberanista siempre hemos dicho que la “póliza de garantía de la unidad del Estado”
la ofrece la pertenencia a la UE.