Info|krisis.- A mediados de junio tuvo lugar el
congreso de Partido por la Libertad. Poco después, en los primeros días de
julio, Plataforma per Catalunya celebró el suyo. Ambos congresos aprobaron la
resolución para iniciar un proceso de convergencia tendente a construir un “gran
partido identitario” en España. Paralelamente, en las redes sociales aparecían
distintas iniciativas destinadas a sondear en la misma dirección y a movilizar
a los independientes interesados en el mismo proceso. Finalmente, el pasado
lunes, España 2000 emitió un comunicado sumándose a la iniciativa. Sin embargo,
en el momento de escribir estas líneas subsisten algunas dudas sobre todo esto
que vamos a intentar enumerar desde nuestra independencia.
Vaya por delante que estamos
afiliados a E2000 pero no ocupamos ningún lugar en su dirección y que nuestras
opiniones son completamente personales. Y, en este sentido, nos consideramos
independientes en la medida en que también colaboramos con otras siglas o en
medio digitales igualmente independientes. Así pues, lo que escribimos
representa, en principio, nuestra opinión personal, no la de ningún grupo.
Dicho lo cual, podemos entrar en materia.
Hay dos formas de hacer política:
sumando fuerzas o exteriorizando la estupidez. Mientras las organizaciones
identitarias llevan en contacto algo más de un año y han abordado la cuestión
de la convergencia de manera discreta y calmada, ha aparecido el segundo
llamamiento para la constitución de una “Izquierda
Falangista”. Poco importa quien firma este último llamamiento e incluso el
hecho de mostrar públicamente su analfabetismo político, lo esencial es que así
no se construyen partidos, ni se agrupa gente válida, ni siquiera un yonki de la presencia mediática
lograría mantener el interés mediático más allá de los cinco minutos habituales
y del consabido artículo en Interviú
en las proximidades del 20–N.
Sin embargo, el nivel de descomposición
de un ambiente –en este caso, el falangista– lo da el hecho de que algunos de
quienes dicen pertenecer a él, entran al trapo y “saludan” la creación de una “falange
de izquierdas”, recuerdan los “buenos viejos tiempos del hedillismo”, tratan de
situarse en la foto junto a Podemos
esperando que alguien allí se los tome en serio (como Carrillo se tomó en serio
al “carlismo autogestionario” en la Junta Democrática) e incluso los contrarios
a la iniciativa renuncian a alertar de manera razonada sobre lo inocuo de la
operación, contribuyendo a crear un espacio de difusión a la misma. En el medio
identitario no puede ocurrir nada parecido, especialmente si se trata de una
operación “sólida”.
De momento, la solidez de la
iniciativa de convergencia identitaria viene dada por las tres formaciones que
hasta ahora se han comprometido en abordar esta línea. Detrás tienen “algo”, lo
suficiente como para haber despegado de la “carrera de caracoles” que desde
hace treinta años emprendió algo más de una docena de siglas vinculadas al
mismo ambiente político. El rasgo de estos tres grupos es que ya no parten del
consabido 0+0+0=0, sino que han logrado algunos cargos electos (18 en total)
avalados por 40.000 votos
Es poco, ciertamente, pero algo
es, y desde luego es más de lo que existía antes. Y, sobre todo, existe un
número mínimo de cuadros políticos fogueados identificados con el mismo
discurso y una militancia activa presente en redes sociales, y sensibilizada en
torno a los mismos problemas. Otra cosa que también está presente y que debe
seguir estándolo es cierto pragmatismo: hoy
la política no consiste en discutir sobre ideologías, sino en afirmarse en la
realidad cotidiana, no es debatir eternamente sobre ideas y proyectos
irrealizables sino participar en el debate presente en la sociedad. Y
seguramente en el objetivo también hay unanimidad: presencia en la sociedad
mesurable mediante la participación en procesos electorales. Nadie duda,
igualmente, de la necesidad de abordar una convergencia. Pero a partir de estas
certidumbres se abren distintos interrogantes
1. ¿Está cerrado el cupo de
siglas participantes en la operación? La lógica implicaría que, de
existir alguna otra fuerza política que expresara su interés en la operación,
lo exteriorizada mediante una resolución de su junta de gobierno, tal como ha
hecho PxC, E2000 y PxL.
2. ¿Existe un común denominador para participar? Creo que deben
existir varios:
– cierta “solvencia” política,
es decir, firmeza en las convicciones, honestidad en los participantes,
estabilidad en los dirigentes, bases identificadas con la dirección, solidez
mínima de las estructuras políticas, claridad en la línea.
– postura política concordante con
la “autonomía histórica”, es decir, conciencia clara de que no se trata
de reconstruir ningún movimiento que haya existido en el pasado.
– decisión unánime de participar en un
proceso de este tipo.
3. ¿Existen unos “puntos mínimos” que pudiera servir como punto de
referencia? Obviamente no puedo más que dar mi opinión personal, pero si se
trata de afinar en unos pocos puntos, lo que debería ser esencial a defender en
un proceso de convergencia, sería:
– Defensa de la identidad nacional. Instauración de la “preferencia
nacional”. Cierre de fronteras a los ilegales. Repatriación de los excedentes
de inmigración.
– Mano dura contra la corrupción. Disminuir el poder de la
partidocracia y encontrar fórmulas alternativas de representación democrática.
– Profunda reforma constitucional que extraiga consecuencias del fracaso
del Estado de las Autonomías y tienda a reforzar la cohesión del Estado.
– Devolver a la sociedad la idea de “orden”, cortando los procesos de
desintegración y degradación que experimenta la sociedad española.
– Renegociar el acuerdo de adhesión con la UE. Tender a una economía
productiva y social antes que a una economía especulativa y globalizada.
–Política de paz en Europa con desenganche de la OTAN y defensa europea
común basada en el multilateralismo y la defensa ante el fundamentalismo.
Creo que estos puntos pueden
desarrollarse perfectamente y dar lugar a un programa político extremadamente renovador
y necesario en el momento actual para la sociedad española y con el que amplios
sectores de la población podrían sumarse. Reducir este programa a algo menos
sería debilitarlo y reducir su campo de aplicación, ampliarlo no sería cuestión
de “puntos mínimos” sino de “programa político” (lo cual es muy diferente). Por
otra parte, estos puntos coinciden plenamente con los principios del Grupo
Parlamentario Europeo “Europa de las Naciones y de las Libertades” con el que,
creo, que deberíamos alinearnos de partida.
4. ¿Qué forma final debería tener el conjunto? Los partidos
hermanos europeos lo que quieren es un interlocutor único a escala de Estado (“Europa”
es, hoy por hoy, una “Europa de las Naciones”). Quizás el primer paso sería la
creación de una Comisión de Enlace, la ejecución de algunas campañas de
propaganda comunes sobre los temas del programa y, si se producen los
resultados positivos esperados, dar un paso más adelante formalizando la
creación de un “Frente Nacional” en el que las mismas siglas pudieran mantener
su entidad en un primer momento para irse diluyendo en el segundo (a recordar
el proceso de formación del Front National francés: se suma inicialmente Ordre
Nouveau, el Partí de la Unité Française (Le Pen) y el grupo Militante, luego se
añade un grupo “solidarista” (hacia 1977). Poco a poco, las siglas van desapareciendo
sin traumatismos, a medida que se va afirmando la nueva sigla. Con todo, no es
éste ni el único camino a seguir, ni el único modelo:
– Modelo Frente Nacional
(inclusión de siglas y desaparición progresiva de las mismas). El modelo “Izquierda
Unida” es muy similar. Y creo que es al que habría que tender: federación
inicial versus unidad e integración progresiva.
– Modelo Podemos (suma de
distintos “colectivos” políticos, sociales, vecinales, funcionamiento
asambleario). No existe diversidad suficiente para un modelo así concebido, ni
siquiera los grupos que se podrían considerar tienen suficiente entidad. Por
otra parte, el modelo asambleario se presta a confusiones, centrifugación e
inestabilidad. Es un modelo, en mi opinión, a descartar desde el primer
momento.
– Modelo nuevo partido unitario
(disolución de las partes y formación de una nueva estructura). Creo que es
otro modelo a excluir de partida. Lo poco que existe hoy, al menos es algo, no
se puede romper para construir otra cosa con sus fragmentos.
5. ¿Hay sectores a excluir? Por supuesto y creo que vale la pena
enumerarlos:
– los maniaco–obsesivos monotema:
aquellos que se centran en un solo tema y creen que ese tema debería estar
presente de manera monocorde dentro de la estructura que resultase de un
proceso de convergencia: por ejemplo, los partidarios de que el eje del
programa fuera el aborto.
– los hiper–ultra–mega–revolucionarios:
partidarios del “purismo revolucionario” basado en una exaltación de cualquier medida
implicara el seguimiento de una “línea anticapitalista” inspirado en la extrema–izquierda
de los años 60 y 70. Habitualmente estos sectores consideran que “nadie es
suficientemente revolucionario” y siempre, antes o después, terminan con la
excusa más peregrina rompiendo la baraja.
– los permanentemente auto–excluidos:
existen personajes que desde hace décadas capitanean grupos minúsculos,
completamente aislados, y que han manifestado reiteradamente ser “socios poco
seguros”. Tiene gracia, por ejemplo, que algunos, cuando se les ha hecho
imposible la vida en grupos creados por ellos, hayan creado grupos aun menores
y tiene todavía más gracia que haya otros partidos que constantemente desde
hace 15 años tienen sangrías de militantes y mantengan todavía a la misma
dirección a la vista del cero absoluto obtenido en cuestión de resultados.
– los “doctrinarios rigurosos”:
en el actual momento histórico no es el mejor momento para acometer trabajos de
“infiltración cultural”. Un Frente que quiera actuar políticamente no puede
estar permanentemente embarcado en una polémica cultural o ideológica, con la
excusa de que hay que “fijar posiciones”: las posiciones se fijan en el
programa político y en los puntos básicos. El resto no es competencia de una
organización de este tipo. No es una “ideología” lo que debe defender un “frente
nacional” sino una forma de ver la vida y, sobre todo, unos puntos básicos y un
programa.
– los obsesos del activismo callejero:
una organización que busque crecer debe necesariamente realizar tareas de
agitación y propaganda, pero no reducir toda su actividad a esta dimensión para
agitar de manera obsesiva a la militancia y reventarla en pocas semanas. El “activismo”
supone una forma de agitación compulsiva sin objetivos ni estrategia. Un
partido político necesita justamente objetivos
– estrategia – táctica, pero puede prescindir de los obsesos del activismo.
– los timoratos: en
política hay que ser decidido y ambicioso, si no se es, nunca se termina el
momento para lanzarse al ruedo o para reemprender el combate. Hace falta valor
y decisión para hacerlo… unido a la lucidez (lo contrario sería pura
irresponsabilidad). El timorato es aquel que encuentra eternamente motivos para
dudar.
6. ¿Y los independientes? ¿Qué hacemos con los independientes? En
los últimos años se han generado decenas y decenas de militantes del área
política que han recuperado su independencia en relación a las organizaciones
existentes. Se trata de un fenómeno típico de períodos en los que no se
producen avances sensibles y se extiende un alto grado de desmoralización. Eso
no quiere decir que estos “independientes” hayan renunciado a la actividad
política, sino que están a la expectativa. Probablemente, ahora ha sonado la
hora de que se movilicen de nuevo. Las posibilidades que se ofrecen hoy a los “independientes”
son dos:
– Reinsertarse en algunas de las
organizaciones existentes.
– Formar “círculos de
independientes” con los que participar en los encuentros para
cristalizar el proceso de convergencia. Afortunadamente, las posibilidades de
realizar algo así en la actualidad son mucho mayores que en años pasados. Las
redes sociales de Internet ofrecen con facilidad esta posibilidad.
7. ¿Radicales o moderados? Cuando se lanza un
movimiento político de lo que se trata es de que irrumpa con garra y mordiente:
si estos elementos están ausentes, el nuevo movimiento tiende a pasar
desapercibido. Luego ya habrá tiempo para moderarse, pero los primeros pasos
tienen que ser decididos y el movimiento deberá demostrar estar hecho de la
solidez del pedernal, de la flexibilidad del mejor acero y de la agresividad
del fuego.
8. ¿Cuestiones de imagen? Una cosa es el radicalismo de las
propuestas, la otra muy diferente, la imagen de marca. La imagen debe ser
actual. Si remite a otros tiempos ha perdido. Radicalismo en el mensaje –
moderación y actualidad en las formas. Estilo propio. Transmisión de las
sugestiones de dinamismo, autenticidad, responsabilidad, conocimiento, decisión…
9. ¿Algunos grupos sociales preferenciales para el trabajo político? Una
alternativa como la que pueden encarnar los partidos identitarios no puede
aspirar a un mensaje dirigido al 100% de la población y debe de saber elegir
qué sectores sociales admitirán mejor su mensaje: clase obrera empobrecida y
amenazada por el fantasma del paro; juventud sin más perspectiva que la de
acabar los estudios y engrosar las listas del paro o ir a parar al exilio
económico; sectores de las clases medias empobrecidas alarmadas por la
situación de desintegración del sistema político–social y la decadencia
cultural. No es este el lugar para hacer un análisis sociológico de todo esto,
pero sí que apuntamos a estos grupos como “preferenciales” tal como nos lo
sugiere las experiencias políticas tanto en nuestro país como en Europa.
10. ¿Y los tiempos? Estamos en pleno verano. Pero queda todavía
mucho de mes de julio como para que en este mes no tengan lugar las primeras
reuniones de tal manera que a lo largo del otoño próximo todo esto se haya
concretado. Vale la pena recordar que el 27–S hay elecciones autonómicas en
Cataluña y que antes de finales de año tendrán lugar las elecciones generales
en todo el Estado. En esas condiciones, la velocidad es fundamental.
11. ¿Y los contenidos? Las cuestiones a debatir después de quedar
claro lo que cada grupo está dispuesto a dar y exige a cambio, son en mi
modesta opinión:
– Modelo organizativo: federación,
frente, etc.
– Puntos mínimos: ejes de
agitación y propaganda
– Programa: análisis y desarrollo
de los temas, argumentario y propuestas.
– Imagen: aspecto exterior e
imagen corporativa
– Objetivos, estrategia y
tácticas: ¿a dónde llegar? ¿En qué tiempos? ¿Siguiendo que direcciones? ¿A
través de qué caminos?
– Calendario: timming de
actividades de lanzamiento del proyecto, concreción del mismo, primeras
campañas…
* *
*
Así ve las cosas alguien desde su
independencia. Corre mucha prisa concretar esto porque se viaja con 30 años de
retraso (como para incorporar a quienes viajan con maletas de 70 u 80 años…).
Si se quiere expresar con una sola frase quizás sea bueno resumirlo así: o se
crea un partido nacional (bajo la forma de federación o de frente) con “masa
crítica” suficiente como para participar en las próximas luchas políticas y
hacerse a codazos un hueco en el panorama político español o mejor abandonar el
país, por náusea hacia el rumbo que ha iniciado y ante la imposibilidad de que
ni la “vieja banda de los cuatro” (PP+PSOE+CDC+PNV), ni la “nueva banda de los
cuatro” (Podemos+Cs+ERC+Bildu) impriman una rectificación en la pendiente de la
decadencia. Y no sólo náusea: náusea y el riesgo que implica permanecer en un
barco que tiene cada vez más abierta la vía de agua, se dirige hacia un iceberg
y el capitán y la tripulación están convalecientes aun de la borrachera de la
fiesta de la noche anterior. Eso es lo que hay…
© Ernesto Milá – infokrisis – ernesto.mila.rodri@gmail.com –
Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen.